Bajo el roble – Capítulo 10: Debajo de las sábanas

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


—Oh, no… Eso no es…

—Si no es eso, ¿a qué demonios te refieres? ¿Hay alguien más?

Le tomó un tiempo a Max comprender el significado detrás de sus palabras. Por unos momentos, miró estupefacta sus ojos ardientes. Desafortunadamente, su silencio fue mal interpretado, Riftan tuvo la idea equivocada.

Con un gruñido en su tono, habló con desprecio. 

—¿Estuve luchando hasta la muerte, mientras permanecias alegre al lado de otro hombre?

—¡Oh, no! ¡Oh, no lo hice!

Su respuesta fue tímida, como si obligara a las palabras salir de sus labios, sintió que cada una le robaba un poco su fuerza. Sin creerle, Riftan enojado señaló sus preguntas en ella.

—Entonces, ¿por qué estás hablando de divorcio?

—Cuando regresaste, yo… pensé que pedirías un divorcio y te casarías con ella… entonces…

—¿Ella? —Después de pensar un momento a quién se refería—. ¿Ines? —preguntó bruscamente, esperando haber logrado comprender sus divagaciones.

Ante la mención del nombre, Max abrió mucho los ojos. Un triste asentimiento fue la única respuesta que pudo lograr, pero el hombre delante de ella, con el rostro pálido, escupió una lluvia de maldiciones y se frotó la cabeza, aparentemente molesto.

—Un grupo de humanos tontos que esparcen un montón de rumores inútiles —murmuró para sí mismo. Él se acercó y se sentó en su cama. Después de un breve momento, casualmente y con facilidad, la puso en su regazo.

Sus acciones bruscas tomaron a Maximiliana por sorpresa, reflexivamente, agitó las piernas para cerrarlas. Riftan gentil y cariñosamente sostuvo su rostro con ambas manos y la acercó a él. Lo siguiente que la confundida Max sintió fue su lengua húmeda, lamiendo las lágrimas. Sus pestañas revolotearon y cerró los ojos.

No tenía prisa, limpiaba las lágrimas, una gota a la vez. Su aliento caliente le hizo cosquillas en las mejillas, sus labios temblaron en respuesta, el pulso se aceleró. Instintivamente, dejó escapar un suave gemido.

Sintiendo su forma cautelosa y temblorosa, Riftan exhaló un profundo suspiro y le pasó un brazo por la cintura.

—No sé lo que has escuchado, pero rechacé la oferta.

—¿Te negaste? —Sus ojos se abrieron con asombro, su voz estaba rota.

—¡Claro que sí! ¿Crees que aceptaría una oferta tan loca?

¿Qué quiere decir con una oferta tan loca? ¿Cómo es una locura ofrecer la mano de una bella princesa a un guerrero que salvó al mundo? Pensó Max.

—¿Quién en su sano juicio propondría un matrimonio a un hombre casado en primer lugar? Cuando escuché esa historia, pensé que este rey estaba loco.

—Ah, pero…

—Si alguien cambia sus votos sagrados ante Dios, lo castraré con mis propias manos. ¿Cómo puedes pensar que haría algo tan poco ético?

¿Habla en serio?

Ella lo miró asombrada y avergonzada al mismo tiempo. Ella a menudo había escuchado que los caballeros valoraban la fe antes que cualquier cosa, pero ¿este hombre también tenía fe en la caballería?

¡Él rechazó la oportunidad de oro de convertirse en parte de una familia real para mantener este matrimonio forzado con ella! Casarse con una realeza le habría dado un nuevo título, un honor real y una gran dote. Y no terminaba solo con eso. Su hijo naturalmente tendría derecho al trono.

Por lo tanto, era natural que su actual esposa, que no podía darle lo que la princesa Agnes podía, pensaría que su decisión había sido una locura.

Este hombre… está loco.

Solo entonces se dio cuenta de que este hombre estaba tomando en serio sus votos y tenía toda la intención de honrarlo. Sobre todo, no tenía un motivo oculto. En sus palabras, solo la estaba tomando porque la consideraba su esposa. Max se tambaleó por la sorpresa y apretó los dientes con incredulidad.

—Pero…

¿Está realmente cuerdo? Tal vez, él no sabe lo que se ha perdido.

Olvidando su situación actual, ya que estaba profundamente involucrada en su conversación, respondió con audacia.

—Bueno, realmente… Pero, sabes, ¿está bien? Oh, Agnes, es una mujer muy, muy hermosa y una mujer rica.

—¿Alguna vez has conocido a Agnes?

Ella se estremeció. ¿Fue demasiado pronto decidir que haberse negado era un acto de locura?

—En persona, no, nunca la he conocido, pero…

—¿Cómo sabes si es hermosa o no? No me gusta una mujer loca, que parece un potro que me sigue a todos lados.

Ah, ¿está bien hablar de la familia real así?

Max lo miró con la cara llena de perplejidad. Justo entonces, Riftan de repente levantó la mano, ella se sorprendió, sin embargo, todavía esperó a que su mano la golpeara. Pero no fue así, en cambio, el pulgar secó las lágrimas restantes de sus mejillas.

—Olvida ese ridículo rumor. En primer lugar, la vida en el palacio no me conviene. No quiero vivir en el gran lugar de la princesa.

—Ah pero…

—¡Suficiente de peros! los rumores son solo una excusa ¿estás realmente descontenta con este matrimonio? —Un brillo peligroso apareció en los ojos del hombre.

Ella sacudió la cabeza apresuradamente, su rostro se enderezó de nuevo.

—Ya es suficiente. Si vuelves a mencionar estas tonterías, no lo toleraré la próxima vez.

Ella abrió mucho los ojos. 

¿Tolerar? ¿De qué estás hablando? 

Mientras se quejaba para sí misma, de repente sintió la mano del hombre tocar la parte baja de su espalda y moverse lentamente alrededor. Instintivamente, ella se puso rígida. Su mano se movió suavemente y se hundió debajo de las sábanas que la cubrían.

Kiara
Al fin las cosas mejora, van por buen camino, estamos siendo honesto, bello, bellisimo y ahora lo que nos interesa la zukulencia

Solo entonces, Max se dio cuenta de que solo llevaba una prenda delgada alrededor de su cuerpo desnudo. Ella temblaba, no por el frío que cubría la cámara, sino por su mirada acalorada.

Levantando ligeramente sus caderas, él sacó las sábanas de debajo y las arrojó al suelo descuidadamente. Max apresuradamente se bajó la túnica y luchó para cubrir sus piernas.

De nada sirvió, él simplemente levantó el dobladillo de su vestido y agarró su pecho de una manera que frustraría su esfuerzo al desestimar sus acciones. Ella dejó escapar un grito agudo.

—¡Ick!

La sensación de manos ardientes y ásperas tocando su piel suave era indescriptiblemente pintoresca e intensa.

—Eh… ah…

—Detén ese ruido. Ni siquiera sabes el nombre de tu marido, ¿verdad?

El hombre que se frotaba la nariz contra la delicada piel de su cuello levantó la cabeza y lanzó una mirada insatisfecha. Max solo parpadeó como un búho.

Ella se estremeció, y por el rabillo del ojo vio descender su cabeza. En una fracción de segundo, Riftan la besó, sus labios increíblemente calientes y suaves, un marcado contraste con las duras y violentas palabras que pronunció.

—No te avergüences tanto. Nuestro matrimonio no era normal, como dijiste, pero era inevitable. Ahora tienes que acostumbrarte a mí.

Un dedo ardiente y duro le pasó el pelo por la frente. La inesperada acción suave la avergonzó. Sus labios tocaban constantemente sus mejillas, sienes y lóbulo de la oreja. Los muslos se retorcían debajo de sus caderas mientras su aliento ardiente se burlaba de su cuello.

Él agarró el borde de su vestido, Max cerró los ojos. Ella ya había experimentado esto y sabía lo que debía seguir. Más que nada, era consciente de lo doloroso que sería.

Sintiendo su cuerpo tenso, él suspiro sobre su oreja.

—Alivia la tensión, solo te hará daño.

—Pero…

—Esta no es nuestra primera vez. 

El hombre que había estado mordiendo la parte inferior de su cuello, dudó por un momento y preguntó.

—¿No quieres?

Sus labios dibujaron una sonrisa tensa mientras lo miraba a los ojos. Max no pudo decir que no. Después de todo, Riftan se negó a sellar su relación con la familia real para mantener sus votos matrimoniales. Como tal, ¿cómo podría rechazar a su esposo en la habitación?

Sacudiendo la cabeza después de muchas dudas, Max dio su consentimiento. Sin dejar pasar más tiempo de sus manos, Riftan empujó su lengua profundamente en su boca, como si tuviera sed, probándola en cada esquina. Perdida en la sensación, puso sus manos sobre los músculos de sus pectorales, sus dedos se acobardaron sorprendidos por el fuerte poder que emanaba.

Sus labios empapados de saliva rociaron pequeños besos en la punta de su barbilla, luego descendieron lentamente sobre su cuello, permaneciendo un rato en la clavícula. Sus respiraciones desiguales y la sensación húmeda de su lengua hicieron que los pelos de su espalda se erizaran.

—Levanta los brazos.

Levantó el brazo con un movimiento rígido y sintió que le quitaba la ropa por la cabeza. El aire frío mordisqueó su piel desnuda y Max cubrió su pecho en un ataque de vergüenza, abrazándola con fuerza. Para hacerla sentir cómoda, Riftan depósito besos sobre sus hombros.

—Lo haré tan… suave como sea posible.

Ella lo miró con ojos temblorosos. Los ojos del hombre bajaron con avidez. Ella siguió su mirada y se miró bajo la luz.

Pecho redondo, abdomen plano, muslos pálidos y blancos, y su punto sensible en el medio. Se sintió más sensible a la vista desnuda de sus dedos tocando sus montículos. Él juguetonamente mordió su clavícula y lamió su pecho.

Max jadeó. Podía sentir su lengua húmeda dibujar círculos en su piel. La extraña sensación envió un estremecimiento desde su cuello hasta sus oídos.

—Oye, oye, espera un minuto…

—Riftan —gruñó él.

Él chupó su pecho con avidez causando un ligero dolor, como si la estuviera castigando. Max soltó un pequeño grito. Él liberó sus manos de su agarre y dejó que ella las envolviera alrededor de su cuello. El calor que sentía de su cuerpo y la suave textura de su cabello la hacían sentir mal del estómago.

—Llámame Riftan.

—Oh, oh…

—Llámame  —ordenó suavemente.

Con voz temblorosa, ella habló. 

—Ri… Riftan.

Al escuchar eso, sus hombros se sacudieron hacia arriba y hacia abajo. El hombre murmuró bruscamente palabras incoherentes, luego levantó la cabeza y la besó ferozmente. Sus brazos calientes y musculosos se apretaron alrededor, como si quisiera romper su cintura.

La primera pasión que experimentó, jadeó y sin darse cuenta se aferró a su cuello. Una sonrisa ágil se elevó gradualmente en sus labios.

—Sí, abrázame fuerte así.

Mientras estaba cautivado por su primera sonrisa, sostuvo su cabeza en una mano y la besó apasionadamente. Su otra mano acarició suavemente su bajo abdomen y hábilmente maniobró entre sus piernas.

Consciente de sus acciones intrusivas, Max apresuró sus muslos para cerrarlos, pero no pudo detener su mano que ya había llegado a su destino deseado.

Él movió sus dedos con cuidado. Al mismo tiempo, Max se estremeció ante la sensación de un pinchazo inconfundible contra su estómago.

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