Herscherik – Vol. 3 – Prólogo: El juego, el esquema y la nieve blanca

Traducido por Shisai

Editado por Sakuya


Las estaciones del Reino de Greysis eran menos extremas en comparación con sus vecinos. El año se divide uniformemente entre las cuatro estaciones, y no era tan caluroso como en el sur del continente, ni tan frío como en la tundra del norte, más allá de las montañas. El clima templado había contribuido de alguna manera a la prosperidad de la nación.

Sin embargo, este próspero reino había decaído en los últimos años. Estaba empezando a pudrirse por dentro, envenenado por la corrupción de sus nobles y funcionarios. Y, como si reflejase su lucha interna, el clima del reino había empezado a empeorar. La sequía, las inundaciones y las infestaciones generalizadas se hicieron mucho más frecuentes en toda la nación, provocando hambrunas. Peor aún, esos nobles codiciosos, aparentemente omnipresentes, habían aumentado los impuestos para llenarse los bolsillos, desestabilizando aún más la vida de su pueblo.

Los ciudadanos de Greysis podrían haber soportado la hambruna o la corrupción nacional, pero ambas cosas a la vez eran insoportables. Además, una de ellas era una catástrofe provocada por el hombre. Una catástrofe fácilmente evitable, si el rey hubiera mantenido a esos nobles bajo control. El pueblo llamó al rey tonto y maldijo su reinado. Si el rey sólo hubiera controlado a la nobleza y servido al país como le exigía su deber, sus luchas habrían disminuido innegablemente.

Por otra parte, la mayoría de la gente permanecía en el país a pesar de sus quejas, porque sabía perfectamente que estaría peor en las naciones vecinas. Los inmigrantes en tierras extranjeras no eran más que mano de obra barata. Empezar de cero en una situación así requeriría un esfuerzo increíble, paciencia y suerte. Aquella gente común que trabajaba hasta el cansancio día tras día no tenía forma de mejorar sus circunstancias, ni tenía ninguna esperanza de que las cosas mejoraran. Se convirtió en un ritual diario para los trabajadores encontrarse en una taberna local al final del día, para beber y quejarse toda la noche.

—¡Está bien! —dijo alegremente el hijo del tabernero. Había estado ayudando a atender a los clientes con una bandeja de madera en la mano.

—Vamos, chico. Los mayores están hablando.

Los habituales miraron al chico con el ceño fruncido, cada uno con una jarra de madera llena de bebida barata en la mano. La mayoría de los chicos de su edad habrían corrido hacia el otro lado, aterrorizados. Sin embargo, los borrachos irritados formaban parte de la vida en una taberna.

El chico, en cambio, respondió con una sonrisa radiante.

—¡Por el Príncipe de la Luz!

—¿Príncipe de la Luz? —El habitual que había respondido primero al chico reconoció el título.

Los niños de la ciudad se habían aficionado a los juegos de simulación, y jugar al “Príncipe de la Luz” era especialmente popular estos días. La esencia de la historia era que el Príncipe de la Luz, con sus sirvientes a cuestas, acababa con los malos y mejoraba el mundo.

El juego de fantasía requería que un niño interpretará al Príncipe de la Luz y dos más a sus ayudantes, así como a los villanos o princesas que quisieran participar. A la orden del príncipe, sus hombres derrotaban a los villanos y salvaban a la princesa. Con el eslogan “¡Ya está todo arreglado!”, el príncipe les mostraba su reloj de bolsillo a los villanos. Esta tendencia parece haberse originado en una obra reciente representada por una compañía de teatro itinerante, llamada “Cómo el Príncipe de la Luz restauró el mundo”. La representación de la obra se había puesto de moda entre los niños de la capital, y la tendencia no daba señales de detenerse. Incluso el hijo de este tabernero le recitaba partes todos los días.

Sin embargo, al fin y al cabo, no era más que una fantasía para los niños.

—Hmph. Un cuento infantil barato… —refunfuñó el cliente.

—¡El Príncipe de la Luz es real! —protestó el hijo del tabernero, con una sonrisa educada—. Lo conocí cuando…

—¡Oye! ¡No le grites a los clientes! —Un puñetazo golpeó la cabeza del chico, cortando su diatriba. La bandeja cayó al suelo, pero como no tenía nada encima, no hubo más daños que el fuerte estruendo—. Ve a la cocina y ayuda a tu papá —ordenó la madre del niño.

—Pero, mamá… ¡El Príncipe de la Luz es real!

—Ahora.

Ante la enérgica orden de su madre, el niño recogió la bandeja antes de irse a la cocina. Después de ver a su hijo marcharse, la mujer del tabernero dirigió a su cliente una mirada de disculpa.

—Lo siento.

—Es sólo un niño… —murmuró el hombre—. No sea demasiado dura con él por eso.

La esposa del dueño tenía una figura amplia y maternal, así que una vez que levantaba la voz, incluso un borracho empedernido como él se sentía como si hubiera sido regañado por su propia madre. Tanto su frustración como su zumbido se habían disipado. Entonces, el hombre recordó que la matriarca de la taberna no había salido al ruedo últimamente debido a una u otra enfermedad.

—¿Te encuentras bien, señora?

—Perdona que te preocupe. Finalmente conseguimos una medicina de un mercader ambulante. Estoy mucho mejor.

—Me alegro de oírlo. Hablando de eso, se han encargado de esos bandidos que acechan en los caminos —añadió el hombre.

La delincuencia había empeorado debido al inestable gobierno del país, lo que había provocado una abundancia de bandidos fuera de la capital que tenían como objetivo a los mercaderes de las rutas comerciales. El resultado fue un descenso drástico del número de mercaderes que llegaban a la ciudad, y los pocos que se atrevían a hacer el viaje se veían obligados a contratar guardias. Además, los señores y señoras de los territorios exteriores cobraban a los mercaderes una cuota por su escasa “protección”. Los mercaderes, a su vez, tenían que cobrar más dinero por sus mercancías; algunas cosas incluso habían duplicado su precio desde que empezaron a aparecer los bandidos. La medicina que necesitaba la esposa del tabernero se vio muy afectada, por lo que no pudo tratar su enfermedad durante algún tiempo.

—He oído que habían atacado y matado a algunas personas, también… Menos mal que se han ido. Pero ¿quién los eliminó? Dudo que ese señor hiciera algo por su pueblo… —El habitual recordó al señor de la tierra, al que había visto de lejos una o dos veces. El hombre estaba inmensamente gordo, en contraste con su demacrada población. Todos los habitantes de la zona tenían la creencia de que el señor probablemente podía rodar más rápido de lo que podía caminar.

—Hablando de Su Señoría, se ha anunciado que los impuestos de este año van a ser rebajados —intervino un joven habitual.

—¿En serio? —El primer hombre no pudo evitar levantar la voz. No podía imaginarse a ese horrible aristócrata bajando los impuestos en ninguna cantidad, y mucho menos de forma generalizada, para el pueblo llano.

—Es cierto. Es más, el anuncio dice que incluso considerará la posibilidad de acomodar a los que no puedan pagar. Al principio, temí que supiera que algún desastre natural estaba a punto de ocurrir… Pero, ahora que lo pienso, hubo un invitado en la mansión del señor poco antes de que saliera el anuncio… —El joven se interrumpió antes de pedir una bebida.

El camarero preparó rápidamente el pedido del hombre, compartiendo una sonrisa con su esposa. Los dos clientes habituales estaban demasiado ocupados cotilleando sobre su señor mientras bebían para darse cuenta del cambio en el camarero y su esposa.

—Todo gracias al Príncipe de la Luz… —murmuró su hijo al pasar junto a ellos, llevando un plato de la cocina—. ¿Por qué tenemos que mantenerlo en secreto?

♦ ♦ ♦

En otro lugar, había una habitación oscura sin una sola ventana. La única fuente de luz era una lámpara colocada sobre la mesa en el centro de la habitación que sólo iluminaba las manos de los que se habían reunido ahí.

—Los preparativos están completos.

—¡Por fin! —gritó uno de los hombres. La sala se llenó de alivio y emoción ante la tan esperada buena noticia.

—Cálmense todos. Los preparativos se han hecho. Nada más. —La voz de otro hombre, tranquila y sosegada, devolvió la tensión a la sala—. ¿Empezamos…? Gloria a San Ferris.

—¡Gloria a San Ferris! —copió el resto de la sala.

Mientras tanto, había una figura vestida con una túnica de hechicero mirando hacia un campo nevado. Odiaba la nieve. El color blanco siempre le recordaba su pasado. Su pelo blanco y perfectamente liso quizás sugería el motivo.

De repente, una ráfaga de viento levantó algunos copos de nieve del suelo y se posaron sobre sus largos y blancos mechones.

—Me gustaría que todo desapareciera… —Esta frase, que parecía rechazar todo lo que hay en el mundo y anhelar algo más, se perdió en el paisaje invernal.


Shisai
Seguimos buscando un traductor fijo para esta novela, mientras tanto seguiré ayudando ocasionalmente. Tengo mucho encima, Lector Omnisciente es bastante larga...

2 respuestas a “Herscherik – Vol. 3 – Prólogo: El juego, el esquema y la nieve blanca”

    1. Al final terminé adoptando la novela y ya mandé el volumen 4 y 5 a edición. Pronto nos pondremos al día con el autor (parece que estuvo desanimado y planeó dejar la historia, por el momento dijo que haría algunas historias cortas hasta que se decida como seguir)

Responder a Shisai Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido