¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 24: Gente contradictoria

Traducido por Lugiia

Editado por Freyna


Al final, Violette y Yulan perdieron la mayor parte de su descanso para comer. Tuvieron unos minutos para sentarse juntos, pero a ella solo le dio tiempo de comer un aperitivo.

En realidad no le importaba, pues no era mucho menos de lo que solía comer y, de todos modos, era culpa suya que llegaran tarde. Sin embargo, Yulan había crecido tanto y necesitaba mucha comida para alimentar un cuerpo de ese tamaño. Esperaba que fuera capaz de concentrarse durante las clases de la tarde. Se preocupó por él durante toda la tarde, aunque se las arregló para tomar los apuntes adecuados al mismo tiempo.

Me pregunto si tiene tiempo libre ahora…

Mientras guardaba los cuadernos y los libros de texto en el bolso, pensó en Yulan, o más exactamente, en el estómago de Yulan. Quería invitarle a comer algo, pero no sabía si él ya tenía planes. Tendría que haberle preguntado durante el almuerzo. Yulan era tan brillante, tranquilo y bueno para hacer sentir bien a los demás; debía tener montañas de amigos. Pedirle que desperdiciara sus horas extraescolares con ella la haría sentir extremadamente culpable.

Supongo que… me pasaré por su clase.

Yulan era de primer año, lo que significaba que Violette se dirigía directamente al territorio de Maryjun. Aparecer allí sería como dejar caer una cerilla encendida en aceite: los de segundo año ya habían superado los rumores, pero las cosas eran diferentes entre los compañeros de Maryjun. Había oído que Yulan y Maryjun no estaban en la misma clase, pero aun así tendría que pasar por delante de su aula en el camino.

Si llega a volverse muy ruidoso… me iré a casa.

No dejaría que las circunstancias arruinaran sus planes, pero tampoco era tan impulsiva como para lanzarse a ciegas. Nunca estaba de más tener un plan de escape.

—Señorita Violette, hasta pronto —dijo una compañera.

—Sí, nos vemos —respondió Violette mientras salía del salón.

♦ ♦ ♦

Violette había entrado en la sección de secundaria de la academia Tanzanita hace poco más de un año. Las aulas eran espaciosas, conectadas por amplios pasillos con techos altos repartidos por el gran edificio. En un edificio tan grande, todavía había muchas aulas que ella nunca había pisado.

El aula de Yulan era una de ellas; la clase de Violette del año pasado había estado en otro lugar. Aunque estaban en el mismo piso, ella nunca había bajado a este salón.

Y esta era otra novedad para Violette. Desde que empezaron a ir a la misma academia, nunca había ido a visitarlo a su clase.

He dejado que me mime.

En la escuela media, Yulan la había visitado tan a menudo que apenas había tenido ocasión de corresponderle; se sentía culpable por no haberlo intentado nunca. Ahora, no quería dar lugar a rumores: que la hija de un duque visitara a un chico de primer año podría dar de qué hablar. Además, la academia era su único refugio de Maryjun, así que no quería arriesgarse a encontrarse con ella. Pero esas eran excusas débiles. No debería haber dejado que la detuvieran durante tanto tiempo.

Intentó armarse de valor; después de un largo y difícil día de clases, su motivación estaba por los suelos. A pesar de su determinación, sus pies se arrastraban. Mientras se dirigía a las aulas de primer año, pasó junto a numerosos estudiantes; su intento de esperar hasta que el aula se hubiera vaciado en su mayor parte fue inútil.

—Estoy aquí —dijo Violette. Se asomó a la puerta del aula y vio a algunas personas, pero la silueta alta que esperaba encontrar no aparecía por ningún lado—. Quizá ya se ha ido —murmuró.

El aula casi vacía implicaba que Yulan probablemente se había ido a casa. Después de burlarse de él por no hacer planes, sin duda alguna se merecía esto. Con un suspiro, se dio la vuelta para marcharse.

—¿Una visita? —dijo alguien detrás de ella.

Violette soltó un grito de sorpresa.

Alguien del interior del aula debía de haberse fijado en ella; estaba completamente expuesta. Se giró de inmediato hacia la figura. Lo primero que le llamó la atención fue su piel bronceada, varios tonos más oscura que el color pálido más común en Julyre. Luego se fijó en la imagen completa: el cabello plateado y brillante, los ojos grandes y la expresión dulce del joven. Sus mangas remangadas dejaban al descubierto unos brazos desnudos y musculosos. Probablemente parecería bajo al lado de Yulan, pero seguía siendo más alto que la media. E incluso allí de pie, parecía más animado que la mayoría de los jóvenes de la academia.

—¿Necesita algo de nuestra clase? ¿O busca a alguien? —preguntó.

—A-Así es… —tartamudeó Violette. Estaba segura que él no era del tipo que rehúye a los extraños, y no parecía tener un motivo oculto. Estaba pensando que probablemente no era necesario ser tan precavida cuando él acortó la distancia entre ellos y ella retrocedió por reflejo.

Sin embargo, como él estaba dispuesto a hablar con ella, podría sacarle provecho. Si Yulan ya se había ido a casa, parecía que se lo diría sin darle muchas vueltas al asunto.

—Estoy buscando a Yulan Cugrus. ¿Ya se ha retirado? —preguntó Violette.

—¿Yulan? —El chico parecía más sorprendido que dudoso. Sus ojos se desviaron por un momento como si estuviera pensando, luego pareció darse cuenta de algo y abrió la boca—. De casualidad, ¿usted es Violette?

—¿Eh…?

Su pregunta fue tan repentina que se olvidó de asentir. Estaba segura de que nunca había conocido a ese chico. Él no pareció darse cuenta del desconcierto de Violette, solo asintió varias veces para sí mismo.

—Tal y como dijo… No me extraña que sea tan protector —dijo.

—Um… ¿Nos hemos visto antes? —preguntó Violette.

—Je, je, lo siento. Debe ser horrible que un desconocido sepa su nombre.

—No es tan malo.

Él echó la cabeza hacia atrás y soltó una sonora carcajada. Su risa le recordó al sol, pero de una manera diferente. Si Yulan era un día cálido y perfecto, este chico era la luz del sol del verano eterno. No era malicioso, pero aun así podría quemarse en su presencia.

—Me llamo Gia Forte. Encantado de conocerle.

—Yo soy Violette Rem Vahan, pero parece que ya lo sabe.

—Yulan habla de usted todo el tiempo. Aunque nos acabamos de conocer, parece que ya le conozco.

—¿Yulan lo hace…?

—Sí, somos amigos desde la escuela media.

Violette se quedó atónita. Gia hablaba con tanta naturalidad de Yulan que tenían que ser amigos. Todo el concepto de amistad era extraño para Violette, la amistad entre chicos aún más, pero sabía una cosa: estaba muy contenta de que su precioso amigo de la infancia tuviera a alguien tan cercano.

—No debería haberse ido a casa todavía. ¿No está por aquí? —preguntó Gia.

—No, no lo parece.

—Tal vez un profesor lo envió a hacer un recado. Debería volver pronto, ¿quiere esperar?

—No, está bien. No teníamos planes, así que me retiraré. —Apreció su consideración, pero la idea de sentarse en esta extraña aula y esperar hizo que su ansiedad aumentara. Por lo que ella sabía, Maryjun estaba cerca. Había cometido un error, y tenía que irse—. ¿Puede dejarle un mensaje? —preguntó Violette.

—Sí, claro.

—¿Puede decirle… que siento lo de hoy y que lo compensaré más tarde?

—¡Le entregaré este crucial mensaje, lo juro por mi vida! —Gia se llevó una mano al corazón y le hizo una exagerada reverencia, lanzándole una gran sonrisa bobalicona.

—Gracias.

Aunque su misión fuera un fracaso, Violette se alegraba de haber podido conocer al amigo de Yulan. Había estado muy unida a Yulan desde que eran jóvenes, y él siempre se esforzaba por pasar tiempo con ella. Ver que tenía sus propios amigos y una vida plena ajena a ella la hacía feliz. Sabía que había influido en él al crecer y se alegraba de que no hubiera seguido sus pasos antisociales. Era el amigo más cercano que tenía, pero tal vez pronto la superaría.

Imaginar eso la hacía sentirse sola, pero se obligó a concentrarse en ser feliz por él. Pasara lo que pasara, tendría un círculo de preciosos amigos a su alrededor.

Ese pensamiento la hizo sonreír mientras se dirigía a la salida de la escuela… pero fue un error bajar la guardia antes de estar a salvo fuera del campus.

—Señorita Violette —la llamó una voz. Ella se giró y vio al interlocutor.

—Príncipe Klaude…

—¿Me permite un poco de su tiempo?

El buen humor de Violette se evaporó; no había manera de que pudiera rechazar la petición del príncipe. La expresión seria de Klaude le dio una idea de lo que le esperaba.

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