Katarina – Volumen 11 – Capítulo 4: Hermanos divididos (3)

Traducido por Shisai

Editado por Sharon


Me quedé mirando el bosque en el que había desaparecido la mujer antes de darme cuenta de que tenía cosas más importantes que hacer. Ronnie seguía herido y le había enviado a llamar a Lahna. Tenía que decirle cuanto antes que no tenía que apresurarse más, o estaría sometiendo a su cuerpo, ya debilitado, a un estrés excesivo.

Aunque corrí de vuelta tan rápido como pude, para cuando alcancé a Ronnie ya estaba casi de vuelta en su casa. Él se dio cuenta de mi presencia y nos quedamos allí un rato, mirándonos fijamente, jadeando de tanto correr. Debe haber sido una vista bastante divertida.

—Hah… Hah… G-Gracias… por volver todo este camino… corriendo… —jadeé en cuanto tuve suficiente aliento para hacerlo.

—Huff… Huff… No te preocupes… Haah… Ni siquiera iba… a por todas… —respondió, todavía jadeando.

Corrió todo este camino sólo porque se lo pedí, y saltó delante de mí sin pensarlo dos veces para salvarme de esa serpiente… Es un buen tipo. ¡Oh, sí!

—¡Ronnie, muéstrame tu brazo! —ordené, y lo miré más de cerca. El moretón negro no había crecido ni se había oscurecido, pero tampoco se había encogido en absoluto—. ¿Te duele? —pregunté.

—No es para tanto, la verdad —respondió con indiferencia, pero cuando le toqué el moretón, se retorció claramente de dolor.

¿Qué clase de hechizo puede ser este?

—Siento que te haya pasado esto por mi culpa…

—Fui yo quien decidió saltar delante de esa serpiente —me dijo, pero en definitiva todo había sido por mi bien. Y pensar que el pobre ya había sido bastante herido por su padre.

Me pregunté si la Magia de Luz de María podría arreglar su magulladura; la Magia de Luz podía curar las heridas, pero por desgracia no había funcionado aquella vez que Keith había sido… maldecido o lo que fuera.

Tal vez pueda hacerlo, como con lo de la maldición…, pensé, e intenté hacerlo, pero sin éxito. Vale, eso no ha funcionado… ¿Qué tal si lo absorbo como hice con la niebla negra? Bien podría intentarlo.

Me llevé una mano a la espalda, para que Ronnie no la viera, e hice aparecer mi varita de calavera. Con un movimiento de muñeca, visualicé que el hematoma era absorbido por la nada, y…

—¿Qué es eso? Esa cosa negra está, como, subiendo… —exclamó Ronnie, sorprendido por cómo el hematoma abandonaba su cuerpo y desaparecía a mis espaldas—. ¡¿Qué está pasando?!

¡Lo hice! ¡Soy genial!

—¡¿Puedes decirme qué está pasando?! —repitió su pregunta, probablemente entendiendo que había usado magia en él. Sin embargo, no podía explicar realmente lo que había hecho, ya que la Magia Oscura estaba involucrada.

Intenté inventar una buena excusa… y fracasé.

—Es, ummm, un secreto comercial. No puedo hablar de los detalles.

—Oh, claro… Tú también trabajas en el Ministerio.

Por suerte no sabía mucho de magia, y simplemente supuso que era algo normal.

—Entonces, ¿te sigue doliendo el brazo? —pregunté.

—El dolor desapareció junto con el moretón… —respondió, para mi alivio. Todavía quería que María le echara un vistazo, pero al menos parecía que lo peor había pasado.

—Sin embargo, no puedo arreglar tus otras heridas. Necesitaremos a otra persona para que se encargue de ellas —le expliqué, mirando los demás moratones no mágicos que aún tenía por culpa de su padre.

Negó con la cabeza.

—Olvídate de esos. Son culpa mía.

—¡No puedo olvidarme de eso! Estás todo maltrecho y encima te hice correr. Además, no es tu culpa que tu padre te haya golpeado.

En retrospectiva, su padre probablemente había sido tan duro con él porque Ronnie había tratado de alejarlo de Dewey. Fuera o no el caso, Ronnie ciertamente no tenía la culpa de la violencia de su padre.

—Sin embargo, lo es —negó de nuevo—. De todos modos, deberías dejar de preocuparte por mí e irte a casa. ¿No te esperan tus amigos?

No tenía intención de rendirme esta vez.

—No. No me iré a casa hasta que no haya visto tus heridas tratadas y a ti y a tu hermano teniendo una discusión adecuada.

—¿Cuál es tu problema, chica? —Parecía sorprendido—. Ya he dicho que no quiero que siga teniendo nada que ver con nosotros.

—Porque le pesaría, ¿verdad?

—Cierto. No necesita a ninguno de nosotros, ignorantes e inútiles.

—No puedes ser tan duro contigo mismo. Olvídate de agobiarlo. Dewey está orgulloso de ti, ¿sabes?

—¿Por qué cuido a los demás? Solo lo hago porque nadie más lo haría.

Realmente no quiere admitirlo… Llegar a él no va a ser fácil.

—Es obvio lo mucho que te importan… e incluso te arriesgaste a protegerme a mí, un extraño, antes de correr a buscar ayuda a pesar de lo herido que estabas.

Normalmente no harías eso por alguien que acabas de conocer unos minutos antes.

—Eso fue solo en el calor del momento…

—Aun así, eso no es algo que haría cualquiera. Eres una gran persona. Eres amable y fuerte —declaré, bombeando mis puños.

—¡Tiene razón! —gritó una voz cercana. Miré en esa dirección y encontré a Dewey, también bombeando los puños, de pie junto a María.

Oh, ¡María lo trajo de vuelta! ¡Así se hace!

—¡Siempre estás pendiente de los demás! Sé que eres el que más trabaja de todos, ¡y ni siquiera usas el dinero que ganas para ti! Lo usas para nuestros hermanos, ¡porque eres muy amable! —le dijo Dewey a su hermano.

—¿Cuánto tiempo llevas escuchando? —se preguntó Ronnie, medio apenado y medio avergonzado.

—Desde que dijiste que ya no querías que tuviera nada que ver contigo… No sabía que pensabas que me ibas a agobiar o algo así.

Ronnie se cubrió la cara con la mano y dejó escapar un gran suspiro. Dewey había escuchado la parte que su hermano más quería ocultar.

—No tiene sentido ocultarlo puesto que ya lo has oído… Es tal y como he dicho. Has luchado para salir de esta miseria. El resto de nosotros solo te arrastraría, así que…

—¡Eso no es cierto! —Dewey interrumpió a su hermano. Estaba tan apasionado al decir esas palabras que su cara se había puesto roja.

Esta fue la primera vez que escuché a Dewey gritar. A pesar de su corta edad, siempre estaba tranquilo y sereno.

—¿Por qué me arrastrarías? Si no fuera por ti, ¡nunca habría podido entrar en el Ministerio!

—Yo no hice nada. Fuiste tú quien puso todo el empeño —respondió Ronnie, sorprendido por el arrebato de su hermano.

—De ninguna manera “no hiciste nada”. Por aquel entonces, estaba tan concentrado en dar lo mejor de mí mismo que ni siquiera me di cuenta, pero después de empezar a trabajar en el Ministerio y poder recuperar el aliento, me di cuenta de lo mucho que me apoyaste —rebatió Dewey, acercándose a su hermano y cogiéndole las manos—. Tú hacías parte de mi trabajo, ¿no es así? ¿Cómo si no iba a poder hacer un día entero de trabajo después de volver de la escuela?

Ronnie no contestó, pero la forma en que se sonrojaba dejaba poco espacio para la duda.

—Te respetaba entonces, y te respeto ahora. Así que no digas que solo me arrastrarías —le gritó Dewey a su hermano.

Tras permanecer en silencio durante unos instantes, Ronnie finalmente respondió.

—Siempre he estado muy orgulloso de ti. Todos lo hemos estado. Has conseguido un trabajo tan bueno aunque nadie te haya dado nada. Por eso queríamos que fueras libre para disfrutar de la vida que te mereces.

Dewey empezó a llorar, pero sospeché que probablemente no eran lágrimas de tristeza.

—Empecé a estudiar y a esforzarme tanto porque quería una vida mejor para mí, es cierto. ¡Pero la única razón por la que seguí haciéndolo fue porque quería una vida mejor para ti y para todos nuestros otros hermanos también!

—Dewey…

—¡Entonces, no huyas de mí así! ¡Dejemos todos esa terrible vida atrás!

Parecía que las palabras de Dewey habían llegado finalmente al corazón de Ronnie.

—Tienes razón —asintió su hermano mayor.

María y yo, profundamente conmovidas, los mirábamos de reojo.

—Son muy buenos hermanos —comentó ella.

—Sí —coincidí de inmediato.

Ahora que Dewey y Ronnie habían superado por fin sus malentendidos, podíamos volver todos a su casa. Al parecer, los dos hermanos querían hablar con el resto de sus hermanos.

Eso tiene sentido… Aunque saben que se cubren las espaldas, realmente tienen que hacer algo con esos padres. Ellos son la causa de todos los problemas en esa familia. Incluso si todos los niños se escaparon con la ayuda de Dewey, ese padre moroso de ellos podría ir tras ellos.

María y yo le dijimos a Dewey que nos pidiera ayuda si necesitaba algo, y él dijo que lo haría. Parecía que los acontecimientos de hoy le habían cambiado para bien, enseñándole que estaba bien confiar en los demás.

Cuando llegamos a su casa, me dispuse a luchar contra su horrible padre con toda la fuerza que tenía en mí, pero me encontré con una escena sorprendente.

—Umm… ¿eh?

El padre de Dewey no aparecía por ninguna parte. En su lugar, todos sus hermanos estaban limpiando la casa, ayudados por un grupo de personas que nunca había visto antes. Como Lahna les daba órdenes a diestro y siniestro, probablemente eran sus subordinados.

—¿Señorita Lahna…? ¿Qué está pasando? —preguntó un desconcertado Dewey.

—Oh, Dewey —respondió ella con rostro serio—, me he enterado de que tus padres no encontraban trabajo, así que les he ‘encontrado’ uno. El empleador les proporcionará el alojamiento, y debían empezar de inmediato, así que los envié de camino. Estarán ocupados durante un tiempo, así que si quieres ponerte en contacto con ellos, hazlo a través de mí.

Todo eso sonaba maravilloso… excepto porque era obviamente una mentira. Los padres de Dewey obligaban a sus hijos a trabajar para no tener que hacerlo, así que estaba segura de que Lahna era la culpable de su supuesto cambio de opinión.

Sin embargo, a pesar de notar lo sospechosa que sonaba esa historia, Dewey no parecía en absoluto preocupado; en todo caso, parecía aliviado de saber que sus padres habían sido básicamente secuestrados. Esa reacción te decía todo lo que necesitabas saber sobre lo que pensaba de ellos, y todos sus hermanos también parecían más relajados que antes.

—Y… ¿por qué mis hermanos están limpiando? —preguntó Dewey.

—Para que puedan marcharse —respondió Lahna con indiferencia.

—¿Irse…? ¡¿Se van a ir de la casa?!

—No podemos dejar que se queden aquí solos ahora que tus padres están fuera trabajando, ¿verdad? He oído que uno de tus hermanos es mayor de edad, pero cuidar de tantos niños sería demasiado para él. Voy a hacer que se muden a un apartamento gestionado por el Ministerio, donde se les cuidará hasta cuando sea necesario —explicó como si fuera lo más obvio del mundo.

Aquellos niños habían estado viviendo aquí básicamente solos durante toda su vida, pero Lahna, quien no iba a consentirlo, había dispuesto de inmediato su traslado. Realmente era una superiora capaz.

—Pero no tenemos suficiente dinero para mudarnos… —Ronnie había palidecido de miedo.

—No te preocupes, tus padres lo pagarán con su nuevo trabajo. Y los alojamientos del Ministerio no son tan caros, así que parte del sueldo de Dewey será más que suficiente. Incluso te encontraré un nuevo trabajo de verdad, si quieres —respondió Lahna, dejando al joven sorprendido y casi incapaz de aceptar tanta amabilidad.

Sin embargo, cuando Dewey bajó la cabeza y le dio las gracias a Lahna, su hermano pareció convencido, e hizo lo mismo.

—Déjenlo todo en mis manos —les aseguró Lahna, sonando muy satisfecha de sí misma.

Y así, se decidió que todos los hermanos de Dewey se mudarían a una casa adecuada, y que Ronnie también conseguiría un nuevo trabajo. Eso seguro que también hizo que Dewey se sintiera muy aliviado.

Una vez terminada la discusión, le expliqué a Lahna cómo nos habíamos topado con Sarah y cómo esta había golpeado a Ronnie con un hechizo de Magia Oscura que luego eliminé.

—¡¿Cómo te encontró?! ¿Sigue tu olor o algo así? ¿O es magia? Hmm. Esto es muy interesante…

Lahna tenía un punto: la última vez podría haber sido una coincidencia, pero hoy Sarah claramente me había estado buscando.

¿Huelo… tan fuerte?

—Por la forma en que dices que huyó, probablemente no va a volver tan pronto. Sin embargo, guarda esto. Por seguridad. —Me dio algo que parecía un pequeño huevo con un trozo de cuerda que salía de él.

—Si alguna vez tienes problemas, tira de esa cuerda. El dispositivo hará un fuerte ruido y otro dispositivo que llevo encima me avisará de ello. Utilízalo si Sarah vuelve a acercarse a ti —explicó.

Oh, así que es como las alarmas de llavero que usaban los niños en mi antiguo mundo… Ella debe haber hecho esto con magia.

—Pero, sabes, tengo que preguntarte —continuó—, tienes un familiar, ¿verdad? ¿Por qué no lo usas cuando necesitas ayuda?

—¡Oh, es cierto! ¡Me olvidé de él! Otra vez.

Pochi, mi familiar oscuro, era un chico muy bueno. Siempre acudía al rescate… si me acordaba de llamarle. Por desgracia, eso casi nunca ocurría, ya que tendía a pensar en él como una simple mascota.

—Intentaré acordarme la próxima vez… —le prometí, mientras ella me lanzaba la mirada más abatida de la historia.

—Por favor, hazlo… Aunque espero que no haya tal próxima vez —respondió con un profundo asentimiento.

En realidad, se suponía que debía informar de todo lo sucedido con Sarah al Ministerio, pero Lahna, no queriendo mantenerme ocupada en mi día libre una vez más, se ofreció a hacerlo en su lugar, basándose en lo que le había contado.

—¿Pero no es un día libre para ti también? —pregunté.

—No te preocupes. Es básicamente un pasatiempo para mí —respondió.

Tanto ella como María miraron el brazo de Ronnie y no encontraron nada malo en él. Esta última incluso le curó el resto de las heridas con su Magia de Luz, y Ronnie quedó muy impresionado e igualmente agradecido. Junto con Dewey, ahora iba a ayudar al resto de sus hermanos a prepararse para la mudanza.

María y yo también queríamos ayudar, pero nos dijeron que ya había más que suficiente gente allí —incluidos los que Lahna había llamado—, y que debíamos regresar.

—Aunque todavía es un poco pronto para volver a casa… —Observé, mirando el sol todavía alto en el cielo.

—En ese caso… ¿te gustaría pasar por mi casa? —sugirió María tímidamente.

—¡Por supuesto! Al fin y al cabo hemos venido hasta aquí, ¡y seguro que tú también quieres pasarte! —acepté, y así se decidió nuestra próxima parada.

Las dos, acompañadas por Pochi, a quien Lahna me había dicho que llamara por si acaso, nos dirigimos hacia la casa de María, esta vez caminando por una calle bien pavimentada. El lugar por el que Ronnie y yo habíamos corrido antes era poco más que un sendero a través del bosque, despejado para permitir unas obras de construcción en las cercanías.

El pobre Ronnie tenía que usar ese camino para ir al trabajo todos los días… Al menos ahora Lahna le presentará un trabajo adecuado, y no tendrá que preocuparse tanto por sus otros hermanos. Ha sido una vida dura para él, pero espero que ahora sea feliz.

Mientras pensaba en el futuro de la familia Percy y hablaba con María, seguimos caminando hasta casi llegar a su casa.

—Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que vi a tu madre. Debería haber traído un regalo o algo así.

—No te lo mencioné, pero… dada la hora del día, es poco probable que mi madre esté en casa. Probablemente estará en el trabajo —respondió María, con cara de preocupación.

—¿De verdad? ¿No estará allí?

—Creo que sí. Siento no haberlo mencionado antes.

—Oh, no te preocupes. Eso no es un problema. Pero entonces, ¿por qué quieres ir a tu casa? —Había pensado que la única razón por la que quería visitarla era para ver a su madre.

—Pensé que tal vez… mi padre podría estar allí.

—Tu padre…

De repente me di cuenta de que, en todo el tiempo que nos conocíamos, apenas había oído a María mencionar a su padre.

Si está en casa a estas horas, ¿significa que trabaja de noche? Pero espera, entonces ¿por qué no estaba en casa cuando conocí a la madre de María?

Tenía algunas dudas, pero María empezó a hablar antes de que pudiera expresarlas.

—En realidad, no he hablado con mi padre desde que aparecieron mis poderes mágicos… —confesó.

Me sorprendió mucho. Ella y su madre parecían tener tan buena relación que supuse que lo mismo ocurría con su padre.

—¿No fue eso… hace mucho tiempo?

—Sí. Tenía cinco años en ese momento.

¡Eso es casi toda su vida! ¡¿Ha estado viviendo con este problema durante más de diez años?!

—Como mis padres son plebeyos, el hecho de tener un bebé que podía usar magia los convirtió en objeto de muchas conversaciones desagradables —explicó con tristeza.

Por primera vez, comprendí bien las circunstancias de la infancia de María.

Como noble, tener poderes mágicos era algo normal y bueno. Los que me rodeaban me alababan solo por haber nacido así. Sin embargo, eso no se aplicaba a los plebeyos, que normalmente no tenían magia. Mi hermano Keith, por ejemplo, nació de una escapada entre un noble y una mujer plebeya… y la mayoría de la gente probablemente asumía que ese era el caso de María también.

Cuando visité este pueblo por primera vez, me di cuenta de que todo el mundo sabía dónde estaba la casa de María. Pensé que era un barrio muy unido, pero quizá la verdad no era tan agradable. Tal vez la familia de María era tratada como un objeto de cotilleo, ya que el nacimiento de un bebé mágico en un pueblo tan pequeño era un hecho muy raro.

—Y entonces mi padre dejó de venir a casa… —continuó, bajando la cara con tristeza antes de volver a levantarla rápidamente, esta vez con los ojos llenos de determinación—. Pero al ver lo que pasó con Dewey me decidí. Debo hacer algo al respecto. Le dije a Dewey que tenía que hablar con su familia para entender bien la situación, pero me faltó valor para hacerlo yo misma. Sin embargo, no voy a huir más de la verdad. Quiero intentar hablar con mi padre.

María era una persona especial: no solo podía utilizar la Magia de la Luz, sino que era la protagonista de todo este mundo. Al mismo tiempo, no era más que una niña de la misma edad que yo, con todos sus problemas y miedos. Sin embargo, estaba dispuesta a enfrentarse a sus debilidades y a seguir adelante. Esto es lo que realmente la hacía especial.

—No puedo hacer nada por ti, pero estaré a tu lado —le dije, tomando sus manos entre las mías.

—Gracias —sonrió—. Cuando estás a mi lado, siento que puedo hacer cualquier cosa.

Seguimos caminando, de la mano, hasta su casa.

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