¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 22: Tipos de justicia

Traducido por Lugiia

Editado por Freyna

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—¿Q-Qué…? —tartamudeó Maryjun, con la sonrisa congelada mientras la confusión se apoderaba de ella. Su mirada vaciló mientras trataba de entender, pero no pudo analizar la declaración de su hermana.

—He oído un poco de lo que te decían y tus respuestas —dijo Violette.

La cabeza de Maryjun se inclinó ante tal desconcierto; seguía sin saber de qué estaba hablando Violette. Su expresión era igual a la de Klaude. Compartía su absoluta certeza de que distinguía el bien del mal. Ambos eran puros y simples, como niños. Si fueran personas normales, criados amorosamente como plebeyos por padres gentiles, todo el mundo alabaría su bondad.

—Abstente de responder así en el futuro —dijo Violette con rotundidad.

—¿Eh? ¿Por qué…? ¡Eso…! —dijo Maryjun.

—No importa lo que digan, eres una aristócrata. Discutir está por debajo de ti.

—Es tan extraño que tú también saques a relucir el estatus…

—No es extraño. —Violette tuvo que cortar de raíz esa idea. La habilidad para sonreír y esquivar cualquier cosa que se encontrara sería vital para el futuro de Maryjun. Independientemente de quién fuera su madre, por sus venas corría sangre Vahan; Violette nunca sería la cabeza de familia, esta pertenecía a Maryjun, por lo tanto no podía dejar que su media hermana siguiera pensando como una plebeya.

Comprender la mente de los plebeyos era una habilidad útil para un aristócrata, pero eso era diferente a rebajarse a simpatizar con ellos. Eso era pura ingenuidad.

—Conoce tu lugar, Maryjun. Ya eres una señorita de la casa Vahan. Cada acción que realizas se refleja en ti y en tu familia.

No podía saber si Maryjun lo entendía; esto podría ser terriblemente contraproducente. Si Maryjun tomaba su crítica instructiva como más intimidación, no la vería mejor que las chicas de antes. La visión de los plebeyos sobre el estatus social era tan diferente que era difícil llenar esta brecha.

—¿Qué quieres decir con “conocer mi lugar”? ¡¿Estás diciendo que mi lugar es sonreír a la gente que dice cosas tan terribles…?! —replicó Maryjun.

El dolor en su voz despertó viejos recuerdos en Violette. ¿Podría esta difícil amabilidad acabar perjudicando a Maryjun incluso más que los ataques directos que había intentado la primera vez? Pero si no conseguía llegar a Maryjun, la chica nunca aprendería. Y, francamente, Violette no estaba dispuesta a rescatar a Maryjun una y otra vez. Ella había jurado expiar a Maryjun, no protegerla de cada situación tonta en la que se metiera; tendría que aprender a ser una aristócrata.

—Si es así, ¡también te equivocas! —gritó Maryjun.

Violette se acobardó para sus adentros, aunque por supuesto no se le notó en la cara. Esperaba desesperadamente que Maryjun lo entendiera, pero la joven era demasiado buena. Se abría a los demás, corregía sus errores y los perdonaba, algo único entre la nobleza. Violette estaba sorprendida de que pudieran compartir un padre y aun así ser tan diferentes.

Maryjun no se responsabilizaba de sus declaraciones directas ni de los problemas que pudiera causar. Algún día, la realidad de la aristocracia aplastaría su irresponsable sentido de la justicia.

—Tienes razón, Maryjun —afirmó Violette. Las palabras devolvieron la sonrisa a Maryjun; toda su cara se iluminó con ella. Ella no sabía si había algo tan bello como el reflejo del mundo en la sonrisa pura de Maryjun. Y Violette hablaba en serio; Maryjun tenía razón—. Pero ¿cualquier persona que no esté de acuerdo contigo es mala? —continuó.

El mundo tenía más de una forma de justicia.