Bajo el roble – Capítulo 29: Restaurando el Castillo Calypse 

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


Por fin, se pudo poner de pie sobre sus piernas temblorosas y vistió la falda preparada por los sirvientes. Sin embargo, faltaba un vestido para usar sobre ella. Tocó la campana que siempre estaba al lado de su cama. Un momento después, Rudis entró en la habitación para ayudarla a vestirla.

—¿Le gustaría que la peinara, igual que ayer? —preguntó la doncella.

—Una sola trenza por favor.

Rudis rápidamente ató su cabello en una sola trenza con una cinta al final. Con un vestido sencillo y cómodo, Max se sentó junto a la chimenea y se comió un plato de sopa de pollo caliente y un trozo de pan de maíz. Miró por la ventana y vio la lluvia golpear contra su ventana, mientras colocaba su mano sobre su estómago lleno y agradable. Max se resistió a quedarse dormida al sonido del ritmo relajante de la naturaleza y llamó a Rodrigo para continuar su recorrido por el castillo.

Aunque le dolían las piernas con cada paso que daba y sus pezones todavía estaban doloridos por todas las fuertes caricias de la noche anterior, no quería pasar todo el día en cama.

Acabo de llegar al castillo…

Max no quería darles a los criados la impresión de que su nuevo amo era una mujer indolente. Caminó todo el camino hasta la sala de estar en el anexo, y finalmente regresó a su habitación después de recibir un libro contable que figuraba con los artículos comprados previamente. Sin embargo, le resultaba difícil distinguir cuáles de las compras enumeradas eran esenciales o no.

Para empezar, Maximiliana nunca había comprado un artículo antes. Todo lo que sabía sobre la moneda era que el soldem representaba el oro y el liram la plata. Pero el libro que tenía delante estaba lleno de monedas que nunca había escuchado mencionar. Frustrada, Max comenzó a sudar.

Denar, Derham, Dant. Ella sabía que eran monedas del continente sur, pero no tenía mucho conocimiento de su valor. Max examinó el libro de contabilidad y hojeó los pocos artículos comprados: armas, comida, ropa, aceite, velas, leña y similares. Además de estos artículos, la cantidad de productos comprados y el costo total se escribieron al más mínimo detalle.

Max recordó su escaso conocimiento de sumas y restas del maestro que había tenido en su niñez para estimar el valor de cada moneda. Desafortunadamente, no había usado su cerebro para la aritmética durante mucho tiempo, y por lo tanto, este descuido la hizo sentirse aún más desconcertada.

Finalmente, Max cerró el libro de contabilidad y se tumbó boca abajo en la cama con resignación. Se preguntó si tenía que pedir la ayuda de Rodrigo. Pero pronto recordó las palabras demasiado conocidas de su padre: un maestro debe mostrar dignidad a sus sirvientes en todo momento.

“Cualquier sirviente está obligado a ignorar a un maestro que es ajeno e incompetente” diría su padre.

Se estremeció al pensar en los indiferentes sirvientes del castillo de Croix. No fueron abiertamente groseros, pero podía sentir el desdén hacia ella en todo momento. No sabía cuándo los sirvientes del castillo Calypse podrían cambiar sus actitudes hacia ella. Con el tiempo había aprendido que nada duraba para siempre.

Todavía tengo algo de tiempo. Max trató de calmarse.

♦ ♦ ♦

Riftan regresó a altas horas de la noche con sus caballeros, empapados por la lluvia fría. Los sirvientes los llevaron urgentemente a la sala de sauna donde los hombres se calentaron en el vapor de la ducha y disfrutaron de una comida abundante con alcohol. Cuando Riftan finalmente regresó a su habitación, comenzó a pulir su espada y armadura.

Max observó sus hábiles manos corriendo por cada centímetro del metal, preguntandose por qué no la dejaba al cuidado de los sirvientes.

—Crecí haciendo esto desde que tenía catorce años, por lo que el trabajo es insustancial para mí. No quiero que nadie más toque a estas cosas de todos modos —respondió encogiéndose de hombros.

Levantó su espada contra la luz. La había frotada bastante y brillada hasta el punto de que era azul hielo, ni comparación con el característico color plata de algunas de las espadas familiares que había visto, era muy diferente de las que su padre llevaría en la cintura cuando entraba en un banquete. No había patrones sofisticados tallados en el mango, pero la hoja era ancha y larga con un filo tan afilado como un campanario.

Parecía simple, pero pensó que era más majestuoso que cualquiera de las espadas que poseía su padre, cubiertas de joyas y oro.

—Debe, debe ser única, esa espada.

—Fue un premio que gané de una competencia de lucha con espadas. Es una de las espadas más valiosas en todas las siete naciones —dijo Riftan, incapaz de ocultar el orgullo por su posesión.

Max nunca había estado en una competencia de lucha con espadas. Rosetta a menudo iba como espectadora con su padre para mostrar su agradecimiento a los caballeros que se referían con cariño a ella como su querida dama, pero ella siempre regresaba quejándose de que el evento era demasiado incivilizado y estridente para su gusto.

—¿Ga, ganaste?

—Por supuesto —respondió sin dudarlo mientras volvía a colocar la espada en su estuche. Max lo miró durante un rato y luego sin previo aviso expreso:

—A menudo escucho que el ga,ganador recibe un beso de de la dama, dama más respetable…

Max se sorprendió de sus propias palabras y bajó la mirada de inmediato. ¿Qué estaba pensando? en cuanto sintió la penetrante mirada de Riftan sobre ella, soltó una excusa.

—Hace mucho tiempo, leí una historia sobre un caba, caballero y una prin… princesa. El, el caballero ganó una competencia de hi, hípica… y  la, la reina le ofreció un beso y pensé que era bas, bastante ro, romántico…

Mientras más hablaba, más grande se hacía la vergüenza dentro de ella haciendo tartamudear más que de costumbre. Al instante, sintió como su pasado cobraba vida, podía escuchar a su padre gritar sobre su maldito hábito y su deseo de hablar a pesar de que debía mantener la boca cerrada.

—Lamento decepcionarte, pero no fue romántico en absoluto —respondió Riftan con voz ecuánime. Ella esperaba su disgusto, pero sorprendentemente, no había ninguno.

—No quería recibir un beso de una extraña.

Sus palabras deberían ser suficiente, eran un recuerdo honesto de un pasado del que ella no era parte. Sin embargo, Max no pudo evitar sentir que su curiosidad despertaba aún más cuando se trataba de algo que en verdad ella creía que era bueno.

—Un beso de una mujer noble es el honor más alto que un caballero puede, puede recibir.

Su respuesta llegó un momento después, la serenidad aún estaba presente en su rostro.

—Vengo de un origen humilde, así que nunca tuve muchos sentimientos por historias tan anticuadas. Además, no sentiría ningún honor al recibir un beso de una mujer que habría fruncido el ceño ante mi insoportable hedor mientras me acercaba a ella.

Max se sorprendió por su respuesta apática y mantuvo sus ojos fijos en el suelo, lo suficiente como para hacer un agujero en ellos en cualquier momento.

Riftan apoyó su espada en la pared y se acostó en la cama con ella, mostrando que no tenía intención de ser sarcástico por sus preguntas sobre su vida personal y sus predilecciones en torno a ella. Al darse cuenta de que Max se tensó automáticamente ante la segunda presencia a su lado, Riftan dejó escapar una sonrisa irónica mientras rodaba a su lado.

—No te preocupes, no te molestaré esta noche. Escuché que estabas adolorida.

Max asintió con la cabeza, muy rápido para ser considerado normal, con el rostro enrojecido. Cuando Riftan la agarró y tiró de ella para que se acostara a su lado, colocó la tapa de la lámpara, apagando el fuego que brillaba a su lado. La oscuridad lentamente envolvió la habitación. Y ella escuchó sus latidos constantes de su corazón comenzando a relajarse, y olvidando sus pensamientos.

Otro día terminó en el castillo Calypse de esta manera.

♦ ♦ ♦

El olor a almizcle proveniente de la tierra mojada inundó el castillo debido a los constantes lluvias.

A pesar del clima, Riftan había ido a inspeccionar el pueblo, la mina y las granjas. Deseando ser responsable también, Máx había pedido permiso para usar la biblioteca libremente. Se sorprendió por la gran cantidad de libros, en un principio se mantuvo quieta pensando que podría dañarlos, pero pronto su miedo se convirtió en asombro mientras examinaba las estanterías.

Max encontró un libro de contabilidad escrito por Knight Roem, que una vez había gobernado a Anatol, ubicado entre los pergaminos.

Se contuvo de cavar en libros sobre literatura poética de la era Roem y en su lugar abrió un libro sobre matemáticas. Ella no estaba tratando de aprender algo demasiado grandioso. Lo que tenía que hacer primero era fortalecer su conocimiento rudimentario sobre moneda y aritmética básica.

Pero sin alguna orientación, sus esfuerzos fueron en vano: fue un desafío tumultuoso para alguien sin la educación adecuada.

—Señora, el presidente del gremio de comerciantes, ha venido a visitarla.

Max cerró el libro que estaba leyendo y salió de la biblioteca. Cuando siguió a Rodrigo a la sala de estar, un hombre de unos treinta años se levantó de su asiento para saludarla.

—Es un honor conocerla, señora Calypse. Mi nombre es Aderon Thoner.

El comerciante inclinó la cabeza como símbolo de respeto.

Max apenas podía poner una sonrisa en su rostro. Se le informó que el comerciante vendría a ella, ahora que la lluvia había disminuido un poco, pero tenerlo frente a frente la hacía sentía extremadamente nerviosa, por las decisiones que pensaban en sus manos.

Max contuvo el aliento poco antes de abrir la boca.

—Gracias, gracias por venir a través de la, la lluvia.

—No hay problema, señora. Pido disculpas por no visitarla antes —respondió el comerciante, sonriendo generosamente.

Max se sentó  frente a él con la pequeña mesa del salón en medio. Tan pronto como se sentó en la lujosa silla acolchada, la ansiedad se apoderó de ella al punto en que le resultaba difícil entablar una conversación. A pesar de tener suficientes oportunidades para hablar, en su lugar el silencio que su padre siempre le pedía, reinaba en ella, no debería estar tan nerviosa, pero no pudo evitar sentirse así.

—Escuché que planeas renovar el castillo. ¿Tiene algún lugar específico con el que desee comenzar?

El comerciante habló ante Max, lo hiciera.

—Bue… bueno, quiero cambiar, cambiar las, las ventanas primero. Los pasillos son demasiado oscuros y muchas habitaciones tienen ventanas rotas, rotas.

—Cambiar todas las ventanas del castillo a nuevas aumentará considerablemente el costo. ¿Está pensando en algún tipo de vidrio?

Max recordó los grandes ventanales dentro del castillo Croix. Ella no sabía que había diferentes tipos de vidrio.

—El precio varía mucho según el tipo de vidrio. El cristal de balt es el más barato, mientras que el cristal del continente meridional es la variante más cara. Si lo desea, puedo preparar algunas muestras para mostrarle la próxima vez.

—Sí, sí, eso, eso me gustaría muchísimo.

—¿Alguna otra cosa que le gustaría cambiar?

—Necesitamos, necesitamos cortinas en para la ventanas en y una lámpara en el salón de banquetes. También, también a alfombras decorativas, para los pisos y tapizar las pa paredes.

Al darse cuenta de que esto podría ser un negocio enorme para él, el comerciante sonrió de oreja a oreja. Por otro lado, Max sintió que su garganta se tensaba. Riftan dijo que pagaría cualquier precio, pero ¿realmente quería decir cualquier cantidad? Eso que solo había mencionado las cosas que ella consideraba importante, el cambio el comerciante comenzó a armar su ambicioso proyecto. Ansioso por darle vida y embolsar la exorbitante cantidad de monedas.

—Llevará algún tiempo tener todos los artículos que ha enumerado. Volveré con muestras lo antes posible a la hora que más le convenga. Si me los permite, ¿puede mostrarme los pisos y las paredes que piensa decorar, señora?

Max miró a Rodrigo con una ligera inclinación de cabeza. El comerciante sabía mejor que ella lo que el castillo necesitaba.

Los dos salieron de la sala de estar y caminaron hacia el salón de banquetes más grande del castillo. Rodrigo, el sirviente mayor, y dos guardias los siguieron por detrás. Cuando Aderon, el comerciante, miró alrededor de la habitación, pronto pronunció un largo discurso sobre qué parte de la habitación necesita qué y qué artículos necesitarían pedir más.

Max hizo todo lo posible por recordar cada palabra que mencionaba. Vanguardista, dijo, cada pieza exótica que enumeró prometía exuberancia al triste interior.

—¿Qué piensas acerca de cambiar las baldosas de piedra en mármol? —sugirió, mirando al suelo con desaprobación.

—Debemos, debemos trabajar los mas importante pri… primero —expresó Max, tratando de no quedar atrapado en demasiados detalles.

Pero el comerciante continuó agitando las manos por la habitación, sus palabras eran rápidas y contrastaba con las vacilantes de ella.

—Creo que las baldosas de mármol en el piso y un mural, las paredes necesitarán ser remodeladas con cal, se verán fantásticas. Obviamente, me aseguraré de que solo se use lo mejor en la restauración.

—Voy a tener que pensarlo —respondió ella con una sonrisa incómoda.

—Creo que es necesario que se lo más extravagante y elaborado posible. ¡Este es el castillo del caballero más importante del continente! ¿No estás de acuerdo en que merece vivir como indica su título? —respondió el comerciante apasionado, haciendo que Max se congelara, su sonrisa superficial se volvió casi se esfumaba de su rostro.

5 respuestas a “Bajo el roble – Capítulo 29: Restaurando el Castillo Calypse ”

  1. A ver Max. Tu papá dice eso, pero todos los sirvientes lo odian. ¿En serio vas a hacerle caso? Mejor pídele al mayordomo que te guíe al inicio, es normal que una mujer “recién casada” desconozca ciertos detalles de su nuevo hogar…
    (Digo “recién casada” porque ella recién ahora se muda al hogar de su esposo).
    ¡Gracias por el capítulo! En un par de horas me leí todo, jeje

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