Bajo el roble – Capítulo 14: Calidez inesperada 

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


—Vamos, salgamos —dijo Riftan.

Después de convencerla de usar zapatos de cuero en sus pies. Ella asintió sonrojada. Salieron de la habitación y encontraron una escalera de madera, tomados de la mano ambos bajaron. Los caballeros vestidos de armadura estaban sentados en sus asientos dentro de la taberna abarrotada, el lugar era pequeño por lo que las mesas y las sillas estaban muy juntas.

—Capitán, pensé que nos quedariamos más tiempo. ¿Entonces nos vamos ahora?

Uno de ellos gruñó con los brazos cruzados sobre el pecho. Pero Riftan solo apretó el agarre en su mano y salió, ignorándolos por completo. Luego, un caballero que estaba junto a la puerta lo persiguió y se quejó.

—Señor, ¿vas a seguir haciendo eso? No es como si estuviéramos acostumbrados a ello, pero no solo lo damos por sentado.

—¡Tranquilo! Te dije que no dijeras nada.

Max levantó la vista hacia el caballero que había estado hablando con una mirada perpleja. El joven de gran constitución y cabello rizado le dedicó una mirada de desaprobación a cambio. De inmediato se escondió detrás de Riftan, intimidada por la penetrante mirada que no se mezclaba de ninguna forma con buenos deseos. El hombre rubio parado detrás del caballero resopló ruidosamente.

—No es gracioso. Solo porque es hija del duque de Croix.

—Te dije que cerraras la boca.

Riftan gruñó con vehemencia. Los hombres se callaron ante su feroz espíritu de inmediato. Se volvió de nuevo y la empujó dentro del carruaje.

—No importa lo que digan —dijo Riftan, que estaba en la carreta y cerró la puerta bruscamente.

—No serán amables con tu padre, pero eres la señora Calypse, no Croix. Tu eres mi esposa, les advertiré que no vuelvan a ser groseros.

No pudo encontrar una palabra para responder, solo mirando el dorso de su mano en su regazo. “Solo porque es la hija del duque de Croix”, las palabras le recordaron como tuvo lugar esta relación con él.

—¿Te ofenden mis hombres? —preguntó en un tono nervioso, al ver que permanecía sentada en silencio.

Ella lo miró sorprendida. ¿Alguien se estaba preocupado por sus sentimientos? Ella sonrió inconscientemente mientras miraba su rostro preocupado. Qué hombre tan extraño, pensó.

—¿Sabes algo?

—No, ¿Q-Qué?

—Me sonreiste… esta es la primera vez.

Riftan, que estaba mirando su rostro con una expresión indescifrable, lentamente extendió la mano y le acarició la mejilla. Max quedó atrapada en su intensa mirada y dejó de respirar. El hombre, cuyos labios estaban entreabiertos, como si fuera a decir algo, pronto retiró la mano. Luego, les gritó a los hombres que estaban afuera, como si nada hubiera ocurrido hace apenas un segundo.

—¿Qué están esperando? ¡Quién fue el que nos rogó que nos pusiéramos en marcha!

Escuchó murmullos desde afuera y pronto el carruaje rodó. Ella lo miró a la cara en un silencio incómodo. Riftan tenía la cabeza contra la ventanilla del carruaje y cerraba los ojos como si estuviera cansado. Sintiéndose más relajada ahora, también apoyó la cabeza contra la pared.

El carruaje se sacudió varias veces suavemente al ritmo de una madre que mueve dulcemente la cuna de su bebé. Quizás porque había estado tan tensa últimamente, poco a poco ella sin siquiera notarlo se durmió.

♦ ♦ ♦

Al salir del pueblo donde se quedaron el primer día, viajaron a través de la vasta vegetación durante todo el día. Manejar un carruaje en un camino de tierra mal hecho solo les permitió llegar a un pequeño pueblo cerca del bosque cuando anocheció. Después de viajar en un espacio estrecho por primera vez, Max estaba más que exhausta. Riftan, que había salido primero para identificarse, regresó al carruaje para recoger su bolsa de dormir y la lámpara del maletero.

—Nos quedaremos aquí hoy. Hace frío, así que mantén la capa alrededor de tu cuerpo.

Ella siguió sus palabras, presionando la capucha sobre su cabeza. Sujetando la correa de su abrigo con cuidado, bajó del carruaje y caminaron hacia donde se reunían los caballeros, con el brazo de Riftan alrededor de su hombro. Uno de los caballeros, que tuvo una larga conversación con el guardia, lo miró y le preguntó con una mirada avergonzada.

—Señor, ¿cuáles son sus órdenes? No tienen habitaciones para alojarnos…

Riftan levantó la lámpara y miró a su alrededor rápidamente. Cuatro o cinco cabañas oscuras estaban alineadas junto al sinuoso camino de tierra, con las luces apagadas. El caballero rápidamente agregó una explicación.

—Hay cinco cabañas y están llenas de siervos que bajaron para la temporada de cosecha. Hay un almacén de granos vacío. Podemos pedirlo prestado por un día…

El caballero miró la cara de Max hacia el final de su discurso. La frente de Riftan se arrugó y volvió a mirar al guardia.

—¿Hay algún lugar donde mi esposa pueda quedarse por separado?

—Solo nos queda una cabaña destartalada construida para albergar a los siervos durante la temporada de cosecha. Si lo prefiere, puedo hacer que se vayan en este momento… pero le advierto, no es un lugar apropiado para una dama.

—Pero es mejor que el almacén. Si pudieras limpiar una cabaña para ella, me gustaría darte una generosa…

—Estoy, estoy bien, está bien.

Max agarró su brazo en un ataque de miedo. No solo era gravoso para los siervos, que habían sufrido trabajos forzados todo el día, ser expulsados ​​por su culpa, sino que tampoco querían pasar la noche sola en este lugar, que además de ser desconocido para ella, resultaba espeluznante. Mirando a su alrededor con ojos asustados, Max agarró la manga de Riftan.

—No quiero estar sola…

Kiara
¡Qué linda! ¿Se puede ser más linda? Oh mi Dios y no solo eso, esta siendo honesta, tan bella y hermosamente honesta, esto hay que celebrarlo.

Se produjo un silencio incomodo a su alrededor, ella se sorprendió de lo que dijo y soltó su túnica al instante. La vergüenza tiño de rojo su rostro. ¿Estará sorprendido por sus descaradas palabras? Después de todo, no había dicho ni una sola palabra. Max no podía mirar directamente la cara de Riftan, temiendo su expresión, permaneció con la cabeza baja, agarrando el borde de su falda. Las personas a su alrededor, se miraron torpemente y continuaron su conversación con calma.

—Te encargamos eso capitán y descansaremos primero. Estoy hambriento.

—Primero hay que alimentar a los caballos. Oye, ¿dónde podemos encontrar agua aquí?

—Hay una corriente al lado del molino. Por aquí por favor.

Mientras los hombres se dispersaban, Riftan, que estaba de pie en silencio, le tomó la mano.

—Nosotros también iremos.

—¡Sí, Sí!

Ella se movió rápidamente para seguir los pasos de Riftan, con sus largas piernas. El suelo era irregular, y ella casi se tropezó varias veces, pero Riftan la ayudó a levantarse sosteniéndola con su fuerte brazo. Caminando por la estrecha zanja por un tiempo, un gran edificio de madera apareció en la penumbra.

Los hombres que habían entrado primero en la habitación colgaron lámparas en todas partes para iluminar el interior. Max entró después de Riftan y miró a su alrededor. El lugar era tan lúgubre que no parecía del todo extraño si los espíritus malignos salieran a su encuentro. En todas partes la luz entraba en contacto, una telaraña brillaba como el pelo de un fantasma brumoso, el suelo blanco y polvoriento chirriaba a cada paso.

Camino despacio y con cuidado para ver si había ratas o insectos arrastrándose por el suelo. Los hombres se acomodaron con caras casuales, dejaron sus sacos de dormir y arrojaron sus engorrosas capas una por una. Riftan también extendió una gruesa capa de paja en una esquina y extendió un saco de dormir sobre ella.

—Ven acá.

Aunque Max sentía que estaba a punto de desmayarse, no podía simplemente recostarse en un lugar lleno de pulgas. Era un espacio bastante grande, pero como eran demasiados, de repente se sintió estrecho.

—Será una experiencia de sueño incómoda por un tiempo. Solo aguanta hasta que lleguemos a Anatol.

Se quitó el peto y los guantes, empujándolo hacia un lado mientras liberaba la tensión en su cuello con un ligero chasquido. Se sentó con las rodillas en los brazos y asintió en silencio. Pero Max nunca se había quedado en la misma habitación con tantos hombres, por lo que apenas podía relajarse. Sin embargo, a los caballeros parecía importarles menos su existencia y estaban ocupados preparando comidas con el brasero.

—¡Líder! No tenemos suficiente para alimentar a los caballos. ¿Cuáles son tus órdenes?

Uno de los caballeros que siguió al guardia gritó, metiendo la cabeza en el almacén. Riftan se aflojó el cinturón de cuero y respondió casualmente.

—Pregúntele al guardia si podemos comprar grano.

—Lo estamos negociando, pero toda la comida almacenada es propiedad del duque de Croix, por lo que no pueden manejarla como les plazca.

Se estremeció inconscientemente ante la repentina mención del nombre de su padre. Riftan se sacudió la cabeza bruscamente y chasqueó la lengua.

—Solo está pidiendo un precio más alto.

—¿Qué debo hacer?

—Dale todo lo que quiera.

—No creo que tengas que ir tan lejos, tal vez podamos asustar…

El caballero, que hizo un comentario casual, se detuvo en sus palabras tan pronto como vio a Max.

—Bueno, hasta ahora no es un asunto expreso del duque. Todo bien. Negociaré por ti, así que no me regañes por la escasez en tu bolsillo más tarde.

Luego volvió a salir del almacén. Max sintió que la enemistad de los caballeros contra su padre era más fuerte de lo que ella había esperado y se encogió. Supuso que era por sus resentimientos que fingían no darse cuenta de su existencia.

¿Hubiera sido diferente si ella se viera tan atractiva como Rosetta?

Recordó a su hermanastra, que recibía todo tipo de regalos y cartas de sus admiradores, quienes además visitaban regularmente el castillo, la imagino rodeada de ellos, tan concentrada estaba que no pudo ver a Riftan, que había estado hurgando en el fuego durante mucho tiempo, regresar con un tazón grande. Levantó la vista hacia el cuenco, que había sido cocinado en la hoguera. Estaba lleno de papas al horno.

—Está caliente, así que come con cuidado.

Aunque había dicho eso, tomó una humeante papa con sus manos callosas y la comió de un gran mordisco. Max sacó una papa después de él. Con cuidado, agarró la comida caliente como el carbón con su manga, y le quitó la piel bronceada, revelando la carne tierna en su interior.

Después de haber soplado el vapor de la papa, y quitarle cuidadosamente la cáscara, el hambre, que no había reconocido, surgió repentinamente. Se tragó el alimento, sin importarle si el cielo de su boca ardía. Las papas que estaban poco cocidas no podrían haber estado más deliciosas. Rápidamente se comió todo lo que tenía en sus manos.

Entonces Riftan, que había estado mirando a su lado, sacó otra papa que había sido pelada de antemano. Ella entró en pánico y agitó las manos avergonzada.

—Rii, Riftan, no, yo… está, está bien…

—No pierdas tiempo, tómalo.

La arrojó hacia ella sin dudarlo y sacó otra papa del tazón. Luego la pelo y la comió con la boca ligeramente abierta. Bajó la mirada hacia su papa, que había sido pelada, sopló el vapor que se levantó y se la comió.

Cuando su estómago estaba algo lleno, se sintió abrumada por la somnolencia. Ella apoyó la cabeza en su saco de dormir, olvidando que podría tener piojos. La luz roja fluía desde el brasero, que estaba colocado en el centro del almacén, y brillaba suavemente por todo el lugar. Incluso los caballeros, que habían terminado su comida, estaban preparándose para dormir en sus respectivos sacos de dormir.

Ella dijo que lo haría, pero todavía se sentía avergonzada de dormir entre extraños, por lo que tiró de la manta hasta el final de su barbilla. Entonces Riftan, que estaba sentado junto a su cama preparando su espada, se tumbó a su lado y la abrazó con fuerza con un brazo. Max apartó su brazo rápidamente.

—Ri, Riftan… hay, hay gente aquí…

—A nadie le importa, así que mantén la calma. Hace frío.

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