La Legión del Unicornio – Capítulo 11: El Marino Silencioso

Traducido por Kavaalin

Editado por Nemoné


—Primero, quiero que le eches un vistazo a esto.

El caballero ojeó las páginas por un momento, luego le pasó el registro del Duque Elmond, pero el sireno no quiso recibirlo.

—No puedo leer… ¿Y qué tiene eso que ver?

El elfo recibió el cuaderno, miró donde había señalado el caballero. Era de hace aproximadamente un año, en la primera página.

—23 de diciembre. Recibido: Sirena Real. Proveedor: Tiburón, 30.

A continuación había una línea escrita en un color diferente, el elfo también la leyó.

—El caso del marinero causó una gran conmoción, lo que resultó en un problema inesperado. Debo ser más cuidadoso la próxima vez.

—No entiendo. —dijo el joven sireno sin entusiasmo.

—Suponiendo que con sirena se refiere a ti. Creo que esa persona no era Tiburón, por lo que no te traicionó.

— ¿Qué diferencia haría eso? Si no fue por él, ¿cómo me encontraron? ¿Cómo sabrían ellos que no podría resistirme si esperaban unos días? —La voz del joven se elevó, su rostro mostraba una expresión de profundo dolor—. ¡Solo porque no tuvo el coraje de hacerlo él mismo!

—Esta es una historia de cuando aún era paladín, del invierno hace más de un año.

El caballero comenzó a narrar, como si no hubiera escuchado los cuestionamientos del chico.

—Un cadáver fue encontrado en un pozo abandonado en los barrios bajos. Este tipo de cosas normalmente era tratado por el magistrado local y sus soldados. Pero el pozo abandonado estaba cerca del área de la iglesia, la causa de la muerte también era un poco inusual, era como una especie de extraña ceremonia religiosa. El magistrado pensó que podría ser obra de algún culto satánico. Por lo tanto, la Orden de los Paladines de los barrios bajos, siendo nosotros, asumió la investigación del caso.

Por supuesto, resultó no ser ningún tipo de ritual religioso. Es sólo que el magistrado pertenecía a una familia noble y nunca había visto algo así.

Era tortura, una tortura muy despiadada. La víctima tenía latigazos y heridas de cuchillo por todo su cuerpo, ninguna siendo mortal, solo buscando causar el mayor dolor posible. Uno a uno, le arrancaron las uñas, le rompieron los huesos de los dedos y de los pies, le quitaron los ojos y hasta le cortaron las orejas.

El resultado de la investigación fue que la víctima se había asfixiado con su propia sangre después de morderse la lengua. Esa era una manera muy dolorosa de morir, pero en ese momento ya habría perdido toda su movilidad, así que eso sería la única opción que le habría quedado.

Todos los que participaron en la investigación quedaron impactados y curiosos al mismo tiempo. ¿Qué querrían sus torturadores averiguar de él? Sufrió de tortura durante mucho tiempo, cuando finalmente sintió que no podía soportarlo más, eligió el suicidio. ¿Cuál sería ese secreto que era tan valioso como para que hubiera elegido esa salida?

No se pudo encontrar ninguna identificación en su cuerpo, solo pudimos determinar que había estado en el mar durante un largo período de tiempo. Entonces, entre los paladines, lo llamábamos el Marino Silencioso.

El caso se convirtió en un cuento que se extendió por todo el mercado. A partir de entonces, inspirándose en este, aparecieron muchos relatos y leyendas. Finalmente, esto llegó incluso a oídos de la Reina, quien en ese entonces todavía era una princesa. Tal vez fuera en reconocimiento por tales actos, ella ordenó que continuáramos con la búsqueda del culpable y, especialmente asignó fondos para enterrar al difunto.

Pero, casi sin pistas, la investigación llegó a un callejón sin salida, sin que nadie reconociera a la persona; la investigación terminó en nada. El cadáver fue incinerado y sus cenizas enterradas en el cementerio detrás de la iglesia.

Sólo quedaba una pieza que podía considerarse como evidencia. Los paladines encontraron, en el estómago de la víctima, un pequeño accesorio, una concha con una cadena.

Los ojos del sireno se abrieron conmocionados.

—Era muy extraño, una concha normalmente se derretiría con los ácidos del estómago. Pero esta parecía ser especial, cuando se sacó, todavía estaba en perfecto estado. Al presionar un botón se abría. Dentro, había una palabra tallada.

—Nunca nos dijiste tu nombre. —dijo el caballero—. Pero, ahora sé que ese era uno de los secretos del Marino Silencioso. Shelly… Tal vez sea como dices, que cada humano tiene un precio. Mientras el precio sea lo suficientemente alto, cualquier cosa puede ser comprada. Sin embargo, el precio no es solo oro, como habías pensado. Trabajo, cuerpo, alma, emociones, promesas, los humanos también pueden usarlos a cambio de algo que no sea oro. Para esa persona, tu seguridad era algo por lo que valía la pena dar su vida a cambio. Incluso si no pudo protegerte al final, pero al menos, ya había hecho todo lo que podía.

El sireno miró al caballero sin pronunciar una sola palabra, y luego grandes gotas de agua translúcidas comenzaron a caer de sus ojos. Al estar expuestas al aire, brillaban de un azul fantasmal y se evaporaban rápidamente, creando una fina capa de niebla en la habitación.

—No seas así —El caballero se acercó un poco avergonzado—. No lo dije para que… Oh, no es bueno desperdiciar así cien monedas de oro.

Haciendo caso omiso de la mala broma del caballero, el chico se abalanzó sobre él, enterrando su rostro en su pecho, y comenzó a llorar ruidosamente como si le fuera la vida en ello.

El caballero solo podía poner su mano sobre su cabeza, susurrándole consuelos absurdos.

En el espacio junto a él, una figura translúcida comenzó a aparecer. Un joven vestido de marino, con una suave sonrisa, extendió su mano, sobreponiéndose esta con la del caballero.

Después de un largo rato, el niño levantó la cabeza, preguntando con voz ronca.

— ¿Puedo ir a ver su tumba?

El cementerio detrás de la iglesia de los barrios bajos era pequeño y estaba lleno de tumbas. Las personas enterradas aquí no eran nobles, pero en términos generales, eran de buena situación económica o, eran civiles bastante ricos.

La tumba del Marino Silencioso estaba situada al fondo del lugar, rodeada de coronas de flores secas. Entre las cruces de madera, este humilde monumento de piedra era algo inesperado de ver.

Cuando llegaron, un par de amantes colocaban cuidadosamente una corona de flores encima. Los ojos del sireno brillaron y corrió hacia las personas.

—Disculpen, ¿lo conocen?

Parecía que el que un extraño les hablara había causado que los dos se pusieran nerviosos. La mujer habló primero.

—No, no lo conocemos. Sólo escuchamos que si rezas aquí, recibirás una bendición.

—Parece que cada vez hay más versiones de la leyenda. —Caín sacudió su cabeza.

— ¿Una bendición?

—Estamos a punto de casarnos —Esta vez fue el hombre vestido de marinero el que respondió—. Originalmente, queríamos pedirle al obispo que oficiara la boda. Pero… no puedo pagar la tarifa. Yo soy huérfano, y su padre piensa que no soy adecuado para ser su marido, por lo que no nos dio su bendición. Así que pensé que, al menos…

—Si lo supiera, definitivamente lo haría. —El sireno cerró los ojos, diciendo en voz baja—. Les desearía la felicidad.

—Gracias… Muchas gracias. —El hombre hizo una pequeña reverencia hacia el niño con gratitud.

—Si no les importa, hay otros miembros del clero que podrían hacerlo. —dijo el elfo de repente—. ¿Verdad, señor Paladín?

— ¿Eh? —Caín sacudió la cabeza conmocionado. El elfo solo le guiñó un ojo sonriéndole.

—Ellen, ¿quieres que oficie su boda? —El caballero fue empujado suavemente hacia adelante por el elfo. Este sacudió la cabeza con desesperación mientras susurraba su protesta—. Ni siquiera hablemos del hecho de que ya no soy un paladín, pero incluso si lo siguiera siendo, no tengo el…

Pero no pudo terminar de hablar, porque los amantes ya se habían apresurado a rodearlo emocionados.

— ¡Gracias, señor caballero!

— ¡Las leyendas eran ciertas, deben ser mensajeros de Dios!

Al ver el brillo entusiasta en sus ojos, el caballero no se atrevió a rehusarse. Se quedó inmóvil por un momento y finalmente decidió aceptar su destino.

—Shelly, ambiente. —Tosió, agitando una mano hacia el joven sireno.

De un momento a otro, el pequeño camino del cementerio se convirtió en un piso de mármol alfombrado. El cielo desapareció, al mirar arriba era posible ver una gigantesca cúpula blanca. En el lugar de la lápida ahora había un ventanal gigante que llegaba del piso al techo, una vidriera multicolor formaba una cruz que brillaba con la luz del sol.

Las ropas simples de los amantes desaparecieron, reemplazadas por un esmoquin negro y un vestido de novia blanco. Los dos se miraron sorprendidos, como si sus miradas ya no pudieran separarse.

El caballero pensó por un momento, tomando algo de su bolsillo para colocarlo en las manos de la mujer que, bajo la ilusión del sireno, lucía como un ramo de flores.

— ¿Qué más? Ah, cierto… un anillo. Ellen, ¿todavía tienes ese anillo de bronce, el que usas para tensar la cuerda del arco?

El caballero les preguntó por sus nombres.

—Paul Garcia, ¿aceptas a esta mujer, Molly Clark, como tu esposa? ¿Prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad y, así amarla y respetarla todos los días de tu vida?

—Acepto. —El hombre que había sido un tímido hasta este momento, ahora miraba a la mujer con una mirada segura. Levantando las manos.

—Molly Clark, ¿aceptas a este hombre, Paul García, como tu marido? ¿Prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad y, así amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?

—Acepto. —La mujer sonrió gentilmente, con los ojos llenos de lágrimas, mirando como el hombre colocaba el anillo en su dedo.

—En el nombre de Dios. Los declaro marido y mujer. El novio ya puede besar a la novia.

5 respuestas a “La Legión del Unicornio – Capítulo 11: El Marino Silencioso”

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