Sin madurar – Capítulo 4: El niño maldito (4)

Traducido por Den

Editado por Nemoné


Encontrar los cuartos de las doncellas fue sencillo. Y la razón de ello sería por Anna, que vino corriendo como el viento, agarrándome de la oreja y arrastrándome todo el camino hasta allí.

— ¡La señorita Irene me dijo que nunca me llamó! ¡Terminé encontrándola, sin decir nada más que tonterías! ¡Al final, me dio más quehaceres para hacer!

— ¡Ow, lo siento!

Molesta, Anna siguió peinándose su cabello escarlata. Había pensado que el tirón de orejas era toda la regañina que recibiría, pero entonces declaró que tomaría una parte de mis comidas porque todavía estaba enfadada.

Esa fue la gota que colmó el vaso de mi paciencia, y respondí indiferentemente:

—Haz lo que quieras.

Miré a mi alrededor mientras me masajeaba mi oreja palpitante. Como el anexo en sí no estaba bien mantenido, esperaba que los cuartos de las doncellas estuvieran en un estado parecido.

Sin embargo, ese no fue el caso. En mi zona de la habitación, hay un armario de madera, y una cama pequeña y estrecha, que parece suficiente para adaptarse a una persona de mi tamaño. Esas eran las únicas cosas que había aquí, pero no era suficiente para llamar lamentable al lugar.

Pero, el problema es que comparto la habitación con Anna. Si termina trabajando más horas que yo, me clava los dientes y no me suelta. Al principio, le respondía con: —Sí, sí, lo siento —Pero cuanto más me enfadaba, solo fingía escuchar las palabras de Anna mientras asentía con sinceridad.

No obstante, había algo más importante en lo que pensar, algo más importante que compartir una habitación con Anna.

Acababa de entrar en el mundo de esta novela.

¿Por qué? 

Realmente no lo sé. Fui absorbida por una novela a pesar de saber apenas inglés. Barrí y limpié las escaleras con entusiasmo, terminé evitando que Anna robara, y… conocí a Leandro, el personaje que más amo. Mientras atendía el baño de Leandro, nunca llegué a pensar que estaba dentro de una novela. Es por lo mucho que me había enamorado de ese niño lindo.

Pero ahora estoy angustiada por esta simple e impactante verdad, que incluso mi yo despreocupada estaba sorprendida. ¿De casualidad, morí sin saberlo? ¡Hnngh! De ninguna manera. Después de terminar la novela, lo único que hice fue llorar por lo lamentable que era Leandro y me quedé dormida.

En ese caso, ¿significa que estoy soñando en este momento? El sueño se siente tan real… 

—Si algo así sucede otra vez, no te perdonaré. —dijo Anna.

—Mhm.

¿Aún está hablando? Mientras las quejas de Anna entraban por una oreja y salían por la otra, descubrí que mi cabello estaba trenzado de forma hermosa en un lado. Es una sensación extraña ver un cabello castaño claro.

Abrí el armario y en el pequeño espejo fijado en el interior, me vi a la luz. Estoy absolutamente segura de que la chica que me mira es alguien que nunca antes había visto.

A decir verdad, llamarla una chica sería engañoso porque parece que acaba de cumplir los 16 o 17 años.

Las pupilas de color violeta claro que parecen estar usando lentes de contacto no me son familiares. Mis ojos son un poco más grandes, y la cresta de mi nariz es extremadamente linda. En general, porque mis rasgos son finos y mi cabello y ojos son de un color claro, me da la impresión de que mi presencia no será bastante notable.

Aunque Leandro es tan delgado como un palillo de dientes, ¿realmente lo levanté ligeramente con esta figura delgada? Aunque mi cara se inclina hacia un lado hermoso, no es nada llamativo que haría que otros volvieran la mirada y miraran dos veces. Si me miras de cerca, podrás ver pecas débiles y oscuras que están impresas y firmemente presionadas en mis mejillas, y los labios rosados que son borrados por una sonrisa.

—Deja de mirarte al espejo y despierta para que podamos ir a cenar antes de que sea tarde.

—Aunque realmente no tengo ganas de comer…

— ¿Qué estás diciendo? Si te despiertas en medio de la noche porque estás hambrienta, estás muerta.

—Entendido… Iré contigo —seguí a Anna. El aire del exterior era sofocante, el olor a verano irradiaba continuamente.

La cafetería de los sirvientes está en el edificio principal. De camino allí, me sentí abrumada por el gran palacio de color marfil ante mí. Está en una escala tan grande que no puedes asimilarlo todo con una mirada.

Supongo que es porque en términos de riqueza, la familia Velveeta es solo superada por la Familia Imperial. Por un momento, pensé que era una especie de hotel 5 estrellas.

En la cafetería de los sirvientes, había múltiples velas tenuemente encendidas y los sirvientes que regresaron de terminar sus trabajos estaban hablando bulliciosamente entre ellos. Me senté junto a Anna después de recibir mi porción de pan y estofado. Anna tomó las partes pulposas de carne blanda en mi estofado y las apiló en su tazón. Bueno, esa cantidad está bien.

Comí el pan rancio remojándolo en el estofado y me lo llevé a la boca. El sabor es demasiado real para ser un sueño. De regreso a las habitaciones, otras compañeras doncellas me saludaron cuando chocaron nuestros hombros.

Me puse la ropa de dormir de una doncella, hecha de tela rayada, y me acosté en la cama. O bien fue porque era la primera vez que hacía un trabajo pesado de limpieza o porque me sentía lánguida[1] por mi estómago lleno, pero de todos modos, pronto caí en un profundo sueño.

A la mañana siguiente, abrí los ojos con la apariencia de una doncella que siempre había tenido el cabello castaño claro y ojos violetas.

Quizás porque he tenido una personalidad tranquila desde que nací, me deshice de todas mis preocupaciones que se me ocurrieron la noche anterior. Ya había comenzado adaptarme a mi nueva situación.

Puede ser porque aquí como una doncella no tengo mucho tiempo libre, pero tan pronto como me desperté, seguí sin pensar a Anna y me puse mi uniforme de mucama y usé medias largas. Arreglé las trenzas de mi largo cabello rizado que se había soltado mientras dormía en un lado. Me até el delantal y salí después de acomodar las sábanas de mi cama.

Anna, que estaba esperándome, levantó la barbilla y dijo:

—Hoy vas a ir al anexo sola. Tengo que ir a ayudar en la lavandería del edificio principal.

—Entiendo. ¿Vamos a almorzar juntas?

—Ni siquiera somos tan cercanas. Come tú sola.

—Ah, está bien…

Pretendamos llevarnos bien. ¡Es porque no sé dónde está el equipo de limpieza! 

Extendí la mano de forma lamentable, pero después de que Anna terminara de alistarse, salió inmediatamente de la habitación.

Qué persona tan cruel… 

Afortunadamente, me crucé con una doncella que pasaba y le pregunté dónde estaba el equipo de limpieza. Encontré los suministros y subí las escaleras hacia el anexo. El trapo y el balde que dejé ayer seguían donde los dejé.

Sería bueno si el duque contratara más sirvientas para el anexo… O, ¿debería hacerlo la señora de la casa? Sin embargo, la esposa del duque Velveeta es una persona que es negligente en lo que respecta al manejo de la casa. Probablemente le dejaría todo el trabajo a la doncella principal, la señorita Irene.

Si por casualidad, veo a la señorita Irene, entonces tendré que pedirle que envíe al menos una buena doncella al anexo.

Después de pasar toda la mañana en el anexo, finalmente terminé de limpiar el pasillo.

Después de limpiar y colgar mi trapo, almorcé y regresé. Mi principal objetivo es limpiar la habitación de Leandro.

Pasé por el almacén y recogí sábanas nuevas. Luego, un plumero y cualquier otra cosa que pudiera necesitar antes de dirigirme a la habitación de Leandro. Porque mis manos estaban ocupadas cargando los suministros, no tuve más remedio que llamar a la puerta con la cabeza.

— ¿Joven maestro…? Todos saben que está dentro, entonces, ¿por qué no contesta?

—Entra…

— ¿Acaba de chasquear la lengua? Tengo buen oído, ¿sabe? —abrí la puerta y entré a la habitación, coloqué las sábanas encima del sofá.

Leandro estaba sentado oblicuamente contra la cabecera de la cama. No sé qué estaba tratando de hacer, pero el vaso de agua sobre la mesita de noche se había volcado y el agua se estaba derramando por el suelo.

Aunque era mediodía, la oscuridad y tristeza de la habitación no tenían fin.

Primero, abrí las pesadas cortinas opacas. A través de la ventana expuesta, brilló la cálida luz del sol. Sólo quería abrir las cortinas, pero el polvo en el aire me hizo toser.

—Llorona.

—Joven maestro, la habitación está tan sucia que me hace preguntarme cómo ha vivido tanto tiempo.

—Las doncellas vienen ocasionalmente a limpiar…

— ¿Cuándo?

—No lo recuerdo.

Abrí las ventanas mientras suspiraba. La cálida brisa de verano entró en la habitación. El aire enfrió el sudor que caía por mi sien. Cuando sintió el fresco aire que entraba, Leandro levantó sus ojos nublados para mirar en mi dirección.

Lo primero que hice fue cambiar los tendidos. Me acerqué a Leandro que había hecho a un lado las sábanas que había puesto en el sofá.

—Mientras cambio las sábanas, siéntese en el sofá.

— ¿Quién eres para ordenarme…?

—Hmm, en ese caso… ¿Por favor, podría sentarse en el sofá?

—No seas sarcástica.

No he dicho mucho pero la dulce voz de Leandro ya estaba llena de molestia. Le tendí mi hombro.

— ¿Qué estás haciendo?

—Ponga sus brazos alrededor de mis hombros. Será más fácil moverse así.

—No me trates como una especie de paquete.

— ¿Joven maestro, debería cargarte al estilo nupcial como ayer?

—Tch, puedo levantarme solo…

— ¿Y qué hará si se vuelve a caer? Por lo que vi ayer, no hay lugares en su cuerpo que no tengan moratones.

—…

Ante mis palabras, Leandro apretó los labios. Sin embargo, permaneció firmemente sentado hasta el final.

Para recoger las mantas, coloqué las manos debajo sus delgadas rodillas. Al final Leandro apartó mis manos y dijo:

— ¡Ah, lo haré! ¡Aceptaré tu ayuda, así que no me cargues de esa forma!

—Supongo que gané —solté una risa. Bajo su cabello negro desaliñado, vi sus cejas arquearse.

— ¿Te gusta eso? Qué infantil.

—Tampoco es que no lo seas, joven maestro.

— ¡Otra réplica…! —Leandro mostró los dientes.

Es como intentar domesticar a un animal salvaje. Llevé a Leandro al sofá y lo ayudé a sentarse en un lado. Se acercó cuidadosamente a mi lado y me olió cuando lo hizo.

—Junto a usted hay más sábanas.

—Muévelas. Me voy a tumbar.

—No puedo. No hay un lugar donde pueda ponerlas porque el suelo está absolutamente sucio. Solo siéntese aquí por un momento.

—…

Leandro no puede ganar debido a mi personalidad, así que bufó hacia mis mechones los cuales hizo volar.

Mira este temperamento fuerte. Arrugué la nariz mientras me reía.

Cambié la funda de la almohada por un nueva y la coloqué junto a Leandro. Al final, el chico se apoyó contra la suave almohada y soltó un suspiro de satisfacción.

La cama que usa un niño con una constitución tan pequeña es lo suficientemente grande como para que entren dos o cuatro adultos. E incluso así, aún quedaría espacio.

Cambié las mantas por unas nuevas, puse sábanas rígidas entre la cama. Tiré las sábanas al suelo, que estaban tan sucias que no puedo determinar cuánto tiempo han sido usadas.

—Terminé. ¿Se acostará en la cama?

No hubo respuesta. El niño estaba durmiendo en el sofá y respiraba suavemente. Tomé una manta y se la puse sobre su cuerpo. Mientras tenía cuidado de no interrumpir su sueño, barrí el suelo y quité el polvo de todos los muebles lo más silenciosamente posible.

Fue una tarde tranquila. Las cigarras cantaban y el cielo azul era tan claro que no se podía ver ni una sola nube. Me apoyé contra la ventana y miré la habitación de Leandro que ahora se veía mucho más brillante.

En ese momento, Leandro dejó escapar un “eungh” mientras se daba la vuelta. Si sigue así se volverá a caer. Corrí inmediatamente a sostener su cuerpo.

*Srrk*

Sus ojos se abrieron repentinamente. Con ojos nublados y borrosos, me miró fijamente. Como consecuencia, se sobresaltó y me empujó contra la mesa frente al sofá y contra la que originalmente me estaba apoyando. Sentí mi espalda golpearse contra ella.

*¡Golpe!*

— ¡Ack!

Quizás porque estaba sorprendido por el sonido de mi grito sus ojos se abrieron de par en par. Mientras estiraba la mano detrás de mí para sobarme la espalda, me miró.

—Joven maestro… ¿no es eso demasiado?

— ¿P-Por qué tocas a alguien como quieres?

Leandro se levantó del sofá mientras gruñía. Como se esperaba, no puede ocultar su sorpresa. Leandro buscó la pared mientras caminaba y se sentó en el borde de la cama. Aunque sólo fueron 20 pasos, no se olvidó de golpearse las rodillas en la mesa cuando temblaron.

—Podría ayudarte…

— ¡No lo necesito! —Leandro agitó los brazos. Era una orden obvia de irme.

Suspiré… Porque era tan absurdo, me quedé para cuidarlo. 

Giró la cabeza.

Después de colocar la almohada que Leandro había estado utilizando en la cama y organizarla, me fui de la habitación con el plumero y las sábanas viejas en la mano.

Me pregunto si se formará un moratón en mi espalda por ese golpe contra la mesa de caoba. Se siente muy adolorida.


[1] Lánguida: fatigada, débil.

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