La hija del Emperador – Capítulo 24

Traducido por Dea

Editado por Damian


Estaba sacudiendo mi cabeza cuando vi que Kaitel levantaba su mirada y se encontraba con los ojos de Ferdel. Ante ese repentino suceso, este último levantó sus manos al instante en señal de rendición.

—Escuché que… los bebés olvidan a las personas cuando no las ven por mucho tiempo —dijo mi padre.

—¡¿Es por eso que no irás a la guerra?! —exclamó Ferdel.

No me digas que ese siempre fue tu motivo.

La respuesta de Kaitel fue un poco inesperada para mí también.

¿Quién es él? No puede ser mi padre. ¡Él no pertenece al tipo de hombre amable!

—¡¿Tú?! —Ferdel le preguntó.

Ante la pregunta, Kaitel terminó mirándolo. Luego, colocó los papeles que había terminado en la mesa y vino directo hacia mí.

Gracias por acordarte de mí, pero me siento un poco confundida. ¡¿Incluso dejarías de ir al campo de batalla que tanto amas porque tienes miedo de que te olvide?!

—Caray, no puedo creerlo. De verdad has madurado.

Sí, eso es lo que quería decir.

Kaitel, quien me sostuvo entre sus brazos, hizo una mueca.

—¿Tantos deseos tienes de morir? —preguntó Kaitel con una mirada bastante feroz.

Ferdel solo sonrió.

Oh, es su talento.

Un talento para ganar castigos.

—Bien. Solo fírmame esto —indicó Ferdel.

—¿Un permiso para usar el Palacio Verita? —preguntó mientras me sostenía con una mano y firmaba con la otra.

Ferdel lo tomó tan pronto como fue firmado.

—¿Quién necesita usar el palacio por una semana? —preguntó Kaitel de nuevo al tiempo que le entregaba la pluma con la que había firmado, pero Ferdel solo sonrió.

No importaba cuánto reflexione al respecto, sigo pensando que es la primera persona que se ríe de forma tan molesta.

¡Oh, tan irritante!

—Eso es un secreto.

Keitel no se contuvo esta vez. Tomó uno de mis juguetes, que estaba cerca de él, y se lo tiró a Ferdel.

Ugh.

Tuve que ver a mi juguete golpearlo en el hombro y caer al suelo, rompiéndose en pedazos justo frente a mí.

¡Mi juguete! ¡Está roto!

—Pero ¿cómo es que ahora estás actuando como un padre?  —preguntó Ferdel sonriendo.

—Cállate —respondió Kaitel frunciendo el ceño.

Lloré cuando vi a Ferdel, quien era como un corderito herido, inclinando su cabeza luego de aquella respuesta severa.

Oh, mi juguete. ¡¿Por qué tiras los juguetes de tu hija así?! Siendo honesta, tengo miedo de que el crecer bajo tu cuidado arruine mi personalidad. ¿No estás preocupado?

—Pensé que tu boda sería en diciembre. ¿Por qué de repente te casarás en enero?

—¿Qué? ¡Todo es tu culpa, bastardo!

Kaitel me colocó en el suelo.

¿Uhm? ¿Quieres que practique caminar contigo?

Tomó mis manos y me observó mientras me mantenía parada con su ayuda.

Oh, mis piernas aún son débiles.

—Silvia está enojada conmigo y no me habla.

—Entonces, no te cases.

—Ella quería romper el compromiso, así que le rogué por una semana. Luego, me dijo que se casaría conmigo si encontraba para la luna de miel un lugar al cual nadie nunca haya ido.

Prefiero caminar con Selena…

No quería hacerlo, pero ya que papá sí, le seguí el juego.

Oh, papá, la última vez fuiste muy rápido, pero ahora es demasiado lento.

¡¿Acaso piensas que soy una tortuga?!

—Entonces, ¿lo encontraste?

—¡Sí! Es por eso que nos casaremos  —respondió Ferdel riendo alegremente.

¡Esa sucia pareja! ¿No sienten la furia de los dos solteros aquí?

—¡De verdad que amo mucho a Silvia!

Cuando vio a Ferdel caer en el sofá con un cojín en sus brazos, Kaitel alzó mi sonajero y se lo arrojó.

¡En serio! ¡Deja de tirar mis juguetes!

—Hey, ¡¿por qué me golpeaste?!

Esta vez, Ferdel se enojó como si estuviese de verdad herido. Kaitel respondió:

—Simplemente me molestas.

Su respuesta fue mejor de lo que esperaba. Hasta a mí me molestó el comportamiento de Ferdel.

Papá… tú compartes la misma furia que yo. Lo sabía, a pesar de todas las mujeres que tienes a tu disposición, sigues siendo soltero. Papá, no creo que alguna vez te haya amado tanto como ahora.

—¡Pero no tienes que mirarme de forma tan fría!

Oye, apártate.

Era obvio que quería ignorarlo, pero Ferdel seguía acercándose de manera sigilosa.

Hey, fanático, ¿por qué no dejas de amarme ahora? Tu amor es demasiado para mí.

—Parece que nuestra hija sigue siendo tan tierna como siempre. Ven aquí~

—¡Heer!

Quería hablar, así que terminé diciendo algo que sonaba como palabras que recordaba de cuando aprendí inglés. Siempre que eso ocurría, a Ferdel le encantaba tanto que podría casi morirse.

Solo muere. ¿Por qué te gusto tanto?

—¿A quién estás llamando “tu hija”?

Tan pronto como Ferdel se acercó a mí, Kaitel me escondió detrás de él. El acto de cubrirme provocó que Ferdel hiciera un puchero.

—¡A quién le importa! ¡También tendré una hija pronto! —exclamó Ferdel.

Eso es lo que él piensa. Mi padre pensó lo mismo y no permitió que Ferdel me viera. Me escondió entre sus brazos. Aún se comportaba como si le perteneciera.

Papá, soy un bebé. ¡Debes tratarme con mucho cuidado!

—¡Ay, ella es tan linda! ¡Es como un conejo!

»¡Un conejo!

¿Luzco como un conejo gruñón para ti? ¿Quieres saber cómo se siente la patada de un conejo?

¡Papá! ¿Por qué no le dices a Ferdel algo al respecto?

—No, ella es como un perro —refutó Katiel.

¿Estoy viva para él?

¿Acaso piensa que habría sido mejor si hubiese muerto tan pronto como nací? Ahora puedo hablar, e incluso caminar y comer como una persona normal. Entonces, ¡¿por qué él me sigue tratando como un perro!? ¿Se callaría por una vez si lo mordiera como uno? ¡¿Eh?!

—¿Es eso un insulto? —preguntó Ferdel.

—Solo digo.

Ferdel se quedó en silencio; su expresión era sutilmente desagradable.

Lo sé, lo sé. Estoy pensando lo mismo que tú.

¿Qué diablos debería hacer con mi padre? Ah…

—Kaitel.

Por algún motivo, Ferdel lo llamó con seriedad. Cruzó sus brazos con una mirada severa y habló:

—Creo que necesitas aprender a hablar de forma más gentil.

—¿Para qué? No hay ninguna razón para hacerlo.

No, hay muchas, papá. Primero, conversaciones conmigo. Segundo, puedes tener una conversación conmigo. Tercero, necesitas una conversación conmigo. Otra razón también es tener una conversación conmigo y, por último, conversar conmigo. Hay muchas razones, ¿verdad?

—Es un bebé. Los bebés son frágiles y comentarios como ese pueden herirlos.

—Ella no lo entenderá de todas formas.

¡Oh, vamos! Estoy escuchando. ¡Deberías al menos intentar ser más agradable!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido