La hija del Emperador – Capítulo 23

Traducido por Dea

Editado por Damian


Al ver la nieve cayendo en la terraza, toqué la ventana de manera tranquila.

Estaba a punto de cumplir un año. Para cuando finalmente conseguí preguntar cuántos años tenía, ya podía hablar. Al parecer, habría un banquete para celebrar mi primer cumpleaños. Bueno, más sonaba como una fiesta.

Era una fiesta para celebrar mi cumpleaños y desearme un buen crecimiento. De acuerdo, supongo que son lo mismo.

—Es un poco lento, su majestad. Acelere un poco —dijo Ferdel sonriendo.

Volviendo mi mirada, vi que él parecía estar tratando de ser juguetón frente a Kaitel otra vez.

Lo volverán a golpear. De todas formas, se está ganando su propio castigo.

Al comienzo, pensé que era estúpido, pero ya me he acostumbrado a ello. Por esa razón se dice que los humanos son animales con adaptabilidad. Ah, es triste que me esté acostumbrando a ver esta escena.

—Ha habido una grave sequía en Icharta. Es probable que no sean capaces de cumplir con la cuota de alimentos esperada —dijo Ferdel.

El rostro de Kaitel se puso un poco tenso. Lo más seguro era que quisiera preparar raciones para proveer al ejército, ¿verdad? Últimamente,  habían habido muchas charlas sobre otra guerra, parecía como si una crisis inminente estuviese acechando. Ante ello, yo solo estaba sentada en silencio.

—Inútil —dijo Kaitel con indiferencia.

Aunque sus palabras eran frías, estaba siendo sincero. Ferdel se encogió de hombros en silencio y no respondió.

Luego de esa única palabra, Kaitel cerró su boca. Los dos se sentaron uno al lado del otro y procesaron una gran cantidad de papeles. Mientras balanceaba mis piernas, miré a los dos hombres.

Desde que retiraron su prohibición de no entrar a la oficina de mi padre durante el periodo de un mes, Ferdel venía todos los días y charlaba. Oh, corrección: trabajaba.

Tenía a su disposición una gran y buena oficina en la residencia del canciller, por qué prefería trabajar aquí era para mí un misterio. Sin embargo, según lo que él decía, era mucho más divertido hacerlo aquí.

—¿Cuándo te irás de aquí? —preguntó Kaitel.

—Cuando hayas terminado con estos papeles —respondió Ferdel con expresión sombría.

Él fue tan grosero que quería intentar golpear su molesta cara sonriente un par de veces. Bueno, en realidad, Dranste era más asqueroso, así que no era tan malo en comparación. Ferdel, quien creó un “milagro” al lograr reducir su luna de miel a un día por secuestrarme, desafortunadamente, sufrió la tragedia de no poder casarse a tiempo. Se suponía que su boda sería en diciembre, pero se postergó a enero debido a un contratiempo.

Sin embargo, estaba un poco asustada de que la boda fuera un día después de mi cumpleaños.

De acuerdo, estoy segura de que no lo hiciste a propósito.

—¿No has visto a Dranste últimamente? —le preguntó Ferdel a Kaitel mientras jugaba con una pluma.

—¿Por qué debería importarme? —respondió mi padre sin mirarlo de vuelta.

—Eres frío, él sigue siendo tu maestro.

Estúpido bastardo, deberías agradecerle por no ignorarte.

Era un poco sorprendente ver a Ferdel y Kaitel como si fuesen amigos por la forma en la que se llevaban.

¿Por qué no se separan?

Deben haber tenido roces cientos de veces, pero incluso si peleaban, volverían a ser amigos. Era impresionante.

Suspiré y miré alrededor. Allí estaba Dranste apoyado contra la ventana y mirando la misma escena cuando de pronto preguntó:

—¿Eh? ¿Qué sucede? ¿Quieres que juegue contigo?

No, solo eres patético.

Dranste soltó una risa ante mi respuesta y con su mano le dio unas palmaditas a mí cabeza.

¡No toques mi cabeza, bastardo!

Mi cabello, que ahora era un poco más largo y me hacía lucir más como una persona, era precioso de muchas maneras. Me di cuenta de que era de un color plateado rojizo muy interesante y hermoso. Lo heredé de mi padre, así que es un poco incómodo.

—Pero si aparezco, no me dejará tocarte —volvió a decir Dranste.

¿Así que es divertido tocarme en secreto?

Lo miré con desdén y Dranste se inclinó sobre mi cuna.

—Sí —respondió él mientras sonreía.

Oh, pervertido.

Negué con la cabeza una vez y volví a mirar por la ventana. La vista de los copos de nieve volando en el cielo me había cansado.

—¿Nunca has visto nevar antes? —preguntó Dranste con bastante interés.

No, sí lo he hecho.

—Entonces, ¿por qué estás viendo los copos de nieve tan interesada? ¿Te gusta la nieve?

Oh, ¿en serio?

Lo miré sin decir una palabra, Dranste sonrió.

Oh, un déjà vu… Sentía como si algo que ya viví me estuviese ocurriendo nuevamente.

Era probable que solo se tratara de mis sentimientos. Solo eso…

Lo ignoraré.

—¿Por qué no respondes?

¡Oh, eso es!

No fue hasta que le di una mirada que Dranste dejó de molestarme. Sonrió y quitó sus manos de mí.

De cualquier forma, él también era un problema.

Con un pequeño gruñido, miré hacia la ventana otra vez.

Cielo nevado. En mi vida anterior había nacido en verano. Sí, tenía veinticinco años de memorias, así que de repente se sentía extraño oír que mi cumpleaños era en invierno.

Nací en invierno.

De alguna manera me recordaba a mi madre, quien fue una princesa real en el norte. Nunca la había visto o conocido, pero aun así una sensación extraña se había apoderado de mí; la de querer verla, o, de hecho, saber qué clase de persona era. Era difícil describir esto como si la extrañara, pero era algo similar.

Cuando volví a la realidad, Dranste se había ido.

Al principio, sus repentinas desapariciones me inquietaban… Pero, en ese momento, solo hizo que me sintiera un poco extraña, como si eso fuese prueba de que me estoy acostumbrando a mi nueva vida.

Mirando otra vez hacia atrás, papá y Ferdel estaban trabajando duro en los papeles. Me levanté, me agarré a la barandilla de mi cuna y me incliné.

—¡Kyter!

No fue un llamado, sino más bien un ejercicio de pronunciación.

Sí, es solo práctica.

Era natural que mi pronunciación fallara porque no tenía muchos dientes. Por ello, intento mover mi lengua de la manera más suave posible para hablar de forma correcta, pero… ¡a la mierda!

Sí, solo quería llamar la atención de mi papá, mierda.

—¡Perde!

Ante mi llamado repentino, Ferdel levantó la cabeza y me miró por el rabillo del ojo.

No quise llamarlo, pero me avergonzaba llamar solo a mi padre. Eso me hizo sentir un ligero pesar.

Kaitel me miró. Estaba tan acostumbrada a su mirada que hasta me sorprendí de mi propia adaptabilidad.

Si uno entra en la guarida de un tigre, puede convertirse en uno si se mantiene alerta.

¿Eh? Espera. No pienso que se deba a eso.

—¡Sí, soy Ferdel! ¡Qué linda! ¡Eres un ángel! ¡Un ángel!

Sí, soy un angelito, pero ¿puedes parar ahora, fanático? Sé que te has convertido en mi esclavo, pero estoy un poco asustada, ¿de acuerdo?

Después de todo lo sucedido, Ferdel continuó actuando de la misma forma que antes.

—No puedo creer que sea tu hija. ¿Dónde conseguiste ese ángel? ¡Dímelo ahora mismo!

Debido a las peleas desfavorables que tenían diez veces al día, Kaitel había pasado a ignorarlo todo el tiempo. Aparte de los pocos momentos molestos en lo que tenía que lidiar con él, dejaba de prestarle atención.

Pobre Ferdel, tu amigo considera que tratar contigo no vale la pena. Por supuesto, a él eso no lo hería.

—¡Papá!

Cuando los ojos de Kaitel  por fin se volvieron a mí con lentitud, le dirigí una gran sonrisa conmovedora a su mirada carmesí.

Mira mi sonrisa de un millón de dólares.

Kaitel me observó una vez y luego volvió a bajar la mirada.

Oh, este padre arrogante, ¡sonreírle una vez a tu hija no te hará daño!

—Entonces, como conclusión, ¿enviamos a Asís?

—¿Eh…?

Cuando mencionaban el nombre de Asís, el tema se trataba de una sola cosa: una maldita guerra.

—Lo lamento por Asís, pero… —dijo Ferdel riendo mientras se rascaba la mejilla.

Por supuesto, era una sonrisa genuina, pero ¿por qué estaban sus ojos sobre mí? ¡Debería estar mirando a mi padre!

—Dijiste que no ibas a ir, así que…

Eso sonó como un reproche. Bueno, quizás me lo tomé muy en serio. De cualquier forma, Kaitel ignoró a Ferdel y siguió ocupado organizando los documentos. Tenía que mirar los informes sobre el comportamiento de los principales aristócratas, así como los que trataban sobre la situación de cada colonia.

Miré a los dos hombres trabajando duro mientras masticaba mi babero.

—¿Por qué no irás? Has estado muy estresado recientemente, ¿no es hora de ponerle fin? —persuadió Ferdel—. ¿Fue un mal juicio por mi parte?

¿Crees que Kaitel es algún tipo de perro loco? Déjalo tranquilo.

Oh, espera. Lo es. Ferdel, perdón.

Ante las palabras de Ferdel, Kaitel tomó una pluma y, aunque sus ojos se mostraban indiferentes, se tornaron fríos en cuanto levantó su cabeza y lo miró.

—Así es, pero aun así no quiero ir.

—¿Por qué? —preguntó Ferdel.

Ante esa pregunta, Kaitel se volvió hacia mí sin decir nada.

¿Eh? ¿Eh? ¿Por qué me miras tan de repente?

Por un momento, Ferdel entrecerró sus ojos y, tras llegar a una conclusión, preguntó:

—¿Por la princesa?

Kaitel volvió a centrarse en los papeles sin decir palabra. Esto me hizo sentir avergonzada.

¿Uh? ¿Qué hice?

—¿De verdad? —inquirió Ferdel sorprendido, con un tono ligeramente elevado.

Él muy pocas veces se sorprendía de verdad, quiero decir, de forma genuina. Debe haber sido una sorpresa muy grande; ni siquiera conseguía mover sus manos. Por supuesto, me di cuenta de que no estaba cuerdo en cuanto lo escuché murmurar:

—No creo que seas Kaitel. Oh, mi Dios. Debes ser un monstruo disfrazado de él. ¿Eres un agente del gobierno anti-Agregiant? O extraterrestre, ¿quizá?

¿Por qué no recuperas tú primero la razón antes de preocuparte por mi padre?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido