Espada y Vestido – Vol 3 – Capítulo 3 (1): El hermano y la hermana agobiantes

Traducido por Ichigo

Editado por Meli


El tiempo pasó rápido, incluso en medio de una rutina diaria.

Por las mañanas le daba al capitán Jullius un beso matutino y esperaba en la cama hasta que se levantaba. Lo acompañaba al cuartel del Escuadrón de Tareas Especiales y desayunaba allí antes de volver a casa. Después de eso, era acosada por Sieg hasta el almuerzo, y luego la Santa me atormentaba hasta que se ponía el sol. Cuando el capitán volvía a casa, cenábamos juntos y yo tenía un poco de tiempo libre antes de irme a la cama.

El banquete de la señorita Kidea se acercaba y yo no quería ir.

—Por favor, inclina un poco la cabeza hacia la izquierda. Sí, así.

La señora de mediana edad, una famosa maquilladora, sonrió y utilizó un pincel para arreglar mi cara. Había gente especializada en eso. Además, también había quienes se encargaban del cuidado del cabello, las uñas, la piel, etc. Sabía que las jóvenes se preocupaban por su aspecto, pero era mucho más intenso de lo que pensé.

Así, confié mi cuerpo en manos ajenas durante medio día y solo entonces terminé de arreglarme. El banquete era al anochecer, pero empezaron a arreglarme muy temprano.

—¡Señorita! ¡Eres muy, muy hermosa! —exclamó Sofía.

Me puse delante del espejo de cuerpo entero y en su interior se reflejó la figura de una joven dos veces más bella de lo habitual. En efecto, merecía la pena gastarse el tiempo y el dinero.

—Estaría bien que pudiera asistir al banquete junto con el capitán Jullius.

Quería mostrarle este reflejo y decir: «¡Tada!», aunque él no notara el cambio. Estoy segura de que él me reconocería por mis movimientos aunque ocultara mi figura llevando una máscara completa. Tal vez la próxima intente usar unos zapatos que aumenten mucho mi altura.

—De acuerdo, señorita. Vámonos ya —dijo Sofía con una sonrisa en la cara.

Yo soy la que se arregló, pero ella estaba más emocionada.

—Despacio, por favor, camine con cuidado. Al menos hasta que llegue al salón de banquetes, tiene que mantener esa apariencia.

—No te preocupes. Todo estará bien mientras no corra.

—También tiene que tener cuidado cuando suba al carruaje. ¿Quiere un cojín para el cuello? Si pone la cabeza contra el respaldo de la silla, se despeinará.

—De acuerdo…

—Aquí también hay un cojín para el respaldo. Incluso hay un reposapiés.

—También podrías pedirme que me ponga de pie en el camino.

—En realidad, eso sería lo mejor, pero no puede hacerlo.

Las damas nobles tenían una vida dura. Como era de esperar, no puedo casarme con un noble típico. Si estoy con el capitán Jullius, incluso si corro en camisón con el pelo suelto, en lugar de reprenderme, se unirá a mí. Sería agradable.

Bajo la estricta supervisión de Sofía, llegué al exterior, donde me esperaba un precioso carruaje con seis caballos blancos. Tenía el escudo de la familia Epheria. Parecía el carruaje de un duque, no de un conde. Sin embargo, quien viajaba a mi lado era un príncipe, así que era adecuado.

—Está aquí, señorita.

Siegfried, que estaba de pie junto al carruaje, se acercó y me saludó con respeto, como todo un mayordomo. Sofía me miraba con una extraña expresión de emoción en el rostro.

Yo estaba emocionada, segura de que la comida sería extraordinaria. Después de todo, la señorita Kidea pertenecía a la familia de un duque de una región lejana, las posibilidades de probar platillos desconocidos, eran muchas.

Sieg me ayudó a subir al carruaje. No habría escoltado a muchas mujeres durante su estancia en la Iglesia, pero parecía experimentado.

—Lo he dicho varias veces, pero lo único que tiene que hacer la señorita es sonreír con la mayor gracia posible —dijo luego de sentarse frente a mí.

—¿Crees que soy una especie de muñeca?

—Es todo por su bien. Sobre todo, no se mezcle con las mujeres.

—Antes me decías que tuviera cuidado con los hombres.

—Las damas por lo general ven con buenos ojos a los hombres guapos. Por otro lado, son implacables con una mujer hermosa que parece un blacno fácil.

—¿Parezco fácil?

—La heredera de la familia de condes del campo que acaba de perder a sus padres. Pareces una tarta de manzana bien fría, que solo espera ser comida.

Oírlo me dio hambre. La tarta de manzana es deliciosa.

—Puede que haya hombres que intenten seducirla, pero creo que no se dejará engañar por ellos.

—Si hay un hombre más guapo que yo, quizás me guste.

—No hay ninguno.

Estaba de acuerdo, solía ser conocida como un hombre muy apuesto.

El lujoso carruaje se movió con suavidad por la carretera. No estábamos lejos del Palacio Imperial, así que llegamos pronto. Pasamos una breve inspección en el centro y, al acercarnos a donde se celebraba el banquete, pude ver numerosos carruajes alineados. Había tantos invitados como en la celebración de la princesa Aranea.

—He oído que la señorita Kinea es la mujer más bella de la Corte Imperial. ¿Es cierto?

—No es propio que pregunte eso, por favor guarde silencio.

—No puedes prohibirme que hable.

—No puede seguir hablando como en el pasado, debe moderar su lenguaje.

Aunque tenía razón, pudo haberlo dicho con amabilidad. A mí también me preocupaba seguir actuando como un hombre.

La espaciosa sala ya estaba abarrotada. Al parecer, la señorita Kinea aún no había llegado. El anfitrión solía ser el primero o el último en aparecer. Sentí que algunos ojos miraban en nuestra dirección, pero nadie expresó mucho interés. Silla era una desconocida en la alta sociedad. He asistido a varios eventos, pero aún no había debutado, pues para hacerlo tenía que organizar mi propio banquete. En su caso, los hombres debían pedir a una dama noble ser las anfitrionas de su banquete de debut. En el pasado, como capitana del Escuadrón de Caballeros Sagrados, fue la emperatriz, antigua santa, quien organizó todo para mí.

—Aparte de mí, nadie más te reconoce como príncipe, ¿verdad?

—Los únicos que saben mi identidad en este lugar son mi hermana y el primer ministro Mord —susurró—. Parece que ninguno de los dos ha llegado aún.

—¿Podemos comer algo mientras tanto? —pregunté, casi en tono de súplica.

Había unos refrescos desconocidos en una mesa. Quería comer un poco de todo.

—Parece peligroso dejar que se acerque a la mesa, así que le traeré la cantidad justa. —Cedió.

—No seas tan cuato.

—Por favor, siéntese en ese sofá de ahí. Si por casualidad, un hombre la reconoce y se acerca, ignórelo con una sonrisa.

—De acuerdo.

Espero poder sonreir si llega el momento.

Pasé entre la multitud y me senté en el sofá que estaba frente a la pared. Hubo quienes me miraron de reojo, pero nadie se acercó. En el pasado, ya estaría rodeada de cinco o seis jovencitas.

Y aunque sigo siendo hermosa, ningún hombre se aproximó, debía rechazarlo por supuesto, pero era extraño que nadie reconociera mi cara. Incluso Ortzen mencionó que yo sería popular por mi título y mi dinero.

Una chica hermosa llamó mi atención, era Roanne Epheria, su deslumbrante cabello rubio le colgaba por la espalda. Tenía una mirada altiva mientras enlazaba su brazo con un hombre que parecía rondar los veinte años. Me pregunté si debía advertirle que pagaría caro si se mostraba codiciosa. Ella notó mi presencia y sus grandes ojos violetas se abrieron aún más. Arrastró al hombre que tenía a su lado y caminó hacia mí.

—¡Vaya! Hermana mayor, Silla.

—Oh, cuánto tiempo. ¿Cómo has estado? —contesté con desinterés y sin levantarme del sillón.

Roanne hizo un leve mohín con los labios.

—En efecto, pareces estar muy cómoda después de hacer caer a tu familia.

Quería gritarle que fue su madre, pero debía tener cuidado, así que me quedé callada.

No te metas conmigo o te aplastarán, pensé. Además de Ortzen, había un príncipe aterrador en el barco.

—Esta persona de aquí es mi prometido, el segundo hijo del marqués Stevel, el caballero Krail Stevel —prosiguió Roanne.

Así me enteré de dónde había ido a parar. Él se aclaró la garganta y luego me miró.

—Encantado de conocerla, señorita Silla Epheria. Soy el segundo hijo del marqués Stevel, Krail Stevel.

¿Por qué repitió su nombre como un loro? Ante su actitud respetuosa, Roanne se sonrojó, avergonzada. Era natural, que si él aspiraba al título de conde de Epheria, yo resultara más tentadora que ella. Yo era la primera tanto en linaje como en legitimidad.

—¿Por qué no contestas…? —vociferó ella.

Me esforcé en mantener la boca cerrada, como me aconsejó el mayordomo Seig. ¿Qué quería que hiciera? ¿Que flirteara con su prometido? Yo también tengo uno y mi hombre es más guapo, mucho más fuerte y poderoso que ese simplón.

—¡Hermana!

—Eres ruidosa…

—¡Estás siendo grosera!

Estaba contemplando cómo debía tratar con ella, cuando Sieg apareció con un plato en la mano.

—¿Qué pasó, señorita? —inquirió con educación.

Roanne sobresaltada, se giró a verlo y de inmediato su expresión se contrajo, era como si preguntara: «¿Quién demonios es esta persona?». Bueno, aunque fingía, no parecía un mayordomo.

—¿Quién eres…? Sé que el prometido de la hermana mayor es otra persona.

—Soy el nuevo mayordomo de la casa del conde Epheria —declaró, luego de recorrer con la mirada a la pareja.

Quería intervenir, pero me limité a observar el intercambio.

—Eres un simple mayordomo. —Su expresión era arrogante—. ¿Cómo te atreves a interrumpirme?

De hecho, es un príncipe.

El autoproclamado mayordomo me entregó el plato y tomé un tenedor.

¿Qué es esto?, ¿por qué me sirvió tan poca comida?

—Es mi deber asistir a la señorita Silla Epheria. Como es obvio, tengo que interferir.

—También soy la joven de la casa del conde Epheria.

—Solo conozco a una —Puso una sonrisa socarrona.

No seas avariciosa. Renuncia a la fortuna del conde y huye.

Esto está delicioso, ¿qué será?, ¿tiene zumo de frutas?

—¡Cómo te atreves a hacer un comentario tan absurdo! —gritó, iracunda y con una mirada altiva—. ¡Hermana mayor! ¡¿Así de negro es tu corazón?!

¿Por qué me grita si solo estoy comiendo con tranquilidad? Además, mi corazón está bastante limpio. He dedicado toda mi vida a la Iglesia.

—¡No te bastó con aliarte con el Escuadrón de Tareas Especiales para incriminar a mi pobre madre y apoderarte de la casa del conde Epheria! Sino que ahora, ¡quieres deshacerte de mí, tu único pariente consanguíneo!

Roanne descargó todo su resentimiento hasta la saciedad. Quizás tenía una pizca de razón al decir que su madre fue incriminada, después de todo, la usaron para asesinar al conde y apoderarse de la casa Epheria. Sin embargo, se presume que ella es hija de la falsa condesa y su cómplice, quien figura en la lista de personas buscadas por el caso. No obstante, las posibilidades de que lo atrapen son nulas, pues no actuó solo, esto se trata de toda una organización.

—¿No eres tú la que tiene el corazón negro? Sigues señalando a la señorita, aun cuando el caso ya concluyó. —Sieg la miró de arriba abajo y con un deje de burla agregó—: Además, alguien de quien se investiga su linaje, es decir, que no se sabe si la sangre del difunto conde corre o no por sus venas, no debería hablar así.

Oh, eso fue duro. Él le dijo en sus narices lo que era un secreto a voces: que su madre fue una adúltera, pero cómo fue asesinada, la investigación era complicada.

Esta galleta rellena de nueces también está deliciosa. ¿Puedo comer más?

—¡¿Cómo osa un mayordomo insultarme así?! Hermana mayor, intenté soportarlo para salvar tu reputación, ¡pero no toleraré más groserías! ¿No merece un castigo?

—Creo que será mejor que pares —le advertí.

Intenté detenerla, pero Roanne no escuchó, había sido insultada por un mayordomo, que eran en su mayoría gente plebeya. Así que, Sieg, que ocultaba su estatus, también había cometido un error.

Antes de que me decidiera a intervenir, Roanne le dio una bofetada a Seig y él, que pudo evitarla con facilidad, ¡recibió el golpe en la mejilla!

Roanne, sonrió con aire triunfante, pero Seig era un príncipe, hijo de un duque; descendiente de la familia real. Lo que ella hizo podía considerarse una injuria contra la familia imperial y podría ser arrestada y castigada.

—Veamos si te atreves a ser insolente y soltar otra estupidez —alardeó, sin intención de finalizar el asunto.

No sabía que pensaba Sieg, pero con la mirada retaba a Roanne. ¿Quería asegurarse de que cavara su propia tumba? ¿No estaba ya perdida?

Dejé el plato vacío en el sofá y me levanté. Cuando me puse delante de él para defenderlo, la expresión de Roanne era una mezcla de ira y burla.

—Ya basta.

Quería evitar que la encarcelaran o en su defecto la desterraran a un país extranjero, sin dinero y estatus. Alguien como ella, sin ninguna habilidad, tendría una vida miserable por decir lo menos.

—No es asunto tuyo, hermana mayor —exclamó con arrogancia.

No podía revelar que él era un príncipe, además, ¿quién me creería que alguien de su estatus se ha convertido en mi mayordomo? Suspiré un poco antes de hablar de la forma más femenina posible:

—Si yo no interfiero en el asunto que concierne a mi mayordomo, ¿quién va a hacerlo? Es correcto que él tiene la culpa por revelar la sospecha sobre tu nacimiento, pero ya has tomado suficientes represalias, así que terminemos aquí.

Déjalo y sigue viviendo.

Me preocupaba haber dicho lo correcto, pero Sieg guardó silencio todo el tiempo. ¿Por qué no intervenía?, ¿qué clase de motivo oculto tenía?

Roanne no sabía cuándo parar.

—¿No sabes lo importante y delicado que es para los nobles el asunto relacionado con el linaje? Al ver que lo defiendes tanto, ¿no es este mayordomo, el amante secreto de la hermana mayor?

¡Qué estupideces estaba diciendo! Estaba tan estupefacta que mi mente se quedó en blanco por un instante, pero la refuté con rapidez:

—Debiste olvidarlo, pero tengo un prometido y es el caballero Jullius Rizar.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido