Bajo el roble – Capítulo 17: Calor misterioso

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


Riftan repartió besos en su rostro como si tratara de devorar a Max, atrapado entre un poste de madera y su cuerpo duro. Él agarró su trasero con ambas manos y la atrajo hacia sí, frotando su ingle hinchada en la parte inferior de su estómago. Su cuerpo respondió instantáneamente, calentándose ante su toque. Temiendo su sorprendente reacción, Max se apartó rápidamente de su agarre.

—N… aquí no… — dijo ella.

—Me estás volviendo loco.

Riftan dejó escapar un gemido y apoyó la cabeza contra el árbol con exasperación. Sintiendo que sus hombros se elevaban hacia arriba y abajo, Max se puso nerviosa. Fue la aprehensión que surgió de su ira debido a su rechazo, pero contrario a sus pensamientos, él solo retrocedió, con un esfuerzo minucioso, de ella.

Riftan le dio unas palmaditas en la mejilla y dijo:

—Dormirás sola en la carreta esta noche.

Habló suavemente como si estuviera hablando a un niño pequeño. Apenas reunió un poco de valor asintió, sintiendo vergüenza por haber estado asustada. El hombre tomó su mano entre las suyas nuevamente y la acompañó de regreso al campamento. Al ver su regreso, un caballero gigante sentado en una roca, que estaba encendiendo un fuego, sonrió.

—Capitán, eres más rápido de lo que pensaba. ¿No sera que tu espada está tan vieja que está oxidada?

Los pasos de Riftan se detuvieron y se volvió hacia el hombre. Aunque el caballero se estaba riendo, no había ningún indicio de mala voluntad en su rostro. Cuando vio esto, apoyó su espada contra el árbol y murmuró, con desprecio presente en su voz:

—Bastardo.

—¿Cuán noble es el maestro de la familia Rikaido? —Otro caballero se unió.

—Más noble que tú, eso es un hecho.

—¿Qué? ¿Cómo te atreves a hablarme así? ¡Este tipo habla a espaldas de todos! ¡Agh!

—¡Maldito bastardo!

El hombre trató de patear las piernas del caballero rubio, pero el otro saltó de su asiento, agarrando su espada para correr hacia él. Este último también desenvainó su espada y apuntó casualmente a la garganta del hombre. En la temible exhibición, Max se sorprendió y se escondió detrás de la espalda de Riftan. Riftan le pasó un brazo por el hombro y le dirigió a los hombres una mirada feroz.

—Parece que tienen mucha energía… Así que ambos pueden turnarse para vigilar esta noche.

—¡Señor! —Ambos objetaron a la vez.

Riftan continuó caminando hacia el carro, fingiendo no escuchar sus protestas. Max miró por encima de sus hombros y vio a los dos hombres amenazando con matarse entre sí a sus espaldas. Riftan simplemente giró su rostro hacia el suyo y dijo:

—No te preocupes por ellos. Siempre luchan así.

Max asintió con la cabeza. Comprendió que no todos los caballeros tenían una buena relación entre ellos.

Riftan la metió en el carro y comenzó a levantar la tienda que habían dejado nuevamente. Mientras trabajaba, ella se sentó a la entrada del carro con una lámpara encendida a su lado, ofreciendo luz en el sombrío entorno. Después de colocar un saco de dormir dentro de la tienda, se sentó en la raíz de un árbol que sobresalía a su lado para comenzar a afilar su espada, como siempre hacía.

Unos momentos después, dos caballeros que habían estado explorando regresaron con tres pájaros negros, ambos del tamaño de un ganso. Agarraron las alas de los pájaros y las retorcieron, desgarrándolos y despegándolos de sus plumas de una vez. Max se congeló por la sorpresa.

Las alas desgarradas yacían en el suelo, la vista resultaba repugnante para ella, mientras los caballeros cortaban la pata de los pájaros con una daga afilada y arrojaban sus plumas en una pila. Max corrió apresuradamente al interior del carro, tratando de contener la bilis que surgió de su garganta. Un tiempo después, Riftan le trajo un poco de carne asada, pero no tenía ganas de comerla.

Ella rechazó incluso el más mínimo bocado y solo comió pan con un poco de queso. Riftan la miró mordiendo la carne magra.

—Tomará unos días más salir de aquí. Hasta entonces, debes llenar tu cuerpo para que tengas suficiente fuerza.

—Estoy, estoy comiendo bien.

Riftan levantó las cejas como si quisiera decir algo. Pero él acaba de terminar de comer con un suspiro. Mientras tanto, Max intentó evitar conscientemente mirar las plumas apiladas cerca del fuego, como una manta sucia y andrajosa.

Tarde en la noche, el aire se volvió mucho más frío y más denso. Mientras los otros caballeros se acostaban uno por uno en sus tiendas, Max se recostó en el grueso saco de dormir colocado en el asiento del carruaje. De vez en cuando, escuchaba los gritos de las bestias en la noche y el susurro de las hojas.

Sintiendo un escalofrío en la espalda, abrió la puerta y miró la tienda donde dormía Riftan. Cuando vio sus largas piernas sobresaliendo, su mente se sintió aliviada por alguna razón. Volvió a recostar la cabeza para dormir, pero los gritos de los pájaros que parecían llorar a su amigo caído la mantuvieron despierta toda la noche.

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