Traducido por Sharon
Editado por Nemoné
Por fin se decidió el día de nuestra partida.
Durante la reunión, Lord Évrard nos dio un resumen directo sobre nuestra situación actual.
Al parecer, todo el equipo necesario y provisiones llegarían a tiempo, y después de terminar el recuento de la última batalla, tendríamos 8.000 hombres, una cantidad suficiente de soldados. Por eso partiremos en tres días. Seis días después, llegaríamos a la provincia del suroeste de Limerick, donde nos encontraríamos con las tropas de Lord Reinstar. De acuerdo a nuestros reportes, tenían 7.000 hombres, así que nuestras fuerzas combinadas serían de 15.000.
Era muy probable que los deflectores de Farzian hubieran aumentado los números de Llewyne con más soldados. Eso fue inquietante de escuchar. Sin embargo, de acuerdo con Lord Évrard, nuestros números podrían igualarse en la mayoría de las áreas.
Después de todo, el ejército Llewyniano estaba disperso por todas partes.
No podían dejar su territorio completamente indefenso después de invadir, así que cada vez que partían debían dejar una cierta cantidad de soldados detrás. Ahora, habían repetido ese proceso varias veces en el camino, así que, incluso con las tropas extra de las provincias cooperando, el número de soldados estacionados en cada territorio no era muy grande. Además, había algunas provincias que sólo habían ayudado a Llewyne contra su voluntad, por lo que no se esperaba que el número general de refuerzos fuera demasiado abrumador.
Tenía sentido para mí. De esa manera, la reunión llegó a su final.
Tomé al maestro Horace y salí… O por lo menos, esa había sido mi intención.
—¿Hay una razón por la que tenga que verte entrenar, Reggie?
En mi camino hacia la salida, Reggie me había detenido. Él no se había levantado de su asiento, pues tenía que hablar sobre los suministros con Lord Évrard. A continuación, me había hecho acompañarle a una reunión con sus caballeros guardias, y luego, hacia su sesión de entrenamiento para mantenerse en forma.
¿Cuál es el punto de todo esto?
—Caín me dijo que tiene otros asuntos que atender, así que no podrá escoltarte hoy. Pensé que sería más seguro mantenerte a mi lado, sobre todo porque tengo a Groul y los otros caballeros de guardia.
Caín tenía otras cosas que hacer. No podía quedarse a mi lado todo el día.
¿Así que esto era para protegerme? Muy bien, esa parte la entendía. Asumí que él y Caín habían aprovechado la oportunidad para “conspirar” contra mí cuando estuvieron discutiendo los caballeros Trisphede de los que me advirtieron el otro día.
Por eso, creyendo que lo mejor sería relajarme en mi cuarto, declaré mi intención, pero me detuvo de nuevo.
—Me gustaría escuchar algunas cosas de sir Horace, como referencia.
Si necesitaba del maestro, no hay razones por las que yo deba quedarme.
Además, me estaba sintiendo incómoda con las miradas imperturbables de los caballeros de Reggie.
Pensé un poco en la situación mientras Reggie terminaba sus asuntos con Alan. Cuando dejaron de hablar, extendí la figura de arcilla.
—¡Aquí tienes! ¡Es todo tuyo!
—¡Hey! ¿Quién dijo que podías ir pasándome alrededor, niña? —protestó el maestro Horace.
—Sir Horace no puede moverse por su cuenta, así que apreciaría que lo sostuvieron por mí mientras caminamos.
—Oh, estará bien por su cuenta un día. Mira, solo tienes que atarlo aquí, nadie tiene que llevarlo.
Reggie se rehusó a tomarlo de mis manos, así que intenté atar al maestro Horace alrededor de su cintura.
—Esa no es buena idea, Kiara.
—¡Seguro que sí! ¿Ves? Si lo enganchas al cinturón de la espada, no habrá problemas.
Reggie intentó escapar de mi agarre, pero lo sostuve con fuerza en el lugar, y me apresuré a ajustarle la cuerda del maestro Horace a su alrededor.
—Hey, ¿pequeña discípula? —dijo él desde el suelo donde lo había dejado—. Es probable que quieras pensar dos veces en esa posición. ¡Eeekeekee!
—¿Qué?
Eso me regresó a mis sentidos, y por fin noté la posición en la que estaba.
Estaba agachada, agarrando el cinturón de Reggie con ambas manos, mientras él tenía su mano en mi hombro.
Oh, no… Esto luce como si estuviera aferrándome a él, ¿no?
Cuando miré a un costado, vi a Groul desviando la mirada. Algunos de los caballeros más jóvenes también se habían girado, mientras otros cubrían sus bocas para contener la risa.
—Nunca piensas antes de actuar, ¿verdad? —me susurró Alan desde donde estaba, realizando el golpe final.
—Oh mi Diosssssss. ¡Perdoooon!
Solté a Reggie y me arrojé al suelo por la vergüenza. ¡Todo lo que quería hacer era darle mi muñeca! ¡Ni siquiera había pensado en cómo me vería para otros!
Sostuve mi cabeza en desesperación mientras intentaba pensar en alguna forma de escapar de esta situación. Solo levanté la cabeza cuando alguien me agarró del brazo, y me encontré a Reggie arrodillado a mi lado.
—Oh, no te preocupes. No es un problema para mí. Si quieres estar conmigo hasta el punto en que te aferras así, me aseguraré de mantenerte a mi lado todo el día.
—¡¿Disculpa?!
Mientras intentaba comprender la lógica de Reggie, él me levantó y comenzó a arrastrame de nuevo.
Así es como llegamos a la antecámara del cuarto de Reggie.
Él fue a cambiarse, y yo quedé envuelta en una conversación con un joven señor y una sirvienta, que hacía de su ayudante, sobre Reggie.
Mabel, que solía cuidar del príncipe, se había quedado en la capital real en caso de que una batalla estallara. El señor morocho esperando también había trabajado para Reggie en la capital real, pero no entendía qué podría estar haciendo aquí. Imaginé que tenía asuntos que no eran lo suficientemente importantes como para mencionar.
Una vez su reunión terminó, y Reggie se había cambiado a algo más conservador, me llevó como si fuera ganado. Al parecer, era hora de encontrarse con el marqués y su esposa, y quería que lo acompañara.
En ese punto, decidí que era suficiente.
No solo Caín regresaría pronto, pero le aseguré a Reggie que me quedaría dentro de la mansión, así que por fin me dejó ir.
Aun así, vi por mi ventana que había colocado soldados extra en la entrada. La reunión sería en la torre principal, así que pude observar a Reggie tomar el patio como atajo.
♦ ♦ ♦
Ese mismo día, comerciantes entraban y salían de sus carruajes, llevando sus bienes. Traían las últimas entregas antes de que las tropas partieran al día siguiente.
En un carruaje en particular, había un chico que había sido contratado hace unos días. Había huído de la ciudad gobernada por una familia secundaria en el noreste, rogándole desesperadamente a los comerciantes para que le dieran trabajo. Así fue como comenzó su nuevo trabajo como ayudante.
Después de largas semanas de duro trabajo al que estaba poco acostumbrado, se dejó caer sobre el suelo agotado en cuanto llegó al castillo.
En ese momento, apareció un soldado diferente que le ofreció una bebida. Nadie fue testigo de cómo el chico tragó el líquido sin un rastro de sospecha.
Unos minutos más tarde, en una esquina del castillo, el chico había sufrido una transformación. Llamas salieron de su cuerpo.
Un carruaje cerca se derrumbó cuando el caballo se asustó, y luego se prendió fuego cuando el chico asustado se apoyó en él.
Los comerciantes corrieron gritando, y algunos guardias del palacio se acercaron.
♦ ♦ ♦
Estaba mirando por la ventana, por lo que noté la conmoción de inmediato.
En la escena desarrollándose detrás del vidrio, un chico había caído sobre sus rodillas y estallado en llamas, rodando con sus brazos extendidos en todas direcciones, como una serpiente.
Algunas personas huyeron después de haber sido quemadas. Otras gritaban:
—¡Es un hechicero fallido!
Cuando salí corriendo de la mansión, los soldados en guardia no me detuvieron. Debieron pensar que, si estábamos lidiando con un hechicero fallido, yo era la persona indicada para el trabajo.
A pocos pasos del edificio, puse mis manos en el suelo.
—¡Kiara! —gritó el maestro Horace.
Asentí, y manipulé el suelo a distancia.
El maná de la tierra se elevó, escondiendo al hechicero fallido detrás de paredes de tierra, luego cavó un pozo a sus pies. Considerando el estado en el que estaba, ya no tenía vida en su interior. Lo más compasivo que podía hacer era matarlo y minimizar el daño. Hice lo que se necesitaba hacer, y las llamas del otro lado de la tierra se apagaron.
Una ola de alivio pasó por el patio.
Entonces, una conmoción diferente estalló en el área, con los soldados moviéndose para trasladar a los heridos y los comerciantes que habían retrocedido por el miedo verificando sus bienes y reportando casualidades.
—¡Permanezcan atrás!
Un grupo de soldados se acercó a la pared de tierra. Corrí por el patio para interceptarlos… y entonces sucedió.
—¡Kiara!
Me giré de golpe en respuesta al grito, y vi una flecha volando directa hacia mí.
Fue un milagro que la hubiera visto… pero solo tenía medio segundo hasta que alcanzara su objetivo. Sin tiempo para huir, todo lo que podía hacer era aceptar mi inminente muerte.
En la esquina de mis ojos, vi a Caín corriendo hacia mí. Sin embargo, estaba demasiado lejos. Nunca llegaría a tiempo.
Tan pronto como tuve ese pensamiento, alguien agarró mi brazo. Entonces, como si eso no fuera suficiente para protegerme, me sostuvo con fuerza contra su pecho, que estaba cubierto por una chaqueta blanca.
Al mismo instante, sentí un impacto pesado.
Seguidamente, escuché un gemido. Podía ver los músculos de su cuello estirándose cuando apretó los dientes.
Fue golpeado.
Cuando me di cuenta de lo que había sucedido, sentí la sangre drenarse de mi rostro.
Entre la fragancia familiar de Reggie, que siempre me había mantenido a salvo entre sus brazos, y la situación que quería más detener ocurriendo frente a mí, mi cabeza estaba dando vueltas.
—¿Reggie…? ¡¿Reggie?!
¡No! ¡Por favor, no!
El cerco había terminado. Las tropas Llewynianas habían renunciado a su conquista de Évrard. Se suponía que esa escena de mis recuerdos lejanos, donde Reggie había sido golpeado por una flecha y caía al suelo, nunca sucedería.
—¡Reggie, no! ¡Esto no puede estar sucediendo!
Él no respondió. Gimiendo por el dolor, se derrumbó contra mí, como si hubiera perdido toda la fuerza de su cuerpo. Incapaz de soportar su peso, caí sobre mis rodillas.
No sé qué hacer. ¿Ver la herida? ¿Descubrir de dónde salió el disparo? Pero… ¿Y si aprendía que era demasiado tarde para él?
—No…
Estaba demasiado asustada para mirar. Todo mi cuerpo temblaba, y no podía reunir la fuerza para levantar ni un dedo.
—¡Su Alteza!
Alguien por fin se acercó. Intentó tomar a Reggie, pero él se rehusó a soltarme. Quien sea que fuera se rindió en alejarlo, y en su lugar se esforzó en hacer algo con la flecha.
—¡Discúlpeme, Su Alteza!
Escuché el sonido de ropas siendo rasgadas. Estaba examinando la herida.
Me encogí. Tenía miedo de escuchar algo sobre su condición. ¿Cómo podría continuar si escuchaba que no tenía salvación?
Aun así, las manos que podría haber usado para cubrir mis oídos, junto con el resto de mi cuerpo, eran aferradas con fuerza por el abrazo de Reggie.
En ese momento, como sintiendo mi miedo, sus brazos me apretaron más. Seguía vivo. Un poco de tensión dejó mis hombros al darme cuenta de ello.
Las palabras que por fin alcanzaron mis oídos no eran las que esperaba oír.
—¿Pero por qué? ¡Solo alcanzaron su hombro!
¿A qué se refería con eso? Mi corazón latía como si hubiera corrido una maratón, y me era difícil respirar.
—¿Cómo luce? —preguntó alguien.
—La flecha no llegó muy profundo. El arquero estaba lejos, así que es probable que no tuviera el poder suficiente para lograrlo. La perforación no llegó a sus pulmones.
—¿Entonces por qué no se mueve?
Mientras escuchaba, mi cerebro por fin volvió a pensar.
La herida no es profunda. ¿Reggie no morirá?
¿Pero entonces por qué no se mueve?
—¿Veneno?
—No tenemos más opción que retirar la flecha lo más rápido posible. Manténgalo en el lugar por nosotros, señorita Kiara.
Cuando acercó su rostro al mío para darme instrucciones, por fin me di cuenta que una de las personas hablando era Caín.
—B-Bien —me las arreglé para responder, pero después de haber estado llorando, mi voz sonaba débil y patética. Los latidos de mi corazón resonaban en mis oídos.
—¡Sopórtelo, Su Gracia! —gritó alguien.
Inmediatamente después, Reggie hizo un sonido apagado desde el fondo de su garganta, y sus brazos perdieron la fuerza.
—¡Reggie!
—¡Su Alteza!
Reggie cerró los ojos y perdió la conciencia entre mis brazos y los de Caín.
Como su figura había estado tapando mi vista, no me había dado cuenta hasta ahora que estábamos rodeados de personas. Alguien se apresuró a comenzar con los primeros auxilios, mientras otros extendían una camilla.
—¡Hay algo en la punta de la flecha!
—¿Así que sí era veneno? ¡Alguien llame al doctor para sacarlo!
—¡¿Por qué tarda tanto?!
Entre los caóticos gritos, fui alejada de Reggie y algunos soldados lo subieron a la camilla.
Fue en ese momento.
De repente, me sentí sin aire, como si alguien me hubiera golpeado en el estómago.
Al mismo tiempo, chispas comenzaron a salir del hombro de Reggie.
—¡Woah!
—¡No lo tiren!
El hombre que tenía la parte superior del cuerpo de Reggie estuvo a punto de tirarlo, y por eso le regañaron. Sin embargo, las chispas sólo aumentaron en intensidad, y los soldados tuvieron que apresurarse a bajarlo.
El hombro de Reggie se había vuelto rojo, como si estuviera sufriendo quemaduras, e incluso su ropa comenzó a ponerse negra.
La única vez que había visto algo como esto fue…
¡Espera! ¡¿No me digan que se está volviendo un hechicero fallido?!
—¡Maestro Horace! ¡¿Podría ser que haya absorbido parte de una piedra de contrato?!
—Es probable que hayan mojado la punta de la flecha con una poción y luego la hayan endurecido. Una vez que entra al cuerpo, sin importar lo pequeña de la cantidad, es suficiente. Es un veneno más que fatal. La transformación no empieza de inmediato, así que es probable que sea eso.
—¡Tenemos que hacer algo!
—Normalmente, solo alguien que haya absorbido la misma piedra puede controlar los efectos dentro de otra persona. Por eso tenemos el sistema de mentor-discípulo. Nadie más puede…
—¡Imposible!
No teníamos la misma piedra que entró en el sistema de Reggie. Aun así, si está pasando por lo mismo que pasé yo cuando me volví hechicera, entonces tenemos que movernos rápido. De otra forma, Reggie se volverá arena y morirá.
Apreté los dientes y di un paso adelante.
—¡¿Kiara?! ¡Hey! —gritó el maestro Horace.
Ignorando sus objeciones, tomé la flecha de las manos del aturdido soldado y lamí la punta.
El sabor metálico de la sangre se extendió por mi lengua.
La textura era rugosa, debieron dejar algo de arena en la punta. No sabía qué usaron para endurecerla y formar esta pasta, pero una sensación desagradable pasó por mi lengua, como si hubiera lamido crema amarga.
Ignorando a la atónita multitud, me arrodillé al lado de Reggie y extendí una mano para tocarlo.
—¡Ouch!
Las chispas volaron y quemaron las puntas de mis dedos.
No tenía tiempo para llorar. El dolor atravesó mi brazo, pero no le presté atención cuando coloqué mi mano en la espalda de Reggie.
Su cabeza cayó a un costado, y sus ojos se abrieron un poco.
—Kiara… Es demasiado peligroso… Mata…
Su voz estaba tan ronca que era difícil escuchar lo que decía, pero entendí que Reggie se había dado cuenta de lo que estaba sucediendo y me estaba rogando que lo matara.
Mi corazón, que se había estrujado por el dolor, ahora estaba retorciéndose por la ira.
—¡Nunca en tu vida! —grité, y comencé a guiar el maná por su cuerpo, justo como había hecho con el maná en la tierra.
El pedazo de arena de contrato que había tragado me ardía en la garganta, quemando y ardiendo en su camino.
A cambio, aunque su presencia era débil como la luna durante el día, poco a poco pude sentir el maná que había entrado en el cuerpo de Reggie. Todo parecía estar concentrado en una parte, es decir, en la herida. Allí, la energía mágica estaba alterando su cuerpo poco a poco, como las llamas haciendo su camino a través de un pedazo de papel.
Intenté suprimir el calor. El proceso era como afinar un instrumento, usando un tenedor y ajustando la tensión de las cuerdas.
Me tomó bastante tiempo, pero eventualmente, las chispas cesaron.
Aun así, el poder mágico de la piedra de contrato en su interior permanecía rojo caliente, como una brasa brillante, y me estaba costando sacarla. A este ritmo, el cuerpo de Reggie sería destruido.
¿Qué debería hacer?
—Maestro Horace… ¡No puedo hacer que el contrato dentro de él esté bajo control!
Me giré hacia mi mentor por ayuda.
—Oh, así que lamiste la flecha para conseguir la misma sustancia… —gimió él—. No tienes esperanza de lograr controlarlo con esa pequeña cantidad que tomaste. Todo lo que puedes hacer es arrancársela. Ya no puedo usar magia, así que no hay nada que pueda hacer para ayudarte, niña. Depende de si te rindes o no.
—¡No voy a rendirme!
Para arrancársela necesitaría profundizar su herida. Aun así, era mejor que la muerte segura que le esperaría si no actuaba pronto.
Siguiendo esa lógica, reuní el maná en su interior, como cuando creaba gólems.
Inconsciente, Reggie no reaccionó.
Pronto, la piel negra cercana a la herida de Reggie comenzó a hincharse. Aunque había evitado que se extendiera tan pronto como pude, había logrado pasar más allá de la herida. Temía que, si cortaba toda esa zona, Reggie terminaría muriendo por pérdida de sangre.
A pesar del pánico que sentía, ahora que lo estuve controlando por tanto tiempo, me di cuenta que era más sencillo mover el maná.
Un método diferente se me ocurrió de repente. Saqué el cuchillo que Reggie me había dado y le hice un corte a mi mano. Permití que las gotas de sangre cayeran sobre la herida de Reggie, e intenté tirar desde ahí.
Seguramente mi magia podría moverse con más facilidad por mi propia carne y sangre. Eso es lo que me inspiró a usar mi sangre como medio. Tal y como predije, mi propio maná comenzó a penetrar el cuerpo de Reggie desde la herida.
Entonces, usé mi maná para aislar el poder mágico de la piedra —el cual ya me las había arreglado para suprimir en cierto grado—, de forma que no pudiera extenderse más. A continuación, fortalecí el poder de mi magia… y lo introduje en la parte del cuerpo de Reggie que seleccioné.
Podía sentir los dos manas mezclando entre sí, como café y leche.
Quizás en respuesta al calor de la magia en su interior, la frente y cuello de Reggie se cubrieron de sudor.
Debió ser agonizante. Considerando que no tenía aptitud para la magia, debió ser más doloroso de lo que fue para mí. Aun así, deseé desesperadamente que pudiera soportarlo hasta el final.
Seguí moviéndome, orando con todas mis fuerzas de que fuera a funcionar.
Las puntas de mis dedos dolían, y en algún momento, mis manos terminaron manchadas de sangre, pero después de soportarlo… y soportarlo…
—¡Lo hice!
Calmé el maná de la arena de contrato dentro de Reggie.
En el momento en que sentí mi éxito, colapsé.
♦ ♦ ♦
Cuando Kiara puso su boca en la punta de la flecha, Caín no podía creer lo que estaba viendo.
En el momento en que saltó adelante, sin preocupación por las chispas, las esquinas de su boca manchadas de rojo, él debió detenerla.
Sin embargo, vaciló, dudando si era lo correcto.
Solo Kiara entendía sobre magia. Nadie más podía saber si ella entendía lo que estaba haciendo o si estaba arrojándose a ciegas.
Caín apretó sus manos en puños. No podía dejar que muriera, pero no había nada que pudiera hacer para escudarla de esas chispas. Y alguien tenía que salvar al príncipe Reginald.
Se movió para hacer lo poco que era capaz de hacer.
—¡Encuentren al asesino! ¡La flecha llegó desde las puertas al oeste!
La orden de Caín instó a los soldados y caballeros a la acción.
—¡Cierren las puertas!
—¡Envíen la señal de cuarentena!
Según su trayectoria, la flecha había sido disparada desde las paredes del castillo. Los comerciantes y otros plebeyos no tenían permitida la entrada a ese lugar. Los invitados del castillo tampoco podían estar ahí.
Habían sido cuidadosos. ¿Cómo diablos podría haberse escapado alguien dentro de su guardia?
Mientras pensaba en ello, notó el cambio en el comportamiento de Kiara. Según su conversación con su maestro, Horace, el príncipe Reginald estaba en el proceso de convertirse en un hechicero fallido.
Aun así, no podía intervenir. La única opción era dejárselo a ella.
Solo podía observar las mangas de su vestido quemarse, y su rostro distorsionarse por el dolor cada vez que las chispas volaban. Solo podía observarla llorar y murmurar “Por favor, no mueras”, una y otra vez.
Incluso su maestro le había dicho que debía rendirse o dejarle las cosas al destino, pero Kiara sacudió la cabeza y dio todo de su ser, hasta el punto de cortarse su propia mano y ofrecer su sangre.
En ese momento, las chispas flotando alrededor del príncipe Reginald comenzaron a apagarse. Y poco tiempo después, Kiara colapsó, completamente agotada.
Caín y los soldados cercanos tragaron con fuerza.
—¡Rápido! —gritó Horace—. ¡Llévenlos a un lugar seguro!
Los soldados se apresuraron a cargar a Reginald en la camilla. Nada fuera de lo ordinario sucedió esta vez, así que se apresuraron a la mansión, aliviados.
Caín cargó a Kiara en sus brazos.
Sus ojos estaban cerrados, y jadeaba como si hubiera estado corriendo por su vida. Al principio, Caín pensó que estaba agotada, pero entonces se dio cuenta que todos sus dedos estaban teñidos de rojo.
—¿De dónde salieron esas heridas, sir Horace?
Al principio, Caín había asumido que había sido quemada por las chispas volando del príncipe.
—Mira bien las puntas de sus dedos. Esta discípula mía se presionó demasiado —respondió Horace en un tono que seguramente habría estado acompañado de un gesto de dolor si hubiera sido capaz de ello.
Cuando Caín le obedeció, vio que las uñas de los dedos de Kiara se habían acotado. No, no solo eso… un pedazo de sus dedos mismos se habían cercenado.
—Usó tanta magia que su cuerpo comenzó a desintegrarse.
Luchar con una piedra de contrato extraña debería haber sido imposible. Él había estado en un estado donde lo único que había podido hacer era dejarse convertir en arena, y ella lo forzó fuera del cuerpo. No podía ni imaginarse la cantidad de poder que requería hacer algo así.
—¿Su vida está en peligro?
Horace levantó sus hombros de arcilla, como diciendo “¿Quién sabe?”.
—Lo soportó hasta este punto, así que es probable que no muera. Tiene suerte de que eso haya sido lo peor. No me sorprendería si todos sus dedos se convierten en arena y se caen. Por supuesto, aunque ella hubiera sabido los riesgos, ambos sabemos que no se hubiera detenido.
Horace miró a Kiara. Caín podía sentir lástima en sus ojos.
—Mi discípula aquí seguirá intentando salvar a todos los que considera cercanos, sin importar cuánto le cueste. Si pretendes mantenerte como su guardaespaldas, será mejor que lo tengas en mente, chico. Es probable que el enemigo pueda usar esta táctica de nuevo.
Caín asintió a la advertencia de Horace.
Podrían intentar esta táctica de nuevo. ¿Pero qué podría hacer para protegerla? No era solo el príncipe Reginald quien quería mantenerla a salvo; él y Alan estaban en la misma posición.
No había forma en que ella pudiera protegerlos a todos por su cuenta. Pero si le decían que se rindiera, nunca los escucharía. Podría ser más sencillo convencer al resto del mundo de morirse.
Con su cabeza llena de preocupaciones, Caín llevó a Kaira a su cuarto, confiándola a las ayudantes de Lady Évrard, y se unió a la búsqueda del culpable.
La búsqueda reveló resultados cuestionables.
El arquero había intentado tomar ventaja del caos para huir, pero fue detenido por Alan debido a su comportamiento sospechoso. Era uno de los cuatro caballeros de Trisphede.
Alan logró arrestarlo.
Otro del grupo tenía los restos de la misma arena de contrato usada en el príncipe Reginald en su lengua. Había convertido una parte de la pared en arena, antes de desintegrarse él mismo.
Los dos caballeros restantes se las arreglaron para escapar del castillo.
Si los soldados hubieran sido los únicos a quienes se les permitió salir y entrar del castillo ese día, las cosas podrían haber resultado diferentes. Pero además de los comerciantes, el caos aumentó por la gente huyendo por el miedo, permaneciendo en el lugar en pánico, o llorando por el dolor. Los guardias tardaron en responder, dejando un agujero en las defensas del castillo.
De acuerdo a la confesión del caballero atrapado, trabajaba para Lord Credias, que había conquistado Trisphede con Llewyne. Fue en ese momento que se volvió evidente que el vizconde de Credias había estado involucrado con la ocupación de Trisphede. La flecha disparada a Kiara, cubierta por la arena de contrato, tenía el objetivo de matarla.
Nadie podía curar heridas, ni siquiera los hechiceros. Aunque hubiera tenido la suerte de alejarse con solo una herida menor, no habría podido negar los efectos de la piedra de contrato, lo que resultaría en su muerte. Por eso el hombre tenía esa flecha en particular.
Ya que Kiara seguía inconsciente, Lord Évrard le pidió a Horace su opinión.
Cuando terminaron de explicarle la situación, la muñeca hizo una sola conclusión:
—El vizconde de Credias es un hechicero.
—¿Qué?
Los tres Évrards palidecieron. Horace se rascó la cintura, incómodo. El sonido de la arcilla siendo frotada hizo eco por el cuarto en silencio.
—¿Por qué creen que hice todo el camino hasta el margrave, trabajando duro y alimentando monstruos?
—¿Porque te contrataron para la tarea? —respondió Alan. Horace soltó una risa burlona.
—¡Mmheehee! “Contratado” es una palabra para ello. Cuando bajé mi guardia, me encadenaron con un contrato de esclavo. Fui forzado a tragar una piedra de contrato, ¿saben?
—¿De verdad? Todo este tiempo, había asumido que te dejaste cegar por la codicia.
Horace no se enfadó por el comentario cruel de Alan dicho en tono casual.
—Todo lo que quería era una larga vida. No tenía ningún interés en quedar atrapado en esta guerra. Él permaneció fuera de mi vista, así que nunca pude vengarme porque no sabía quién me engañó… Pero debió ser él. Sabe demasiado sobre hechicería.