Traducido por Lugiia
Editado por Freyna
Violette siguió a Klaude con la boca cerrada. La condujo hasta una puerta ornamentada, lujosa incluso para los estándares de esta vistosa academia. Era una habitación destinada al presidente del consejo estudiantil y al hijo del rey. La puerta se abrió para revelar un interior tan lujoso como ella había imaginado.
—¿Algo de beber? —preguntó Klaude.
—Té negro con leche, por favor.
—Por supuesto. —Klaude señaló con la cabeza a un mayordomo que había estado a la espera; el hombre se inclinó y salió de la habitación.
Este era el salón del consejo estudiantil; al otro lado de la puerta había una sala prohibida a todo el mundo excepto a los miembros del consejo estudiantil y a los profesores. Por seguridad y privacidad, incluso el personal era investigado antes de que se le permitiera servir allí. Era su santuario; los miembros del consejo estudiantil eran siempre el centro de atención, así que protegían celosamente el lugar donde podían relajarse lejos del constante escrutinio. Una humilde estudiante normal como Violette solo podía entrar en este salón como invitada personal de Klaude.
—Por favor, tome asiento —dijo Klaude.
—Gracias —respondió Violette. Klaude ya se había sentado, así que eligió un lugar en un sofá de felpa frente a él, rodeada de suaves almohadas rojas. La suavidad que la envolvía la hizo sentir un poco más segura; por un momento, casi olvidó que estaba dentro de la academia. Se alisó la falda para que no se arrugara.
Tras unos instantes de silencio, se oyó el débil traqueteo de un carro de servicio. El aroma de la leche dulce y el café llegó.
—Por favor, retírate hasta que te llame —le dijo Klaude al mayordomo. El hombre se inclinó en silencio y se fue.
La expresión estoica del mayordomo le pareció artificial y ligeramente inquietante, pero era un aspecto normal de los sirvientes en lugares donde podrían escuchar secretos. En la abarrotada cafetería, el personal era todo sonrisas, pero en este salón privado, intentaban actuar como si no estuvieran allí.
La habitación estaba en silencio, excepto por el sonido de sus respiraciones. El corazón de Violette retumbaba en sus oídos y casi podía sentir cómo la sangre se escurría de las yemas de sus dedos, dejándolos fríos y rígidos. Envolvió sus manos en torno a su taza de té con leche, sin confiar en sus dedos para sostenerla con más delicadeza, y saboreó el calor humeante. Tenía la boca seca por los nervios, pero el mero hecho de respirar el vapor la hacía sentir más tranquila.
Extrañamente, Klaude también parecía nervioso. Tomó un sorbo de su café, devolvió la taza a su platillo y luego dirigió su mirada hacia ella.
—Gracias por decidir hablar conmigo con tan poca antelación.
—No es necesario. Jamás me pondría en apuros por una petición de usted, príncipe. —No podía negarse a una petición suya en absoluto, a menos que tuviera una buena razón y la expresara en el lenguaje más cortés posible. Rechazarla, aunque fuera una petición intrascendente, era imposible, incluso para una noble como Violette.
En el pasado, Violette habría estado encantada de ir a un lugar privado con Klaude, y probablemente le habría seguido con alegría, sin importarle la vergüenza que pudiera causar. Esa mentalidad le resultaba tan extraña ahora, como si sus recuerdos provinieran de una persona completamente diferente.
Entonces, recordó lo que había dicho su yo del pasado.
Era historia antigua para la Violette actual, pero para Klaude, algo de esto había ocurrido hace apenas unas semanas. Él no podía saber cuánto había cambiado. Para él, era la misma chica difícil y prepotente que había forzado sus sentimientos sobre él y había hecho las cosas terriblemente incómodas.
Esta charla podría ser mucho peor de lo que ella creía. Hizo lo posible por tragarse el miedo y evitar que se le cayera la máscara de la calma educada.
—Realmente actúa diferente —dijo Klaude.
—¿Eh…?
Se había preparado para lo peor, pero la voz de Klaude era inesperadamente suave, y llevaba una sonrisa agridulce. Esto era muy diferente de las miradas afiladas y el tono molesto que solía emplear con ella. Parecía preocupado, pero también había alivio y comprensión en su expresión.
—Usted… ya no siente nada por mí —dijo Klaude.
En el pasado, todo lo que Violette le decía a Klaude tenía un motivo oculto. Se disputaba el favor de sus otras pretendientes, celosa de si parecía gustarle alguien más, y buscaba ansiosamente en sus palabras la más mínima señal de que la prefería a ella. Le daba náuseas solo recordar cómo había actuado.
El amor era su excusa, pero nunca había querido realmente a Klaude. Ella era una vasija vacía que creía que el amor la llenaría, y había elegido a Klaude como un blanco conveniente para su obsesión. Desde su punto de vista, ella debía parecer un monstruo egoísta, un enemigo del que tenía que protegerse constantemente. Y sin embargo…
—Dejó de hablarme tan repentinamente, que supuse que estaba conspirando a mis espaldas. No fue hasta más tarde que me enteré de la… situación de su familia —dijo Klaude con mucho cuidado—. Cuando le vi en la fiesta de té, pensé lo peor. Hice una terrible suposición y la declaré como un hecho frente a una multitud. Pero me dejé llevar por mis propios prejuicios. Yo… no tenía derecho a predicar la justicia de esa manera.
Klaude se puso en pie y la mirada de Violette le siguió. De repente, en su visión, sus penetrantes ojos desaparecieron, sustituidos por el espiral de su cabello dorado.
Violette respiró con fuerza al ver que se estaba inclinando ante ella.
—Me disculpo. Lo siento de verdad —dijo Klaude, todavía inclinado en una reverencia de disculpa.
—¡¿Q-Qué está…?!
¡Esto no tiene sentido!
La disculpa ya era bastante impactante, pero que el príncipe heredero inclinara la cabeza ante cualquiera…
—¡P-Por favor, levante la cabeza! ¿Qué sucede si alguien le ve así…? —tartamudeó Violette.
La realeza no podía pedir disculpas a nadie por debajo de ellos. Esta práctica podía molestar a los que creían en la igualdad, pero era necesaria. Una disculpa de la realeza no eran solo palabras, era una admisión de que no eran aptos para liderar. Para proteger la legitimidad de la familia real, cualquiera que recibiera una disculpa de este tipo tendría que ser castigado.
Violette sería castigada.
Klaude tenía que saberlo; no importaba lo ajeno que hubiera sido a las cosas fuera de su estrecho punto de vista, al menos debería entender el significado de bajar la cabeza. Si no lo hacía, no era apto para ser rey.
—Relájese —dijo Klaude, probablemente percibiendo su incomodidad—. Nadie sabrá lo que ocurre dentro de estos muros.
—E-Eso… —tartamudeó Violette. Esta era la sala más privada de la escuela, con una perfecta insonorización y solo abierta a los de mayor rango. Con eso, se calmó un poco.
—Una vez que salga de esta habitación, puede olvidar todo esto… y yo haré lo mismo. No estoy pidiendo que me perdone. Podemos actuar como si nunca hubiera pasado.
Entonces, ¿qué sentido tenía hacer todo esto… solo para olvidarlo? Si no le importaba el perdón, si no quería comunicar su remordimiento, arrepentimiento o culpa, ¿entonces qué quería? Parecía tosco y frívolo, pero Violette conocía a Klaude lo suficiente como para saber que siempre hablaba en serio, siempre hablaba con el corazón.
♦ ♦ ♦
Klaude miró a Violette; aún parecía preocupada, pero al menos estaba tranquila. Pedir disculpas así podría ser una tontería, pero era importante para él.
Sabía que no podía borrar lo que había pasado, ni siquiera disculparse públicamente. Si se tomaba a pecho el enfado de Yulan, no habría una próxima vez en la que pudiera hacer las cosas bien; evitaría por completo los conflictos con Violette. Se planteó no hacer nada y esperar a que todo pasara. Tal vez esa fue la mejor jugada, pero le daba vueltas en su mente.
Aunque no pudiera reconocer su error, tal vez podría aliviar el corazón de Violette, solo un poco. Y, si era honesto, el suyo también. Había lanzado falsas acusaciones y había empeorado su vida. Quería desesperadamente arreglar eso de alguna manera.
Tal vez esto era una idea estúpida. Tal vez solo estaba provocando la ira de Yulan de nuevo. Sin embargo, no se echaría atrás. Sabía que esta disculpa, por privada y sin valor que fuera, era lo correcto.
—Por favor, sepa… que ahora entiendo cómo me equivoqué —continuó—. Yo, y solo yo, me equivoqué aquel día.
Había herido a Violette una vez por error. Necesitaba tener claro, tanto para ella como para sí mismo, que no lo volvería a hacer.
♦ ♦ ♦
Violette no estaba segura de si lo había imaginado, pero cuando Klaude levantó la cabeza, su expresión parecía un poco más tranquila, como si se hubiera quitado un peso de encima.
Pero ahora soy yo la que no entiende…
La Violette del pasado nunca se molestó en comprender a nadie; lo único que le importaba era curar su propia montaña de dolor. Había creado un Klaude ideal en su mente y trataba de forzar su existencia. Habría estado bien si solo hubiera soñado despierta con él, pero había dejado que su enamoramiento afectara al mundo real. Había alucinado.
Violette lo empezó todo.
Había asumido lo peor de ella porque sus acciones pasadas demostraban que lo merecía. La habían acusado falsamente, sí, pero desde luego no era inocente. Aun así, Klaude inclinó la cabeza ante ella. Se disculpó, no para pedir perdón, sino para aliviar cualquier daño que hubiera causado. Era una persona totalmente seria, directa, sincera e incluso un poco tonta. Un día, el mundo en el que vivían le rompería.
No volvería a imaginar el futuro perfecto que había intentado imponerle. Era una mentira y un sueño. Quería la felicidad que veía alrededor de Klaude y trataba de utilizar el amor como trampolín para tomarla para sí misma. Klaude había visto la verdadera naturaleza de Violette: demasiado fea para llamarla amor, demasiado corrupta para llamarla afecto. Sus sentimientos habían sido profundamente egoístas e impuros. Y sin embargo…
Yo… amaba ese lado suyo.
El príncipe Klaude era amable, sincero y directo…; ridículo, tonto y corto de vista. Vivía según su código sin importar lo que pasara. La persona de la que se había enamorado era una versión plana e imaginaria de este ser humano real y defectuoso.
Pero aun así, Klaude era la primera persona a la que Violette había amado.
Si te disculpas en privado y fuera lo debe olvidar….para que le pides perdon??