La Legión del Unicornio – Capítulo 10: El precio de un humano

Traducido por Kavaalin

Editado por Nemoné


Ella creó tiburones devoradores de hombres, barcos que nos atacaban, enormes tormentas y tsunamis. Ante mis ojos, esa persona también apareció en diferentes formas. Un gancho de pirata, un mástil roto, tentáculos de pulpo gigantes… pero al final nos quedamos en la misma posición, algo sostenía mi mano con fuerza. 

Cada vez que me asustaba, me volteaba a mirarlo. Esa era la debilidad de las ilusiones, siempre que creyeras firmemente que nada era real, entonces el ilusionista no podría causar daño real.

Finalmente, la jefa gastó demasiada magia y tuvo que detenerse a descansar. Ese era el momento y, usé mis poderes. Lo que les mostré, fue el desierto. A diferencia de la playa, esta era una desolación infinita. No había vida, solo un oasis seco, huesos de animales, arena siendo arrastrada por el viento, junto con el sol abrasador, eliminando implacablemente toda humedad.

Eso era algo que había dibujado el marinero. Algo que las sirenas nunca antes habían visto, pero tal vez debido al miedo a la deshidratación, lo cual era parte de nuestros instintos arraigados, se asustaron. Sus rostros y piel comenzaron a secarse y agrietarse, seguido de la caída de sus escamas.

La jefa, mi madre, admitió la derrota. De mala gana hicieron que un sireno fuera el nuevo jefe. Pero sinceramente, en ese momento, si todas nos hubieran atacado juntas, nos habrían matado fácilmente. Pero tal vez solo los humanos harían algo así sin sentir culpa.

Exilié a mi tribu. Hice que deshicieran la ilusión y dejaran la isla, para no volver jamás. Habiendo recuperado la conciencia, los marineros repararon rápidamente su barco, utilizando la comida y el agua que habían dejado las sirenas para reponer sus suministros. A sus ojos yo solo era un niño local y cuando sugerí que quería abordar la nave para convertirme en aprendiz, el capitán aceptó sin sospechar.

Incluso si solo estaba navegando en el mar, sentía que había entrado en un mundo totalmente diferente. 

Todos los días subía por el mástil, mirando las islas lejanas, imaginando las ciudades humanas en ellas. Los marineros me enseñaron todo tipo de técnicas de navegación, desde atar nudos hasta preparar los cañones. Esa persona también me enseñó a dibujar mapas, a usar herramientas humanas y a las estrellas para navegar. Cuando llegamos a la Capital de Oro, casi era un verdadero aprendiz de marinero.

Cuando entramos en la ciudad, supe que me había sobreestimado. Había tantos escenarios maravillosamente deslumbrantes. En comparación con la realidad, mis ilusiones eran descoloridas e insípidas. 

Me quejé con esa persona, ¿por qué en aquel momento no había señalado mis errores? Pero él me dio una palmadita en la cabeza una vez más y respondió:

—Porque creía que un día verías todo esto por ti mismo.

Vivíamos cerca del puerto, abandonando la navegación, simplemente uniéndonos a un pequeño bote en los mares cercanos para pescar. 

Al estar familiarizados con el mar, el barco que abordábamos siempre tenía una cosecha mucho mejor. Él me decía que si trabajáramos durante tres o cinco años, podríamos comprar nuestro propio barco. Luego podríamos explorar todo el reino navegando con la marea e incluso dejar el continente en búsqueda de las moradas legendarias de las criaturas mágicas.

Pero en verdad, estaba satisfecho con solo vivir en la sociedad humana. Cuando no estábamos trabajando, explorábamos alrededor de la ciudad, encontrando un poco de emoción en cada esquina. Me gustaba la comida humana, como el estilo de vida duro pero libre de los plebeyos, o la pretensión de la etiqueta aristocrática. 

Realmente deseaba que esos días duraran para siempre. Hasta que un día, él me dijo que ya no fuera a trabajar.

No entendía en qué estaba pensando, el segundo día no me despertó y cerró la puerta cuando salió. Al tercer día, nos mudamos de la casita del puerto y me llevó a una posada en la ciudad. Esa noche no durmió, solo miraba por la puerta, cuando amaneció, me dijo que iría a buscar algo y que no saliera de la habitación.

Aunque no entendía, hice lo que me dijo. Me quedé en esa habitación por dos o tres días. No podía dormir debido a las pesadillas cuando cerraba los ojos. En mis sueños alguien me torturaba continuamente, no podía ver sus rostros, solo sabía que eran marineros. Él nunca regresó y la comida que me había dejado ya se había acabado.

Unos cuatro días después, la pesadilla se hizo realidad. Un grupo de hombres irrumpió en la habitación. Reconocí a su líder, se parecía a alguien que trabajaba en uno de los barcos. Debido a que mi fuerza estaba en su límite, ni siquiera podía lanzar mis ilusiones, así que me capturaron.

Entonces, conocí al Duque. Él me dijo que me había comprado a esa persona. El punto de intercambio era esa habitación. A partir de ese momento, fui su esclavo. No lo creí al principio, pero el Duque me mostró el contrato. Su nombre y huella dactilar estaban allí.

—Para los humanos, cualquier cosa puede ser vendida. La diferencia es si la oferta es lo suficientemente alta. —Fue lo que me dijo el Duque—. No es que él no te atesorara, es solo que, en comparación, su propia felicidad era más importante.

Finalmente me rendí y lloré durante mucho tiempo. 

El Duque me prometió que si trabajaba para él y ganaba cinco mil monedas de oro, podría irme. La carga de trabajo no era mucha, solo era proporcionar alucinógenos a los nobles una vez al mes. Cualquier situación que ellos quisieran, yo podría satisfacer sus fantasías al cien por ciento. Siempre que fuera posible utilizar fluidos corporales de una sirena, la mayoría de las veces, usaba mi saliva. —El chico se rió ligeramente—. Escupía en sus rostros y observaba cómo se revolcaban intoxicados en la alfombra.

En ese momento pensé, que tal vez era cierto. 

En el burdel del Duque, unas pocas monedas podían comprar una noche de salvaje olvido; cien monedas de oro podían permitirte hacer lo que imaginaras; si tenías cien mil, incluso la Reina se arrodillaría en el suelo para besar sus zapatos. Los humanos podían vender cualquier cosa, ya fuera trabajo, cuerpo, alma, emociones o promesas. La única diferencia es si la oferta era lo suficientemente alta.

El caballero sacudió la cabeza, queriendo negar algo. El joven solo levantó su rostro, sonriendo levemente.

—Caín, eres una buena persona, eso significa que comprarte requiere mucho, mucho oro. Pero al final, todavía tienes un precio. Si la oferta fuera lo suficientemente alta, me matarías, matarías a Ellen, incluso matarías a tu familia. Así que, lo siento, pero todavía no puedo confiar en ti.

—Así que preferirías creer en un vampiro lleno de mentiras, que confiar en que esa persona no te traicionó, ¿verdad? —dijo finalmente el caballero, su voz parecía estar reprimiendo su ira—. Realmente, ese es un prejuicio incurable. Si es así, entonces también tengo una historia que contarte.

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