Traducido por Bee
Editado por Dea
Rose tuvo dificultades para disfrutar de su tiempo libre ahora que Harij se había ido. Especialmente durante el invierno, cuando había menos trabajo en el campo y menos pociones que hacer. Había otras cosas de las que tenía que ocuparse para reponer sus ingredientes mágicos mientras los animales y las plantas hibernaban, pero no estaba motivada para hacer nada de eso. Cuanto menos ocupadas estaban sus manos, más tiempo tenía para pensar. Cada vez que el recuerdo del hombre de cabello ceniciento aparecía en su mente, golpeaba su cabeza contra la pared para alejarlos.
No ayudó nada que se viera prácticamente obligada a pensar en él cuando Safina le traía comida una vez cada dos días. La anticipación que llenaba su corazón cada vez que escuchaba sonar la campana era aún más ridícula. Con suerte, pensaba ella, tal vez esa vez fuese Harij quien venía en su lugar.
—¿Quién diría que el amor te debilita tanto? No es de extrañar que la gente quiera usar pociones de amor. —se quejó Rose para sí misma.
En su estado actual, Rose era propensa a aceptar voluntariamente cualquier demanda irrazonable que Harij pudiera hacerle.
Seguramente podría olvidarse de este extraño problema a tiempo una vez que Harij regresara, entonces podría agradecerle y despedirse de él y de Safina para siempre. Esa era su única esperanza de recuperar algo parecido a lo que era antes.
Cómo anhelaba desvanecerse pacíficamente en la oscuridad dentro de las frías profundidades del lago. Solo entonces su corazón dejaría de estar tan inquieto.
Al darse cuenta de que sus pensamientos habían gravitado en una dirección peligrosa, Rose se apresuró a salir. En invierno, el sol permanecía en lo alto solo unas pocas horas, oscureciendo el mundo y los corazones por igual. ¡Tenía que hacer algo antes de que el proceso de pensamiento deprimente y negativo se apoderara de ella!
Soplando sus dedos entumecidos, rastrilló hojas y ramas de su jardín, luego asó algunas papas con ellas. Ella miró hacia el espacio mientras observaba los delgados espirales de humo que se elevaban hacia los cielos.
¿Cuánto tiempo se quedó así? El ruido del bosque finalmente la devolvió a la realidad. Con curiosidad por lo que estaba pasando, miró a algunos niños jugando en el bosque.
Su corazón se hundió cuando forzó sus ojos. Eran los mismos niños que le habían arrojado bolas de barro.
Una parte de ella estaba impresionada por lo atrevidos que habían sido para atreverse a atacar a una bruja así. Mirándolos un poco, se dio cuenta de que no se acercaban demasiado al muelle. Por más atrevidos que fuesen, todavía temían la venganza de la bruja.
Sintiéndose traviesa, Rose sacó una papa de debajo de las hojas caídas. Sostuvo la verdura ensartada en alto. Los niños dejaron de jugar para mirarla y luego se acercaron a la orilla mientras mantenían una distancia fija. Por mucho que quisieran la papa asada, tenían miedo de aceptarla de la bruja.
Rose se puso de pie. Los niños huyeron y se escondieron en el bosque como si hubiesen visto un bicho. Ella se dirigió al muelle y acercó el bote con ayuda del carrete. Después de colocar las papas asadas en el bote, lo devolvió al muelle que estaba en el bosque.
Ella se quedó mirando por un tiempo, pero los niños nunca se acercaron.
Tengo que dejar de hacer el tonto y terminar mis quehaceres. Rose volvió a entrar en la ermita.
Por la noche, de repente se acordó de las patatas y salió a comprobar el estado del barco. Se habían comido hasta la última patata.
♦♦♦
La campana tan esperada sonó exactamente un mes después de la partida de Harij.
Los ojos de Rose se abrieron de golpe. Se despertó con una mente sorprendentemente clara. Safina la había visitado ayer. Solo venía una vez cada dos días, así que no era él. Además, Safina nunca la visitaba de noche.
Rose no pudo reprimir la emoción en su pecho. Se quitó la colcha y se levantó de la cama. Demasiado emocionada para ponerse los calcetines, sus pies descalzos tocaron el frío suelo, lo que al instante provocó que el calor en ellos se fuera.
Por la noche, en el bosque invernal, el silencio se sentía como si todos los seres vivos estuvieran profundamente dormidos. El cielo oscuro se extendía sobre los árboles helados, salpicado de estrellas brillantes. Reflejando esas luces parpadeantes en su superficie manchada de tinta, el lago brillaba como si alguien hubiera volcado en él un cofre del tesoro lleno de joyas. Desde muy joven, a Rose le encantaba el cielo lujosamente decorado por estrellas y el lago al amanecer, cuando el sol lo coloreaba de un tono rosado.
Deslizó suavemente la cortina con la punta del dedo. Alguien estaba parado en el muelle sin luz. Sin la luz de las velas, apenas podía distinguir la borrosa sombra oculta debajo de la pesada y oscura ropa de invierno bajo la luz de las estrellas. Pero Rose reconoció esa figura sombría. Estaba segura de que era él. Después de todo, la silueta alta y oscura coincidía casi perfectamente con la que siempre veía a través de su ventana.
Rose presionó una mano contra su pecho. Le dolía el corazón.
No tuvo tiempo de molestarse consigo misma por estar tan ansiosa de volver a verlo. El querer ver su rostro lo antes posible tuvo prioridad. Pasándose los dedos por su cabello desordenado, añadió papel y leña a las brasas incandescentes de la chimenea. Luego se detuvo cuando una duda se apoderó de ella.
¿Por qué no encendió la linterna?
Harij siempre traía una linterna con él. Una con una vela gruesa que probablemente un noble elegiría para viajar de incógnito.
Rose volvió a mirar por la ventana. La persona ya había subido al barco. Y todavía no había ningún farol que iluminara la proa.
¿Se le habrá olvidado? ¿Olvidó la linterna que necesitaba para navegar por los traicioneros senderos del bosque? Esa lógica era tan absurda que Rose se rió secamente de sí misma.
La emoción se convirtió en pavor. ¿Quizás apagó la vela para no despertar a Rose? Eso era igualmente ridículo. Entonces no se habría parado en el muelle.
Después de todo, Harij sabía que estar en el muelle hacía sonar la campana en la ermita de la bruja.
Rose miró por la ventana por tercera vez. El barco estaba fuera de su campo de visión. No parecía como si la persona se hubiera perdido en la oscuridad, sino como si hubiese alterado su curso para evitar ser visto. Quienquiera que fuera eligió bajar a tierra evitando explícitamente el muelle.
El mal presentimiento que arañaba su pecho se convirtió en una sensación segura. Decidiendo que se trataba de una emergencia, Rose corrió a los estantes donde guardaba sus pociones y rebuscó apresuradamente en los frascos, lo que provocó que sonaran y traquetearan.
Con las manos temblando por el pánico y la impaciencia, accidentalmente tiró varios frascos del estante. El sonido del cristal rompiéndose hizo eco en la oscuridad.
Su columna se puso rígida. Si no lo sabía antes, quienquiera que estuviera tratando de acercarse sigilosamente a la ermita, debió haberse dado cuenta de que la bruja estaba despierta tras eso. Rose no tenía ninguna posibilidad de vencerle sin el elemento sorpresa de su lado. Ninguna magia era instantánea, había pasos a seguir para que funcionara exactamente como ella quería. No podía contar con tener tiempo para seguir esos pasos o con que el intruso fuera lo suficientemente considerado como para permitírselo.
Renunciando a la ofensiva, Rose enrolló la alfombra debajo de la cama. Movió la trampilla a un lado y se escondió dentro de la sala de oración. Extendió la mano lo más lejos posible para arreglar la alfombra de modo que nada pareciera fuera de lo común. Cuanto más presionada se sentía para apresurarse, más temblaban sus dedos como si fuesen salchichas.
Alguien se movió fuera de la casa. Rose se rindió en hacer que la alfombra se viera perfecta y volvió a colocar la puerta en su lugar. Una tenebrosa oscuridad envolvía el estrecho espacio del sótano sin nada en lo que sentarse, como si de tinta se tratase. Para calmar su respiración, Rose se acurrucó en un ovillo y se abrazó a sí misma. El latido errático de su corazón le golpeaba los oídos.
Escuchó algo traqueteando sobre ella. Preguntándose qué era, escuchó atentamente y descubrió que estaba haciendo vibrar la trampilla con todos sus temblores. Darse cuenta de lo asustada que estaba solo aumentó su miedo.
Aquella no era la primera vez que se encontraba en esa situación.
Y, sin embargo, estaba más asustada que nunca.
Probablemente porque ahora quería aferrarse a la vida. Todo porque deseaba volver a comer deliciosas manzanas con Harij.
Rose apretó los ojos con tanta fuerza que le dolió y puso la cabeza entre las rodillas. El pomo de la puerta traqueteó durante unos largos momentos antes de que la puerta se abriera con un crujido. Había sido desbloqueada desde el exterior. Eso lo demostró: el visitante era, en realidad, un intruso.
Había permitido que una persona sospechosa entrara audazmente por la puerta principal sin ser invitada, a la ermita de la bruja, su hogar, que había sido apreciado y protegido por generaciones de brujas que habían crecido allí.
El miedo, la tristeza y la frustración la carcomían.
Con cada paso que daba, las tablas del suelo crujían un poco.
Escuchó al intruso acercándose gradualmente a su ubicación. ¿Qué demonios podría querer alguien con ese tugurio sombrío y en ruinas? Rose no tenía idea.
Durante algún tiempo, el intruso vagó sin rumbo fijo por la casa. Probablemente porque las luces estaban apagadas. Hubo el sonido ocasional de algo que se pateó o derribó. Cada vez, el intruso maldijo en voz baja. Naturalmente, Rose no reconoció su voz. Cada expresión y sonido enojado llegaba hasta debajo de las tablas del suelo, donde ella estaba.
—Maldita sea. La bruja no está aquí. Vine hasta aquí para divertirme un poco con ella porque escuché que era una jovencita.
Rose no sabía qué tipo de diversión se proponía tener con ella, pero sabía que eso no significaba nada bueno.
—Este lugar apesta. No hay nada que valga una mierda aquí. Dijeron que vende drogas por barco. Esperaba ganarme el premio gordo.
El ruido y el estrépito siguieron a las maldiciones frustradas del hombre. Parecía que estaba detrás de las ganancias que ella obtenía con la venta de pociones. El pago por las dos pociones de amor de Harij estaba justo debajo de su trasero. Había escondido la enorme suma de dinero en el sótano en la misma bolsa en la que la recibió.
En el momento en que se volvió consciente de que estaba literalmente sentada sobre lo que él quería, tembló incontrolablemente, porque sentía como si ya no tuviese salida. Su temblor provocó que algunas monedas debajo de ella se cayeran.
Las monedas chocaron contra el suelo.
—Bueno, esta es una agradable sorpresa.
Rose se tapó la boca con las manos, de lo contrario podría hacer un sonido. La voz del hombre se hizo más cercana. Las tablas del suelo gritaron en protesta bajo sus pesados pies.
—¿Así que aquí es donde te has estado escondiendo?
Solo por el sonido de su voz, Rose supo que el hombre se estaba burlando.
Pasó lentamente los pies por las tablas del suelo, como si disfrutara del hecho de haber acorralado a su presa. Las presas atrapadas sin ningún lugar a donde ir solo podían temblar hasta que la muerte estuviese sobre ellas. La respiración superficial de Rose llenó el diminuto sótano. El frío helado bajo el suelo se aferró a su piel blanca como el papel. El moho se infiltró en cada jadeo de aire, causando estragos en su línea de pensamiento.
Los pies que raspaban el suelo se detuvieron… justo encima de su cabeza. Cosas se estrellaron contra las tablas del suelo mientras él tiraba cosas en busca de ella. Los fuertes golpes sacudieron su cabeza. Apenas pudo evitar saltar. Desesperada por gritar, apretó la boca con fuerza.
Rose no podía escapar del pequeño sótano, que apestaba a miedo. Reprimir sus sollozos le hizo sentir náuseas.
Hubo un estruendo extraordinariamente fuerte que sonó como una caja de herramientas volcada. Rose estaba temblando fuera de control. Un grito ahogado se derramó entre sus dedos. Se clavó los dedos en las mejillas para evitar que saliera otro sonido. Rose se congeló con los ojos desorbitados.
¿Estaba descargando su ira en sus cosas porque no sabía dónde estaba la puerta del sótano? ¿O simplemente estaba pateando cosas para intimidarla y asustarla?
El miedo la consumía cuanto más pensaba en ello.
No podía dejar de temblar. Los dientes le castañeteaban desagradablemente en los oídos. Con la intención de no alertarlo sobre su ubicación exacta, Rose trató frenéticamente de calmarse, pero su cuerpo no dejaba de sacudirse.
Entonces la luz brilló en sus ojos resecos, que se abrieron del susto. Un único rayo de luz brilló en lo alto. El resplandor de una lámpara se filtraba a través de los huecos entre la trampilla y las tablas del suelo.
La alfombra fue arrojada a un lado. Ella no podía respirar.
El aire se sentía escaso y la cabeza le daba vueltas.
La trampilla se abrió. La luz de la lámpara era demasiado brillante; quería cerrar los ojos. Sin embargo, su cuerpo aterrorizado se negó a escuchar.
—Rose.
Las lágrimas brotaron de sus ojos muy abiertos. ¿Por qué él está aquí? ¿Por qué ahora?
Su voz saliendo de sus labios en incompresibles balbuceos. Ni siquiera Rose entendió lo que había dicho.
—¿Estás bien?
La voz preocupada y la expresión cariñosa de Harij la recibieron al otro lado de la luz. La puerta se había retirado por completo y la lámpara había sido colocada a un lado.
Sus respiraciones superficiales se volvieron rápidas y aterrorizadas. El aire volvió con violencia a sus pulmones y la recorrió dolorosamente. Inhalar demasiado aire a la vez conmocionó su sistema. Sus hombros se movieron de forma desgarradora hacia arriba y hacia abajo, como si tuviera un espasmo.
Estaba tan asustada. Tan asustada. Tan terriblemente asustada. Horriblemente asustada. Muerta de miedo.
—Siento llegar tarde.
Ella se aferró a la mano que él le tendió y la levantó. Por alguna razón, su brazo estaba más frío que el hielo y mojado. Harij se apartó al principio, pero luego dejó de lado el pensamiento y la abrazó.
Frotó círculos relajantes en su espalda, calmando la respiración dificultosa de Rose y sus violentos temblores. Su cercanía hizo que el agua se filtrara a través de su ropa y llegara a la de Rose, enfriando poco a poco su cuerpo. Cuando la humedad se extendió hacia ella, sintió como si estuviera siendo impregnada de sus sentimientos.
—¿Estás herida?
Los brazos de Harij parecieron temblar levemente mientras la abrazaban.
Finalmente, calmando su respiración, Rose hizo el mayor esfuerzo para obligar a sus labios a decir “No”.
Toda la tensión desapareció del cuerpo rígido de Harij. Soltó un fuerte y tortuoso suspiro.
—Qué alivio. —dijo y la abrazó aún más fuerte.
Su abrazo duró un breve momento hasta que él le dio una palmada tranquilizadora en la espalda y la soltó.
Rose, sin embargo, todavía se aferraba a la ropa de Harij. Al darse cuenta de dónde estaban sus manos, trató de soltarse, pero como todavía estaba presa del miedo, sus manos permanecieron apretadas alrededor de la tela. La gran palma de Harij envolvió su mano temblorosa. Después de masajear por un tiempo los dedos que parecían estar bloqueados, finalmente fue capaz de liberarlos.
—Y-Yo… lo siento.
—No tienes que disculparte. —él le dio una sonrisa tranquilizadora y se puso de pie. Luego echó la pierna hacia atrás.
Su pie descalzo se conectó con algo que se levantó unos pocos metros en el aire. Aterrizó en el suelo con un ruido sordo.
—Oh, mi error. Soy tan torpe, mi pie chocó con esto por accidente. —dijo Harij como si estuviera recitando un guión.
Rose lo miró boquiabierta. Harij se había topado accidentalmente con una persona. Un hombre con la misma constitución y cabello ceniciento que el suyo. Definitivamente era el ladrón con el que los guardias de la ciudad habían confundido a Harij. El hombre se había desmayado, sus ojos en blanco.
Entonces, ¿todos los fuertes golpes y choques que escuchó desde el sótano eran el sonido de Harij derribando al ladrón? Por alguna razón, la azada de su jardín estaba en el suelo junto al hombre inconsciente.
Algo ató los brazos del hombre a su torso. Lo habían atado con fuerza como si se tratase del corsé de una noble. Harij agarró al hombre que había atado con tanta fuerza que ni siquiera había espacio para que una hormiga se arrastrara allí.
—Quiero quedarme aquí contigo, pero primero tengo que sacar a este demonio. Enviaré a Safina enseguida. Hagas lo que hagas, no abras la puerta a nadie hasta que él llegue.
—P-Pero no es como si hubiera abierto la puerta esta vez… —objetó Rose, queriendo dejar en claro que no haría algo tan estúpido.
Al escuchar su voz inquebrantable, Harij sacó una pequeña sonrisa de alivio en lugar de enojo.
—Ya veo. Lo siento.
La luz de la lámpara proyectaba un suave resplandor en sus mejillas. Su tierna sonrisa fue impresionante.
—Está bien, tengo que irme. Mantente caliente.
—Cierto, ¿por qué estás mojado…? —Rose se dio cuenta de la respuesta antes de terminar de hacer la pregunta—. ¿No me digas que nadaste… a través del lago helado en medio del invierno?
Durante las frías noches de invierno, el lago incluso se congelaba a veces. El frío implacable se filtraba en los huesos y se sentía como ser mordido por una helada. Algunos de los animales que se cayeron por accidente en el lago habían perdido la vida.
—Escuché que se rompía un cristal a pesar de que la ermita estaba a oscuras. El barco también estaba tomando un rumbo inusual alrededor del lago, por lo que era natural pensar que algo estaba pasando.
El gélido frío debería haberlo carcomido. Rose empujó a Harij a su cama y extendió la mampara más de lo habitual.
—¡Podrías morir, ¿lo sabes?! ¡Desvístete, por favor!
—Rose, espe…
—Quítate la ropa. Ahora —repitió Rose, sin dejar espacio para la negociación.
Después de un momento, el sonido de alguien desvistiéndose se escuchó desde el otro lado. ¿Harij decidió que era mejor no discutir con ella?
Rose corrió recogiendo todo lo que pudiera ser útil y arrojó diferentes telas y un edredón de verano que aún no había guardado sobre la mampara. Tenía tanta prisa que pudo haber pisado al ladrón unas cuantas veces.
—Por favor, envuélvete en el edredón. Coloca tu ropa mojada sobre la mampara.
Se alegró de haber avivado la chimenea. El resplandor crepitante calentó lo suficiente la habitación.
—De verdad que estás en el camino. —Rose pateó al ladrón hasta que rodó a un lado. Tiró de la partición para dar más espacio al lado del dormitorio. Ahora Harij podría calentarse junto a la chimenea envuelto en el edredón.
—Rose, patea al ladrón ha…
—No te preocupes por él. Le verteré un tónico para dormir en la garganta y le rociaré una poción para la parálisis.
—E-Eso funciona…
Cogió las pociones del armario y, una vez que hizo todos los pasos necesarios, se las arrojó al ladrón inconsciente. Eso era lo mejor que podía hacer en ese momento. Inofensivo, el ladrón quedó paralizado en el suelo.
Buscar en su armario no la acercaría más a encontrar ropa que le quedara a Harij. Exprimió la ropa empapada que él colocó sobre la partición. Si los dejaba abiertos para que el aire caliente pudiera entrar, el calor de la chimenea debería secarlos en poco tiempo. La habitación ya se había calentado lo suficiente como para que se secara la ropa parcialmente mojada de Rose.
—Eso me recuerda, ¡no estás usando tu capa o abrigo! ¿Dónde está?
—Dejé lo que pude en el muelle del bosque.
—¡Iré a buscarlo! ¡Quédate aquí y mantente caliente!
—¡Rose!
Rose salió corriendo de la casa, dejando atrás el grito bastante enojado de Harij. El barco no estaba amarrado en el muelle, como se esperaba. Dio la vuelta a la parte posterior de la isla y la encontró flotando ligeramente. Agradecida de que las olas no lo hubieran llevado demasiado lejos, agarró uno de los remos que el ladrón había dejado caer en la isla y acercó el bote con él.
Rose remó hasta el muelle del bosque e inmediatamente encontró el resto de la ropa y la espada de Harij, incluso la impresionante capa de caballero azul que adoraba.
Casi rompió a llorar en el acto. Ella recogió sus pertenencias con dedos temblorosos. Por alguna razón, cuando los apretó contra su pecho, una gran sensación de alivio se apoderó de ella. Poniendo su cerebro en marcha para apurarse, regresó a la ermita abrazando sus cosas. Harij la recibió en la puerta, ya vestido.
—¡Tu ropa…! ¿Están lo suficientemente secos?
—Sí. Saldré ahora.
Probablemente estaba preocupado por dejar al ladrón en su casa durante demasiado tiempo. Las comisuras de sus labios se levantaron cuando aceptó la ropa que ella sostenía apretada contra su pecho.
—Gracias. Me salvaste.
Fue Harij quien salvó a Rose. Lágrimas calientes le picaron en el fondo de los ojos.
—¿Por qué…?
¿Por qué nadaste a través del lago helado para rescatarme?
Rose no pensó que era justo preguntarle eso. Después de todo, ella solo se salvó porque él arriesgó su vida para llegar a ella.
—¿Por qué estabas aquí? —Rose reformuló su pregunta.
Harij había estado fuera de la capital con la misión de escoltar a la princesa Billaura hasta la frontera. No debería haber tenido ningún negocio en estos bosques remotos que requirieran que estuviera vestido con su atuendo de caballero. Especialmente no en medio de la noche.
—¿Estabas… siguiendo al ladrón?
Harij negó con la cabeza mientras sujetaba su espada. Hizo una mueca como si hubiera comido un caramelo agrio.
—Me preguntaba… qué estabas haciendo… —murmuró incómodo.
—¿Mmm?
—Iba a pasar un rato si las luces estaban encendidas. Quería preguntarte si habías estado bien… y si tuviste algún problema mientras yo estaba fuera…
Rose lo miró con asombro silencioso.
¿No podría haberle preguntado a Safina cuando llegara a casa? Rose no pensó en absoluto que esa fuera una razón justificable para aventurarse en las profundidades del bosque en medio de la noche en su camino de regreso de una excursión de un mes.
—¿Viniste… solo por eso?
Harij frunció el ceño, su humor se agrió con la reacción de Rose.
—Valió la pena. Me alegro… de haber venido. Será mejor que me vaya ahora —dijo, enfurruñado, y levantó al ladrón como un saco de patatas.
—¡Ah, señor cliente…!
—¿Qué? —él volvió un rostro malhumorado hacia ella.
Rose apretó sus manos y se inclinó ante él.
—Muchas gracias… por salvarme. Estoy agradecida desde el fondo de mi corazón.
Harij aceptó en silencio su gratitud, le revolvió el cabello y desapareció en la oscuridad de la noche.
♦♦♦
—Azm, cálmate.
Una voz llamó a Harij para que volviera a la realidad. Geones, su compañero caballero, lo miró con tristeza.
Como Harij, Geones acababa de regresar de una misión. Como uno de los oficiales que vivían en el dormitorio militar, Geones había pasado por el cuartel antes de regresar a sus habitaciones, y fue entonces cuando vio a Harij llevando al ladrón que había sido la comidilla de la ciudad. Estaba sorprendido por decir lo menos. La cárcel estaba cerrada a esa hora tardía, por lo que Harij había llevado al ladrón al cuartel de los caballeros.
—¿No te parezco tranquilo?
—Claro, es posible que hayas estado tranquilo por fuera, pero parecía que estabas listo para matarlo.
Harij chasqueó la lengua. Si hubiera podido matar al hombre, lo habría hecho. Lo despreciaba lo suficiente como para hacerlo.
Harij, que había trabajado sin descanso durante un mes, se recompensó con una visita a la ermita de la bruja. Solo estaba planeando echar un vistazo a su casa desde el bosque.
Nunca pensó que desearía tanto verla después de solo estar separados por un mes.
¿Tiene frío? ¿Se está asegurando de comer? ¿Necesita ayuda? Ella no ha tenido ningún problema, ¿no? La gente de la ciudad no le ha hecho nada malo, ¿cierto? Esos guardias ignorantes de la ciudad no la han molestado de nuevo, ¿verdad?
Le había ordenado a su sirviente de confianza durante muchos años, Safina, que ayudara a Rose lo mejor que pudiera, pero realmente quería ser el que estuviera allí para ella.
Quería apreciar y cuidar a Rose de todas las formas posibles.
¿Se había sentido sola?
Harij sí.
Aunque acompañaba a Billaura, la chica a la que protegía y cuidaba como a una hermana pequeña, en su viaje para casarse, sus pensamientos estaban llenos de Rose.
No podía olvidar el momento en que vio a Rose vestida como las otras chicas de la ciudad desde su caballo. Harij no esperaba verla antes de partir, por lo que sintió como si estuviera caminando en el aire durante varios días después.
Su mente estaba tan llena de Rose que incluso Billaura se rió de él y bromeó:
—Has sido afligido por una enfermedad que ni siquiera las pociones secretas de la bruja pueden curar.
Por fin, Harij comprendió a qué aflicción se refería. Aquella emoción ardiente que hacía a uno pensar en otro incluso cuando estaban separados; él sabía cómo lo llamaban miles, no, decenas de miles de personas.
Harij recordó los acontecimientos de la noche.
—¿Ella ya está dormida?
La casa de Rose yacía en silencio en medio del lago oscuro.
Me alegro de que esté descansando. Sé que está acostumbrada a las visitas nocturnas, pero quiero que duerma por la noche.
Harij se abstuvo de caminar hasta el muelle, temiendo que la campana la despertara. Pero pronto notó que el bote se deslizaba por el lago.
—¿Un cliente… a esta hora?
Convenientemente ignorando que había sido uno de esos clientes, Harij estaba molesto con quienquiera que se atreviera a venir en ese momento. No había una sola luz encendida en la casa de Rose. Nunca antes le había prestado atención, pero Rose siempre estaba esperando con las luces encendidas cuando Harij llegaba por la noche. Probablemente encendió las velas para dar la bienvenida a los clientes después de escuchar el timbre del muelle.
A pesar de que era su costumbre, la ermita de la bruja todavía estaba cubierta de oscuridad. El barco también se dirigía a la parte trasera de la isla por alguna razón. Harij no pudo apartar los ojos cuando un presentimiento le dijo que algo andaba mal.
Luego escuchó un vidrio romperse a la distancia.
Harij se quitó las botas y la pesada ropa exterior sin tardar ni un segundo, como si ese sonido indicara el comienzo de una carrera urgente. Habiéndose despojado de toda su ropa menos de sus pantalones y su fina camiseta, sintió que el frío del invierno le ponía la piel de gallina. Dejó todo en la orilla, incluida su espada.
Entró silenciosamente al lago para que nadie se diera cuenta. Más gélida que el hielo, el agua absorbió instantáneamente el calor de su cuerpo. El frío escalofriante lo atravesó, pero nadó a pesar del dolor. Se acercó sin hacer ruido.
El pequeño bote ya había arribado a la isla. No había nadie a bordo. Cuando llegó a la orilla, el aire helado se llevó el poco calor que le quedaba. Vientos gélidos que soplaban sobre la isla desde el agua golpeaban sin piedad su cuerpo húmedo.
Abrió y cerró los puños varias veces para calentar. Todo sería inútil si se quedaba inmóvil durante el momento más crucial.
Nada sería mejor que si estuviera siendo demasiado sensible y sacando conclusiones precipitadas. El mejor de los casos sería que una Rose somnolienta hubiese roto por accidente un vidrio y su visitante fuera solo alguien que no supiera remar correctamente en un barco.
Esperaba que todo eso pudiera terminar con él siendo el hazmerreír por tirarse de cabeza en un lago helado.
Pero… ¿y si había algo realmente fuera de lo común?
—Siempre que pasa alguien cuestionable, inmediatamente me escondo en el sótano debajo de las tablas del piso.
Harij apretó los dientes. Cuando Rose le dijo eso por primera vez, su reacción inicial fue de pura y simple lástima. Ya que él creció creyendo que las mujeres deberían estar protegidas, Rose parecía lamentable por no tener a nadie que la cuidara.
Pero ahora respetaba mucho a Rose por cuidar de sí misma todo este tiempo. Y esperaba sinceramente que ella lo dejara estar allí para ella de ahora en adelante.
Cogió una azada del jardín de camino a la puerta principal. La misma estaba entreabierta. La voz de un hombre vino desde adentro.
—Maldita sea. La bruja no está aquí. Vine hasta aquí para divertirme un poco con ella porque escuché que era una jovencita.
Aunque Harij debería haberse muerto de frío, todo su cuerpo hervía de ira. Reprimió su rabia y se escondió detrás de la puerta principal. Miró más allá de los hombros del otro hombre hacia la casa. Correr sin comprender la situación era lo último que debía hacer. El hombre, alto y de cabello ceniciento, estaba usando la vieja lámpara de Rose para registrar la casa. Su apariencia encajaba perfectamente con la descripción del ladrón que había estado causando problemas antes de que Harij se fuera a su misión. Pero Harij no podía actuar como caballero hasta que estuviera seguro de que el hombre no era un cliente. El lugar era un desastre, pero dadas las tendencias normales de Rose, todavía no podía culpar al hombre.
Afortunadamente, escuchó al hombre decir: “La bruja no está aquí”. Debió haberse escondido en el sótano. La imaginó en ese espacio estrecho, temblando de miedo. Harij apretó la mano alrededor de la azada.
—Este lugar apesta. No hay nada que valga una mierda aquí. Dijeron que vende drogas por barco. Esperaba ganarme el premio gordo.
En algún momento a lo largo de la línea, la información sobre ella se había distorsionado. Las pociones de Rose no eran el tipo de drogas que estaba buscando.
En cualquier caso, estaba claro que el hombre estaba tratando de robar en la casa de Rose. Harij decidió hablar con el hombre primero, antes de usar la fuerza física. Pero antes de que pudiera, dijo algo que hizo latir la vena de la sien de Harij.
—Bueno, esta es una agradable sorpresa. ¿Así que aquí es donde te has estado escondiendo?
El hombre cambió de dirección después de escuchar algo. Su mirada se disparó hacia la trampilla, donde probablemente se escondía Rose. El hombre avanzó arrastrando los pies. Su mirada se fijó en la alfombra que ocultaba la puerta.
La opción de hablar primero estaba descartada. Antes de que se diera cuenta, Harij estaba irrumpiendo en la habitación. Para cuando el ladrón notó que Harij venía por él, su mente y su cuerpo ya no formaban parte del mundo de la vigilia. Con su última pizca de racionalidad, Harij decidió no usar la punta de la azada, sino que golpeó al ladrón con el mango utilizando todas sus fuerzas.
El hombre se estrelló contra la pared con un fuerte estruendo. Afortunadamente, ninguna de las cosas apiladas en ese rincón de la casa se rompió. Harij se sintió aliviado de no haber dañado las posesiones de Rose.
Arrojando la azada a un lado, Harij agarró al hombre por el cuello y golpeó su cara contra la pared. Una vez que confirmó que los ojos del hombre se habían metido hacia dentro [1], Harij lo ató con su cinturón. Se aseguró de que estuviera muy apretado para que no pudiera soltarse.
El silencio cayó sobre la habitación. Buscó cómplices, pero el hombre parecía actuar solo.
Harij quitó la alfombra y abrió la puerta del sótano. Los ojos verde oscuro de Rose, iluminados por la luz de la lámpara, brillaron cuando se encontraron con su figura..
Siempre que recordaba las lágrimas de Rose, quería borrar al ladrón de la faz del planeta.
—Yo lo vigilaré desde aquí. No se puede arrestar a un cadáver por la mañana.
La voz de Geones devolvió a Harij al momento.
—Gracias. Es todo tuyo.
Harij aceptó agradecido la generosa oferta de su colega y se apresuró a volver a casa. Cuando llegó a su mansión, las nubes púrpuras cubrían el cielo y el sol de la mañana se estaba asomando. La mansión estaba llena de actividad a pesar de la hora temprana debido a que había enviado un mensajero antes que él. Safina, el hombre a cargo de organizar a los sirvientes, no estaba allí porque ya se había dirigido a la casa de Rose por órdenes de Harij.
Darse un baño ayudó a Harij a sentirse él mismo de nuevo. Luego rápidamente se llenó la barriga con una comida sencilla.
Durante ese tiempo, Geones envió a un mensajero con el testimonio que extrajo del ladrón.
Aparentemente, el ladrón se enteró de que la bruja era una mujer joven por una pequeña charla que escuchó en una taberna. Algunos de los adultos que vivían en la ciudad se habían enterado de que la bruja era una mujer en edad de casarse cuando sus hijos le arrojaron bolas de barro y estaban charlando sobre ello.
Intrigado, el ladrón les pidió más detalles. Ellos se alegraron por su repentino interés y le contaron cómo la bruja vendía botes llenos de medicinas a todas horas del día.
Era un secreto bien conocido que la mayoría de los clientes de la bruja procedían de la clase alta. El ladrón tuvo la perversa suposición de que fácilmente podría dominar a una mujer joven. Emocionado por la idea de obtener las riquezas de la bruja, inmediatamente comenzó a explorar el área alrededor de Rose.
Rose rara vez se aventuraba a salir y, además de recibir la visita de un hombre que le entregaba la comida a la misma hora una vez cada dos días, prácticamente vivía como una jubilada. Los planes del ladrón estaban listos para llevarse a cabo en poco tiempo.
El hombre también le informó a Harij que Geones se había hecho cargo del papeleo para que él se tomara un tiempo libre. Harij despidió al mensajero con su gratitud y luego llamó a un sirviente.
—Safina no está aquí. ¿Hay alguien cerca?
Uno de los lacayos corrió silenciosamente hacia allí. Debió haber saltado de la cama para darle la bienvenida a Harij a casa. Estaba tratando con desesperación de acomodar un mechón rebelde de su cabello.
—¿Ha llegado el artículo que pedí antes de irme?
—No, mi señor. Recibimos la noticia de que tomaría más tiempo.
Harij se sentó en el sofá y se ató las botas.
—Por favor, infórmeles que odio apresurarlos, pero el artículo no tendrá sentido si no lo tengo a tiempo.
—Sí, mi señor.
—Antes de que te vayas, tráeme mi botella de estimulante que está en el estante de mi habitación. Y prepara mi caballo. Saldré tan pronto como termine mi bebida.
Como era de esperar, nadar en el lago helado después de trabajar durante un mes sin descanso le estaba pasando factura. Harij presionó una mano contra su frente mientras soltaba un aliento vigoroso.
El lacayo hizo una reverencia, con el rebelde cabello levantándose de nuevo al no tener presión sobre él, y salió en silencio de la habitación con sus órdenes.
[1] Hace referencia a que el iris y la pupila se movieron hacia dentro, dejando sus ojos en blanco. Traducido por Bee
¿Será un anillo de propuestta de matrimonio? Ay, ya no sé. Pero necesito que se besen ya 🤭