La Villana Revierte el Reloj de Arena – Capítulo 98: Mentira por mentira (6)

Traducido por Maru

Editado por Sharon


—Mielle, puedes quedarte en la mansión y persuadir a padre. Estoy seguro de que pronto te perdonará si muestras remordimiento. Será mejor que lo veas tan pronto como llegues a la mansión —le susurró Caín en voz baja.

Para los nobles, el arresto domiciliario no era una mala decisión. En cualquier caso, la detención sólo les impedía salir, por lo que dentro de la mansión eran libres. Podría invitar personas a tomar el té sin problemas.

Además, ¿no disminuyó la sentencia de veinte a cinco años? Estaba claro que si solicitaba la libertad bajo fianza de manera constante, ella sería puesta en libertad antes de cumplir su condena. Antes de eso, el conde podría perdonarla. Ante las palabras de Caín, Mielle asintió de manera tranquilizadora.

—Entiendo. Por cierto, ¿la señorita Isis me envió una respuesta? ¿Qué dijo ella?

—Eso es…

Cuando Caín dudó en responder, Mielle se dio cuenta de que Isis la había rechazado.

Frey agregó una excepción, dejándola atrapada en la conmoción que siguió.

—Sin embargo, dado que tiene que quedarse en la mansión con dos víctimas, la detención se limita a la habitación utilizada por la señorita Mielle hasta ahora.

—¿Qué… quieres decir?

—Significa que no puede salir de su habitación. Además, se ha realizado una solicitud de la familia imperial: todavía no le han preguntado sobre el alucinógeno, por lo que necesita cuidados especiales.

¿Qué es esto? ¡Esa es una sentencia locamente injusta! ¿Se supone que me interroguen sobre el alucinógeno que no tomé con todos los sirvientes e invitados de la mansión mirando? ¿Debería quedarme atrapada en la habitación y escuchar a esa mujer malvada reír? ¿Tengo que ver a los guardias y a los investigadores entrar y salir de la habitación y a los sirvientes mirarme de reojo?

Mielle cayó al suelo debido a la sentencia sin precedentes, mareada. Inconscientemente, sus lágrimas empaparon el suelo. Preferiría morir antes que sufrir tanta vergüenza y humillación. A pesar de que había hecho todo por sí misma, sentía la injusticia porque la causa era Aria.

¡Nunca la dejaré ir…!

Tan pronto como cayó la sentencia, Mielle pronto pudo salir. Afuera encontraron un carruaje viejo, rodeado por seis guardias, cuyo destino era la mansión del conde Roscent. Los peatones hablaban, imaginando la figura en el interior.

—Ella dijo que iba a apelar, pero debe haber sido decidido el arresto domiciliario.

—Dios mío. ¿Cómo pueden una víctima y un delincuente permanecer en un mismo lugar?

—Mi conocida trabajaba en el tribunal y dijo que la detendrían en su habitación y no en el típico arresto domiciliario.

—¿En su habitación? Ese también es un castigo terrible.

—Escuché que hay un cargo por alucinógenos y lo van a investigar en la mansión. Por eso la encerrarán en su habitación.

—Oh, Dios mío… Eso es lo peor. No puedo creer que esa elegante dama hiciera tal cosa… Siento que me han engañado.

—Los rumores de una santa y una mujer malvada eran lo contrario… Ha habido rumores de que ha sido un poco extraño, pero este caso definitivamente resultó ser cierto. La malvada mujer era la señorita Mielle, que puso todos sus pecados a la benevolente Aria. Es una historia común en las novelas, ¿no?

El carro era viejo y Mielle podía oír todos sus chismes. Sus puños temblaron porque quería romper sus bocas. Sus uñas ligeramente crecidas se clavaron en las palmas de sus manos y desgarraron su carne.

¡Cómo te atreves…!

Sin embargo, después de llegar a la mansión, la condición de Mielle no mejoró.

—¡Por favor, déjame ver a mi padre! —lloró. Quería pedirle perdón porque esta era su única oportunidad. Sin embargo, solo escuchó la fría respuesta de la condesa.

—Desafortunadamente, no quiere verte.

—¿Qué? ¡Quiero escuchar eso directamente de mi padre!

Aria apareció de repente y se encogió ante Mielle, que estaba a punto de correr hacia la condesa.

—Oh, Dios mío, tengo miedo. Mamá, mantente alejada.

—¡Tú… tú! ¡Cómo te atreves!

Mientras Mielle gritaba ante Aria, quien la miraba como si fuera un insecto, los guardias, que habían llegado a la mansión con el carruaje, se apresuraron a cerrar la boca de Mielle y la controlarla.

—El alucinógeno da mucho miedo. Ha hecho que una persona cambie tanto… Tienen que empezar a investigarla y tratarla lo antes posible. ¿No es así, hermano?

De todas las ocasiones, Aria se paró al lado de Caín. Este, que quería salvar a Mielle, cerró la boca y miró la situación con los brazos cruzados. Parecía bastante avergonzado porque Aria rara vez se aferraba a él.

—¿Cómo puede suceder esto? —Era probable que la sangre brotara de sus ojos llenos de dolor e ira. Mielle quedó atrapada en su habitación luego de que la llevaran a rastras, y tuvo que recibir la mirada fría de los criados y doncellas.

—Es mejor que no piense algo inútil, señorita, porque la investigación está a punto de comenzar.

Con la voz fría de un guardia, se escuchó un sonido de cadenas fuera de la puerta cerrada. Al no ver ningún sonido de pasos distantes, entendió que los guardias estaban vigilando la habitación desde afuera.

¡¿Por qué, por qué?! ¡Todo esto fue para devolver a la niña fea a su lugar original! Además, solo quería apresurar su castigo original un poco, ¿por qué todo es de esta manera?

Ella perdió todo y fue estigmatizada y quedó atrapada en su habitación. Isis y Caín, que había creído que la ayudarían, actuaron como si no la conocieran.

Atrapada en una habitación limpia, como si todas las mercancías peligrosas hubieran sido guardadas, gritó un rato y se enjugó las lágrimas. Porque no había lugar para aliviar su amargura.

Después de exprimir las lágrimas todo el día hasta quedarse ronca, Mielle abrió de repente su propio espacio secreto teniendo una idea. Como Aria, también tenía un espacio secreto en su habitación.

Allí, Mielle, que sacó una caja, se secó las lágrimas de los ojos. El contenido de esta caja era lo único que podía salvarla.

♦ ♦ ♦

—Señorita Isis. Ha llegado la carta.

—¿De verdad? ¿Quién la envió?

—Eso es…

El mayordomo se quedó sin habla ante la pregunta de Isis. Ella también suspiró cuando notó quién era el incómodo oponente.

¿Por qué sigue molestándome cuando ya la tiré?

Además, los rumores sobre Mielle eran terribles, si se involucraba con ella por nada, habría rumores inútiles incluso para ella misma. No quedaba mucho tiempo antes de que se fuera al Reino de Croa, por lo que estaba fingiendo no conocerla tanto como podía, pero su cabeza dolía porque Mielle le enviaba correspondencia todos los días.

—Si sigue enviando estas cartas, ¿por qué no le envías una respuesta?

Tras el cuidadoso consejo del mayordomo, Isis dejó el documento que estaba revisando. Pensaba que sería mejor negarse de un solo golpe que continuar con esta conexión problemática.

—Léelo aproximadamente y dame un resumen.

—De acuerdo.

Mientras él cumplía su orden, Isis volvió a tomar un documento en sus manos; el cual había sido enviado desde el Reino de Croa, por lo que debía examinarse con cuidado. Tenía que hacer un último ataque al príncipe heredero, que la había dejado a ella, al duque y al Partido Aristocrático en estas condiciones.

Después de que Isis volvió a apretar sus sienes, volvió a coger el documento y empezó a concentrarse. Lo examinó detenidamente para que no hubiera omisiones ni errores. No importaba que tuvieran el mismo propósito de atacar el imperio, su oponente era el rey de un país.

Sin embargo, el rostro del mayordomo, que abrió la carta junto a Isis y repasó el contenido, comenzó a palidecer.

—Señorita… Señorita Isis. ¡Creo que debería ver la carta por sí misma…!

Isis frunció el ceño y preguntó por qué, el hombre que siempre era digno y tenía la apariencia digna de un mayordomo de la familia del duque, tartamudeaba.

—¿Qué está pasando? ¿Qué dice?

—Eso es…

A pesar de la insistencia de Isis, el mayordomo no pudo dar una respuesta rápida. Finalmente, Isis no pudo superar su frustración, tomó la carta y comenzó a leer lo que había sorprendido tanto al mayordomo.

«Señorita Isis. Entiendo que me vas a abandonar. Admito que cometí un gran error, pero no olvides que no fue solo mi trabajo, y he intercambiado cartas con usted. En ellas, hay una historia sobre esa mujer y su alteza el príncipe heredero. También está escrito lo que hará la señorita Isis en el futuro. Si ignora esta carta de nuevo… Tendrás que estar preparada para lo que diré.»

—Ja…

¡Qué malvada! Isis arrugó la carta en sus manos y la tiró al suelo. ¿Se atreve a amenazarme? 

Quería ir inmediatamente a la mansión del conde Roscent y retorcer su cuello, pero apenas aguantó su deseo y vació el té caliente con manos temblorosas.

El mayordomo había adivinado lo que pensaba porque había leído la carta de antemano y se apresuró a preparar el agua fría. Isis, que vació el agua de un solo trago, se echó a reír como si se hubiera sentido avergonzada.

—¿Cómo voy a matarla? ¿Eh?

—Señorita Isis… 

El problema era que había escrito todo en las cartas sin dudarlo porque había pensado que nunca la traicionaría. Nunca habría hecho algo así si hubiera sabido que Mielle era tan estúpida. Tal vez era porque había pensado que Aria era un blanco fácil por lo que no pudo deshacerse de la evidencia por completo.

Isis, que recordaba claramente lo que quedaba en las cartas, cerró los ojos y se hundió profundamente en el sofá. Era demasiado arriesgado pasar, por lo que tenía que preocuparse.

—No, ¿de qué sirve agonizar?

Había sabido desde el principio que no podía deshacerse de ella. No, lo había hecho porque no sabía que iba a afrontar semejante tragedia con esa perra vulgar y el príncipe heredero, el espantapájaros.

Las cartas no tenían sus instrucciones directas, pero contenían bastantes metáforas, que eran suficientes para que el príncipe heredero la atacara. Si Mielle, quien estaba siendo investigada como pecadora, lo revelaba, terminaría involucrada.

—No puedo evitarlo. En primer lugar, tengo que escuchar lo que quiere.

Como ya no podía debilitar su poder, Isis exhaló un profundo suspiro, enderezó su postura y le dijo al mayordomo:

—Papel y bolígrafo.

—Sí.

Isis entregó la carta escrita, en la que preguntaba qué quería Mielle, al mayordomo, y se tapó la cabeza, pensando en cómo acabar con la malvada rata.

♦ ♦ ♦

«No te arrojaría a la basura, señorita Mielle. Estoy un poco ocupada con los preparativos para el viaje a Croa. Me comunicaré contigo pronto.»

Mielle se sonrojó ante la esperanza que había obtenido después de varias cartas. Era una tontería por su parte escuchar tales amenazas. Le habían pedido que incinerara las cartas que habían intercambiado incluso antes de que las cosas salieran mal, pero las reunió por si acaso y finalmente logró lo que quería.

Si las guardo allí, nadie las encontrará jamás.

Se lo había confiado a Caín por si acaso. También había pedido castigar a Isis con ellas si se equivocaba. Era perturbador dejarlo en sus manos, quien estaba poseído por la hija de una prostituta, pero desafortunadamente, no tenía a nadie más a quien acudir.

Quería pedir ayuda a su padre, pero el conde no parecía tener la menor intención de ayudarla. Escuchó que era difícil moverse para él, pero no importaba lo duro que fuera, nunca la llamó. Y lloró de pena, pero más bien sintió injusticia y rabia.

Mi padre me abandonó primero. Si hubiera sabido que esto sucedería, lo habría empujado más alto.

Ante tan terrible idea, Mielle apretó los dientes.

Ahora, la única persona en la que podía confiar era Caín. No importaba cuán poseído estuviera por la hija de una prostituta, no abandonaría a su propia hermana. Así que esperó a que Isis la contactara sin cesar, y de repente hubo un alboroto afuera.

Cuando miró hacia afuera a través de las ventanas que estaban bien cerradas, pudo ver un carruaje colorido. Era un carruaje con un sello que Mielle conocía, aunque estaba un poco lejos.

—¡No me digas…!

Quien se bajó no era otro que el príncipe heredero. Podía ver a Aria, que siempre había estado ocupada, saludándolo con alegría. Junto a ella estaba la condesa.

No sabía en detalle cómo agrreglaron las barras de hierro dentro y fuera de las ventanas para evitar su escape. Todo lo que pudo hacer era observar la alegría de su reencuentro desde su habitación durante mucho tiempo. Era perturbador.

Vio a dos caballeros completamente armados detrás del príncipe heredero. También estaba con él un aristócrata decentemente vestido. Si su propósito fuera simplemente ver a Aria, sus seguidores no lo habrían acompañado. Estaba claro que había otro propósito.

Ante esta duda, entrecerró los ojos. Asher, que había terminado su reunión con Aria, levantó la cabeza y se volvió hacia su habitación. Como tenía la culpa del pecado, sintió que su corazón se hundía con fuerza. Sólo entonces Mielle se dio cuenta que había venido a verla.

—Si no tienes un horario hoy, ¿por qué no sales conmigo?

—No es que tenga un horario. Iba a ir a la academia cuando regresara el señor Asher. Sarah dijo que tiene una clase hoy.

—Visité en el día equivocado. Ojalá lo hubiera comprobado con anticipación.

Un momento después, las voces de Aria y Asher desde fuera de la puerta pusieron nervioso a todo el cuerpo de Mielle. Se había centrado en Isis durante un tiempo y se había olvidado de la investigación del alucinógeno, pero no podía creer que el príncipe heredero la visitara él mismo.

—Pero, ¿puedes dedicarme un poco de tiempo? Si no tienes tiempo, te acompaño a la academia.

—Todos se sorprenderán si lo haces.

—Espero. De esa manera, habrá menos personas que puedan acercarse a ti. Siempre estoy preocupado.

—Siempre estoy pensando en ti, pero el señor Asher se preocupa demasiado.

—No puedo evitarlo. ¿No sientes las miradas a tu alrededor? Si pudiera, te seguiría y todos esos ojos…

Como para advertirle, la voz de Asher era sombría. Aria, sonriendo un poco, cortó sus palabras con una voz suave como para aplacar al niño.

—Ya veo. Hablemos después de que terminemos nuestro trabajo. Tengo que prepararme. No sería mala idea salir con el carruaje del señor Asher.

Al final de la conversación, Mielle retrocedió hasta la pared más alejada de la puerta, sorprendida. Efectivamente, se escuchó el sonido de las cadenas de hierro, que habían sido atadas con firmeza, aflojándose. Pudo escuchar el sonido durante mucho tiempo.

Un momento después, aparecieron el príncipe heredero y dos caballeros, a quienes había visto a través de las ventanas, y un noble, a quien no conocía. Junto a él estaba Aria, acompañada de una criada. Asher era un hombre de rostro frío, completamente diferente del que recordaba. La señaló y le dio una orden a los caballeros. Parecía como si estuviera mirando un equipaje problemático.

—Sacadla.

Tan pronto como cayó la orden, los dos entraron directamente en la habitación y agarraron a Mielle por los brazos. Parecían estar realmente tratando de sacarla.

—¿A dónde… a dónde voy? —preguntó Mielle, avergonzada, pero a nadie le importo. La forzaron a salir apretando sus brazos con fuerza más allá de lo necesario—. ¡Bueno, simplemente saldré por mi cuenta…!

—No puede haber tal opción para un criminal.

Las lágrimas brotaron de sus ojos ante las palabras del noble, que la seguía con una mueca de desprecio. No sabía a dónde la arrastraban, pero a este ritmo, estaba claro que la usarían como entretenimiento para los de abajo.

—Pensé que habrías perdido mucho peso, pero estás bien. Estoy segura de que todavía no has tenido muchos problemas.

Su ira estalló ante la voz de Aria llegándole al oído. Era similar a lo que había hecho Mielle antes de que Aria fuera asesinada por ser una mujer malvada.

—¡Todo es por ti! ¡Si no fuera por ti! ¡Si no fuera por ti!

De repente, Mielle hizo una escena y Aria se encogió de miedo, fingiendo incomprensión. Era una expresión y gesto claros de una víctima.

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