La consorte favorita del Príncipe Demonio – Capítulo 120.1: La verdad es tan cruel (7)

Traducido por Selena

Editado por Meli


—¿Ella? ¡La que murió fue su sirvienta, Cai Hua! Ming Yue tenía una gran fortuna y una gran bendición, ¡¿cómo iba a morir?! —posó su mirada en Wanyan Lie.

Esta mujer está loca. ¿Tendrá la intención de revelar todo lo que sucedió en el pasado? ¡No! ¡No puedo dejar que lo diga!, pensó sobresaltado.

—¿Ming Yue no murió? ¿Dónde está ella? —preguntó la emperatriz viuda y se puso de pie.

—¡¿Por qué tengo que decírtelo?! Si yo soy infeliz, todos ustedes lo serán. Además, ¿cuándo dije que estaba viva? Solo comenté que no murió al dar a luz.  ¿Cómo voy a saber lo que pasó después?

—¿Qué le hiciste a mi Ming Yue? —preguntó la emperatriz viuda, quería saber si esa también había jugado un papel en la batalla de hace quince años en la Montaña Yandang.

—¡Habla! —exigió Wanyan Lie.

Li Qiu Shui no se intimidó, sabía que al momento de revelar la verdad su vida estaría acabada.

—Humph, ¿qué derecho tienes a darme órdenes? —La señaló y luego se dirigió a Wanyan Lie con una sonrisa maliciosa—. ¡Y tú, tú aún menos tienes derecho a ordenarme! ¡¿Qué eres tú?! ¿Crees que tu rostro nauseabundo podría ocultarse durante toda la vida? ¿Quieres que hable? ¿De qué quieres que hable? De cómo conspiré contra Feng Xie, de la relación pasada entre tú y yo o hablar de que te gusta tu propia biológica…

—¡Presuntuosa! —gritó Wanyan Lie.

Con una espada la atravesó desde el abdomen  hasta la espalda, su boca sangró y roció el rostro del emperador. Cuando ella trató de hablar, él profundizó su ataque antes de retirar el arma haciendo que la sangre fluyera de la herida.

—¡Shui’er! —Murong Tai la atrapó—. Shui’er, Shui’er, ¿cómo te sientes?

Al ver la expresión ansiosa de Murong Tai, Li Qiu Shui quiso reírse. La sangre que salía de su boca era como un torrente, incapaz de detenerse. En un momento, manchó el lugar de su pecho.

—No… —Se rio y escupió sangre—. N-No esperaba… Al final… morí… en… tu abrazo…

—Shui’er, no hables. —Sin éxito, presionó la herida—. Te llevaré a un médico. ¡No hables!

—Es… es inútil… —La hemorragia no se detuvo, un escalofrío le recorrió el cuerpo y antes de morir, con una sonrisa dijo—: yo… voy a… ver a tu padre… o… no le gané a tu madre… después de morir… seguiré luchando con ella…

—¡Shui’er! ¡Shui’er! Ah… ¡Shui’er, Shui’er, no me dejes! Te lo ruego, seguiré siendo tu perro fiel, siempre a tus pies ¡Shui’er! Te lo ruego, ¡despierta! ¡No me dejes!

—¡Primer ministro! —Longze Jing Tian se sobresaltó cuando Murong Tai se clavó la espada en el vientre.

—Quieres descansar y volar junto a Feng Xie… no lo permito… incluso en la muerte… te rodearé… —Murong Tai abrazó a Li Qiu Shui.

—Primer ministro… ¿Por qué?

—Príncipe Jing… te lo ruego, entiérranos a mí y a Shui’er juntos… te lo ruego… —le suplicó entre sollozos—. Te lo ruego… hay que enterrarnos juntos…

—¡Primer ministro, no se preocupe, haré que los entierren juntos para siempre!

—Shui… Shui’er… —Le acarició la frente con manos temblorosas, tenía una sonrisa feliz—. Nunca… nos separaremos…

—¡Papá! ¡Papá! —Murong Qing Lian se arrastró histérica hacia él—. ¡Papá, no te vayas! ¡No te vayas! ¡Papá!

La escena de amor trágico hizo que la atmósfera fuera aún más pesada. Sin embargo, Wanyan Lie estaba tranquilo porque su secreto había muerto con Li Qiu Shui.

Era feliz, sus sueños se habían vuelto realidad: tener a una princesa igual a Wanyan Ming Yue. Algo que ninguna consorte había conseguido, incluso su única hija Wanyan Bao Zhu no cubría sus expectativas.

—Qi Qi… —la llamó conteniendo las lágrimas de emoción y con cautela le preguntó a la princesa más noble de Bei Zhou—: Qi Qi, ahora que conoces tu identidad, ¿quieres reconocer tus raíces y ancestros?

Murong Qi Qi miró a Feng Cang con una expresión de color. La verdad era tan cruel. Había sido su amante y ahora era su hermana menor. No podía aceptarlo, pero no tenía forma de no admitirlo. Estaba  triste como una alondra melancólica. Había perdido su vitalidad.

—¡Qing Qing! —Feng Cang la abrazó— ¡Qing Qing, si quieres llorar, entonces llora!

Se acurrucó en sus brazos y sus lágrimas se precipitaron como si no hubiera nadie alrededor.

Longze Jing Tian la quería y estaba feliz de que podría recuperarla, pero verla tan triste, le dolió. Él deseaba desarrugar sus cejas fruncidas, limpiar sus ojos húmedos, calentar su corazón herido y  cuidarla con esmero.

La imagen de Murong Qi Qi cautivó a Wanyan Hong, su belleza era pura y limpia. Pensó que era una mujer hecha para él. Y la conseguiría aunque usara medios sucios, ¡necesitaba no tener escrúpulos!

—¡Qi Qi, no llores! Es el tío el que fue malo. ¡Si estás triste, entonces golpea al tío! Si no quieres, el tío no te obligará, ¿de acuerdo?

—¡Quiero ir a casa! —pidió Murong Qi Qi.

—¡Está bien, está bien, está bien! ¡Vete a casa! ¡Vete a casa! —aceptó y ordenó a los sirvientes preparar el carruaje.

La emperatriz viuda Lan se abstuvo de retenerla, comprendió que lo mejor era dejarla asimilar la noticia antes de hablar con ella.

Feng Cang abrazó a Murong Qi Qi sin escrúpulos hasta que entraron en el carruaje.


Selena
A mí también me da pena esta parte y más todavía porque me los estoy imaginando… ¡¡lloremos juntos!!Pobre de nuestra prota y Feng Cang… ¡No olviden escribir sus comentarios del capítulo!

2 respuestas a “La consorte favorita del Príncipe Demonio – Capítulo 120.1: La verdad es tan cruel (7)”

Responder a Emil Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido