¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 26: Una sonrisa alegre

Traducido por Lugiia

Editado por Freyna


—Muchas gracias por lo de hoy —dijo Violette mientras ambos dejaban el salón. Al salir, fue como si el tiempo comenzara a moverse de nuevo; cada segundo en esa habitación había parecido cien años.

—No, yo soy quien le ha quitado tiempo —dijo Klaude.

—Aun así… el té estaba delicioso.

—Me alegra que lo haya disfrutado.

Era una conversación sin riesgos. Todo lo que ocurrió en esa habitación quedaría guardado en sus corazones, en secreto para el mundo. Era tarde; no quedaba nada más que hacer en el campus que ir a casa. Eso significaba que se dirigían inevitablemente en la misma dirección, hacia la única puerta. Tenían que ir juntos: una conversación incómoda no sería nada comparada con que uno siguiera extrañamente al otro.

Así que atravesaron el extenso campus, haciendo cada uno de ellos algún comentario vacío, y luego cayendo en el silencio. Aunque su conversación había aclarado algunas cosas, no había borrado el mal comportamiento de Violette antes de su cambio de vida, ni la desconfianza y precaución de Klaude.

Finalmente, la puerta de salida quedó a la vista; Violette pudo sentir cómo la tensión abandonaba sus hombros y creyó percibir lo mismo en Klaude.

Se dio la vuelta para despedirse, con la falda ondeando en los tobillos, cuando alguien la llamó por su nombre.

—¡Vio…!

♦ ♦ ♦

Yulan llamó a Violette con alegría, pero su ánimo se vino abajo en el momento en que se fijó en su acompañante. Sabía que su expresión se torcía un poco, pero estaba seguro de haberla equilibrado para que se leyera como un ceño fruncido para Klaude y una sonrisa para Violette. Quería mantener la fachada para ella.

—Yulan, ¿por qué estás aquí? —preguntó Violette.

—Gia… Em, mi amigo me dijo que me buscabas. El carruaje de la familia Vahan estaba aquí, así que pensé que podría encontrarme contigo si esperaba.

—Oh, él… Si te entregó mi mensaje, entonces sabes que no tenía que ser hoy.

—Solo quería esperarte. —Después de todo, ella había venido a verlo a su aula de clases. No iba a dejar pasar esta oportunidad. Aunque la había estado buscando desde poco después de que ella saliera, otro estudiante le había hecho perder el tiempo. Tuvo suerte de haberla atrapado antes de que se fuera. Al final todo funcionó a la perfección… excepto por una mancha inoportuna.

—Entonces, ¿por qué está aquí el príncipe Klaude? —preguntó Yulan.

—Y-Yo… —tartamudeó Klaude.

La dulzura de Yulan se desvaneció cuando dirigió su mirada al príncipe. Se sintió liberado al tratar al príncipe con semejante falta de respeto… Aunque fuera una pequeña rebelión sin sentido, no sería reprendido por una expresión agria. Violette no sabía nada de su conversación, y él pretendía mantenerlo así, pero ahora Klaude también parecía tener otro secreto.

Yulan sintió que el odio le retorcía el estómago. No podía soportar verlos juntos.

—Nos encontramos y me invitó a un té. Eso es todo —dijo Violette.

—Ya… veo —dijo Yulan con cuidado. Ella le estaba mintiendo. Si Klaude hubiera ofrecido esa excusa tan endeble, Yulan ya estaría buscando todos los huecos posibles en su historia. Pero no iba a interrogar a Violette de esa manera—. Yo… solo estaba sorprendido de verlos juntos. Pero… bien por ti, Vio.

—Sí. —Violette se volvió hacia Klaude—. Gracias por su hospitalidad.

—Fue un placer —dijo Klaude. A pesar de las palabras educadas, casi amables, el ambiente era tenso y hormigueante con todo lo que no se decía. Yulan deseaba poder expresarse con claridad, en lugar de esconderse tras la sonrisa que se le dibujaba en la cara.

—De todos modos, supongo que no debería invitarte hoy. Si eso es así… —dijo Yulan.

—¿Eh?

—Pensé que podríamos desviarnos de camino a casa, pero podemos hacerlo en otro momento. —Su sonrisa no cambió, pero pudo notar que la decepción se había deslizado en su voz; Violette pareció oírla también.

Cuando Yulan escuchó que Violette quería disculparse, pensó que era su oportunidad. Confiaba en que ella no rechazaría una invitación, pero al mismo tiempo sabía que le resultaría más fácil aceptar si sentía que le estaba haciendo un favor. Si hubiera podido reunirse con ella un poco antes, podría haber ejecutado su plan en el acto, pero si se iban ahora, no habría tiempo suficiente.

—¿Y mañana…? —dijo ella, arrepentida—. Si estás libre, podríamos quedar después de clase. ¿Qué te parece?

—Ningún plan podría tener prioridad sobre ti —replicó Yulan.

—¿Qué estás diciendo…?

Yulan dejó que su rostro se pusiera serio, pero hinchó su pecho en una mofa de heroísmo. El rostro de Violette esbozó una leve sonrisa… No su rara y verdadera sonrisa, sino una pequeña y privada diversión llena de afecto solo para él.

♦ ♦ ♦

Klaude siempre había visto a Violette como una dama de alta cuna que abusaba de la influencia y los bienes a su disposición. Ese parpadeo de emoción sincera fue una sorpresa. Nunca la había visto sonreír así; no por cortesía, ni como táctica o forma de parecer más bella, sino tierna y desprevenida. Nunca supo que ella podía sonreír así. ¿Era esa su verdadera naturaleza? O… ¿era porque estaba con Yulan?

—¡Entonces, te recogeré mañana después de la escuela! —exclamó Yulan.

—Puedo encontrarme contigo en la puerta de la escuela si es demasiado problema…

—Quiero recogerte. ¿Acaso no quieres que lo haga?

—Bien, bien. Haz lo que quieras.

—¡Genial! Gracias.

Ver su alegría ir y venir, las payasadas de Yulan y la indulgente diversión de Violette, no se parecía a nada que Klaude hubiera visto antes. Era… extrañamente tranquilizador, verlos tan cómodos el uno con el otro.

—Muy bien. Deberíamos irnos a casa, se está haciendo tarde. —Violette se volvió hacia Klaude una vez más—. Me despido, Su Alteza.

—Oh… Sí, por supuesto. Ten cuidado de camino a casa.

—Muchas gracias. —Los ojos grises y nublados de Violette estaban tan apagados como los de una muñeca cuando miró a Klaude. Esta era su expresión normal, al menos tal y como la había visto en el pasado… ¿De dónde había salido ese brillo plateado tan radiante y vivaz, y a dónde había ido a parar?

Klaude observó la retirada de Violette, sin palabras.

—La pasaste por alto —dijo Yulan.

—¡Ugh…!

Solo cuando Violette dobló una esquina, con su perfecto uniforme desapareciendo de la vista, la voz de Yulan llegó por fin a los oídos de Klaude. Se sobresaltó al oírla; aunque sabía que Yulan estaba a su lado, había estado tan fascinado que prácticamente lo había olvidado. Podía sentir un incómodo sudor frío que le recorría la espalda; alguna parte animal de su mente le advertía que estaba acorralado, aunque no había ninguna razón real para sentirse así de nervioso.

Ahora que Violette se había ido, la voz de Yulan había perdido toda su alegría. La hostilidad, el asco y el odio envenenaban sus oídos.

Yulan se puso en la línea de visión de Klaude, bloqueando donde su mirada había seguido a Violette. El chico más alto le miró fijamente con una expresión plana. Klaude no había hecho nada malo, pero el sentimiento de culpa seguía atormentándolo. Se preparó para cualquier segundo ataque que Yulan tuviera en mente.

Pero, para su sorpresa, cuando Yulan habló por fin, sus palabras fueron simples e insulsas:

—Yo también me retiro, Su Alteza.

Aunque sus palabras no eran particularmente suaves, no eran las punzadas de antes. Su voz carecía de emoción, e incluso el movimiento de su cabello con la brisa parecía fabricado. Era guapo, pero artificial y frío.

Por encima de la rígida sonrisa, el desprecio habitaba en sus ojos dorados. Klaude casi podía oír los pensamientos de Yulan.

Te lo mereces.

Sorprendido, Klaude se quedó mirando. Aunque estaban fuera del alcance del otro, sintió como si Yulan le hubiera empujado el pecho y le estuviera estrujando el corazón.

Mientras el príncipe se preguntaba si era necesario responder por la formalidad, Yulan se dio la vuelta y se marchó. Klaude no pudo detenerlo, como tampoco pudo entender el verdadero significado de la mirada de Yulan.

♦ ♦ ♦

Yulan dio la espalda a Klaude y sintió que la suciedad se acumulaba en su alma. El deseo despistado de Klaude le dio ganas de vomitar. Podía entender exactamente lo que sentía el príncipe: acababa de presenciar la sagrada sonrisa de Violette con sus propios ojos, pero…

—Llegas demasiado tarde —murmuró Yulan.

Su sonrisa era solo para él. Había pasado tantos arduos años ganándose el privilegio. Klaude debería llorar por su propia estupidez, dejando que sus prejuicios le cegaran ante su belleza.

—¡Vio, espera! —gritó Yulan.

—No queda mucho para llegar al carruaje desde aquí —dijo Violette.

—Lo sé, pero… ¿podemos ir juntos?

Cuando él suplicaba así, acercando su cara a la suya e inclinando la cabeza, ella siempre sonreía resignada. Las comisuras de las cejas de Violet bajaban y sus ojos se entrecerraban un poco, su brillo era un poco menos luminoso que el de su cabello. Violette le había dicho que no le gustaban mucho sus ojos, pero para Yulan brillaban más que cualquier diamante. Ver su reflejo en ellos siempre lo dejaba eufórico.

—Je, je. —Se rió Yulan.

—¿Hm? ¿A qué viene eso? —preguntó Violette.

—Es un secretooo.

—Sabes, Yulan, eres un tipo bastante raro.

Él nunca la entregaría a nadie. Nunca la dejaría ir. La próxima vez, nada lo retrasaría… Nunca más dejaría que el príncipe viera su sonrisa.

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