Juro que no volveré a acosarte – Capítulo 1: Esta segunda vez que somos hermanas, me gustaría que nos comportásemos como extrañas

Traducido por Devany

Editado por Shiro


Auld Loehr Vahan de la casa del duque Vahan, y su difunta esposa Bellerose se casaron políticamente. Fue un matrimonio forzado, el cual su esposa Bellerose deseaba fervientemente e insistió para que, incluso si fuera de forma unilateral, se lograra. Aún así, el duque Auld trató desesperadamente de llegar a amarla. Aun habiendo sido forzado y siendo sólo un matrimonio político, lo intentó por la simple razón de que se convertirían en familia… Sin embargo, ese sentimiento no duró mucho. La razón de ello siendo la arrogancia y el exceso de posesividad de Bellerose.

Suave cabello color gris claro, inolvidables ojos afilados junto a una constitución y altura excepcionales, Auld podría cautivar a cualquiera. Era natural que varias mujeres se sintieran atraídas por él en las reuniones sociales, y Bellerose no fue la excepción. Cautivada por él, usó todo el poder que tenía para obtener el puesto de esposa.

Ella pudo casarse con el hombre que amaba, algo poco común cuando los matrimonios sin amor eran la regla entre los nobles, así que fue un resultado envidiable para cualquiera. Sin embargo, Bellerose no estaba satisfecha, quería que Auld la amara.

Hasta ahora todo bien, no había nada de malo en querer ser amada, cualquier persona enamorada desearía eso. El problema radicó en la manera en la que lo hizo. Atacando a cualquier mujer que se le acercara, no teniendo piedad ni siquiera con sirvientas o colegas de trabajo. Esto sólo se intensificó gradualmente llegando al punto en que cada día, se volvió un interrogatorio para él, quien había sido fiel a ella y serio en su trabajo siempre.

—¿Con quién estabas?

—Estaba trabajando.

—¡Estás mintiendo! Fuiste a la casa de una mujer, ¿no?

Lo sé todo. ¿Por qué? ¿Por qué no puedo ser yo? ¿Por qué no me quieres? Mírame a mí y sólo a mí. ¡No te perdonaré si me dejas! ¡No te perdonaré! ¡No te perdonaré! No dejaré que ames a nadie más que a mí.

Era natural que Auld se cansara de esa vida, que los pocos sentimientos que albergaba por su familia desaparecieran, sintiéndose luego cautivado por la mujer que lo alababa y apoyaba.

Para los nobles, tener concubinas no era inusual. No había nada malo en ello. Había quienes no podían concebir un heredero con su legítima esposa, y por eso buscaban tenerlo con una joven concubina. Otros hombres tenían matrimonios políticos pero tomaban a la que realmente amaban como su concubina. Algunos simplemente no se conformaban con una sola mujer, después de todo, había quienes amaban a varias mujeres al mismo tiempo. Cada uno tenía sus propias razones, pero al final, mientras pudieran proveer a cada una de las mujeres que acogieran además de a su esposa, entonces cada familia era libre de organizarse y llegar a un acuerdo.

Se podría decir que la familia Vahan fue el peor de los casos.

Bellerose, cuya obsesión con Auld se intensificaba cada día, definitivamente no permitiría una concubina. Por otro lado él, quien huía de los feroces acosos de su esposa, pasó a convivir más con ésta. En medio de ese círculo vicioso, como una broma de Dios, Bellerose dio a luz a una niña.

Esa niña era Violette Rem Vahan.

Pelo gris claro y ojos redondos como los de un gatito. Era una niña encantadora que era inconfundiblemente la hija de Auld. Bellerose estaba encantada con el nacimiento de Violette, todos concordaban en que la niña era la viva imagen del hombre que amaba.

Mientras tengamos a esta niña, Auld estará conmigo. No importa qué suceda, mientras exista la conexión entre Violette y Auld, él siempre regresará a mí.

—Esta niña es mi esperanza.

Por más retorcida que fuera, Bellrose ciertamente amaba a su hija. Sin embargo, el final de la historia fue muy diferente de lo que esperaba.

No quedaba ni un sólo fragmento de los pocos sentimientos que Auld alguna vez albergó hacia Bellerose. Y aunque sabía que su hija no había hecho nada malo, la melancolía de que estuviera relacionada con Bellerose triunfaba. Por lo tanto, terminó alejándose cada vez más.

Mientras tenga a su madre y a sus sirvientes, estará bien.

Era el pensamiento con el que se consolaba, y mientras continuamente ponía excusas para evitar estar cerca de ellas, fue bendecido con una niña con su concubina. Por lo que no era de extrañar que finalmente se instalara con ésta. Desde la perspectiva de Violette, sin embargo, esto no cambiaba el hecho de que él era el peor.

Debido a las acciones de su marido, los celos de Bellerose empeoraron con el pasar de los años, hasta que ésta finalmente acabó con su vida.

Al principio, se las arregló para seguir viviendo sólo con su amor por el rostro de Violette. Nunca dejó que su cara fuera herida o quemada por el sol, y constantemente la mantenía a su lado. El mismo rostro de la persona que ella amaba, lo atesoró y apreció, pues estaba segura que dicho rostro era prueba de su amor. Y que esto haría que Auld regresara algún día.

Sin embargo, poco a poco Bellerose fue perdiendo la paciencia. Su esposo no daba señales de querer volver por más tiempo que pasara, y la forma en que Violette gradualmente fue cambiando sólo empeoró sus miedos. Ella destruyó toda la ropa elegante de su hija, cortó su largo cabello y así, la joven que ya antes era prácticamente andrógina, pasó a convertirse en un niño. Como el joven Auld en sus tiempos de antaño.

Empezó a proyectar a su marido sobre su hermosa hija y eventualmente empezó a exigirle no sólo el mantener una apariencia de varón, sino también comportamientos masculinos. En lugar de aprender los modales y la etiqueta de las damas nobles, se le enseñaron técnicas de manejo de armas y el arte de la autodefensa. Ella buscó educarla y llenarla de la misma sabiduría y hábitos que había visto en Auld. No dejaba de decirle que tenía que ser igual a él.

El comportamiento anormal de Bellerose terminó en el momento en que los rasgos femeninos de Violette ya no pudieron ocultarse. No importaba cuán parecida a su padre fuera, sus géneros nunca serían los mismos. Si sus rasgos femeninos seguían saliendo a flote, a este paso, dejaría de ser la hija que su madre quería.

Al final, terminó perdiendo el interés, si su hija no podía ser la viva imagen de su esposo, no le servía. Ella nunca tuvo el interés de acercarse a los sirvientes, y junto a la pérdida de la Violette que amaba, quien de alguna forma pasó a convertirse en alguien a quien Bellerose no podía ver ni en pintura, terminó cayendo en la locura.

Violette no recuerda cuándo la enfermedad que su madre fingió para llamar la atención de Auld se volvió real. Tal vez fue el intenso deseo de poseerlo lo que la terminó matando pues, hasta en sus últimos momentos, él era el único en el corazón de Bellerose. Amaba a su hija sólo porque creía que eso la mantendría conectada con su esposo, que al final conseguiría llegar a su corazón a través de ella. Al ver que eso no sucedería, ya no la necesitaba. Violette todavía sueña con el día en que fue fácilmente desechada.

Ignorando a Violette, quien estaba luchando por encontrar un cierre y aceptar la situación, Auld le dio el estatus de esposa legal a su concubina como si fuera natural.

♦ ♦ ♦

Preferiría no recordar lo que pasó después, considerando lo horribles que fueron las cosas.

Sintiendo odio por su madrastra, por su media hermana e incluso por su padre, cometió pecado tras pecado, hasta llegar al fatídico día en que terminó en prisión. Con quien más se arrepentía era con Maryjun, a quien más hirió. El sólo hecho de recordar todas las cosas que le hizo la hacen desear la muerte. Bien podría postrarse ante ella ahora y rogar por su perdón, aunque probablemente pensaría que se había vuelto loca.

Violette sabía que no tenía lugar para excusas por el crimen que cometió… de hecho, ahora que veía las cosas en retrospectiva, se dio cuenta de que había sido más opresiva de lo que pensaba.

En ese momento se trataba de su familia, de su madre. No se molestó por lo que ella le había hecho porque siempre creyó que era lo que todas las familias hacían… Además, al estar completamente devastada psicológicamente, inconscientemente debió haber querido desquitar toda su rabia. Dicho esto, era claramente una ira mal dirigida.

—Señorita Violette, ¿se encuentra bien?

—Sí… sólo estoy un poco cansada.

—Traeré una taza con leche caliente. Le calmará.

La criada personal de Violette, Marin, sintió un indescriptible disgusto por la expresión cansada de su señorita. No hacia ella, claro está, sino hacia su padre, Auld; junto a la razón del porqué citó a su señorita a dicha reunión, así como el hecho de no haber podido impedir que éste la hiriera.

Después de esa reunión, Violette se las arregló para fingir calma y volver sin contratiempos. Sin embargo, su civilidad seguía siendo preocupante.

—Haah…

Después de confirmar que Marin había salido de la habitación para preparar la leche caliente, suspiró como si al exhalar sacara todas sus preocupaciones. No sabía cómo era posible que estuviera pasando aquello y probablemente no lo sabrá, así que decidió dejar de pensar ello. El problema radicaba en lo que debía hacer de ahora en adelante.

No era exagerado decir que a Violette se le dio esta nueva oportunidad para no convertirse en una criminal. Considerar otras ventajas era innecesario. Para ella, el hecho de que su crimen haya desaparecido era el punto más vital.

Por supuesto, incluso si nadie en este mundo sabía sobre el crimen que una vez cometió, éste se quedará profundamente grabado en lo más profundo de su corazón y jamás desaparecerá. Era por eso que ella quería tan fervientemente, tan intensamente, evitar cometer errores esta vez.

Violette ya había tomado una decisión.

Ella cortará los lazos con ellos después de la graduación, y se convertirá en una monja para expresar su gratitud al Dios que le dio esta oportunidad. Ese era el futuro ideal que Violette ahora deseaba.

No tenía que ser amada. No tenía que ser apreciada. Nada bueno vendrá de obsesionarse con tales asuntos. Violette aprendió eso de la manera difícil. Experimentándolo en su vida pasada.

No, ahora su objetivo era llevar una vida ordinaria, donde claramente vivirá y morirá sola. Para lograrlo, primero debía decidir cómo tratará a Maryjun, quien pronto vendrá al mismo campus. En su vida pasada mostró agresividad de la peor manera posible, pero ha decidido hacer exactamente lo contrario: no se involucrará con ella.

Era un hecho el haberse arrepentido dentro de esa celda. Se sentía terrible por lo que le había hecho a Maryjun, y ahora la consideraba maravillosa por mostrar clemencia con su agresor.

Así que esta vez, no quería molestar a nadie o hacer algo que arroje una sombra sobre la vida de su media hermana. Ella deseaba sinceramente su felicidad.

Sin embargo, si se le preguntaba si esto significaba que quería a Maryjun, la respuesta era no. Cada sentimiento que albergaba hacia ella no provenía del amor sino de la culpa. Deseaba que ella fuera feliz en algún lugar donde no tuviera que estar presente, preferentemente.

—Seórita Violette, le he traído su leche.

—Gracias, Marin… Ah, esto está caliente.

La taza en la que tenía las manos envueltas, como la leche en ella contenida, estaba ligeramente caliente. Sus hombros rígidos se aflojaron, y eso hizo que Violette por primera vez notara cuán nerviosa se sentía.

Muchas cosas están pasando de repente…

Justo cuando creyó que moriría encerrada, al momento siguiente había regresado en el tiempo. Su madre no hacía mucho había fallecido, pero de repente le presentaron una madrastra y una media hermana.

Decían que la vida tenía sus altibajos, pero ella nunca pensó que pasaría por ambos en un sólo día. Se sentía complicada porque no podía decidirse por completo entre si este era un día de buena o mala suerte.

—Parece que estoy realmente cansada. Me retiraré por esta noche.

—Te ayudaré a cambiarte, entonces.

—Lo haré yo misma… Lo siento, pero quiero estar sola.

—Ciertamente.

Quería estar sola, tratar de comprender la situación actual y decidir qué hacer en base a ella. Aunque preferiría no involucrarse con Maryjun, de ahora en adelante serán hermanas que portarán el mismo apellido.

Violette terminó su leche caliente, dio la espalda a Marin, quien se inclinaba, y desapareció en su dormitorio.


Devany
Bueno… la madre de Violette en verdad estaba loca, me da un poco de lástima el señor pero a la vez no perdono todo lo que hizo ni lo que hará, me sigue desagradando el tipo, luego entenderán por qué >:c.

8 respuestas a “Juro que no volveré a acosarte – Capítulo 1: Esta segunda vez que somos hermanas, me gustaría que nos comportásemos como extrañas”

  1. Violet víctima de un hogar disfuncional y que recibió lo peor de sus padres y guardo todo dentro de ella hasta que un dia explotó y eso le llevo a la cárcel.
    Genial inicio el hecho de tenga una nueva oportunidad talvez le permita ver de otra manera la vida que llevaba

  2. Apenas va empezando y ya estoy en modo: “Pikachu se prepara para cometer un crimen de odio” AAAAAAAAA malvados, pobre Violet, ta chikita hay que cuidarla

  3. Pobre chica, no fue amada por nadie; sólo fue usada y abusada. Ni el padre ni la madre tienen excusas por su actuación. De aquí la frase “muchos asesinos no nacen, se hacen”

  4. Vaya que si, ese viejo (el padre) me cae como un yunque en la cabeza, ojalá Violette la hubiera agarrado en contra del padre en vez de contra Maryjun, si yo hubiera sido ella me vuelvo yandere y le parto la mandarina en gajos 😤. Ok ya… Me calmé.

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