Dama Caballero – Capítulo 100: El mejor regalo

Traducido por Kiara

Editado por Gia


Incluso después de la visita de Isaac al palacio, Elena permaneció ocupada con sus demás preparativos. No solo tenía que trabajar en los detalles de la cita, sino que también estaba teniendo bastante cuidado para seleccionar el vestido que iba a llevar esa noche. Elena le estaba poniendo más empeño que para cualquier otra fiesta o evento al que haya tenido que asistir hasta el momento.

De repente, se volvió hacia Mary, quien la estaba ayudando con el ajuste.

—¿Qué tal este? ¿Se ve bien?

—Por supuesto. Todos los vestidos que se ha probado hasta ahora le han quedado hermosos.

—Sí… —Elena se miró en el espejo —. Pero esta noche quiero verme mucho más hermosa.

Carlisle la felicitaba todos los días por lucir bella, pero ahora ella no solo quería verse bien, anhelaba darle un recuerdo que permaneciera en su memoria por mucho tiempo.

Mary le brindó una sonrisa tranquila.

—No creo haberle visto nunca ser tan meticulosa con su atuendo, Su Alteza. Parece incluso más nerviosa que en la boda.

—¿Eso crees? —preguntó Elena.

—Sí. ¿Está anhelando asistir a su cita?

Las mejillas de Elena se sonrojaron. No se atrevía a negarlo. Era la primera vez que ella y Carlisle saldrían juntos desde que se dio cuenta de sus sentimientos por él.

—¿Es demasiado evidente? Es tan vergonzoso…

La sonrisa de Mary se amplió ante las honestas palabras de Elena. No era frecuente verla tan feliz.

—¿Por qué? ¿No es mejor ser más honesta con el príncipe heredero?

—Tengo algo que decirle esta noche —murmuró Elena. No podía contarle a Mary que estaba enamorada, debido a que la criada, al igual que la mayoría, debía de creer que desde hace tiempo ya lo estaba. Elena continuó, señalando otro vestido en una percha—: Me probaré ese también.

—Sí, Su Alteza.

Mary recogió el vestido que le indicó Elena. Por primera vez en la vida, experimentó la insatisfacción de no poder elegir qué ponerse, y terminó revisando una docena de vestidos antes de hacer su elección final. Después de terminar con el cabello y el maquillaje, miró a su alrededor y se estudió de nuevo en el espejo.

Ojalá fuera un poco más bonita…

Habría sido una declaración impactante para cualquiera que la oyera. Su cabello dorado suelto, su piel clara y sus ojos rubí harían que cualquier hombre se volviera loco. Parecía una muñeca tallada con el mayor cuidado, pero Elena nunca antes había prestado mucha atención a su apariencia. Sin embargo, parecía que el amor podía brindar la capacidad de hacer cualquier cosa. Y ella quería ser la persona más hermosa del mundo para los ojos de Carlisle.

—El príncipe heredero ha llegado —anunció Mary al acercarse por detrás a Elena.

—Muy bien.

Guardó con cuidado la caja con el anillo y salió.

♦ ♦ ♦

Como la pareja no se dirigía a asuntos imperiales oficiales, su partida fue algo tranquila. Carlisle se paró frente a un carruaje sencillo para esperar a Elena; sin embargo, se veía tan guapo que incluso un vehículo ordinario de alguna manera parecía lujoso.

—Caril.

Carlisle alzó la mirada y sus ojos azules se agrandaron al verla. Su mirada se volvió ardiente, y cuando llegó a su lado, le habló con voz ronca:

—Me harás las cosas más difíciles si te vuelves más hermosa. —Elena lo miró sin comprender a qué se refería—. ¿Qué pasa si no quiero que nadie más te mire?

Elena sonrió suavemente ante el anhelo posesivo que transmitían sus palabras.

—No tienes que preocuparte por lo que vean los demás, dado que ya me dejaste en claro que yo era tuya.

Por un momento, Carlisle se congeló. Luego se echó a reír, tocándose la frente con la mano.

—Mi esposa me domina cada vez más —mencionó. Sin embargo, Elena no lo escuchó con claridad.

—¿Qué dijiste?

—Nada. Estoy deseando que llegue esta noche.

Carlisle se rió entre dientes y extendió la mano para escoltar a su esposa al carruaje. Mientras caminaban, Elena repasó el horario en su cabeza nuevamente y se emocionó aún más con lo que había planificado. Esa noche, ella le daría el anillo y le confesaría sus verdaderos sentimientos. Después, él le sonreiría cálidamente y le diría que no había nada más que pudiera desear.

Carlisle escoltó con seguridad a Elena al interior del carruaje, para luego abordar él mismo. Tomó asiento y la miró con ojos tiernos.

—¿A dónde?

—Vamos primero al teatro para ver la ópera.

♦ ♦ ♦

Elena y Carlisle estaban sentados juntos en un palco en el teatro. Era íntimo, lujoso y, sobre todo, privado.

—Esta actuación es la misma que vi con mi madre cuando fui a la ópera por primera vez —habló Elena en voz baja al iniciar el acto de apertura.

—Ya veo. Así que tiene mucho significado para ti.

—Sí. Esta era la actuación que quería mostrarte cuando éramos niños.

Los ojos de Carlisle se agrandaron. Solo se habían conocido brevemente, pero su encuentro de la infancia permanecía vívido en su memoria. Había repetido sus conversaciones innumerables veces en su cabeza mientras luchaba en el infernal campo de batalla.

Por supuesto. Entonces, ¿vienes a mi casa? Veremos la ópera juntos y luego podríamos ir a la panadería… Te mostraré muchas otras cosas divertidas. ¡Es una promesa!

Desde entonces, Carlisle anhelaba ver la ópera con Elena y pasear libremente por las calles. Volvió los ojos al escenario con una mirada peculiar en su rostro.

—Sí. Tú dijiste eso.

—Sí. Esta noche voy a cumplir las promesas que te hice —continuó Elena mientras miraba a Carlisle.

—Eso significa…

—Cuando termine esta ópera, visitaremos juntos la panadería de Charles —indicó Elena con entusiasmo.

Carlisle se volvió hacia ella con una leve expresión de sorpresa.

—¿La panadería todavía existe?

—Sí. Aquella tienda es tan popular que posee sucursales en distintas provincias además de la capital. El hombre que dirigía la panadería en ese entonces falleció, y ahora el negocio está siendo administrado por su hijo Charles, por lo que actualmente lleva su nombre. Su pan es algo de lo que puede vanagloriarse.

Una suave sonrisa cruzó el rostro de Carlisle mientras la escuchaba hablar. No era su sonrisa habitual, y Elena recordó que él no había olvidado la conversación que tuvieron de niños.

Debe haber pasado por tantas dificultades en el campo de batalla como yo.

Elena, al no contar con las habilidades adecuadas al principio de su vida anterior, había sufrido duramente como mujer en el campo de batalla. Quizás para Carlisle no fue tan diferente. Era difícil imaginar cuánto experimentó antes de ser adulto. Deseaba poder volver a su infancia y protegerlo del sufrimiento y las dificultades del mundo. Sin embargo, no podía hacerlo. Aquello había quedado en el pasado.

Pero eso no significaba que no pudiera hacer nada ahora. Todavía podían empezar de nuevo. Con eso en mente, Elena planeó cómo se desarrollaría esa noche. Aunque sabía que tardaría en expresar sus sentimientos, quería ser honesta con él.

También te amo.

Ella no había respondido aún a sus sentimientos. Si él le decía de nuevo que la amaba, ella podría responder que también lo hacía. Un tierno dolor comenzó a formarse en su pecho.

—¿Puedo apoyarme en tu hombro?

Carlisle la miró sorprendido, pero luego su mirada se suavizó.

—No es necesario que pidas algo cuya respuesta es tan evidente.

Elena sonrió ante el calor chispeante en los ojos azules de Carlisle. Sus sentimientos estaban dirigidos únicamente hacia ella.

Con su permiso, Elena apoyó suavemente la cabeza en su hombro. Era musculoso y duro, pero le parecía el lugar más cómodo del mundo. Mientras Elena miraba la ópera, la gran mano de Carlisle ahuecó su rostro y presionó suavemente sus labios contra su frente. Ella lo miró con asombro, y él le sonrió.

—Esta noche es el mejor regalo que he recibido.

Elena no le respondió, pero tenía el mismo sentimiento.

Secretamente toqueteó la caja del anillo. La noche aún no había terminado.

♦ ♦ ♦

Al mismo tiempo.

La noticia de la salida de Carlisle y Elena no solo se transmitió al marqués Selby, sino que también a la emperatriz. De hecho, ella recibió la información más rápido que cualquiera en el palacio imperial.

—Majestad, el carruaje del príncipe heredero se ha marchado —le susurró en el oído Cassana, su dama de honor.

—¿Es eso cierto?

—Sí. ¿Seguirá el marqués Selby con el plan?

—Es bueno si lo hace, pero no importa si es que llega a fallar. —Una sonrisa venenosa se deslizó en la boca de Ofelia—. Ahora que Helen terminó involucrada en el intento de asesinato contra un miembro de la familia imperial, la casa Selby también está empezando a debilitarse. Serán beneficiosos para mí hasta que considere que ya no sean útiles.

Por ahora, el rescate de Helen estaba más allá del poder de la emperatriz, debido a que los intentos de la primera al administrar el afrodisíaco habían sido demasiado evidentes. Ofelia podría haber suavizado el castigo, pero no tenía ningún interés en involucrarse en ese crimen. En cambio, usar al padre de Helen, el marqués Oswald, le traería una ganancia mucho mayor, mientras que su hija actuaba como un escudo. Fue por esa razón que Ofelia la nombró como su dama de honor. La emperatriz estaba complacida de que todas sus piezas estuvieran encajando en su lugar.

Cassana asintió, como si entendiera el objetivo de la emperatriz.

—Sí, Majestad. Entonces, solo nos queda observar.

—La muerte de Carlisle sería el resultado más deseable, pero si el plan falla, el marqués Selby deberá asumir toda la responsabilidad.

—Se refiere a…

—Envía más tropas, pero no alertes al marqués Selby. Si notan que el príncipe heredero se escapa de su control, indícales que lo ayuden.

—Sí, Majestad.

Las fuerzas de Oswald ya eran sustanciales, pero la adición de los hombres de la emperatriz aumentaría su número considerablemente. Ofelia no quería perderse la satisfacción de ser la causante del llanto de agonía del príncipe heredero.

Una sonrisa astuta se extendió por sus labios.

—Espero que el cuello de Carlisle caiga ante mí esta noche.


Kiara
Es una pareja tan hermosa, llena de felicidad mi corazón.

Gia
Me gusta, pero me asusta.

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