Bajo el roble – Capitulo 16: Noche decadente

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


El semblante en el rostro de Riftan se tranquilizo.

—De acuerdo entonces a partir de ahora cabalgare en mi caballo, el espacio dentro del carruaje es muy pequeño para los dos. Llámame si te sientes incómoda. —En cuanto terminó de hablar Riftan cerró la puerta del vehículo que tenía delante.

Después de un tiempo, dentro del cual Max intentó sentarse cómodamente, el carruaje comenzó a moverse por el camino de tierra, con su sacuidad habitual.

Max echó un vistazo de todos los paisajes que pasaban por la ventana y descubrió que el extenso campo de trigo se alejaba de su visión para ser reemplazado por una vista de densos y amenazadores árboles. La luz del sol se deslizaba a través de las hojas, bañando el lugar en un tenue color oro, similar a los suaves hilos de un velo tejido.

Mientras tanto, los caballeros se sentaron majestuosamente sobre sus caballos, con el carruaje en el medio.

Max entrecerró los ojos con fuerza, esperando que otro monstruo apareciera repentinamente desde el bosque. Contrario a sus preocupaciones, el viaje esta vez fue tranquilo y silencioso, pero pronto con el cambio del camino, se sintió agotada por el constante vaivén del carruaje y sus intentos de no golpearse con las paredes del interior.

Los minutos pasaron lentamente, y no sabía cuánto tiempo había transcurrido cuando finalmente, el carro que había estado en movimiento se detuvo. Riftan apareció ante ella, abriendo la puerta y pronunciando las palabras que deseaba escuchar.

—Tomaremos un descanso aquí.

Max saltó del carruaje demasiado ansiosa. En poco tiempo, sus acciones repentinas hicieron que la sangre corriera por los músculos de sus piernas que se había vuelto rígidas por estar tanto tiempo sentada. Cuando una sensación de hormigueo desagradable se instaló en sus piernas, tragó un gemido y se inclinó para frotar un poco la fricción.

Riftan se quitó el grueso abrigo y lo colocó sobre una roca, sentándola sobre él como si fuera un cojín. Sin esperar la reacción de Max, imaginando que se negaría, se arrodilló sobre una rodilla y comenzó a masajear sus apretados músculos.

Con una cara avergonzada, Max miró apresuradamente a su alrededor. Algunos de los caballeros que estaban dando agua a sus caballos para beber se apartaron, con la vista puesta en cualquier lugar menos en ellos… pero Max pudo ver el inconfundible asombro en sus rostros.

Max apartó los hombros de Riftan, sus mejillas se tornaron rojas.

—R-Riftan, ¡oh, Dios mío! No tienes que hacerlo, estoy bien…

—¿Es un hábito? —preguntó él de la nada.

—¿Qué?

Riftan envolvió su pantorrilla alrededor del dobladillo de su camisa, frotándola ligeramente contra la tela. Con voz baja, le murmuró:

—Está bien… No tengas miedo de hablar.

Max no podía entender a qué se refería Riftan: su tartamudeo o los momentos en que siempre insistía en hacer las cosas sola por miedo a ser una molestia. Cualquiera de los dos, el calor floreció dentro de su pecho.

Incapaz de encontrar las palabras adecuadas, su vista se redujo a sus fuertes manos presionando cuidadosamente sus piernas. Todo el tiempo, ella se mantuvo estudiando los tendones que corrían a lo largo de su brazo pulido, en su pensamiento se repetía la misma pregunta.

¿Por qué eres tan amable conmigo?

Algo le hizo cosquillas en el estómago, una sensación incómoda como si usara la ropa al revés.

—Oh ahora. Me siento realmente… bien.

Max trató de sacar su pierna de su agarre, Riftan apenas se movió antes de que ella se levantara de su asiento visiblemente nerviosa. El continuo sobre su rodilla pretendiendo enderezar su falda sin ninguna razón.

—Te traeré algo de comer, por ahora descansa.

El hombre se levantó y se dio la vuelta, para regresar unos minutos más tarde trayendo pan y carne seca. Max remojó el pan seco y resistente en agua y se lo comió con curiosidad. Después de terminar su comida, miró cuidadosamente a Riftan, que miraba furtivamente a los arbustos detrás de él a cierta distancia.

El monótono viaje comenzó, y Max se encontró contando apresuradamente los árboles que pasaban en el carruaje oscilante por aburrimiento. Llegó al punto en que el follaje se volvió tan espeso que apenas podía pasar las luz. Luego, cuando estaba demasiado oscuro para continuar, los caballeros se detuvieron y buscaron un lugar para descansar.

Solo cuando habían revisado suficientemente los alrededores y estuvieron seguros de estar libre de animales callejeros y bestias salvajes, Max dejó el carruaje.

Agarrando una lámpara con las manos, se acercó al ocupado Riftan, que levantaba una pequeña carpa cerca de su carruaje. Mientras tanto, todos los demás caballeros pusieron sus camas en el otro lado, formando un círculo alrededor de la hoguera.

—El bosque se sumerge en la niebla al amanecer. Entonces, si no quieres congelarte, tendrás que soportar dormir debajo de este pobre techo.

Al darse cuenta de su presencia, Riftan, que estaba sujetando firmemente la tela al suelo, miró hacia atrás y le explicó a Max.

Ella se inclinó, examinando el interior de la tienda triangular hasta la cintura y descubrió que sólo cabía una persona. Inconscientemente le dijo a Riftan:

—¿Dos? ¿No, eh, no es demasiado estrecho para que dos personas duerman…?

Max, inclinó la cabeza sin comprender, hizo una pregunta “inofensiva”, pero la mano del hombre, que había estado martillando obedientemente una estaca al otro lado del suelo, se detuvo de repente. Había una pizca de vergüenza en su rostro cuando la miró con un leve sonrojo en sus mejillas.

—Vas a dormir aquí sola… voy a descansar en el carruaje.

La cara de Max se calentó de repente, y en poco tiempo, ella estaba tan roja como una remolacha. Había provocado un momento incómodo, debido a que sus pensamientos se habían desviado, incluso había ido tan lejos como para pensar que se acostaran juntos en la misma cama.

Max agregó a toda prisa, tropezando con sus propias palabras,

—¡Oh, oh! Yo… durmiendo conmigo, oh no… solo… ah, para eso pensé que lo estabas preparando… Mírame. Apenas lo soporté ayer.

Con un profundo suspiro, Riftan inclinó la cabeza con cara preocupada. Luego murmuró una maldición y agarró su mano, arrastrándola a un lugar más profundo en el bosque oscuro. Max se tambaleó tras él.

Incluso a poca distancia del campamento, la oscuridad que los envolvía era aterradora. El silbido del viento, el movimiento de las hojas y los gritos de los pájaros llenaron el aire a su alrededor. La melodía produjo escalofríos en sus oídos, Max cruzó las manos sobre ellos con miedo, como un esfuerzo inútil por bloquear los sonidos.

Después de caminar un rato, el hombre empujó su cuerpo detrás de un gran poste de madera, chocando sus labios con los de ella con prisa y pasión acumulada.

Max jadeó ante el acto inesperado. Aprovechando eso, Riftan succionó su suave lengua en su boca, probándola con un intenso anhelo. Mientras ella trataba de sacudir su cabeza lejos de la extraña sensación, él sostuvo su rostro más cerca y la besó más profundamente.

El suave cabello de Riftan le hizo cosquillas en la frente a Max, y sus grandes y callosas palmas acariciaron suavemente sus mejillas hacia la parte posterior de su cuello. Él giró la cabeza más abajo, dándole un mejor acceso a su boca mientras la devoraba. Su lengua se extendió por toda la carne de su boca: su lengua, sus mejillas.

Mientras la saliva pegajosa goteaba por sus labios, humedeciendo sus mandíbulas, Riftan la lamió y murmuró:

—Tuve que aguantar esto toda la noche.

Él agarró su mano y la colocó en el lugar más ardiente de su cuerpo. Max inmediatamente sintió su abultada virilidad debajo de sus palmas y se estremeció. Ella trató de sacar sus manos a toda prisa como si estuviera tocando una llama ardiente, pero el brazo que la sostenía no se movió con su escasa fuerza exhibida.

—¿Sabes lo difícil que es acostarse y dormir en este estado?

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