Ya no te amo – Capítulo 48

Traducido por Melin Ithil

Editado por Sakuya


Rudiger soportó el silencio más que nadie, tosió y se desplomó en el asiento donde su futura señora había estado hacía solo un momento, antes de comenzar a acomodar el libro que le había sido entregado para guardar.

Fue suficiente para rasgar el corazón de Valor.

—¿El teniente de Vinfriedt toma descansos frecuentes mientras está de servicio? —Le estaba diciendo que no perdiera el tiempo y volviera a guardar el libro rápidamente.

Sin embargo, Rudiger continuó sentado sin prestarle atención a la estantería, rascándose la oreja para ver si aún podía oírlo.

—Entiendo que no me quiera aquí, pero si regreso rápidamente, su majestad me regañara, ¿no puede ver que me dejó aquí a propósito?

—Podría pasar algo, ¿sabe? Y él ha dejado su escolta.

—¿Es el palacio imperial de Thierry un lugar tan peligroso que no se puede ir sin una escolta?

Le parecía increíble, su boca se cerró ante la despreocupada reacción del caballero. Se negaba a siquiera pensar en ello.

Originalmente, yo era el tipo de persona que solía forzar así.

—¿No siente curiosidad, duque?

—… ¿De qué cosa?

—¿Del por qué hay una reescritura de un autor tan patriótico en la biblioteca imperial de Thierry? —Sonrió mientras cerraba el libro e imitaba una sonrisa como la de su maestro—. Se lo dejaré como regalo, si tiene tiempo, léalo. Escuché que ha decidido unirse a la compañía de Vinfriedt como gerente general de Gauren, pero ya que es del país de Thierry, ¿no sería un gran problema si anduviera con la nariz en alto? —Miró por la ventana donde la luna brillaba con intensidad y se levantó—. No tiene que preocuparse de si hay algún error en el evidente patriotismo histórico, fue alguien que sabía más sobre la historia de Vinfriedt que nadie.

♦ ♦ ♦

Era la hora más profunda de la noche.

Arendt se apoyó en la silla e hizo una voz ronca.

—Entonces, ¿cómo te fue con el trabajo de escritura?

—Mi muñeca duele. Hoy escuché de Isolde que me estaba quedando demasiado en la habitación.

—No dejes que mi cuñada te regañe.

—Es que no lo sabes, tuve que escribir cuando llegó esta inspiración. —El hombre en la pantalla mágica refunfuñó mientras tronaba sus muñecas rígidas—. No hay nada que se pueda hacer si se quiere que la emperatriz no se entere.

—¿Qué dijiste que publicarías esta vez? ¿Literatura?

—Ya escribí un libro de historia, esta vez tiene que ser literatura. —Rainer se encogió de hombros y agregó un par de palabras sobre el estado actual de su escrito, luego empezó con el tema principal—. Entonces, ¿a qué se debe su llamada, majestad? Seguramente no es que se esté preparando para la publicación o descansando.

—Me preguntaba si mi madre andaba por ahí.

—La emperatriz está aquí, no tenemos días buenos debido a tu matrimonio, pero sé que eso no es todo, así que solo dilo.

Los ojos de un pálido azul de Arendt observaron a su hermano por un momento, antes de girar lentamente hacia adelante y hacia abajo. Sus ojos lucían como los de un perro que rompió un jarrón y mordisqueaba tontamente como si no fuera su culpa.

Rainer sabía que algo pasaba, Arendt se volteaba y evitaba mirarlo directamente. Con tan ominoso presentimiento, se arriesgó a preguntar.

—Arendt, ¿qué pasa?

—Hermano, no puedo decirte.

—Entonces termina la llamada, no desperdicies la piedra de mana.

No hubo ni respuesta ni más movimientos, incluso ante su insistencia, su hermano se quedó sentado en silencio sin decir ni una palabra. Al ser de noche, su flequillo ya había sido lavado y los mechones mojados cubrían su frente, haciéndolo parecer alguien que había muerto en el agua. Ha pasado un tiempo desde que lo había visto tan hosco. Sujetó su barbilla tranquilamente jugando con el bolígrafo en sus manos. No había irritación en su rostro, en momentos como ese, sabía que era más efectivo esperar, que presionarlo. Además de que originalmente, aparte de ser hermanos, Joachim era el emperador.

—Si no vas a hablar, terminaré la llamada y seguiré escribiendo.

—… Hermano.

Oh, ahora si va a decirlo. Asintió con la cabeza. No sabía qué demonios era lo que su hermano trataba de decir con tanta dificultad, así que estaba algo curioso al respecto, pero las palabras de Arendt lo sorprendieron.

—Soy basura.

♦ ♦ ♦

Por otro lado, al mismo tiempo, Niveia todavía estaba insomne, cada cierto tiempo su cuerpo se sentía incómodo dentro de la manta, su lengua dentro de su boca se sentía inusualmente hinchada, así que abría y cerraba su boca por momentos. Al final frunció el ceño.

No puedo dormir.

♦ ♦ ♦

El comienzo del caso se remontaba poco tiempo atrás, justo después de que la pareja había salido de la biblioteca, siendo más precisos, al instante en el que ella estuvo fuera de la misma y soltó la mano de Arendt.

—Gracias, como siempre. —Había recordado que él odiaba la intimidad. Después de escoltarla lejos de Valor, solo quedaba caminar por la calle. Él está haciendo de todo por mí. A su consideración, hacía lo necesario incluso si eso lo ponía incómodo, sin embargo, al estar tan preocupada por eso, no notó que él había cerrado su mano en un puño, frotando su índice con el pulgar con decepción.

Detrás de su sutil silencio, siguió la conversación mientras sus pasos resonaban en conjunto.

—¿De qué está agradecida?

—Solo… de esto y aquello.

¿Debería contarle cuán agradecida estaba con él? Si le preguntara, se lo diría con todas sus sílabas. Parpadeó despacio, pensando con cuidado durante un momento sobre la respuesta apropiada. Sus pestañas subieron y bajaron como alas de mariposa un par de veces, antes de llegar a una conclusión.

—No quiero seguir. —Al decir eso, su rostro tenía una leve sonrisa como la niebla de la mañana, fresca y cálida, pero tan ligera que no se podía tocar.

Era un cambio que nadie que no conociera la expresión no notaría, pero él, que hizo contacto visual con ella, lo notó y sonrió. Sus afilados rasgos faciales estaban borrosos.

—Te gusta dar las gracias, pero no quiero que lo hagas, pareciera que lo haces por cada pequeña cosa.

—Es natural, incluso un centavo es precioso para los pobres. Es algo personal, así que no tienes que preocuparte por ello.

—Es tu corazón, ¿cómo podría no importarme?

Ella se estremeció ante esas palabras y luego lo miró de arriba a abajo. Era una mirada tan tenaz, que Arendt sonrió avergonzado.

—¿Por qué me miras así?

—… Solo pensaba que mi prometido es realmente amable.

—No soy amable.

Aunque era el emperador, sabía ser amable. Era difícil creer que tal consideración desbordante pertenecía a un monarca que nunca había inclinado la cabeza en toda su vida. Por eso le agradaba a todo el mundo. Había ganado bastantes puntos en el Rose Atelier.

Recordó cómo las jóvenes se pusieron ansiosas con su presencia e intentaban atarle un nudo. Caminó rápidamente y continuó con la conversación.

—A las jóvenes pareces agradarles. —Lanzó tan involuntariamente sus palabras que cerró inmediatamente la boca al darse cuenta de su error, pero ya era tarde, había hecho la declaración.

Parece celosa.

Estaba seguro de ello al grado que su expresión se endureció en desconcierto.

Ella se sorprendió un poco más que antes y rápidamente ajustó sus palabras.

—Oh, no me malinterprete, no es nada, solo unos viejos pensamientos.

—¿Viejos pensamientos?

—De cuando era prometida de Valor. —Tras decir eso, sonrió suavemente, porque de alguna manera la situación era ridícula. Un prometido amable amado por todos, una prometida solitaria—. Como sabes, Valor también es amable, gracias a eso, me metí en muchas discusiones con chicas jóvenes.

Arendt abrió la boca ante la explicación y luego sonrió complaciente, como si un papel se hubiera derrumbado.

—Es cierto, cuando nos conocimos, estabas hablando con una joven noble sobre Wistash.

—Así es, ella es alguien que le gustaba especialmente Valor. Todos se preocuparon por ella porque es hija del conde.

—Sigues llamando al duque por su nombre.

Al escuchar sus palabras no pudo evitar abrir sus ojos como conejo, eran más redondos y con una expresión perpleja.

—¿Llame a Valor por su nombre? Es un viejo hábito que he tenido por más de diez años. —Al cuerpo le costaba olvidar los viejos hábitos de cuando lo amaba, era algo que debía arreglar.

Mientras ella seguía murmurando acerca de la situación en la biblioteca, él asintió diciendo que estaba bien.

—Solo, llámame por mi nombre.

Una respuesta en “Ya no te amo – Capítulo 48”

Responder a Hyunii3 Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido