Sin madurar – Capítulo 52: El destino cambiado (2)

Traducido por Den

Editado por Lucy


Aunque hace mucho tiempo abandoné la finca, Leandro seguía siendo mi amo y yo su sirvienta. Recogí la camisa que había tirado al suelo para recordárselo.

—¿Tiene alguna muda de ropa?

—Todas mis cosas están en el carruaje.

—¿Cuándo llegarán los caballeros?

—Pronto. Puedes esperarlos fuera si quieres.

Intentando que me marchara, Leandro me empujó con suavidad. Me agarré a la pared, pero me superaba en fuerza.

Yo solía ser más fuerte que él…

Cuando la puerta se cerró detrás de mí, no pude evitar expresar mi decepción por haber dejado escapar la oportunidad de ver su magnífico cuerpo esculpido. Me apoyé en la puerta y escuché un chapoteo. Parecía que se había metido en la bañera. Me entristecía un poco que ya no quisiera mi ayuda.

Al menos podría haberme dejado lavarle el pelo.

Me llamó pervertida antes, pero no me interesaba espiar a la gente mientras se bañaba. Claro que no me importaría si me invitaban a observar.

Así, caminé por el pasillo y doblé en la esquina para bajar las escaleras. Oí un clamor afuera. Los caballeros de Leandro habían llegado, tal como él había dicho. Los caballeros, que vestían uniformes de color azul añil con el emblema del duque de Bellavitti bordado con hilo plateado, estaban entregando su equipaje a los sirvientes del castillo.

Entre ellos, divisé el cabello gris de Lily. Estaba rodeada de caballeros más jóvenes que ella. Reconocí sus rostros. Los había conocido hacía mucho tiempo en el campo de entrenamiento cuando todavía trabajaba en la finca. Seguro eran como hermanos para ella.

Con la mano apoyada en la pared, bajé las escaleras. Tal vez porque el castillo era tan viejo, cada paso que daba producía un chirrido, como si fueran a derrumbarse en cualquier momento. Los caballeros, entrenados para agudizar sus sentidos, escucharon el ruido al instante y sus ojos de repente se clavaron en mí. Nunca me acostumbraría a ser el centro de atención, así que me quedé inmóvil. Entonces noté que Lily me hacía señas para que me acercara rápido.

Cuando me relajé al hacer contacto visual con ella, me di cuenta de que dependía de eso mucho más de lo que pensaba. Leandro siempre había estado en mi corazón, pero Lily y yo habíamos superado juntas muchas dificultades y adversidades. Ahora era más que una amiga para mí. Era mi hermana.

Fui directo hacia ella. Uno de los caballeros a su alrededor estaba hablando en voz alta, pero cuando me acerqué, de repente se calló, se volvió hacia mí y me preguntó:

—¿Es la dama de Su Alteza?

—No —respondí al instante porque, siendo realistas, no era la mujer de Leandro sino su doncella. Ahora mismo ni siquiera trabajaba para él, y pronto abandonaría también el castillo del barón. Por tanto, siendo técnicos, ni siquiera era una sirvienta. No obstante, solía ser su mucama, así que pensé que debía corregir el malentendido.

El caballero se echó a reír.

—Parece que Su Alteza aún tiene un largo camino por recorrer.

No entendí a qué se refería. Recordé qué Leandro había murmurado algo similar antes. No sabía qué querían decir, así que le pregunté en voz baja a Lily.

Entonces ella golpeó al caballero en la nuca y le preguntó dónde estaban sus modales. Este en seguida guardó silencio y enderezó la espalda. Parecía diferente por completo a cuando se estaba riendo.

Lily lo examinó de arriba abajo y chasqueó la lengua. Luego se volvió hacia mí.

—Empaca tus cosas y prepárate. Sabes que nos vamos a primera hora de la mañana, ¿verdad?

—Iba a hacerlo ahora mismo. ¿Ya has terminado de empacar?

—Te estaba esperando.

—Entonces, ¿vamos? Ah, cierto, Su Alteza necesita una muda de ropa.

—Déjale eso a las sirvientas. Vayamos a nuestra habitación.

Pero estaba segura de que a Leandro no le gustaría eso. Él no tenía ni idea de cómo tratar con estas mucamas de campo inmanejables. Sabía que luego se quejaría, preguntándome por qué no le llevé la ropa.

O… tal vez me equivoco.

El Leandro del pasado habría hecho eso, pero quizás ya no. Él odiaba que fuera una criada hasta la médula, así que lo más probable es que no le gustaría verme haciendo cosas de sirvienta.

¿Por qué me hace pensar en estas cosas?

—Puedo hacerlo yo misma —le respondí a Lily.

—¿Por qué querrías hacerlo? No eres una sirvienta.

—Sí que lo soy.

—Ya no —negó con la cabeza.

Siendo técnicos, ya no sería una sirvienta hasta que llegáramos a la finca del duque, así que le hice caso.

Como si estuviera satisfecha con mi respuesta, me acarició la cabeza. Acepté su caricia mientras sonreía.

El caballero que nos observaba intervino impaciente.

—¿Qué pasa? ¿Por qué sois tan amigables? ¡Mírate! La tratas de forma muy diferente a como nos tratas a nosotros. Eso es discriminación. ¿Me oyes? ¡Discriminación!

Lily lo golpeó en la cabeza.

—Cállate.

—¡Ay! ¿Por qué me pegas?

—Lo siento, Evie. Creció en el campo de entrenamiento, por eso no tiene modales.

Volvió a golpearlo en la cabeza. Él se frotó la nuca mientras murmuraba algo. Los otros caballeros que observaban cómo le pegaban y discutían les dijeron que pararan.

Sus voces eran muy fuertes. Cuando varios de ellos alzaron la voz al mismo tiempo, me costaba oír mis propios pensamientos. Retrocedí un paso y observé. Lily se escabulló del círculo de caballeros y me acompañó a los aposentos de las sirvientas.

La habitación estaba vacía porque aún era la jornada laboral. Abrí la maleta encima de la cama y empaqué bien mis camisas y faldas una por una. Después de guardar el peine de madera, la bolsa de monedas que Leandro nos había enviado y el cuento de hadas, cerré por fin la maleta. Luego junté las manos encima como si rezara.

—Por favor, que no te roben esta vez.

—Viajarás en carruaje, así que todo irá bien.

—Cierto. ¿Quién se atrevería a atacar el carruaje del duque Bellavitti?

—A menos que sean unos completos idiotas.

El mundo exterior no era muy seguro. No hace mucho, había habido un robo y asesinato en un bosque que bastante lejos de la baronía. El culpable no había sido arrestado.

Era demasiado pronto para sacar conclusiones precipitadas, pero el índice de criminalidad había aumentado desde que el pueblo del Reino de Ambrosetti había comenzado a emigrar al imperio. Estaba claro que no todos los delincuentes eran ambrosettianos. A mí misma me habían robado otros súbditos del imperio y me habían dejado sin nada. Sin embargo, desde luego que toda la culpa se dirigía a la relativa minoría. Todos cuidaban sus palabras, pero su opinión sobre los ambrosettianos había ido a peor. Supuse que se debía más bien a que ellos habían estado provocando disturbios con la esperanza de recuperar su soberanía.

Me preguntaba cómo sobreviviría Eleonora sin Leandro en una situación así. Se suponía que él debía estar a su lado para ayudarla en esos momentos difíciles. Pero, en cambio, estaba aquí en medio de la nada. Por desgracia, yo no era tan compasiva como para preocuparme por alguien que no conocía de nada. Olvidándome de ella, seguí a Lily a la salida.

—Vamos a cenar —dijo.

—Supongo que será nuestra última cena aquí.

La vida aquí había sido aburrida pero tranquila y cómoda. Me entristecí un poco al pensar que tenía que abandonar este lugar con el que me había llegado a encariñar.

Nos cruzamos con muchos sirvientes en los pasillos. Nos preguntaron por qué nos íbamos de forma tan abrupta. Las sirvientas más jóvenes, sobre todo, se echaron a llorar.

Nunca había suficiente gente para trabajar en este castillo, así que la gente apenas se iba. Tres años no era poco tiempo. Me alegraba de que Leandro hubiera venido a buscarme y, aun así, no pude evitar que se me saltaran las lágrimas al pensar en despedirme de todas estas caras conocidas. Lloré un poco con las doncellas.

En cambio, Lily estaba sorprendentemente tranquila. En primer lugar, se había quedado atrapada aquí por mi culpa.

Sabía que se moría de ganas de volver a la finca lo antes posible para poder retomar su entrenamiento con la espada. No quería demostrarlo, pero desde la llegada de Leandro, estaba radiante. Las criadas la criticaban por ser tan fría y yo hacía lo posible por calmarlas.

—¿No nos echarás de menos? —le preguntó a Lily una joven doncella.

Ella, que había estado de pie observándonos desde cierta distancia, por fin se acercó a nosotras. Luego abrió los brazos en silencio. Como si hubieran estado esperando ese momento, todas corrieron a abrazarla. Lily era más popular entre las sirvientas que entre los sirvientes.

Ambas nos miramos y sonreímos.

—Empiezo a tener hambre —dijo ella.

—Cielos, Lily, ¿solo puedes pensar en eso cuando te vas mañana? —se quejó la última criada mientras la abrazaba.

Lily le dio unas palmaditas en la espalda y siguió caminando.

Ocurrió lo mismo en el comedor. Los criados nos preguntaron a dónde íbamos mientras cenábamos sentados. Estábamos tan ocupadas respondiendo a sus preguntas que ni siquiera recordaba lo que había comido.

—Es muy interesante. Se siente muy diferente a cuando me echaron de la finca del duque.

—Sí, aquellos eran tiempos confusos. Cuando volvimos del palacio imperial, toda la finca estaba patas arriba —respondió Lily.

Ahora no son más que recuerdos lejanos.

Por fin pudimos salir del comedor cuando ya era tarde. El día era abrasador, pero la noche refrescante. Me froté los brazos fríos. Mirando mi traje de sirvienta, me puse más sentimental.

—Será mi último día vistiendo esto —murmuré para mí misma.

—Sabes que tenemos que levantarnos temprano, ¿cierto? —comentó Lily como si no le importara que estuviera tan sentimental.

—Sí. ¿A qué hora?

—Dijeron que nos iremos en cuanto salga el sol. Si nos vamos demasiado tarde, tendremos que acampar en algún lugar para pasar la noche.

La escuché mientras me ponía el pijama. Me tumbé en la cama y me quejé de que no íbamos a dormir bastante dado que ya era tarde. Mientras me cubría con la manta, Lily apagó la vela y dijo:

—Puedes dormir en el carruaje.

—¿Cómo voy a dormir? Estaré ocupada tratando de no vomitar.

—El carruaje del duque es diferente a esos cabriolés. Y estoy segura de que Su Alteza trajo el mejor carruaje que tiene.

—¿Eso crees?

No podía negar la completa lealtad y confianza que tenía mi amiga en Leandro. Su Alteza había dejado atrás a sus caballeros y se había adelantado galopando solo, pero los caballeros seguían adorándolo. Como civil, de verdad no podía entender la relación entre un lord y su caballero.

Se dio cuenta de que no estaba prestando atención a sus palabras, así que solo pude dormir después de su larga regañina. Juré no volver a bostezar delante de Lily cuando elogiara a Leandro.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido