Bajo el roble – Capítulo 36: Su ayuda extraoficial

Traducido por Aria

Editado por Yusuke


—E-Entonces esta pequeña moneda de oro ¿Cuánto vale un d-denar en li-lirams? —preguntó Max sobre la parte que más la confundía.

—No es un número exacto. Cinco lirams valen tres denarios —respondió Ruth mientras empujaba hacia delante las monedas de oro del Sur y la gran moneda de plata de Roem. Anotó rápidamente sus palabras en el papel. Cinco lirams equivalen a tres denarios. Al observarla, Ruth suspiró suavemente.

—Supongo que te confundes al usar lirams y denarios juntos. Los soldems son una unidad grande, por lo que se utilizan con poca frecuencia; lo mismo ocurre con los derhams, porque son muy pequeños. Los lirams de plata de Roem y los denares de oro de Rakasim son el medio de intercambio habitual entre nobles y comerciantes. Por eso, es un verdadero suplicio que no se conviertan tan fácilmente como quisiéramos. No es que podamos triturar las monedas en trozos más pequeños. Al final, las convertimos todas en derhams y después resulta más fácil.

Max asintió sombríamente.

—No s-sabía que había ta-tantos tipos de di-dinero.

—Esto no es nada. Hay monedas de Balto en el Norte y de Suikan en el Este. La pureza de la plata y su peso son los mismos que los soldem y los lirams, así que no se usan por separado como los denar y los derhams, pero será útil tener en cuenta las diferentes formas al menos.

Ruth rebuscó en la bolsa y frunció el ceño.

—No tengo ninguna moneda de oro de Balto y Suikan. Intentaré conseguirlas más tarde.

A Max sólo le aterraban los nombres de más monedas y regiones. Sólo iba a confundirla más si se las traía.

—¿Ne-necesito saberlas si los ta-tamaños son similares a los de las mo-monedas y los li-lirams? Sólo tengo que comprobar el tamaño.

—Recientemente, hay un número creciente de señores feudales que producen sus monedas para mostrar su riqueza y poder. Pero la mayoría de ellas están mezcladas con plomo y cobre, así que debes filtrarlas. Por otro lado, las monedas de Balto y Suikan son de gran pureza, así que te será muy útil saber distinguirlas. Pronto llegarán a Anatol mercaderes del Norte y del Este.

—D-De acuerdo.

—Las monedas con alto crédito son el soldem, el liram, el denar, el derham y los segales de cobre que usan los plebeyos y los dants usados por unas pocas personas prominentes. Saber eso debería ser suficiente para ti.

—¿C-Cuánto vale el da-dants? —preguntó Max, que nunca había oído hablar de ello.

—Los dants son las monedas más valiosas de este mundo. Se fabricaron durante los periodos más ricos de la dinastía Roem. Está hecha de oricalco y tiene el tamaño de una palma, y sólo existen 600 en todo el continente. Creo que lord Calypse tiene 160 de ellos —respondió Ruth con voz llana.

Max se sorprendió de que poseyera 160 de esas preciosas monedas.

Luego cambió a un tono de jactancia como si fueran suyas.

—Fueron encontradas en la guarida de los demonios en el cañón de Osiria, hace seis años. En aquella época, lord Calypse cazaba frenéticamente a los espíritus malignos y recogía sus tesoros como si estuviera poseído por algo. Los dants eran una de las cosas preciosas que recogía. Al principio, encontró 200 de ellos, pero utilizó 40 dants para construir una muralla, realizar trabajos de mantenimiento en el castillo e instalar una carretera en el pueblo.

—¿Po-podéis hacer todo eso con sólo cu-cuarenta monedas?

—Utilizó el doble del coste estimado. Pagó a los trabajadores varias veces más para acelerar el proceso de construcción.

Ruth puso explícitamente una expresión de desagrado en su rostro. Este mago parecía ser estricto con el dinero.

—De-debes conocer a Ri-Riftan desde hace mucho tiempo.

—Conozco a lord Calypse desde que era un soldado. Eso fue hace unos doce años.

Su curiosidad se disparó al escuchar esto. Entonces tendría quince años. ¿Era soldado desde entonces? Había oído que tenía dieciocho años cuando se convirtió en caballero. Normalmente, se necesitaban tres años de entrenamiento y un año de servicio como chambelán para recibir oficialmente una espada y convertirse en caballero.

—Ya, ya. Dejemos la charla y continuemos con el libro de cuentas. Deberíamos terminar esto antes de que llegue el mercader, ¿no es así?

Max se tragó sus preguntas y volvió al libro de contabilidad al recordárselo.

Al oír que Max quería cancelar la mayoría de los pedidos, Aderon puso cara de preocupación y trató de persuadirla con su locuacidad. Estuvo a punto de caer en la trampa, pero al recordar la mirada de Ruth y cómo la trataba de extravagante, Max pudo mantener su opinión. Al darse cuenta de que no podía hacer nada, Aderon suspiró y le entregó un nuevo extracto.

Max intentó calcular en su cabeza cuánto valía el precio que Aderon había escrito. Imaginando las monedas de oro y plata que Ruth le mostraba en un montón, fue capaz de comprender que el precio que estaba pagando no era una cantidad pequeña de dinero. Firmó con devoción el papel y salió de la habitación.

Cuando le dijo que las cosas habían ido bien, Ruth relajó un poco sus cejas.

—¿Puedes enseñarme el extracto?

Se lo entregó.

—Bueno, este hombre no es completamente inescrupuloso —dijo finalmente el mago después de leer el papel de arriba a abajo.

—P-Puede in-intentar obligarte a co-comprar, p-pero no es una m-mala persona.

—Nadie es malo frente a su víctima de sacrificio. —Escupió un comentario frío que contrastaba con su aspecto más bien amable y acercó una silla frente a él para sentarse.

Max también se sentó frente a él y puso los ojos en blanco. Ella ya lo sabía, pero este hombre era extremadamente temperamental y le gustaba hacer comentarios mordaces, a diferencia de su rostro de aspecto suave y amable. Su forma torcida de ver las cosas era algo similar a la de Riftan, aparte de su lado hablador y entrometido.

—Le echaré un vistazo. Intenta escribirlo en el libro de cuentas.

—D-De acuerdo.

Ella no planteó una pregunta sobre cómo se había convertido naturalmente en su supervisor y se limitó a seguir la línea.

—Toma, el cálculo está mal otra vez.

—Oh, lo siento mu-mucho.

Miró sus números y volvió a golpear la esquina del papel de pergamino, masajeando el centro de sus cejas. Se apresuró a corregir su error. Luego señaló la sección de abajo.

—Aquí, la unidad está mal.

—Lo sie…

—Y te ayudará tener tus extractos escritos en detalle. Así podrás evitar cualquier confusión cuando cuadre las cuentas en el futuro.

—D-De acuerdo.

—Aquí, has escrito mal. Este será un documento que quedará para generaciones, así que por favor, abstente de garabatear las palabras.

El tutor que su padre le había asignado no había sido tan estricto. Tampoco fue paciente. El resultado fue lo que era ahora. Escribió las letras con claridad, temiendo que él las señalara de nuevo. Cuando terminó, Ruth revisó el libro de cuentas como si estuviera repasando los deberes.

—Esto es suficiente —dijo con arrogancia mientras cerraba el libro de contabilidad. Su rostro parecía fácil y relajado.

—Con esto, todos los problemas están resueltos. Ahora, te agradecería que dejaras de venir a la biblioteca e interrumpir mi sueño.

Max puso los ojos en blanco.

¿Estaba pensando en seguir durmiendo aquí? Riftan dijo claramente que este hombre estaba usando la torre del patio trasero. No, no era algo para que ella interfiriera. Después de pensar un rato, abrió lentamente los labios.

—De-decidimos hacer el ja-jardín en la próxima p-primavera.

Ruth contorsionó horriblemente su rostro. Max sacó la osadía que no sabía que tenía y confesó. Las horas que pasó tratando de resolver cosas que nunca había hecho sola pasaron por sus ojos. No quería volver a tirarse de los pelos, incapaz de distinguir entre cara y cruz. Como ya se había sentido avergonzada, pensó que no habría nada malo en pedir más ayuda.

—Y el ma-mantenimiento en el anexo.

Ruth se agarró la cabeza con pesar.

Después de ese día, Ruth se convirtió oficialmente en la ayudante de Max en la organización del libro de cuentas. Cuando ella se acercó silenciosamente a él durmiendo en el suelo de la biblioteca, él se levantó mascullando que se arrepentía de haberla ayudado en primer lugar, pero a pesar de ello revisó a fondo el libro. Además, le aconsejó sobre las compras para el castillo. Era más un regaño que un consejo, pero eran palabras valiosas. Desde entonces, Max empezó a pedirle consejo hasta en las cosas más pequeñas.

—Creo que los sirvientes se sorprenderán si les ordenas que arranquen el árbol que hay junto al cenador —dijo Ruth después de escuchar en silencio su plan de redecoración del jardín. Max inclinó la cabeza hacia un lado.

—E-Está muerto y y-ya no brotan ho-hojas.

—La gente de Anatol cree que los espíritus están en los árboles. Por esa razón, la gente de aquí no arranca los árboles simplemente porque estén muertos y considera la tala como un trabajo sagrado. Los sirvientes se escandalizarían ante tu orden de quitar el árbol sólo porque tiene mal aspecto.

—P-Pero… —Max estaba desconcertada. Nunca había conocido esa costumbre en Croix.

—S-Si les decimos que se va a u-usar para el fu-fuego, entonces ¿sería ac-ac-aceptable? Q-quiero decir, es es-espantoso.

—Puede que lo acepten. Frunció el ceño y se acarició la barbilla.

—Pero me preocupa que el árbol junto al mirador sea un roble.

—¿Q-Qué pasa con los ro-robles?

—La gente de aquí cree profundamente en la leyenda sobre el primer caballero que montó un dragón y voló hacia el cielo. La colina donde Uigru saltó sobre el dragón es la colina de allí.

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