Bajo el roble – Capítulo 5: Detrás de su penetrante mirada

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


Max reunió el coraje suficiente para mirar al hombre frente a sus ojos, el que solo la miraba con enemistad. La voz de su padre resonó persistentemente en sus oídos como una melodía inquietante “¡Dejale en claro a Calypse que no puede anular el matrimonio! Si insultas a la familia una vez, ¡lo pagarás caro!”.

Pero sus labios solo se apretaban el uno con el otro como si le hubieran aplicado un pegamento invisible. ¿Qué debería decir? Para ella, él era solo otro hombre intimidante, aunque fuera su esposo.

¡Dejale en claro a Calypse que no puede anular el matrimonio! Si insultas a la familia una vez, ¡lo pagarás caro! Se repetía en su cabeza.

—¡Deja de temblar!

El hombre de repente levantó la voz, haciendo que se alejara por miedo. Tan pronto como su pie caminó hacia atrás, el hombre se acercó, sus músculos estaban visiblemente tensos.

—¡Deja de mirarme como si hubieras visto algo desagradable! ¿Soy una especie de monstruo despreciable para ti? —Las palabras de Riftan la sorprendieron inesperadamente.

—Yo, yo…

Riftan le dirigió una mirada feroz, solo para acariciar su cabello un momento después de la exasperación. Max estaba agobiada, en menos de cinco minutos de su reunión ya estaba disgustado. Y pensar que todavía tenía que persuadirlo para que reconsiderara el divorcio.

Sus labios temblaban contra su voluntad. Por favor, solo di algo. Se instó a sí misma en silencio.

—Es, es… es solo que… estoy tan, tan nerviosa… que… no sé qué decir…

Podía sentir sus mejillas arder y el inconfundible dolor en sus ojos que señalaba que sus lágrimas estaban a punto de salir. Pero ella no podía hacer eso, llorar como un niño frente a él, solo empeoraria las cosas. La desesperación la inundó de inmediato.

—No creo que seas un monstruo, un monstruo, no lo pienso… estoy nerviosa… sí… eh, estoy temblando… no… no es que… que yo…

Su lengua tartamudeaba más de lo habitual. Sintió una intensa humillación y ya no podía soportar mirarlo a la cara. Era una gran hazaña en primer lugar, le era imposible persuadirlo cuando ni siquiera podía hablar correctamente.

Max inclinó la cabeza en su lugar, el sonrojo de sus mejillas viajó hasta la punta de las orejas. Bien podría mantener la boca cerrada, reflexionó tristemente. Una mujer madura no tartamudearía como una tonta. Al final, sintió como si estuviera parada desnuda frente a él.

—Mierda…

Sus hombros se estremecieron ante la suave voz que contrastaba con la maldición. Su padre tenía razón, ningún hombre en el continente la querría como esposa. ¿Cómo podría siquiera atreverse a pedirle a este hombre que se negara a casarse con una hija de un rey, que era mucho mejor que ella?

La impotencia que surgió después hizo poco para mantener a raya las lágrimas. En ese momento, sintió el toque de piel fría en su mejilla y se asustó al instante. Una mano que llevaba guantes de hierro duro utilizados por los caballeros sostenía su rostro con una ternura extraña.

—Abre la boca —murmuró, en un tono casi demasiado suave para que ella lo oyera.

Max no entendió lo que estaba sucediendo y miró inexpresivamente los ojos oscuros de Riftan como aquella noche frente a ella. El hombre suspiró, como si su paciencia estuviera siendo probada. Luego bajó ligeramente la barbilla, forzando a sus labios a separarse.

Pronto, él movió hábilmente su lengua caliente dentro de su boca. Max lo tomó del brazo sorprendida, y pensó que el hombre murmuraba irritado por eso.

Él mordió sus labios, otro comentario sorprendente vino de él.

—Joder… Debería haberme quitado la armadura primero…

Max no pudo volver a sus sentidos, ella no pudo entender lo que estaba sucediendo tan repentinamente. Con sus pensamientos aún confusos, Riftan la empujó hacia atrás. Desde donde estaban parados torpemente, al momento siguiente estaban descansando en el sofá, con él agachándose sobre una rodilla al lado de su muslo. Gracias a la práctica, se quitó el guantelete con un solo movimiento.

Sus dedos largos y duros que se deslizaron de los guantes plateados envolvieron suavemente su rostro. Instintivamente, ella lo agarró por el borde de su ropa. Sin esperar otro segundo, volvió a cerrar sus labios con los de ella, quitándose los guantes con la otra mano. Su mano ahora libre ahora estaba en su cabello, su palma caliente apretaba su cabeza más cerca de él.

Su lengua recorrió su boca con ferocidad, sin dejar de lado sus dientes o lengua de sus ataques. Con cada uno de sus movimientos, dejó a Max sin aliento. Cuando sintió que el mareo descendía por la falta de oxígeno, finalmente empujó su pecho y el hombre mordisqueó su labio inferior.

—Sólo un poco más…

Su corazón latía por su voz baja. Su mano caliente presionó una vez más contra la parte posterior de su espalda con impaciencia y pasó por su cara y cuello para acomodarse en su pecho. Cuando ella se apartó avergonzada, él la echó hacia atrás y la hizo recostarse en el sofá. Sin la menor vacilación, él le bajó la falda, exponiendo su piel al aire fresco.

—¡Ri, Riftan…! —gritó Max.

Después de haberlo experimentado una vez, ella se dio cuenta inmediatamente de lo que significaban sus acciones. Max miró la puerta del salón con perplejidad. Solo podía pensar fervientemente, ¿qué está haciendo a plena luz del día, en el salón de todos los lugares, donde cualquiera puede entrar y salir libremente.

Pero parecía que al hombre no le importaba la propiedad en absoluto. Se lanzó hacia su cuello con urgencia, trazando besos en su piel mientras presionaba su cuerpo endurecido entre sus piernas. Max dejó escapar un grito de sorpresa. Cada vez que el hombre se frotaba lentamente sobre ella, su equipo de protección envuelto alrededor de sus gruesos muslos rozaba sus piernas, el toque de metal frío hacía que su piel le pusiera la piel de gallina.

Max sintió vergüenza por la intimidad que no podía soportar y cerró los párpados con fuerza. De repente, Riftan se levantó de un salto, cubriendo apresuradamente su casi desnudez con su gran manto. Solo entonces se dio cuenta de que había alguien mirándolos. Un hombre vestido como Riftan estaba rígido afuera de la puerta con una expresión perpleja en el rostro.

—¡¿Qué estás mirando como si fueras una rata?! —Riftan bramó de inmediato.


Kiara
Aisssh cuando por fin es honesta, ¿por qué los interrumpen?

6 respuestas a “Bajo el roble – Capítulo 5: Detrás de su penetrante mirada”

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