Bajo el roble – Capítulo 55: Las facetas sorprendentes de él

Traducido por Aria

Editado por Yusuke


El viento gélido y áspero le despeinaba el pelo mientras pasaban escenas tras escenas, pero Max no se daba cuenta de nada. Acurrucada en el abrazo de Riftan y disfrutando del resplandor de su intenso amor al aire libre, se sentía segura. Una sensación novedosa, proveniente del hombre con el que antes temía incluso respirar el mismo aire.

Al llegar al castillo, Riftan la abrazó estrechamente, totalmente agotada, y la llevó a la habitación. La lavó cuidadosamente con agua tibia, le cambió la ropa con delicadeza e incluso le dio de comer cariñosamente una buena comida caliente. Luego, como si estuviera adormeciendo a un niño, ella se recostó sobre su pecho y trató de dormir.

Era un comportamiento aparentemente inusual para un hombre brusco como Riftan. Porque ciertamente no era un acontecimiento único. Siempre que estaba con ella, continuaba con estos actos como si fuera su niñera. Todos los días le daba de comer directamente, insistía en que se bañaran juntos e incluso llegaba a entrar temprano en la mañana, tomar el peine de Rudis y peinarla.

Ella encontraba todo un poco embarazoso ahora. Nunca había experimentado tanta atención, ni siquiera cuando era niña. Además, esto era contrario a la idea de matrimonio con la que estaba familiarizada.

Modales fríos, una indiferencia educada y obligación marital. Según la ideología esto era lo que existía entre las parejas casadas. También había muchas pruebas “a pie” para corroborar la creencia. No había visto ni oído hablar de un marido que se desviviera por su mujer como tal, al menos no con tanto entusiasmo.

Esto era lo que le habían enseñado al crecer, pero la actitud de Riftan se desviaba de lo que le habían enseñado de un “hombre casado”. ¿Quizás sólo era ignorante? Después de todo, las circunstancias que rodeaban su vida en el castillo de Croix la habían confinado dentro de sus muros. Como mucho, podía visitar las barracas del templo. Pero incluso eso estaba prohibido una vez cumplidos los catorce años y, por tanto, era una vida de aislamiento.

Todo lo que sabía sobre el matrimonio venía de la boca de los que visitaban el castillo de Croix. La mayoría venía a ver a su hermana Rosetta, algo inexpresiva y de sonrisa fría, o a su padre. No había nadie que se interesara por ella, incluso dudaba de que supieran de su existencia.

Cuando comparó el entonces con el ahora, Max se sintió envuelta en la confusión.

¿Quizás el mundo que ella conocía estaba equivocado? ¿Era normal su matrimonio? ¿Era así como debía ser un marido?

Aunque estaba plagada de preguntas, no sabía dónde encontrar las respuestas.

♦ ♦ ♦

—Eres sorprendentemente hábil.

La voz de Ruth sacó a Max de su ensueño. Le lanzó una sonrisa de satisfacción mientras repasaba meticulosamente las fórmulas que había dispuesto.

—Y eres mucho más rápida de lo que esperaba —añadió.

¿Se suponía que eso era un elogio? Max sonrió con amargura.

—S-Si es sólo repetir lo m-mismo es na-natural ir más rápido.

—Es hora de terminar. A este ritmo, podremos completar el hechizo para mañana.

Ella dio un suspiro de alivio. Aunque fue emocionante durante un tiempo, acabó por aburrirse de los repetidos cálculos y bocetos, tanto que incluso odiaba mirar el pergamino. Se frotó el cuello rígido y se quejó.

—N-No sabía que la m-magia conllevara tanto p-papeleo. P-Pensaba que haríamos a-algo más a-asombroso.

—La magia es un nivel avanzado de aprendizaje. Requiere cálculos e investigaciones sofisticadas. La única vez que un mago puede experimentar la emoción de la magia es en el campo de batalla. Los magos de la Torre del Mundo nunca la experimentan, aun así, dedican toda su vida a diseñar hechizos.

Max dejó lo que estaba haciendo y lo miró con asombro.

—Ru-Ruth, ¿también eres un mago de la Torre del Mundo?

—Sí, solía residir allí —dijo Ruth con desagrado.

Sus ojos se abrieron de par en par.

La Torre del Mundo era una isla artificial construida por antiguos magos en el centro del mar de Ishiria; se la conocía como Nornui. La inocente y aislada doncella, Max, no oía hablar mucho de esta a menudo. Ella solo sabía que era la cuna de los hechiceros, un depósito de todo el conocimiento del mundo, un lugar no intervencionista, que se abstenía de interferir en los asuntos internos de cualquier país, y una isla de sabios que protegía el orden mundial, Nornui.

Pero la reacción de Ruth ahora mismo se refería a ella con disgusto, como si negara esos logros. Mirando su desconcierto, se dignó a explicar.

—Los magos que entran en la Torre del Mundo están restringidos en cuanto son ascendidos a un rango superior. En lugar de permitirles dominar toda la peligrosa y secreta magia que ofrece Nornui, se les vigila para asegurarse de que no utilizan su poder personal para perturbar el mundo. Los magos superiores pasan la mayor parte de su vida en la Torre del Mundo. Personalmente, no me gustaba, así que me escapé.

—T-Todavía, ¿puedes volver?

—No. Fue una alta traición. Incluso ahora, cuando me encuentro con magos de la Torre del Mundo, me tratan como un simple criminal.

Ruth habló sin reparos, como si se tratara de un asunto trivial. Max se preguntó si todos los magos eran tan descarados.

—E-Entonces ¿conociste a Ri-Riftan mientras v-vagabas después de haber escapado de la Torre del M-Mundo?

—Sí, lo conocí poco después de convertirme en una espada de alquiler. Lord Calypse ya era una figura conocida para entonces.

Max sentía cada vez más curiosidad y sus ojos brillaban.

—¿Por qué?

—¿No es obvio? Con su impresionante aspecto, su físico voluminoso increíble para un adolescente, su corazón valiente que siempre mira hacia adelante, ya era famoso a los dieciséis años. Desde entonces, lord Calypse es un loco.

—¿L-Loco?

Max abrió los ojos ante su extrema caracterización. Parecía excesivo. Ruth sacudió la cabeza con inquietud, como si esas palabras no fueran suficientes para describirlo.

—Realmente era intrépido. Cuando se está desarmado, uno no debería cargar contra un ogro con sólo una daga y, sobre todo, no con algo tan descabellado como atravesar limpiamente el cráneo de un dragón. Lo hizo todo sin inmutarse. Incluso ahora, cuando recuerdo las cosas que hacía de vez en cuando, me recorre un escalofrío. El día que me encargaron acompañar a lord Calypse, se me pusieron los pelos de punta todo el día.

Inconscientemente, la mandíbula de Max cayó. Más que asombrarle, sus palabras le hicieron sudar frío. No podía creer que él hubiera estado realizando acciones tan peligrosas desde los dieciséis años.

¿Acaso dieciséis años no es aún más joven que cuando debutó su hermana, Rosetta, o incluso Yurixion, el alegre caballero en formación?

Se lamió los labios secos y preguntó con voz temblorosa.

—¿S-Sigue ha-haciendo esos a-actos?

—Sigue siendo el mismo cuando se trata de cuidar su cuerpo, pero rara vez se juega la vida como solía hacerlo entonces. Aunque ya no se involucra en acciones obstinadamente cuestionables, es lo suficientemente fuerte como para deshacerse de los espíritus malignos con facilidad. No le he visto arriesgar su vida de esa manera desde hace muchos años, no desde la época de la supresión del dragón.

—La supresión del d-dragón ¿qué demonios pasó?

Ruth suspiró fuertemente ante su pregunta.

Lord Calypse tiene una habilidad extremadamente rara que consiste en absorber temporalmente el maná. Esto le permite utilizarlo como arma en forma de espada. No nació con esta habilidad. Mientras luchaba contra espíritus malignos, se cubrió con sus fluidos corporales y su sangre, y su cuerpo cambió. Para abreviar la explicación, lord Calypse derrotó al Dragón Rojo utilizando esta habilidad. Se enfrentó a la magia más poderosa que existe en el mundo natural: el aliento de dragón, y lo atravesó, absorbiendo su fuerza en su espada y cortando finalmente la cabeza del dragón utilizando su propio maná.

Se estremeció ante la imagen de él lanzándose a las llamas de un dragón. A Ruth le rechinaban los dientes ante el mero recuerdo.

—Si sólo hubiera habido un error de cálculo, lord Calypse habría sido un puñado de cenizas. Debido a sus escandalosas acciones, se convirtió en el cuento más valiente del continente.

Max había oído hablar anteriormente de la hazaña de Riftan contra el Dragón Rojo, pero nunca supo lo temerario que había sido. Tembló de miedo. Riftan podría haber muerto. Podría no haber tenido nunca la oportunidad de conocerlo tan íntimamente, y aquella miserable noche de bodas habría seguido siendo lo único que los separaba. Le aterraba pensar en ello.

—Oh, no pretendía asustarte —murmuró Ruth sorprendido al ver su rostro pálido—. Esa no era una historia destinada a ser escuchada por una dama. He pasado demasiado tiempo en compañía de hombres rudos, supongo que estoy perdiendo la sensibilidad.

—No pasa nada. Yo te p-pregunté primero.

Ella dudaba de que él hubiera tenido alguna sensibilidad para empezar, pero no se molestó en decirlo.

Max se dio la vuelta y comenzó a completar su tarea en silencio sin hacer más preguntas. Su mente estaba desordenada, el miedo atenazaba su corazón. Él era un caballero, supuso. Al final, se lanzaría de nuevo al peligro a su debido tiempo.

Cuando pasara el invierno, Riftan sería convocado por el rey Rubén para liderar a sus compañeros caballeros en una expedición. Era su deber como caballero, después de todo. Puede que esta vez no regrese. Riftan puede ser un poderoso caballero, pero no es invencible.

La posibilidad dejó a Max sin aliento. No se dio cuenta de lo precaria que era la situación. Que su vida cómoda y feliz podría desaparecer tan fácilmente. Que Riftan podría desaparecer tan fácilmente.

—Tu mente está en otra parte —señaló el mago con prontitud. Leyó rápidamente su estado.

Entrecerró los ojos, miró su trabajo sobre el escritorio y dejó la pluma.

—Es suficiente por hoy.

Max se levantó mansamente de su asiento y salió de la biblioteca. Hoy llegaron los nuevos sirvientes. Tras consultar con Riftan, había pedido al mercader Aderon que le recomendara treinta nuevos sirvientes.

Como señora, tuvo que saludar a los nuevos y seleccionar a los sirvientes que se encargarían de educar a los demás. Después, visitó la cocina para observar su estado. Todavía estaba llena de cocineros que preparaban las comidas diarias, pero ya no parecía que hubiera estallado una guerra. Los preparativos para el invierno estaban casi terminados.

—Se esperan las primeras heladas en los próximos días.

Rodrigo, que apareció repentinamente detrás de Max, se estremeció ante el notable descenso de la temperatura y se aseguró firmemente el abrigo. El rostro de Max se nubló de preocupación.

—A-Antes de eso, d-debemos p-proveer de ropa de invierno a los g-guardias —dijo.

—Eso está casi terminado. Como han llegado más sirvientes, deberíamos poder completarlo todo antes de que nos llegue la ola de frío —informó Rodrigo.

Cuando los preparativos de invierno terminaran, el tiempo en el castillo comenzaría a pasar lentamente. El período agitado pronto terminaría. Por último, fue a cada habitación para comprobar si había suficiente leña, tras lo cual volvió a su habitación para rellenar su diario.

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