El contrato de la Princesa y la Duquesa Monstruosa – Capítulo 23

Traducido por Ichigo

Editado por Lucy


—Buenos días, señorita Leslie.

Leslie empezó la mañana con el saludo de Madel y estaba medio despierta mientras se preparaba para bajar al comedor. Debido a la medicación, seguía cabeceando mientras Madel le lavaba la cara y le cepillaba el pelo. Al final, su cara cayó hacia delante mientras Madel le cepillaba el pelo.

La cara de Leslie ardía de vergüenza, pero Madel no se rió. En lugar de eso, la consoló con una sonrisa amable. Le dijo a Leslie que era algo bueno y que no había nada de qué avergonzarse. Le informó de que era señal de que por fin se relajaba en el Ducado y aliviaba el estrés. Aunque la criada hizo todo lo posible por animar a Leslie, ésta no se sentía mejor. Su rostro seguía enrojecido y, al no poder mirar a Madel, optó por mantener los ojos cerrados y fingir que dormitaba.

—Buenos días, señorita Leslie.

Cuando por fin terminaron los embarazosos preparativos matutinos, Leslie bajó a toda prisa al comedor. Allí la recibió una Duquesa de aspecto agotado. Su pelo negro, siempre pulcro, estaba desordenado, y sus ojos verde oscuro habían perdido el brillo, casi apagados pro el cansancio. Leslie parpadeó sin comprender su vulnerabilidad.

—Buenos días.

Leslie respondió con una cortés reverencia, y la duquesa le sonrió somnolienta.

En ese momento, Sairaine y Bethrion entraron en el vestíbulo. Se estaban secando la cara con una toalla, acababan de regresar de su entrenamiento matutino. Se acomodaron alrededor de la mesa y se sentaron.

¿Dónde debo sentarme?

Leslie miró a los miembros del Ducado. Las casas nobles tenían asientos asignados. El jefe de la Casa debe sentarse en el mejor asiento o en el más alto. Luego vienen sus cónyuges y sus hijos por orden de nacimiento o favoritismo. Leslie, a quien siempre le tocaban los asientos más descuidados e incómodos, supuso que ocuparía el asiento del final de la mesa cuando todo se hubieran acomodado.

Pero el Ducado no tenía el “mejor” asiento. Era una simple mesa larga en la que todos se sentaban frente a frente. Confundida y vacilante, Leslie se paró junto a la puerta y se agarró el vestido.

—Leslie.

Al notar la presencia de Leslie, Bethrion la llamó y señaló con un dedo a su lado. Cuando Leslie se acercó a él, observó que había una silla a su lado oculta por su gran armazón. Cuando se acercó, Bethrion sacó la silla y colocó un mullido cojín alto en el asiento.

—Gracias.

Leslie le dio las gracias en voz baja, pero Behtrion no contestó, le dio un par de palmadas en la cabeza como si el agradecimento no fuera innecesario, y empezó a comer.

—Necesitamos comprar una silla.

Comentó Sairaine mientras Leslie empezaba a masticar la ensalada de su plato. Había visto como Leslie luchaba por subirse a la silla. La Duquesa asintió con la cabeza.

Los muebles del Ducado estaban hechos para acomodar a los miembros de la Casa. Todos ellos eran altos y de constitución más corpulenta, por lo que necesitaban muebles a medida para poder utilizarlos. Eran demasiado altos y grandes para una niña pequeña y desnutrida como Leslie. De ahí que Bethrion hubiera preparado el mullido cojín alto para que Leslie pudiera comer a la altura de la mesa. estaban en dos extremos opuestos. Salvatores demasiado altos y grandes y Leslie demasiado pequeña.

—Y más vestidos.

Esta vez, fue la Duquesa mientras cortaba un trozo de filete. El vestido de Leslie era un vestido ya hecho comprado por Jenna. Aunque era para la edad adecuada, era demasiado grande para Leslie. Así que cuando ella estaba tratando de comer sopa, sus mangas casi se sumergieron en el tazón. Jenna se había dado cuenta y se acercó y le dobló las mangas varias veces hasta que le quedaron bien. Al ver todo esto, la Duquesa añadió.

Mientras Sairaine y la Duquesa conversaban sobre dónde y qué comprar para Leslie, ésta expuso su opinión en voz baja.

—Duquesa Salvatore y sir Sairaine, no hay necesidad de comprar una silla nueva.

Ante sus palabras, todas las miradas se volvieron hacia Leslie. Incluso Bethrion, que sorbía en silencio un bocado de chuleta de codero, miró interrogante a la niña.

—¿Por qué, señorita Leslie? ¿Le preocupa el coste?

Leslie clavó sus ojos lilas en los de la duquesa ante la pregunta y negó con la cabeza.

—Voy a comerme todo esto y a crecer rápido, asó que no tiene que comprar una silla. Sería un desperdicio.

Quería crecer más rápido para poder ser un miembro oficial del Ducado. Además, estaban un poco avergonzada de ser la persona más menuda de la Casa. Como si quisiera demostrar su determinación, Leslie dio un gran bocado al filete que tenía delante y lo masticó a conciencia.

Si comía mucho y dormía durante horas, tal vez llegaría a ser tan alta como Eli. Todo el mundo decía que Eli era más alta que las demás chicas de su edad. Así que si se comportaba más como ella, tal vez sería incluso más alta que ella. Entonces, una silla nueva no será de ayuda, lo que parecía una pérdida de dinero.

Ante su afirmación, la duquesa Salvatore rió divertida. Tomó un bocado de verduras asadas y comentó.

—Está bien, señorita Leslie. Debería ser cómodo ahora, ¿no? Además, si se le qeueda pequeña, los empleados podrán utilizar la silla más tarde si es necesario.

Entonces, la duquesa dio un golpecito en la mesa. Leslie sabía que la Duquesa tenía la costumbre de golpear algo cada vez que pensaba y trataba de organizar sus pensamientos.

—Llama a Madam Madelt al Ducado. Dile que traiga los catálogos y las telas.

—Morman también. Hace los mejores muebles

Añadió Sairaine con rapidez y emoción a sus órdenes. Entonces los dos empezaron a dsicutir a quién llamarían para cada asunto en función de las necesidades de Leslie.

—Um… ¿Puedo visitar el centro en su lugar?

Leslie suplicó con cuidado.

—Nunca he estado allí.

Leslie siempre estaba observando pero nunca lo había experimentado. Se ponían de mal humor cada vez que su madre y Eli salían de la mansión. Pero para cuando el sol se ponía y por fin regresaban a la mansión, las sonrisas colgaban de sus labios y estaban de un humor bueno. Las manos de las criadas también estabna llenas de cajas de colores de todos los tamaños. Por eso Leslie siempre se preguntaba qué había en el centro que influía en su estado de ánimo y qué había en esas cajas. Ella vislumbraba la calle de camino al templo, pero nunca se le permitía estar allí.

La duquesa lanzó una mirada de sorpresa, pero Leslie estaba demasiado ocupada defendiendo su caso y no se dio cuenta.

—Por supuesto que puedes. Adelante, mire a su antojo, señorita Leslie.

La duquesa accedió sin oponer resistencia. Luego, se volvió hacia su hijo, que ahora mordisqueaba un ave entera asada.

—Bethrion, ¿quieres ir con ella? Llévate también a Jenna y a Madel. Ah, ¿ya tenías planes en palacio?

La duquesa añadió la última pregunta con un tempo de retraso y una sonrisa socarrona. Notando una intención detrás de la sonrisa de su madre, miró a Leslie y se encontró con un par de ojos lilas que le ponían una mirada de cachorrito.

—Un día libre de vez en cuando no es mala idea…

Temeroso de encontrarse de nuevo con sus ojos, contestó y volvió a concentrarse en su comida. En ese momento, su padre empezó a quejarse de que él también quería acompañarle. Antes de que su voz ganara volumen, la Duquesa le cortó.

—Cariño, ¿no tienes todavía trabajo que hacer como apoderado de la duquesa?

Los hombros de Sairaine se hundieron con decepción. Leslie se rió al ver al grandullón y pensó que era lindo. Al principio le daba miedo, pero cuanto más lo conocía, se convertía en una de las almas más amables y gentiles que había conocido.

La comida continuó así, cálida y tranquila. Sairaine era un gran conversador y muy atento. Le preguntó por lo que le gustaba y lo que no, pero Leslie se dio cuenta de que no podía responder a ninguna de las preguntas. No estaba segura de lo que le gustaba o disgustaba.

—No pasa nada. Echemos un vistazo y luego elige.

Al ver la respuesta dubitativa y confusa de Leslie, Sairaine la consoló. Y ayudó a levantarle el ánimo. Leslie siempre había deseado algo así. En la casa del Marqués, siempre la ignoraban y la ponían en el extremo opuesto de la mesa, separada del resto de la familia. Así que para ella era un sueño hecho realidad compartir una deliciosa comida con el resto de la familia y converar como una gran familia feliz. Pero como todos los momentos felices pasan más rápido que los demás, el desayuno pronto terminó.

—Duquesa Salvatore.

Justo cuando se levantaban de la mesa, Jenna se acercó a la Duquesa.

—Sir Ruenti ha regresado con Lord Altera.

—¿Oh? ¿Un invitado tan temprano en la mañana?

Con eso, la Duquesa y su esposo abandonaron el salón para recibir a los invitados. Bethrion y Leslie también abandonaron el saón. Él iba a acompañarla a su habitación.

—Ahí están, Leslie.

Cuando pasaron por un largo pasillo con un gran ventanal, Bethrion levantó de pronto a Leslie y la sentó en sus brazos. Leslie parpadeó confundida por un momento ante el repentino cambio de altura. A la altura de sus ojos, solo veía la copa de los árboles. Pero ahora, a la altura de los ojos de Bethrion, podía ver mucho más allá de la alta valla del Ducado y la copa de los árboles.

—Ese hombre de ahí es Ruenti, tu segundo hermano.

Bethrion señaló con uno de sus gruesos y callosos dedos a un hombre de los jardines delanteros. Aunque estaba un poco lejos para ver todos los detalles, Leslie pudo ver una mirada traviesa en el rostro del hombre y su cabello cobrizo erizado por el viento, que le recordó a Sairaine. Hablaba con otra figura.

—Entonces, ¿quien es él que está a su lado?

La mirada de Leslie se dirigió a la figura que estaba junto a Ruenti. Era más pequeño que Ruenti y tenía el pelo oscuro. No podía verle la cara porque estaba de espaldas a ella. ¿Dónde lo he visto? Tenía una vaga sensación de familiaridad, pero no recordaba dónde había visto a aquel hombre.

—Konrad Alpe Altera. Es el primogénito del Ducado de Altera y amigo de Ruenti. Solo tiene 15 años pero es muy maduro. Teniendo en cuenta el infantilismo inmaduro de Ruenti, se equilibran bien el uno al otro.

—Debe ser el invitado que Jenna mencionó antes —murmuró Leslie para sí misma.

En ese momento, el hombre se dio la vuelta y sus miradas se cruzaron, o al menos eso pareció. Pero era difícil saber hacia dónde miraba el hombre, ya que había cierta distancia entre ellos. Y la ventana por la que miraba Leslie era una de las muchas que se veían desde fuera.

Pero Leslie no pudo evitar la sensación de que la estaba mirando a los ojos. Un brillo dorado parpadeó en la luz.

¿Ojos dorados…?

Entonces cayó en la cuenta: pelo gris oscuro, ojos dorados y el pañuelo. Era el chico que la ayudó a no caerse en el templo.

—Konrad Alpe Altera…

Leslie murmuró el nombre en voz baja. Cuando las palabras salieron de sus labios, levantó la cabeza y miró a Bethrion. Sus ojos se agrandaron al darse cuenta de repente.

—Espera, ¿dijiste que era Altera? ¿El Ducado de Altera?

—Sí.

La voz de Leslie sonó más alta y más aguda que de costumbre. Sus ojos, aún abiertos de par en par, buscaron a Bethrion, pero éste se limitó a dar una simple respuesta.

El Imperio Rucardius estaba compuesto y equilibrado por cuatro poderosas familias, las más influyentes. La familia Imperial, el Ducado de Altera cuyo linaje se ramificaba de la familia Imperial y en adelante siguiente en la línea de sucesión al trono. Luego estaban el Ducado de Salvatore y los tres Marqueses, cuyas Casas existían mucho antes de la fundación del Imperio.

Es mucho más desordenado y complicado en toda su extensión, pero así funcionaba la política de superficie.

—¿No están en malos términos el Ducado de Altera y el Ducado de Salvatore?

Por lo que Leslie dedujo durante sus estudios, el Ducado de Altera era pro-Emperador, y el Ducado de Salvatore era pro-reforma. Pero en realidad, el Ducado de Salvatore era una de las pocas Casas neutrales que no apoyaban a ninguno de los dos. Mantuvieron las distancias con la familia imperial y otras casas nobles, pero su neutralidad se tradujo como “pro-reforma” por alguna razón.

—La información de los libros no siempre coincide con la del mundo real.

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