Bajo el roble – Capítulo 20: Su nuevo hogar

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


Max miró hacia el paisaje que se extendía más allá de la empinada colina. Debajo del prado había un gran pueblo rodeado de gigantescas paredes grises. Riftan señaló con el dedo a lo lejos.

—Esa es mi propiedad en Anatol. Los ciudadanos de aquí son mercenarios, mineros y granjeros, pero el suelo no es adecuado para el cultivo, por lo que la mayoría de las personas dependen del ganado, la cría de ovejas, pollos y cabras para sobrevivir.

Mientras lo escuchaba, Max inspeccionó cuidadosamente la tierra donde viviría. Frente a la imponente entrada había un gran prado. Más allá, un empinado pico de una montaña en la parte trasera que actuaba como una barrera. Y en medio de la montaña, una fortaleza gigante que parecía un golem aterrador sentando, dividiendo la montaña por la mitad. En el momento en que lo vio, sintió un escalofrío que le recorría la espalda.

El castillo de Calypse era muy parecido al alter ego de su esposo: un gigante solitario y dominante…

—No es glamoroso por fuera, pero es espacioso por dentro —confesó Riftan con nerviosismo.

Los ojos de Max estaban fijos al castillo cuando Riftan comenzó a hablar con una voz más tensa. Ella lo miró maravillada, nunca había visto una enorme edificación de piedra sin forma bloqueando la mitad de la montaña.

La diferencia con el majestuoso castillo Croix era enorme, el castillo de su padre tenía un hermoso exterior, que seguía los lineamientos y extravagantes diseños del imperio de Roem.

—Es difícil cambiar la apariencia, pero… Dios mío, tiene que ser de esa manera. Hay demasiados monstruos en los alrededores… —agregó él en un tono nervioso.

Kiara
Oh mi Dios, está preocupado de que no le guste, realmente le importa

—¿Muchos, muchos monstruos? —preguntó Max.

Con su expresión al límite, Riftan insistió.

—¡No tienes que preocuparte! ¿Ves cuán altos son esos muros? —señaló la distancia—. Los construí tan pronto como adquirí la propiedad, tomó varios años construir un muro resistente para proteger a toda la ciudad… ¡pero ninguna criatura puede atravesarlo ahora!

—No estoy preocupada… —susurró Max.

Ella respondió con una voz tranquila pero desconcertada, en reacción a la intensa defensa de su propiedad. Pero no fue solo para hacerlo sentir mejor. Como dijo Riftan, podía ver que las paredes que rodeaban el castillo se veían bien hechas y seguras y, sorprendentemente, la hacía sentir a gusto.

—Capitán, ya estamos cerca. ¡Estoy hambriento! ¡Creo que el resto de los caballeros también tienen hambre y sed!

A instancias del caballero, Riftan sacudió las riendas de su caballo. Sus caballos galoparon más rápido cuesta abajo, y Max entrecerró los ojos ante el viento que le azotaba la cara. La capucha voló de su cabeza. Sus mechones rojos fluían detrás de ella, como si estuvieran bailando con el viento.

—¡Somos los caballeros de Remdragon! ¡Abran la puerta! —Sus caballeros gritaron al llegar a la puerta. Los guardias que la manejaban se apresuraron a darles entrada después de ver la armadura de Riftan y las insignias de sus túnicas reflejadas por los rayos del sol. Frente a la entrada, muchos aldeanos saludaron al gran guerrero que había derrotado al malvado dragón.

Al ver a Riftan, todos vitorearon.

—¡Rossem Wigru de Calypse[1]!

Max se sintió abrumado por los sonidos ensordecedores de los gritos y subconscientemente se acercó a Riftan. La encarnación del gran héroe Uigru, qué fantástico homenaje hacia él.

Los granjeros que habían detenido su trabajo agitaban sus picos en el aire como una bandera triunfante. Los mineros detuvieron sus carretas y balancearon sus brazos con entusiasmo, mientras que los comerciantes se sentaron en sus techos y vitorearon. Los niños con sus rostros llenos de hollín sonreían, mostrando todos los dientes.

Toda la gente del pueblo gritó el nombre de su señor, y Max solo pudo sentirse abrumada por la efusión genuina de su amor por Riftan.

Ella nunca había visto o experimentado un amor y admiración tan sinceros por un señor. Tal escena era completamente diferente de los sirvientes que habían obedecido a su padre a base de miedo. Tampoco ayudó el hecho de que su padre fuera un hombre orgulloso y brutal, siempre fue frío y regio.

En cambio en este lugar la historia era diferente. Un sentido de comunidad y lealtad eterna estaba presente en el aire, innegable. Y los rostros de las personas estaban llenos de incontestable alegría y orgullo.

—¡Señor! La gente del pueblo ha preparado una ceremonia de bienvenida. ¡Se han estado preparando desde que las noticias de tu victoria llegaron a Anatol! —gritó uno de los caballeros con voz entusiasta.

Riftan agitó la mano para agradecer la bienvenida y se dirigió a la multitud.

—Tengo que ir directamente al castillo. Espero que todos disfruten.

Riftan entonces espoleó su caballo hacia el castillo, los otros caballeros los siguieron en sus caballos. La gente se había reunido a ambos lados del camino, arrojando flores silvestres hacia ellos mientras pasaban.

Max miró los pétalos esparcidos por el camino con ojos llorosos. Ella estaba asombrada de tal exhibición. Su corazón latía tanto contra su pecho que pensó que podría estallar en lágrimas. Sin embargo, Riftan continuó hacia adelante sin expresión en su rostro, como si no le afectará lo que sucedía a su alrededor.

Max reflexionó internamente.

En ocasiones… se deja llevar por sus emociones… pero… 

Muchas veces es frío como si su corazón fuera de piedra. Sus pensamientos se calmaron en la confusión. Todavía no sabía cómo entenderlo, y con frecuencia se preguntaba con qué tipo de hombre se había casado.

Cuando se acercaron al pueblo de Anatol, Max se dio cuenta de que era mucho más grande de lo que había imaginado o pensado inicialmente. Le sorprendió el tamaño y que un pueblo en las afueras pudiera estar tan lleno de vida. Había cabañas, tiendas y posadas densamente pobladas a lo largo de las carreteras y plazas, incluso tabernas al lado de los arroyos al otro lado del pueblo.

Mientras los caballeros corrían hacia una de las tabernas, de inmediato las prostitutas que usaban hermosos vestidos se asomaban por las ventanas y les lanzaban besos. Algunas levantaron los dobladillos de sus vestidos, revelando sus piernas desnudas. Max no podía creer lo que veía y tenía la boca abierta.

—Nos apuraremos un poco —susurró Riftan en su oído, mientras veía a la gente reunirse cada vez más cerca de ellos. Ella asintió con la cabeza y él lo tomó como una señal de ir más rápido, cruzaron rápidamente la plaza. Mientras subían una suave pendiente a lo largo de la colina, apareció un foso ancho y un gran muro.

Los guardias que se enteraron de la llegada de su señor dejaron caer rápidamente el puente levadizo. Max estaba sorprendida ante la impresionante vista que le dio la bienvenida. Después de cruzar el puente, lo primero que vio fue un enorme patio, un campo de entrenamiento y un edificio que parecía un puesto de guardia.

Era más una fortaleza militar que un castillo.

—Hemos llegado.

Riftan entró por la segunda puerta, pasando a través de las largas filas de guardias a su izquierda y derecha que se reunieron para encontrarse con su amo. A través del empinado camino de entrada, vio los jardines desolados, los enormes edificios y la ominosa piedra que se alzaba a su alrededor.

¿Cómo era realmente Anatol? ¿Cuáles fueron sus verdaderos colores? se preguntaba Max.

Frente a la gran escalera, había unas cincuenta personas alineadas.

—¡Bienvenido de vuelta, señor! —saludaron todos al al unísono.

—Sí.

Riftan respondió con una breve inclinación de cabeza a sus sirvientes solemnemente inclinados y saltó de su caballo. Ayudó a Max a bajar suavemente y le entregó el caballo al viejo que se adelantó.

—Descansemos, hemos pasado por muchas cosas —dijo Riftan.

—Por supuesto, señor. ¿Y los otros caballeros…? —preguntó el viejo.

—Hay un festival en la ciudad. Se quedarán en la taberna esta noche. Sin embargo, si alguien regresa, por favor deles una habitación limpia.

—Tan pronto como escuché que vendría, limpie tanto el centro de entrenamiento como las habitaciones. Pero señor, ¿ella es…?

Cuando los ojos del hombre se volvieron hacia ella, Max inconscientemente enderezó los hombros. El tono severo de Riftan le heló la piel.

—Ella es mi esposa, la traje a casa.

—Es un placer conocerla, señora. Me llamo Kunel Osban. Estoy a cargo del establo del castillo y por ende de los caballos del señor.

—Es un placer conocerlo, señor. Soy Maximiliana… Ca-Calypse —murmuró ella en voz baja, evitando tímidamente los ojos de los sirvientes.

Riftan la agarró de la mano y subieron la escalera sin mirar atrás. El castillo parecía aún más triste por adelantado. Por lo general, las escaleras que conducen al gran salón estarían decoradas de forma ornamentada. Pero no se encontró una sola decoración. El jardín de la finca estaba desnudo, con un árbol sin vida, sin frutos, ni hojas. El interior del castillo era similar al exterior e igualmente desolado.

Max siguió a Riftan al monótono salón y se estremeció. El aire dentro del castillo era frío y no había mucha diferencia con el viento exterior. El piso estaba cubierto de losas de mármol, algunas rotas y otras astilladas. Una vieja lámpara de araña en el techo emitía un tenue resplandor, que parecía extinguirse de inmediato. Ni siquiera había una alfombra en la escalera central que conducía desde la entrada principal al gran salón.

—¿Qué pasó aquí?

Riftan regresó al centro del pasillo y miró a su alrededor. Los sirvientes que lo seguían en una fila se pusieron pálidos.

—¿No envié un mensajero con instrucciones para decorar mi castillo antes de mi regreso?

—Hice lo que me ordenaste, señor. Coloque una alfombra nueva en el salón y traje muchos muebles nuevos, aceites y velas caras…

—Eso no es lo que pedí. ¡Quería que se viera más lujoso!

La voz de Riftan se elevó una octava. Sacudió la cabeza con frustración y continuó.

—¡Mierda! Envié más que suficientes monedas de oro. Dime entonces, ¿gastaste todo ese dinero decorando el castillo?

El adulto mayor expresó su vergüenza.

—Bueno, no podríamos gastar tanto dinero por nuestra cuenta. No sin pedirle permiso a nuestro señor…

—¡En el mensaje, te dije que lo dejaras a discreción del mayordomo! ¡¿Que demonios es esto?!

El ardiente Riftan empujó a los sirvientes hacia el oscuro y frío interior del castillo. Sus sirvientes se arrastraron nerviosamente mirándose el uno al otro. Sin duda, todos pensarían que el castillo de Calypse estaba descuidado. Faltaban peldaños en las barandas de las escaleras y las ventanas estaban cubiertas con una película amarillenta y descolorida en lugar de vidrio transparente.

—Maldición… —Riftan maldijo—. Este castillo se vino abajo con su maestro desaparecido.

—Señor, hice todo lo posible para decorar el castillo como me lo ordenaron. Cambiamos las camas y renovamos los muebles viejos para que pudieras descansar cuando regresaras…

—¿Esa es tu excusa?

—¡¡Ri…Riftan!! quiero descansar aquí…

Max no podía soportar esta atmósfera tensa, por lo que tiró de la manga de Riftan. En el momento en que Riftan miró su rostro preocupado, la abrazó y apretó con fuerza con ambos brazos. Max estaba muy sorprendida, sus rodillas casi cedieron.


Notas:

[1] Calypse la encarnación de Uigru,es un título, en el que se le compara con el héroe anterior Uigru.

6 respuestas a “Bajo el roble – Capítulo 20: Su nuevo hogar”

Responder a Marlen Rodriguez Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido