Sorprendida por el rostro —demasiado hermoso para un niño— de este chico desconocido, una mano apareció por detrás de mí y lo empujó.
—Te dije que hicieras silencio. Mabel se ha sorprendido —lo reprendió Oscar y me dio palmaditas en la espalda. Mis ojos saltaron del chico de cabello dorado a Oscar repetidamente.
Ahora que lo pienso, tienen más o menos la misma edad. Qué lindos. Seguí leyendo “Bebé tirana – Capítulo 21: Acaríciame también la cabeza”