Sin madurar – Capítulo 2: El niño maldito (2)

Traducido por Den

Editado por Nemoné


—Soy una doncella… ¿Creo?

—…

Le di una respuesta algo vaga. Recuerdo haber escuchado a Anna refiriéndose a mí como “Ibellina”. Sin embargo, ese nombre nunca apareció en la novela.

Espera un minuto. ¿Entonces, solo soy un personaje secundario que ni siquiera tiene un nombre? ¿Estoy poseyendo a esa clase de doncella?

—Suéltame.

Aquí vamos de nuevo… 

—Joven maestro, incluso un perro que pasa por aquí podría decir que no puede ver bien, entonces, ¿por qué dice cosas como esa? Le ayudaré hasta el baño así que no se preocupe por eso. Por favor, apóyese en mí.

— ¡Te dije que me soltaras! —Leandro siguió gritando y luchando en mis brazos.

Incluso Buddha tiene un límite de paciencia. A este ritmo, incluso ellos estarían más irritados por tal comportamiento. ¿Podría ser que este tipo de conducta lo condujo a convertirse en un villano que al final lideraría una rebelión?

Coloqué mi mano en el regazo de Leandro y lo sostuve en mis brazos. Es fácil sujetarlo por su figura pequeña pero demacrada. Es tan delgado y seco como un árbol marchito.

— ¡Tú…! ¡¿No sabes que hay un límite para ser grosero?

—Joven maestro, por favor no proteste tanto. Se mareará. El baño no está tan lejos, pero si sigue apoyándose en la pared y tambaleándose de esa forma, ¿cuándo llegará hasta allí?

— ¡Bájame! ¡Bájame, maldita sea!

Si Leandro se sintió humillado o no, es bastante evidente que está enfadado.

Mientras me gritaba, hizo su mejor esfuerzo por mantener sus piernas y manos expuestas lejos de mí.

—Escuché que la maldición que tiene el joven maestro puede transmitirse simplemente al entrar en contacto con su piel —fue lo que sus sirvientes habían susurrado sobre él.

Pero, en realidad no es una maldición contagiosa… Ya que tengo una idea del trasfondo de la historia, solté un suspiró.

En el anexo donde reside Leandro no había mucha gente. Como mucho, solo había un puñado de doncellas a cargo de la limpieza. Todos se quedaban en el edificio principal la mayor parte del tiempo. Tal vez por eso los pasillos hacia el baño también estaban desiertos. No hay rastros de ningún habitante.

Leandro se apoyó en mí. Si se dio por vencido o no, se mantuvo en silencio y volvió la cabeza.

Realmente eres un tipo quisquilloso, ¿no es así…? 

—Solo vete ahora…

Esas fueron las primeras palabras que salieron de la boca de Leandro, tan pronto como llegamos al baño, y justo cuando estaba a punto de bajarlo. Como no quería acabar rompiendo nada de nuevo, el toque de su mano temblorosa fue mucho más ligero y cuidadoso esta vez.

Pero entonces…

— ¡Ugh!

Leandro, quien dio un paso hacia delante sin ver la bañera frente a él, cayó con un grito. Se había golpeado los dedos de los pies con la bañera hecha de mármol firme. Él es como un maestro noble que no podía hacer nada por sí mismo, pero también me ha estado alejando deliberadamente. Ahora, parece que realmente necesita mi ayuda.

Si lo dejo solo, probablemente se chocará con algo y se volverá a caer.

¿Realmente necesitas lastimar aún más tu cuerpo con cicatrices? 

Solté un suspiro y me arremangué.

—No me toques.

—No, te tocaré. Por como luce, no creo que puedas terminar de bañarte hasta el final del día.

—Cuida esa forma grosera en la que hablas.

—Jeje…

—No es un cumplido.

Mientras me reía, Leandro levantó la mirada como para advertirme. Luego, preguntó vacilante:

— ¿Tú… simpatizas conmigo? ¿Por eso estás haciendo esto?

—Por supuesto. Me siento mal por el maestro.

Mi respuesta inmediata hizo que Leandro cerrara la boca. Desconcertado, me dirigió una mirada ausente. Pero, aún así, sus expresiones no son fáciles de leer debido a las marcas grabadas en su piel, como resultado, solo podía ver con claridad la mitad de su rostro.

Siguió mirándome fijamente por un poco más.

Mientras tanto, coloqué mi mano en el agua de la bañera para comprobar si la temperatura del agua era adecuada o no. Luego, hábilmente tiré de la parte superior de su pijama. Sin dudarlo, lo volví a levantar. Si se dio por vencido o no, finalmente inclinó la cabeza hacia atrás y estiró los brazos.

Cuando desabroché el alfiler que cubría su cuello, fruncí el ceño al ver el frente de su pecho desnudo.

No es de extrañar que sea tan ligero como una pluma, su cuerpo es demasiado delgado. Las huellas de la maldición, que comenzaban desde el lado izquierdo de su rostro, ya bajaban hasta su hombro. Había partes de las marcas que parecían incrustadas en la piel, y partes que parecían haber perforado y probado parte de él.

Pude ver por qué siempre estaba sufriendo.

Que un niño tan pequeño pase por esto… 

Cuando aflojé el último botón, Leandro me empujó desde atrás. Se quitó la parte superior y se quitó los pantalones él mismo. Solo en ropa interior, me tendió la palma de su mano.

— ¿Eh? —pregunté.

—Toalla.

—Ah… ¿Dónde está?

—No importa… Dejemos de hablar.

Esta vez, entró en la bañera con más cuidado para no golpearse los dedos de los pies. Aunque, aún estaba en ropa interior.

— ¿No tienes frío?

—Qué charla más inútil.

¿Por qué no me dejas hablar…?

La rudeza del joven maestro nunca deja de sorprenderme. Por otra parte, el agua fría sería mejor para su cuerpo, que tenía fiebre durante todo el día.

Observé vagamente al pequeño Leandro. Sus ojos borrosos parecieron temblar cuando se agachó en la gran bañera. Tenía un cuerpo frágil y pálido sin inmunidad a una maldición que le impide alimentarse o subir de peso. Su húmedo cabello negro azabache se movía de un lado a otro en el agua como las nubes tranquilas en el cielo nocturno.

En la primavera de su decimoséptimo año, cuando Elenora liberó su maldición, las letras en su cuerpo desaparecieron y el chico demacrado cuyo crecimiento se había detenido debido a la maldición, experimentó un repentino crecimiento.

Cuando la maldición que había provocado su aspecto grotesco desapareció, su piel que originalmente había sido tosca y áspera, relució y emitió un brillo blanco similar al de la porcelana. Su cuerpo esqueletudo, el cual lo hacía parecer que se desplomaría fácilmente si lo tocabas, se engrasó. Su altura, originalmente baja, creció por encima del promedio. Y sus ojos, una vez borrosos y oscuros, brillaron como preciosos zafiros.

Se podría decir que era un hombre tan hermoso que su belleza podía dejar una marca en la historia.

— ¿Maestro, dónde están los jabones corporales?

—Debajo del lavabo…

— ¿Dónde? Oh, lo encontré. ¿Qué hay de las toallas?

—Si tienes ojos, mira. Están en el siguiente compartimento.

—Ah, sí. Por cierto maestro, ¿sabías que se habría especulado que alguien como tú tenía un trastorno de personalidad?

—Tu insolencia podría atravesar los cielos… —Irritado, Leandro se mojó la cara con agua fría.

Ahora que lo miro, el lado izquierdo de su cara y su hombro izquierdo con cicatrices, eran menos horribles de lo que había imaginado la primera vez que leí la novela. No es hasta el punto en que lo llamaría un monstruo.

Lo que sé con certeza es que heriría sus sentimientos… 

Elenora fue la primera en llamar a Leandro un monstruo. Aunque, solo tenía ocho años en ese momento, así que pude entender por qué su apariencia parecería aterradora para una niña pequeña como esa.

Me pregunto… ¿el futuro de Leandro habría sido diferente si Elenora no hubiera retrocedido de una manera tan aterrorizada? Si no fuera por su apariencia con cicatrices que le provocaba tanto dolor y temor, ¿no habría cerrado su corazón con tanta fuerza? Nunca lo sabré realmente. 

En ese momento, me sentí deprimida al recordar el final de la novela donde Leandro fue abandonado por Elenora y terminó iniciando una rebelión. La vida de este pequeño niño bruto que se agacha cerca de mí será demasiado trágica. Por lo menos, aunque solo poseo este cuerpo, seré buena contigo.

Con una mano, mojé una toalla en agua de hierbas medicinales y froté un poco de jabón.

Las orejas de Leandro se alzaron como un conejo que tenía curiosidad sobre lo que iba a hacer. Es la primera vez que veo las orejas de una persona moverse así.

Después de un rato de susurrar, me acerqué a él. Sintiendo movimiento cerca de él, el cuerpo de Leandro se puso rígido.

Gritó con sus nublados ojos grises bien abiertos.

— ¡No me toques!

—No te estoy tocando, ¿te estoy limpiando?

— ¡Aléjate! ¡Vete! Si me tocas, ¡también serás infectada!

— ¡Ah, en serio!

Agarré los brazos de Leandro, los cuales no eran nada más que huesos y piel. Los brazos que habían estado tratando de mantenerme alejada de él y retorciéndose, se detuvieron por un momento.

Perplejo, su mandíbula se abrió, pero ninguna palabra salió de sus labios. No parecía saber qué decir.

Y entonces, le dije:

—Esto de “infectarse” por la maldición es una tontería… ¡Es un montón de basura y lo sabes! ¿Cómo puedes creer siquiera esa locura? ¡Así no es como funciona y también fue confirmado por los médicos y los magos!

¿Realmente creció de esta forma? 

Maldito a la edad de 3 años, su vida se debatió entre la vida y la muerte. Como resultado de la relación distante e inestable de sus padres, no tenía a nadie a su lado dándole amor.

¿Durante cuántos años pasó esto? ¿Por cuántos años…? 

Desde el principio, fue como si el mundo se hubiera dado por vencido y él se hubiera separado de todo lo demás. La soledad que el niño tuvo que soportar se hundió en mi corazón. Mis emociones se volvieron intensas y las lágrimas se formaron en mis ojos.

— ¿Cómo sabes eso…? —preguntó.

—Solo lo sé…

Los ojos de Leandro, que habían estado ligeramente cerrados, se abrieron lentamente.

Evité su mirada sombría, la cual sabía que tenía poca visión. Me acerqué a él todo lo que pude sin alarmarlo. Me sentí como si hubiera atravesado el muro que había construido a su alrededor. Como un intruso, entré.

Leandro había estado en silencio por un rato. Pero él ya no intentó luchar para apartar el brazo que yo sostenía, que era abrasador.

¿Es esta su temperatura habitual? Estoy asombrada. ¿Cómo puede soportar tanto tiempo sin volverse loco por el calor? Escuché que es posible perder la cabeza por una fiebre alta. 

Leandro dudó y sus labios secos se encogieron un poco. No pude esperar más por él, así que primero me acerqué un poco más. Sus ojos se abrieron de repente otra vez.

— ¿Puedes ver mucho? —pregunté.

—Vagamente…

Leandro debe haber tenido poco contacto con la gente hasta ahora. Todavía parece vacilar mucho, pero me di cuenta de que está tratando de mostrar su coraje por primera vez. Las cosas nuevas siempre son difíciles y aterradoras de enfrentar. He decidido ser paciente en este mismo momento, ya que puedo entender por lo que está pasando.

¿Cuánto tiempo ha pasado?

El sonido de las salpicaduras de agua destacó en el silencio quieto y apacible entre los dos. Leandro levantó su brazo y se estiró indefenso. Luego, muy lenta y cuidadosamente, al mismo tiempo de manera vacilante, se acercó a mí.

— ¿Está bien si te toco?

— Por supuesto —respondí de inmediato sin dudarlo.

Una tortuga podría ser más rápida que él. Quería alcanzar su pálida mano blanca, pero lo esperé pacientemente, obligándome a mantener mi posición.

—Podrías infectarte…

— ¿Otra vez con esa charla?

Finalmente, los dedos débiles y largos, que había estado esperando, suavemente me hicieron cosquillas en las mejillas. Sus manos febriles temblaban mientras agarraba mis mejillas. A pesar de que es solo un mero contacto físico, pareció necesitar mucho coraje para realizar la simple acción.[1]

Y ahora, después de mucho tiempo, finalmente puede dar un paso adelante.


[1] En inglés utilizaron la palabra “skinship”, que se usa también en Corea y en Japón, y hace referencia al contacto físico íntimo entre amigos, novios o alguien importante para ustedes.

Den
Es muy lindo Leandro, aunque me sigue dando mucha pena Q^Q

Traducción al inglés: Solace Translations 

2 respuestas a “Sin madurar – Capítulo 2: El niño maldito (2)”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido