Sin madurar – Capítulo 23: Creciendo (7)

Traducido por Den

Editado por Lucy


Al día siguiente, fui a la lavandería y me encontré a Federica. Ya había ido a la cocina y tenía una cesta trenzada de madera llena de aperitivos para los caballeros.

—Aún no he terminado el bordado, pero esta es mi oportunidad para ver al caballero. Así que ¡hasta luego! —exclamó con voz cantarina y abandonó la lavandería. Las compañeras doncellas que se quedaron cosiendo se encogieron de hombros como si fuera comprensible.

Cogí una de las cestas de aperitivos que había en el suelo cerca de mí, y la seguí. Me preguntaba si debería contarle que su crush en realidad era una mujer.

«Hm, quizá no debería contárselo. Puede que se dé cuenta muy pronto».

—¿Cómo puede hacer tanto calor, verdad, Evie?

—Te ves muy contenta.

—Por supuesto. Llevar los aperitivos a los caballeros es una tarea muy popular. Todas quieren hacerlo, pero me he ganado el trabajo. Deberías agradecerme por llevarte conmigo.

—De acuerdo.

Decidí no contarle que ayer ya había visitado el campo de entrenamiento debido a Leandro. Sabía que las doncellas estaban muy interesadas en los caballeros, sin embargo, no sabía que fuera hasta ese punto.

Federica tocó la cinta de su coleta.

—¡Ahí! ¡Es él! ¡El de ahí!

—¿El caballero de cabello gris…?

—Hoy también puedo ver el aura que le rodea…

Federica hizo un gesto como si fuera demasiado brillante. Lily destacaba entre los caballeros que entrenaban en pantalones cortos, exponiendo su piel bronceada. Parecía tan grácil como una noble grulla mientras practicaba con su espada.

Uno de los caballeros nos vio y dejó de entrenar. Con voz fuerte, reunió a los demás. Como no estaba acostumbrada a recibir tanta atención, seguí a Federica, incómoda.

«¿Qué hago yo detrás de esta chica? Llevo trabajando aquí mucho más tiempo que ella».

Pero ella avanzaba con osadía y sin vacilar.

—¡Han llegado los aperitivos!

—Bienvenidas, señoritas. Tengo tanta hambre que podría comerme un caballo.

—Oye, cuida tu lenguaje.

Los caballeros se regañaron entre sí en broma y rieron a carcajadas. Federica y yo los seguimos hasta una zona sombreada. El ambiente pronto se volvió animado mientras repartíamos la comida y las bebidas frías de las cestas.

Dirigí despacio mi mirada hacia otro lugar. Lily se estaba limpiando el sudor, y se cubría la cabeza con una toalla como una capucha.

—¿Qu… qué debería hacer? ¿Debería decirle algo?

Federica se escondió detrás de mí, arrastrando los pies. Había venido hasta aquí, pero estaba siendo tímida.

—¡Ay, no! ¡Viene hacia aquí! Evie, ¿qué debería hacer? —me susurró al oído.

Lily había terminado de comer rápido y caminaba hacia nosotras. Sus ojos grises oscuros estaban fijados en nosotras. Federica respiraba de manera entrecortada.

—Evelina.

—¿Eh? ¿El caballero acaba de decir tu nombre, Evie?

El rostro de Federica se puso rígido al oír mi nombre deslizarse de la boca de Lily. Sus ojos exigían una explicación de lo que estaba pasando. Sabía que no había hecho nada malo, sin embargo, me sentía culpable por alguna razón. Me reí con nerviosismo.

—No esperaba verla tan pronto. Tengo su pañuelo en mi habitación. ¿Se lo traigo?

—Está bien. La próxima vez.

—Espera, ¿tu pañuelo? ¿Qué demonios…? —Federica interrumpió nuestra conversación.

—Se lo pedí prestado ayer —agregó Lily con indiferencia mientras se rascaba la cabeza.

—¿Cuándo? ¿Por qué? No, quiero decir, ¿y eso?

—¿Estoy obligada a decírselo?

Lily frunció un poco el ceño.

Por supuesto, la voz de Federica fue un tanto aguda, pero Lily no tenía que mostrar de forma tan abierta su molestia. Federica siguió pinchándome en la espalda.

—Explícate —exigió, en voz baja, una respuesta.

—No hay nada que explicar… Solo se lo presté a Lil…, quiero decir, a este caballero.

—Pero ¿por qué está en su habitación?

—Dijo que me lo devolvería después de lavarlo.

—¿De verdad tiene que hacerlo?

—Es grosero susurrar delante de otras personas —dijo Lily mientras se apoyaba en un árbol.

Federica se encogió, y me miró resentida. Pero solo pude echarme a reír.

—Evie, sabías que me enamoré de él…

—Verás, Federica, la verdad es que… él en realidad es una…

—¿Hizo qué por mí? —intervino Lily de nuevo.

Aunque dijo que era de mala educación susurrar, parecía haber escuchado todo. Por supuesto, era natural que un caballero en formación desarrollará sus sentidos. No estábamos muy lejos, por lo que estaba segura de que cualquiera con buen oído podía escuchar nuestra conversación.

—Ah, yo, eh, quiero decir… Evie… ¿qué debería hacer?

Federica comenzó a lagrimear. Sus lindas mejillas se pusieron rojas. «Ah… la juventud». Era una pena que el sujeto de su afecto fuera Lily.

Le di palmaditas en el hombro.

—Tal vez lo mejor sea que te rechacen —musité en una voz casi inaudible.

—Eres tan mala…

La empujé por la espalda. Me apartó y se acercó a Lily. Luego, respiró hondo y juntó sus manos frente a su pecho para calmar su corazón emocionado.

Tras observar a Federica por un momento, Lily por fin comprendió la situación y retrocedió. Estiró las manos y comenzó a sacudir la cabeza.

—Espere. Estoy acostumbrada a esta clase de situaciones porque ya me ha pasado antes. Aún así, ¿está tratando de confesarme su amor o algo así?

—Ah, bueno… sí…

—Fingiré que no ha pasado.

—Espera un momento, ¡eso es muy cruel! Al menos responde después de escuchar lo que tengo que decir.

Federica era valiente. Pero la persona a la que estaba a punto de confesarse también era una mujer, que estaba cansada de recibir esas confesiones solo por su aspecto. Lily frunció el ceño como si estuviera harta y cansada de eso.

—Si así lo desea, acérquese a mí. Me disculpo por el hedor y el sudor.

—Estoy segura de que incluso tu sudor es tan frag… Oh, no importa.

Ante esas palabras, Lily también sonrió un poco. Cuando Federica se acercó a Lily, esta abrió los brazos y abrazó a la chica pequeña.

Federica gritó sorprendida y su cuerpo se puso rígido.

—¿Ahora lo entiende?

—N… No tenía ni idea.

—No pasa nada. Estoy acostumbrada.

Federica se cubrió la cara con ambas manos y se apartó de los brazos de Lily. Caminó despacio hacia mí. Entonces, fingió llorar.

—Y así termina…

—Asegurémonos de investigar la próxima vez…

—De acuerdo…

Le di mi más sincero pésame a Federica. Mientras se aferraba a mí con fuerza y se negaba a soltarme, Lily inclinó la cabeza ante mí y, luego, volvió con los caballeros sentados en un gran círculo.

—¿Crees que todos lo saben?

—No estoy segura. Hay cientos de doncellas en esta finca. Ni siquiera conocía a los caballeros hasta ayer, así que creo que la mayoría de ellos no lo sabe.

—Me siento tan avergonzada…

—Yo también lo estaría.

—Evie, eres demasiado honesta.

—Ese es uno de mis puntos fuertes.

—Pero no era un cumplido.

Federica infló las mejillas. Tras recuperar las cestas, regresamos a la lavandería. Pensé que Federica solo fingía llorar, sin embargo, sus ojos estaban un poco hinchados. Se había enamorado de nada más y nada menos que de una mujer. Si las sirvientas de la lavandería se enteraban, se revolcarían por el suelo de la risa.

Y tenía razón. En cuanto lo descubrieron, se rieron histéricas mientras le daban palmadas en la espalda a Federica. Después de dejar las cestas en un rincón, me senté junto a ellas.

—No te quedes ahí sentada. Coge una y ponte a trabajar.

—Pero si acabo de regresar.

Seguí cosiendo el uniforme de entrenamiento de ayer. Tras las risas y el bullicio, se cernió el silencio en la lavandería. Todas estábamos cosiendo a mano los uniformes. Me acerqué a las doncellas sentadas a mi lado y pregunté:

—¿Es cierto que los plebeyos se casan tan pronto como se vuelven adultos?

—¿Qué eres? ¿Una extranjera? —respondió una de las sirvientas como si estuviera diciendo una tontería. Mientras tiraba del largo hilo, prosiguió—: Bueno, hoy en día la gente tarda más en casarse. Ahora bien, si no quieres ser una mucama para toda la vida, es hora de que te busques un novio. Pero Evie, no pensé que estarías interesada en algo así.

—Es cierto. Creí que querías estar soltera para siempre. Si no, ¿por qué habrías sido tan indiferente incluso después de que Lorenzo se mostrara interesado en ti de forma tan evidente?

—Ah…

Por fin me di cuenta de lo poco que me habían importado las circunstancias a mi alrededor. Me quedé junto a Leandro y lo cuidé durante meses y ya había pasado un año desde su recuperación.

Estaba tan ocupada haciendo amigos y disfrutando de este mundo que no había pensado en eso. Si no fuera por Leandro, nunca lo habría sabido.

Según las chicas, en el Imperio Crescenzo la edad promedio de las mujeres para casarse era los dieciocho años.

«No me extraña que las chicas a mi alrededor hablen cada vez más de chicos. Y por algo me preguntaban si me había decidido entre Leandro y Lorenzo».

—Bueno, aún no he descartado el matrimonio… —confesé, dejando de coser.

«No sería mala idea encontrar un buen marido y sentar la cabeza algún día».

Sin embargo, ahora no era el momento. Todavía me preocupaba mucho que Leandro suscitara una rebelión en el futuro. Cuando Lily, de quien Federica estaba obsesionada, apareció en la historia, aumentó mi ansiedad.

«Leandro todavía no ha conocido a Eleonora, así que quién sabe lo que pasará. Pero…»

Deseaba que Eleonora se enamorara de Leandro primero o que él se enamorara de alguna otra aristócrata. Así, quizá, la terrible situación de la historia original no ocurriría.

Para mí, el argumento de la rebelión y la ejecución de Leandro era el peor resultado.

«Cualquier cosa menos eso. Siempre y cuando eso no suceda y Leandro tenga un final feliz…»

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