¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 79: Percepción y perspectiva

Traducido por Lugiia

Editado por Freyna


Mientras Marin escupía maldiciones silenciosas, Maryjun seguía en la academia. Ella era lo contrario de Violette, a menudo se iba directa a casa en lugar de quedarse hasta tarde. Las hermanas habían intercambiado hábitos solo por hoy; a pesar de que la cuarta parte de la sangre que corría por sus venas era idéntica, las dos chicas no podían ser menos parecidas.

Yulan miró el perfil sonriente de Maryjun. Sabía que esa chica nunca le importaría, se pareciera o no a su hermanastra.

—Eres amigo de mi hermana desde hace mucho tiempo, ¿verdad? —le preguntó Maryjun.

—Sí… Aunque no solo nosotros. La mayoría de los alumnos de la academia se conocen desde hace mucho tiempo.

Yulan hablaba con una sonrisa tan radiante como la de Maryjun… o eso le parecería a cualquiera de sus conocidos típicos y cotidianos. Sin embargo, si Gia estuviera aquí, o incluso Klaude, se darían cuenta de la ausencia de cualquier emoción más allá de la máscara casi invisible de su rostro.

La hermosa parábola que dibujan sus labios. Sus ojos entrecerrados. Su tono sereno. Su semblante perfecto. Cualquiera que lo viera pensaría que sonreía; cualquiera que no estuviera de acuerdo sería considerado loco. Por eso, su expresión encajaba tan mal. El verdadero Yulan carecía por completo de dulzura. Incluso Gia, a quien todos consideraban su mejor amigo, apenas presenciaba la sonrisa de Yulan. Bajo los miles de capas de rostros, existía una persona sin corazón, despiadada y distante, capaz de hacer llorar a un demonio.

Este hombre solo mostraba una sonrisa sincera a una persona: Violette. En el momento en que abandonó su compañía, el rostro de Yulan se convirtió en un vacío. Por suave y gentil que fuera su expresión o por impecable que pareciera, no quedaba ni un fragmento de emoción tras un examen más detenido. Sus expresiones eran capas de pintura sobre la máscara, que representaban rostros apropiados para cualquier ocasión.

—Se hicieron amigos en la escuela media, ¿no? Me pregunto si la gente deja de hacer amigos cuando llegan a la academia —reflexionó Maryjun en voz alta.

—Hay algunas excepciones a la regla, ¿no?

—¿Tú crees?

Yulan no estaba especialmente interesado en Maryjun. Una persona honrada sentiría sin duda simpatía por la chica, obviamente abatida, y la reconocería como una víctima por haber sido arrojada al mundo aristocrático sin conocer las circunstancias de sus padres.

Sin embargo, Yulan no era en absoluto una persona honrada.

Qué pérdida de tiempo.

No le entristeció su mirada abatida; en todo caso, estaba dispuesto a chasquearle la lengua por meterse con él y obligarle a participar en aquella conversación sin sentido. De su charla había deducido lo ingenua y pura que era Maryjun. Podía ser brillante y cariñosa, pero eso garantizaba que sería el tipo de persona que carecía de discreción.

Este tipo de personas nunca se plantean ampliar sus miras. Valoraban la benevolencia como algo bueno, consideraban que la regla de la mayoría era la igualdad y trataban la reforma de los herejes como algo justo. Ciegos ante los oprimidos, sonreían en su ignorante creencia de que el mundo era un lugar feliz. Seguramente, ni siquiera se darían cuenta si una esquina de su mundo desaparecía. Creían que al embellecer todo lo que veían, también embellecían el mundo. No se daban cuenta de lo peligrosa que era su mentalidad. Por mucho que extendieran las manos, no podrían envolverlo todo.

Si esa era la filosofía de Maryjun, no tenía sentido que Yulan siguiera observándola. Si a ella misma no le importaba fijarse en el mundo que la rodeaba, entonces darían igual las suposiciones o explicaciones que Yulan proporcionara en su beneficio. Sus visiones fundamentales del mundo nunca coincidirían.

—Lo siento, pero ¿has terminado? He dejado un montón de cosas en el aula, así que quiero volver.

—¡Ah, ya veo! Lo siento. Gracias.

—No hay problema.

Por poco probable que Maryjun le proporcionara más información, acompañarla más sería una pérdida de tiempo. No solo carecía de sentimientos positivos hacia ella, sino que eran incompatibles. Sus personalidades eran irremediablemente incompatibles. Se levantó apoyándose en el marco de la ventana.

Cuando Yulan se dio la vuelta sin despedirse, su encantadora voz lo llamó.

—¡Me alegra haber podido hablar contigo! ¿Podemos repetirlo?

—Estamos en clases diferentes. Además, ¿no sería mejor hablar con otras chicas?

—¡En absoluto! Por fin hemos tenido la oportunidad de conocernos. Espero que podamos hablar mucho y hacernos amigos.

—Ya veo.

—¡Sí! Ha sido un placer, Yulan.

Saludó con la mano, dijo que volvería a verle mañana y desapareció. Todo el tiempo, Yulan permaneció plantado en el sitio.

Un desenlace impactante, sin duda. A decir verdad, estaba asombrado. Todo había sucedido tan de repente; ni siquiera se había planteado que esto pudiera ocurrir.

—Pfft… ¡Ja, ja, ja!

Se llevó una mano a los labios, pero una carcajada brotó de entre sus dedos. Era una carcajada poco común, que le salía directamente del corazón. No había máscara, era una muestra de los verdaderos sentimientos de Yulan.

¡Esa chica es demasiado graciosa!

—¡Qué situación tan divertida!

Después de reír durante algún tiempo, la cara de Yulan se torció en ambivalencia. El fondo de sus ojos era frío como el hielo, pero en su boca quedaba la clara evidencia de una sonrisa. Sabía que la chica era una imbécil. En opinión de Yulan, las personas puras y honestas eran las más tontas de todas. Había llegado a despreciarlas, deseando pisotearlas.

Parecía que esta chica era mucho, mucho más imbécil de lo que Yulan había imaginado.

Amigos, ¿eh?

Como si un día así fuera a llegar. Yulan nunca vería mayor valor en Maryjun; no podía vislumbrar ninguna forma de que resultara útil. Aquella benévola muchacha jamás comprendería los sentimientos de un hombre que aniquilaría cualquier cosa por el bien de Violette, sobre todo porque ya había decidido que también destruiría a Maryjun.

Se preguntó si la chica en cuestión se daría cuenta de eso alguna vez.

No, no se daría cuenta. Hasta el día en que Yulan desnudara sus colmillos, la chica creería en él infaliblemente. Confiaría en que todos experimentaban el mismo mundo apacible que ella. Desconocedora del reverso de la realidad, incapaz de apreciar lo estrecha que era su propia perspectiva, Maryjun solo podía concebir cosas puras, justas y bellas. Su sonrisa ignoraba la línea que separa los sueños de la realidad.

Todo acabaría antes de que Maryjun se diera cuenta de que, desde que le habló por primera vez hasta que se despidió, Yulan no había tenido ni una sola vez la intención de llevarse bien con ella.

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