¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 21: Por favor, aprende a dejarla en paz

 Traducido por Lugiia

Editado por Freyna


La voz temblorosa de Maryjun era completamente diferente al tono animado que usó aquella mañana. Aguantó bien sus burlas, pero no pudo ocultar del todo su miedo y humillación.

—¡¿Qué saben ustedes?! ¡No entienden nada! —gritó Maryjun. Se puso en pie y levantó la barbilla, luciendo como la heroína de una novela—. ¡Deberían estar avergonzadas de ustedes mismas al estar conspirando de esta manera contra alguien!

—¿Qué acabas de decir…? Tienes que aprender cuál es tu lugar.

—¡¿Mi lugar?! ¡Mi nacimiento y mi estatus no tienen nada que ver con esto! ¡Pensar que son importantes es de mente cerrada!

Violette escuchaba mientras la pelea continuaba, y su cordura, ya desgastada, se deshacía rápidamente. Al menos no se habían puesto violentas todavía.

Esto es lo peor…

Maryjun le estaba dando a Violette un dolor de cabeza. No podía culpar a la chica por defenderse, pero estaba haciendo todo mal. Seguía teniendo la mentalidad de una plebeya: declarar que su nacimiento y su estatus no eran importantes la delataba. Por supuesto, los prejuicios y la discriminación son inaceptables, ya que ridiculizar a alguien por algo que no puede cambiar muestra una mente fea y estrecha. Sin embargo, juzgar a los demás por su nacimiento y estatus era una habilidad necesaria para un aristócrata. Por supuesto que era importante.

—¡Todas ustedes están equivocadas! —proclamó Maryjun con rectitud.

Si fuera una estudiante de secundaria normal y corriente, y no una Vahan, habría sido una verdadera heroína de la justicia. Luchó contra su miedo, se enfrentó a las intimidadoras y vivió según sus creencias idealistas. Ese debería haber sido el final.

Pero Maryjun ya no era solo una niña.

—¿Qué creen que están haciendo? —interrumpió Violette.

—¡¿Violette?! —gritó Maryjun.

Violette se adelantó antes de que Maryjun pudiera hacer más declaraciones. Cinco personas la rodeaban; aunque la escena era dolorosamente familiar, Violette se sintió aliviada al no reconocer a ninguna de ellas. Cuando se adelantó, todas palidecieron. Sabían que estaban en problemas.

—Señorita Violette… Um, esto es… —intentó explicar una de las presentes.

—¿Tienen alguna opinión sobre la familia Vahan que quieran compartir? —preguntó Violette, extendiendo la palma de su mano derecha y llevándola a su mejilla para fingir auténtica curiosidad.

—¡Ah, nosotras…!

Violette sabía que esta sería la mejor manera de agitarlas. Exageró el movimiento como si fuera el extraño y perfecto movimiento de una muñeca. Una imitación de sangre fría tendría un mayor impacto que la calidez humana. No necesitaba sonreír ni enfadarse. Una pregunta sin emoción sería leída como una amenaza.

—Parece que todas las presentes tienen opiniones sobre las circunstancias recientes de nuestra familia. Les pido que no se preocupen por ellas. —Violette caminó lentamente hacia Maryjun hasta situarse justo delante de la chica más baja. Como era más alta, cortó su línea de visión: todo lo que podían ver ahora era el rostro ensombrecido de Violette, carente de emoción y mirándolas fijamente. Era misteriosamente como un maniquí sin parpadear.

—Maryjun es descendiente de la familia Vahan, hija del duque Vahan. Puedo garantizar su nacimiento y su estatus —continuó Violette.

Eso debía quedar claro; había legitimado el estatus de Maryjun de la forma más clara posible. Si decirle a la gente que no interfiriera en situaciones familiares de los demás funcionara de verdad, Violette no habría tenido que tomarse tantas molestias. Las amantes eran toleradas pero no aceptadas, y sentar este precedente para un hijo de una amante sería, como mínimo, controvertido. Si su padre no fuera tan ingenuo… Bueno, si hacía falta una intervención para que siguiera ignorándola, valía la pena.

—¡Pero, señorita Violette, esta chica…!

—Lo siento, ¿mis palabras no fueron claras? —interrumpió Violette.

—¡¿Eh?! ¡M-Me disculpo…! —Una de las chicas se adelantó y forzó unas palabras; no obstante, cuando Violette ladeó la cabeza y le lanzó una mirada, la chica dejó de hablar y se inclinó, con todo su rostro palidecido. Violette pensó que probablemente había dejado claro su punto de vista…, pero si su acción no servía de base para evitar futuros inconvenientes, todo sería en vano. Valía la pena tomarse un momento más para asegurarse de que esto no volviera a suceder.

—Entonces, yo daría por terminada esta conversación. ¿Están de acuerdo, señoritas?

—¡S-Sí…! —dijeron todas las presentes al mismo tiempo. Ya que su fuego y energía habían sido sifonados, se alejaron lentamente del grupo una por una. Cuando la última de ellas se fue, finalmente se giró hacia su media hermana.

—Violette, muchas gracias… —dijo Maryjun. Estaban tan cerca que casi se tocaban, y era evidente que Maryjun tenía ganas de abrazarla; la euforia de su gratitud era visible en su rostro. Siempre expresaba su felicidad con todo su cuerpo. Era el tipo de persona a la que todos querían proteger de forma natural.

Violette sintió una puñalada de culpabilidad ante esos ojos: nunca dudaron de que ella acudiría a su rescate. Pero si Violette lo dejaba pasar, Maryjun se metería en el mismo lío una y otra vez.

—Maryjun —dijo Violette.

—¡¿Sí, Violette?!

—La pregunta también se dirigía a ti.

—¿Eh…?

—¿Qué creías que estabas haciendo?

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