Bajo el roble – Capítulo 21: Mantén tus ojos en mí 

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


Riftan levantó a Max del suelo, quien exclamó sorprendida por su acción.

—¡Ri.. Riftan!

—Quédate quieta. Sé que estás agotada.

—¡Baja, bájame! ¡Puedo caminar!

A pesar de sus quejas Riftan la llevó escaleras arriba, fingiendo no escuchar una palabra de lo que decía. Al llegar a su destino, un salón cubierto con alfombras de color marrón rojizo la saludó. El se dirigió a una gran puerta de roble. Riftan cruzó el pasillo y de repente se detuvo frente a las puertas de madera. La bajó suavemente, estabilizándola con una mano y empujó la entrada masiva para abrirla con la otra.

—Espero que esta habitación sea más de tu agrado… —dijo en voz baja.

Max observó la habitación con curiosidad, caminó alrededor mirando la espaciosa cama en el centro. Era un cuarto ordenado y acogedor. En el centro de la habitación había una columna de madera que sostenía el techo, con glifos de aspecto antiguo inscritos en ella. Grandes ventanas arqueadas enmarcaban un lado de la habitación, y en el lado opuesto, una chimenea ardía brillantemente con un fuego cálido.

Pasó las manos por el velo que colgaba del costado de la cama y descubrió que el lujoso marco de la cama estaba hecho de madera de cerezo. Gruesas capas de mantas de lana se apilaron cuidadosamente en la parte superior. Los sirvientes deben haber prestado especial atención a esta sala.

—Crees que está en mal estado, ¿no? —preguntó Riftan con una mirada preocupada en su rostro. Max lo miró desconcertada y cohibida. Él agarró su mano y gimió—. ¡Maldita sea! Y los sirvientes se esforzaron tanto…

—¿Qué? ¡Oh no! Que hermosa habitación. Estas mantas son maravillosas… y la cama está muy bien preparada.

—No tienes que mentirme. ¿Olvidaste que visité recientemente el castillo Croix? En comparación con la fortaleza de tu padre, esto es más como un maldito granero.

Max sintió pánico ante el tono de sus voz.

—¡No! Eso no es cierto…

Max trató de encontrar las palabras correctas para apaciguarlo, pero la expresión facial de Riftan permaneció igual. Era muy probable que él pensara que ella solo decía eso para complacerlos. Se culpó nuevamente a sí misma. Ni una sola vez pudo decir lo correcto. Cuando ella dudó, incapaz de encontrar las palabras adecuadas, Riftan sacudió la cabeza y ligeramente avergonzado.

—Bueno… es el trabajo de la señora adornar este lugar, de todos modos. Cuando el señor está fuera, son parte de sus obligaciones administrar el castillo.

—Si… me disculpo.

—¡Maldición! Lo que quiero decir es… ¿y si diseñamos este lugar a tu manera? Tengo suficiente oro, así que puedes comprar lo que quieras. Incluso puede exigir artesanos para hacer adornos a tu gusto. Si deseas comprar textiles caros y plata, también está bien. Pagaré todos los gastos… por las cosas que quieras.

Max estaba sorprendida por su audaz sugerencia. Ella ignoraba qué esperar o debía hacer como su esposa.

Riftan continuó hablando en un tono ligeramente excitado.

—A las mujeres les gusta embellecer las cosas, ¿verdad? Puedes contratar costureras y artesanos para que te ayuden a que no sea una tarea demasiado pesada.

Max vio el entusiasmo en su rostro y sintió que el sudor frío le recorría la espalda. Su abuela había tratado de enseñarle lo que debía hacer una mujer noble y cómo debía manejar el dominio de su esposo, pero Max no había prestado atención porque nunca pensó que tendría la oportunidad de usar el consejo. Teóricamente, los libros le decían lo que había que hacer, pero nunca hubo un momento para ponerlo en práctica… hasta ahora. No estaba completamente segura de que ella pudiera hacerlo.

—¿No quieres?

Como ella no respondió, Riftan entrecerró los ojos. Max sacudió la cabeza, nerviosa. No solo temía pronunciar las palabras que no le gustaba decorar… sino que era peor que descubriera que estaba mal informada sobre tales asuntos y que no era adecuada para el trabajo de una dama.

Max se dio cuenta de que no quería decir nada que hiciera que Riftan pensara que no era una esposa adecuada.

Después de varios días de viajar juntos, Max se dio cuenta de que Riftan Calypse no tenía idea de cómo la trataban en el castillo Croix. Él creía firmemente que Maximiliana era una dama altamente educada que estaba acostumbrada al lujo y al cuidado del cuerpo. Haría todo lo posible por tratarla de la manera a la que estaba acostumbrada.

Con tal malentendido, Max se puso cada vez más ansiosa. De repente comprendió que probablemente había tenido esta creencia por su padre. El duque de Croix la había escondido en las profundidades del castillo para que nadie supiera que su hija mayor era tartamuda. Al hacerlo, quería que la gente creyera que era un acto para proteger a su hija enferma. Y con el tiempo, se hizo conocida que era una noble enfermiza a la que el duque cuidaba personalmente.

Por esas clases de rumores, Riftan creía que era una dama noble amante de del lujo.

Max no entendía por qué la ilusión no se había roto, si había pasado mucho tiempo con ella, podía ver con sus propios ojos que ella no estaba bien educada y era una mujer bastante insignificante… pero quería seguir viviendo en la ilusión el mayor tiempo posible. Sabía que estaría molesto en el momento en que descubriera la verdad.

Sería demasiado injusto, vergonzoso e incluso brutal sufrir durante tres años en el campo de batalla, solo para descubrir que la mujer con la que te acabas de casar era falsa y no era en absoluto lo que te habías imaginado.

Su actitud hacia ella seguramente cambiaría.

Max apretó las manos con aprensión. Se sintió terrible al imaginar que Riftan podría despreciarla o, peor aún, sentir lástima por ella. Sabiendo que era vergonzoso, todavía quería que él la considerara como una sofisticada mujer noble por un poco más de tiempo.

Ella asintió torpemente, en lugar de decirle que no sabía cómo manejar a los sirvientes, o que nunca había gastado mucho dinero para comprar cosas, y que nunca había aprendido a manejar un castillo tan grandioso… la mentira de hoy solo se hacia mas grande.

—Si, si quieres…

La cara de Riftan se relajó al instante y se volvió notablemente más brillante.

—Le diré al mayordomo que te dé los libros de inmediato. No te preocupe por cuanto cueste. Puedes comprar a tu gusto.

Riftan acarició suavemente su cabello despeinado con sus dedos.

—Esta… es tu casa ahora.

Su hogar. Tales palabras inesperadas perforaron dolorosamente el corazón de Max, y ella casi dejó de respirar. Su corazón latía rápidamente en su pecho. Tal vez no quiso decir nada con eso, sino algo que dijo como un extraño capricho.

Fuera lo que fuese, Max no quería pensar en nada más que eso.

—Lo… lo haré lo más acogedor posible… para nosotros.

—Esta bien.

Riftan le dedicó una sonrisa de satisfacción. Al momento siguiente, presionó suavemente sus labios sobre su mejilla, y Max sacudió la cabeza con torpeza. De repente se dio cuenta de que solo estaban ellos dos en el dormitorio. Al pasar tantos días sin darse una ducha o cambiarse de ropa, Max se hizo más consciente de su imagen. Ella lo empujó suavemente.

—Ah, me gustaría… bañar, bañarme…

—Por supuesto. —Volteo la cabeza y dijo: —Les diré a las criadas que vengan y preparen el baño.

Luego salió y ordenó a las criadas que trajeran agua tibia para el baño y una nueva muda de ropa para ella. Max se quitó la capa desaliñada y la colocó cuidadosamente en la silla de la esquina. Después de un rato, cuatro doncellas entraron en la habitación con grandes cántaros de madera. Mientras se vertía agua caliente sobre una gran cuenca, Riftan se quitó la armadura y la dejó sobre la mesa.

—Llamaré si necesitamos algo más. Por favor, preparen algo de comer para después del baño.

—Sí señor. Pondré sus ropas aquí mismo.

Cuando las criadas salieron, Riftan arrojó la túnica manchada de sudor y polvo sobre su cabeza. Luego se desabrochó rápidamente los pantalones. Max entró en pánico y se dio la vuelta, pero Riftan caminó hacia ella y comenzó a desatar los tirantes de su vestido.

—¡Ri…Riftan!

—Bañémonos juntos. —Su voz de repente sonó ronca y baja en sus oídos.

Max se estremeció ante el toque de sus manos en su espalda. Peinó su cabello desordenado con sus manos y lo colocó sobre un hombro para revelar su esbelto cuello.

En pocos segundos su lengua estaba sobre su piel.

—Sabes salado…

—¡N-No! Estoy sucia…

A pesar de su protesta, los hombros de Max se relajaron cuando sus suaves labios trazaron besos en la parte posterior de su cuello. Él giró su cuerpo para mirarla, pero ella no pudo mirar su cuerpo desnudo y cerró los ojos. Había una sensación extraña y nueva que subió desde la parte baja de su cuerpo y la mortificaba.

—¿Puedes por favor dejar de evitarme? —dijo él, levantando su barbilla con una mano—. Soy consciente de que no soy tan elegante o esbelto como el hijo de un noble distinguido, pero… no soy tan terrible…

—¡Oh, no eres terrible! ¡De ningún modo!

Max abrió los ojos con incredulidad. Había una mirada de desesperación en la intensa mirada de Riftan. Sus pupilas negras le recordaban a un animal salvaje, pero desolado.

¿Este hombre realmente no es consciente de su belleza? ¡No tiene sentido!

—Es, es que yo… no, no estoy acostumbrada a esto —dijo, queriendo romper la mala interpretación.

—Es normal que las parejas… se bañen juntas —dijo Riftan en voz baja.

—¿Normal…?

—En todos los castillos que he visitado, todos los señores y sus damas se bañan juntos.

Riftan sonrió y bajó el corpiño de su vestido. Estaba a punto de preguntarle cómo sabía eso, pero se estremeció cuando sintió el aire frío tocar su piel. El calor de la chimenea envolvió suavemente su cuerpo sensible.

—No es extraño en absoluto —continuó él—. Existe una costumbre en el norte. Cada vez que un noble o un caballero visita una familia nobles, debe bañarse con la anfitriona del castillo.

Él frotó suavemente sus hombros en un esfuerzo persistente para persuadirla. Los ojos de Max se abrieron de par en par.

—¿Tengo que hacer eso…? —preguntó ella.

—Oh no.

Una sonrisa hermosa pero aterradora se extendió por el rostro de Riftan.

—Si alguien más te preguntara eso, lo haría bañarse en el río Stemnu… Solo tienes que pensar en mí. Ven acá…

Riftan le rodeó la cintura con sus musculosos brazos y la levantó suavemente hacia la bañera con él, derramando agua en el suelo al descender. Max abrazó sus rodillas cerca de su cuerpo, tratando de ocultar su desnudez con inútiles esfuerzos. Riftan se sentó descaradamente con su cuerpo desnudo expuesto abiertamente a ella, como si fuera un hombre que no conocía la vergüenza.

—¿Está demasiado caliente? —preguntó.

—E-Está bien —respondió ella apresuradamente.

Max se sentó con las rodillas dobladas hasta la barbilla para evitar tocar sus largas piernas. Mirando sus esfuerzos por mantener la distancia, Riftan la agarró del brazo y la sentó en su regazo.

Max inmediatamente gritó sorprendida.

—¡Riftan!

—Te lavaré —expreso como si fuera una simple acto, mientras buscaba el jabón en el estante.

Max trató de levantarse con urgencia de su regazo, pero Riftan le rodeó la cintura con los brazos como una serpiente. Él comenzó a enjabonar sobre sus hombros y cuello lentamente.

—¡Pue… puedo hacerlo!

—Tú también puedes lavarme. Si lo deseas.

13 respuestas a “Bajo el roble – Capítulo 21: Mantén tus ojos en mí ”

  1. Awwww me encanta que logran hacer de las cosas mas comunes una descripción de un lazo que los une como familia. Me encanta el sentido de matrimonio y hogar que le dan a la novela resaltando detalles tan pequeños que dan calidez al corazón. ♡♡♡

    1. Cuando leí que cuando Riftan visitaba las casas nobles se tenía que bañar con la anfitriona que en modo..¡.kha!”. Le está poniendo excusas o en verdad se bañó con otras mujeres??. Está pregunta me atormentará de por vida. :’D

  2. Ahhhh me cortaron el smut!!! 😫
    Me gustaría que ella tuviera más autoestima,es triste verla como se desprecia a sí misma por culpa del HDP del padre.Ojalá Riftan caiga enamorado hasta la médula de ella y le enseñe cuánto vale para él

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