¡¡Gotas~!! La historia de la Princesa de la Fragancia~ – Acto 34: La magdalena y el niño (2)

Traducido por Ichigo

Editado por YukiroSaori


Cordelia siguió leyendo su libro después de eso, y el tiempo pasó rápido.

—¿Vamos a tomar el té pronto?

Levantó el rostro cuando oyó hablar a la bruja y escuchó un alegre canto que provenía del exterior.

—¿Alguien canta?

—¿Ah, eso? Ese coro le dice a la gente de aquí que es la hora de la merienda.

—No es así. Ese coro está honrando a un santo.

—Ya sabes…, solo estaba actuando como un estúpido, ¿de acuerdo?

Cordelia dejó de respirar sorprendida cuando escuchó a Gille corregir con seriedad a Vernoux.

Santo.

Seguro esa palabra no se refiera a la persona que Cordelia temía. Pero acabó recordando a la heroína del juego, Shelley.

Pensé en algo horrible.

Aunque era la primera vez que escuchaba el coro, no pudo disfrutarlo porque recordó cosas terribles.

—¿Qué pasa? ¿Estás cansada?

—No, no lo estoy… Mm, ¿han oído hablar de la «chica soñadora»?

Cordelia preguntó con astucia lo que tenía en mente. Ya había hablado con Hazel sobre el tema, pero nunca había hablado con estos dos sobre el tema. Seguro habían oído hablar de ella porque van mucho al pueblo, pero tenía curiosidad por saber su opinión sobre ella.

Vernoux y Gille abrieron los ojos cuando Cordelia les preguntó eso.

—¿La soñadora?

—Sí.

Venoux habló con suspicacia, y ella asintió. Su reacción fue como si nunca hubiera oído hablar de ella, pero al poco tiempo, algo encajó.

—Oh. Ahora que lo pienso. Al parecer, hay un niño del que se dice que es la segunda venida del santo. No creo en la adivinación, pero la gente puede creer lo que quiera si no me hace daño. Parece que lo único que puede hacer es adivinar un poco del futuro.

—¿Y tú Gille?

—Bueno… nunca la he conocido, así que no lo sé. Sin embargo, he oído hablar de ella…

Parece que no estaban tan interesados, Cordelia se sintió aliviada al ver que Vernoux no estaba de verdad tan interesado en Shelley. A juzgar por su carácter, seguro no se obsesionaría de forma incondicional con la santa, pero aun así era un alivio saberlo.

El joven Vernoux también era uno de los objetivos de captura en el juego, pero también desempeñaba el papel de mediador entre el príncipe y la heroína.

Nos conocemos desde hace mucho tiempo, así que no creo que vaya a cambiar de repente, pero quería deshacerme de la ansiedad que se estaba acumulando en mi interior. Siento haber dudado de ti, pero quería escucharlo con claridad sin importar qué.

—Pero esto es inusual. Me sorprende que sientas curiosidad por este tipo de rumores, Dilly.

—Me enteré de ella por la señorita Hazel el otro día.

Vernoux se atragantó al escuchar la respuesta de Cordelia. Seguro no esperaba escuchar su nombre.

—¿Estás bien?

—Sí, sí.

Gille, que había preguntado eso mientras sonreía con ironía, parecía conocer también a Hazel. El nombre de la niña parecía haber funcionado, y Vernoux no le hizo más preguntas.

—Por cierto, ¿dónde está Ronnie…?

—Ah, estoy aquí.

El muchacho contestó desde el mostrador al final de la tienda mientras Cordelia lo buscaba. Estaba sentado en una silla sin respaldo y apoyado en la pared.

—¿Qué estás haciendo…?

—Estaba hablando con una señora, que ha venido a visitar antes porque todo el mundo estaba estudiando. Al parecer, me parezco a su nieto.

—¿Ah, sí?

—Fue agradable escuchar recomendaciones sobre dulces para compartir con todos en la mansión.

Antes de darse cuenta, Ronnie estaba atendiendo la tienda. Pero parecía estar pasando un buen rato, así que valía la pena. Eso es genial. Quiero escuchar sobre los dulces de los que habló la señora, así puedo comprar algunos para Ronnie más tarde como agradecimiento por el día de hoy.

Cordelia pensó eso, y la bruja volvió con una bandeja de madera.

—Hoy he hecho unas magdalenas de natillas de cacao. Por favor, cómelas con esta infusión —dijo la bruja, mientras servía rápido a todos una magdalena y un té de hierbas. El cacao y las natillas estaban superpuestos, y la magdalena era dulce y un poco amarga.

—Es la primera vez que hago esta magdalena. He oído en el mercado que a los niños les gustan más este tipo de magdalenas que las que llevan fruta. ¿Qué tal está?

—Está delicioso, de verdad. Siento que puedo comer unos cuantos.

—Fu, fu, qué bueno.

La magdalena era diferente a los dulces de casa, pero ella sentía el sabor de su hogar. Tenía un sabor nostálgico, era ese tipo de sabor.

Podría hacer algunas para mi padre si me enseña a hacerlos…

Pero no era lo suficiente audaz como para pedirle a alguien que le enseñara algo así en su primer encuentro. Ella ya estaba aquí para aprender. Seguro debía esperar a que pasara más tiempo antes de pedirle a la bruja que le enseñara la receta.

—Por cierto, Dilly, ¿qué tal el libro? ¿Hay algo que no entiendas?

—Hmm… Me ha sorprendido. Eso… nunca se me había ocurrido mezclar ranas con hierbas.

Le sorprendió que la bruja le hubiera hablado de repente mientras estaba concentrada en la magdalena, así que no pudo evitar admitir con sinceridad lo que más le chocó… Se arrepintió nada más decirlo. ¿Por qué hablaba del anfibio que no apreciaba mientras disfrutaba de la magdalena? Pero era cierto que se había escandalizado.

Cordelia dejó la magdalena y miró fijo a la bruja, que se rió.

—No tiene mucho que ver con los aromas, pero este tipo de cosas también son interesantes, ¿no? Pero, siendo sincera, pensé que lo ibas a hojear… Eres muy diligente, ¿no?

—E-Emm… Sé que las ranas se usan para la medicina porque tienen magia de agua… pero ¿no se pueden sustituir por peces?

Se sintió avergonzada al ser elogiada y trató de disimularlo hablando. La bruja siguió sonriendo.

—No tiene mucho sentido combinar la hierba leil con el pescado, pero creo que está bien usar la hierba por sí sola. Sin embargo, las ranas suelen comer las semillas de la hierba leil cuando son renacuajos, así que su poder mágico es compatible con la hierba leil. ¿No te gustan las ranas?

Le resultaba difícil decir que sí, pero tampoco podía negarlo, así que sonrió con ironía como respuesta.

—¿Qué tal las otras entradas?

—Bueno, me atrajeron las plantas acuáticas… en especial las que crecen en el agua.

—También tengo otros libros sobre plantas acuáticas. Te lo prestaré más tarde.

—Gracias.

—Ahora, es el momento de las preguntas de Gille y Vernoux.

Cuando la bruja dijo eso, la puerta se abrió con vigor y el timbre de la puerta sonó.

—¡Sentido de la bruja!

La persona que había aparecido con esas palabras era un niño pequeño. Parecía menor de diez años y parecía muy enérgico.

La persona que había aparecido con esas palabras era un niño pequeño, muy enérgico de no más de diez años.

La bruja se levantó al ver al niño.

—Oh, estás aquí Mick.

Y de inmediato se dirigió a él.

—¿No se suponía que tenías que hacer tus recados mañana?

—Sí, pero prometí jugar con los amigos mañana, ¡así que he venido hoy!

—Ya veo. Entonces, espera un momento. Tengo la medicina, así que les traeré una bolsa de papel.

Este niño era un cliente.

La bruja se dirigió a la parte trasera de la tienda.

El chico miró alrededor de la tienda y al final observó a Cordelia, Gille y Vernoux.

—¿Qué están haciendo?

El chico era más joven que los tres, y no parecía tímido con los extraños. Al contrario, Cordelia se sorprendió de que les hubiera hablado.

Pero el chico aprovechó esta pequeña apertura.

—¡Adelante!

El chico apareció de repente cerca de Cordelia y antes de que se diera cuenta logró huir con una magdalena en la mano. Ella miró su plato vacío, y cuando volvió a mirar al chico, éste ya había engullido la magdalena.

¡Mi magdalena…!

Cordelia resistió el impulso de gritar eso.

No, no puedo gritar. Es infantil.

Bueno, es cierto que soy una niña de trece años, pero no soy tan infantil como para gritarle a un chico que con obviedad es más joven que yo.

Pero su cara se crispó porque quería saborear su magdalena, pero se la arrebataron.

Aguanta, aguanta. Debo soportarlo. Las damas no deben tener un temperamento corto. No, es un desperdicio… Se persuadió, y el chico siguió provocándola.

—La culpa es tuya por haberte espaciado.

—¿Qué?

—Deberías haberla metido en el estómago si no querías que se la llevaran.

No parecía arrepentido en absoluto.

No debería enfadarme por cosas insignificantes, pero no puedo quedarme callada si está intentando buscar pelea conmigo. Hay algo llamado civismo en el mundo. No le voy a gritar, pero quiero decirle algo.

Cuando Cordelia intentó hablar, la bruja volvió con una bolsa de papel.

—Perdón por la espera.

La bruja siguió sonriendo como cuando se fue al fondo y de inmediato caminó hasta estar frente a Mick. Cordelia perdió la oportunidad de hablar y siguió a la mujer con la mirada.

Ella se detuvo frente al niño y estaba a punto de entregarle la bolsa de papel, pero entonces ladeó la cabeza.

—Vaya, Mick. ¿De dónde has sacado la magdalena?

—Yo no he comido ninguna.

Su voz, con obviedad, sonaba chillona y nerviosa e indicaba que había hecho algo malo. ¿Qué? Sí hiciste algo malo, cuando Cordelia pensó eso, la bruja continuó interrogando al muchacho.

—Es extraño. Tienes migas alrededor de la boca.

Mick se limpió rápido la boca cuando la bruja lo señaló, y ella sonrió con ironía.

—Bueno, entonces, la próxima vez no tendrás ningún dulce porque has mentido.

—¿Eh…?

—Te lo preguntaré una vez más, ¿de acuerdo? ¿A quién le has arrebatado la magdalena?

La bruja habló con suavidad, pero estaba claro que lo estaba regañando, Mick parecía una persona irreflexiva, pero también sabía lo que estaba haciendo.

—Lo siento.

El niño había reprimido esas palabras a regañadientes. Aun así, Cordelia pensó que era increíble por haber podido decirlas, pero la bruja señaló un problema con su disculpa.

—Mick, se supone que no debes decirme eso, ¿verdad? Eso es algo que deberías decirle a la persona a la que le robaste la magdalena.

Cordelia lo había olvidado desde que la bruja y Mick estaban hablando, pero la persona a la que habían robado era sin duda ella.

—Lo siento…

Él se volvió hacia ella y habló con rapidez mientras desviaba la mirada.

—Ten cuidado la próxima vez, ¿de acuerdo?

No pudo decir nada más que eso. Por supuesto, pensó ella que era una pena que le hubieran robado la magdalena. Pero no quería otra cosa, era suficiente con que reflexionara sobre sus actos.

La bruja vio cómo actuaba ella, le pasó la bolsa del papel al niño y luego le frotó la cabeza.

—Ten cuidado en tu camino a casa.

Mick ocultó su cara con la bolsa de papel y se alejó corriendo. La puerta se cerró con el mismo ímpetu después de que él la abriera y saliera volando. El timbre hizo un fuerte ruido pero se silenció rápido.

—Perdón por aguar la fiesta. También es un buen chico.

La bruja se dio la vuelta de inmediato y volvió hacia donde estaban los tres. Parecía arrepentida.

—Está bien, no me importa.

—¿De verdad? Entonces está bien…

A Cordelia le resultaba difícil continuar la conversación, Mick era demasiado travieso como para que ella dijera: “Es muy enérgico”. La bruja seguro entendió que era cuidadosa con sus palabras. Parecía que sus sutiles pensamientos se le transmitían.

—No se le da bien ser honesto. De seguro solo quería hablar contigo —dijo la bruja mientras le daba a Cordelia una magdalena sin tocar—. Toma, ten esto. Puede comunicarse bien con las flores y las hierbas y es de verdad bueno cuidándolas.

—¿De verdad?

—Sí. Vive en el pueblo de Oulu. Necesitas un carruaje para llegar allí.

Incluso Cordelia conocía la aldea Oulu. Nunca se había detenido allí, pero había pasado por delante unas cuantas veces cada vez que salía a trabajar.

El pueblo estaba un poco alejado de la carretera principal, así que no iba mucha gente. Aun así, había transportes que iban entre la capital real y la aldea de Oulu a intervalos fijos. Cordelia solo lo recordaba como un lugar tranquilo.

—Aldea Oulu… ¿Habla sobre el albergue de los pobres?

Gille, al igual que ella, también pensaba en la Villa.

¿Albergue de los pobres?

A diferencia de ella, que ladeaba la cabeza confundida, el niño miró directo a la bruja.

—Oh, ¿conoces el albergue de los pobres de la aldea Oulu, Gille?

—Sí, lo conozco. A veces venden buenos productos agrícolas y procesados en el mercado de la capital real. Las verduras son deliciosas, y también los encurtidos.

—Debes ser un cliente ya que sabes tanto sobre ello. Yo también voy a veces a ayudarles. He practicado la elaboración de esta magdalena porque quería agasajarlos.

La bruja se levantó mientras decía eso y sacó un frasco de la alacena.

—¿Estos son los pepinillos de los que hablabas Gille?

—Sí.

—Puedes llevarte esto a casa si quieres. Te daré esto si te lo comes.

—Mm, ¿está bien?

Seguro no quería engatusarla. El niño la miró mientras hablaba en tono dubitativo, pero esta siguió sonriendo.

—Gracias.

—Compra más cuando te los hayas comido todos, ¿de acuerdo?

—Lo haré.

Gille asintió y sonrió.

—Te enseñaré los alrededores si te interesa el pueblo de Oulu. ¿Qué tal si preparamos unas magdalenas y nos las llevamos cuando vayamos? —dijo la bruja mientras miraba a todos y no solo a Gille, aunque también bromeaba con ello. Sin embargo, Cordelia escuchó esas palabras y respondió sin dudarlo.

—Por favor y gracias.

La bruja abrió los ojos con sorpresa.

—Está un poco lejos de la capital real, ¿está bien?

—Se lo preguntaré a mi padre.

—¿De verdad…? Entonces, iremos si a él le parece bien.

Pero la bruja parecía desconcertada al decir eso.

Sin embargo, Cordelia no se echó atrás.

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