Dama Caballero – Capítulo 102: Te… amo

Traducido por Kiara

Editado por Gia


Ambos pudieron evadir con éxito a las fuerzas enemigas por más tiempo de lo esperado.

Sin embargo, el número de asesinos que los perseguían terminó aumentando gradualmente. Ahora, las flechas venían de diversas direcciones, y hacían cada vez más difícil evadirlas.

—¡Caril, ten cuidado!

Tan pronto como Carlisle esquivó a la izquierda, otra flecha voló en el aire directamente hacia ellos y terminó golpeando a su caballo, el cual se retorció bruscamente y, levantando sus patas delanteras, terminó arrojando a sus jinetes al suelo. Carlisle rápidamente cubrió el cuerpo de Elena y los hizo rodar.

Varias flechas golpearon el suelo donde habían estado momentos antes. Después de esquivar con seguridad todos los ataques, Elena se levantó sujetando su daga. Su vestido estaba desgarrado y sucio por la caída, pero nadie ridiculizó su apariencia. Olas de energía feroz irradiaban de ella.

—Caril, deshagámonos de algunos de los hombres a caballo. Si arrastramos nuestros pies aquí, más de ellos vendrán detrás de nosotros.

Carlisle también se levantó del suelo y sacó la espada de su cintura.

—A tus órdenes, esposa mía.

No se necesitaron más palabras. Carlisle y Elena corrieron al encuentro del grupo de soldados más cercanos a ellos. Carlisle fue despiadadamente eficiente, apuntando a los puntos vitales de los enemigos para eliminarlos de inmediato. Elena también estaba haciendo un trabajo rápido con su daga, apareciendo frente al enemigo en un abrir y cerrar de ojos y cortando sus gargantas.

Juntos derribaron a tres o cuatro personas, y sus ojos ardían con tal sed de sangre que los asesinos restantes se vieron obligados a reducir su radio de cercanía. Fue en ese momento, que el sonido de decenas de cascos de caballos comenzó a resonar en el aire. Era demasiado pronto para que llegaran los refuerzos de Carlisle, y el sonido no provenía de la dirección en la que se encontraba el palacio imperial. Eso significaba que más asesinos venían hacia ellos.

Carlisle empujó a uno de los hombres muertos de su caballo y se subió.

—¡Elena!

Sabía qué hacer sin más comunicación, y empujó a otro hombre muerto de su caballo y trepó.

—¡Sí!

Al grito de Elena, los dos caballos saltaron hacia adelante y siguieron galopando. Un solo caballo habría disminuido la velocidad al tener que llevarlos a ambos al mismo tiempo. Sin embargo, a pesar de su pequeña ventaja, los nuevos perseguidores parecían diferentes a los asesinos de antes, y sus ropas estaban bordadas con llamativas flores doradas en sus hombros. Era extrañamente más siniestro. Elena no podía expresarlo con palabras, pero sabía que esos nuevos mercenarios eran mucho más hábiles. Elena no era la única, la expresión de Carlisle también se volvió sombría cuando los vio.

—Tenemos que separarnos.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Elena

—Si permanecemos juntos, las fuerzas se concentrarán en un solo lugar. Tenemos que separarnos y volver a encontrarnos más adelante.

A ella no le gustaba ese plan. Incluso si se separaran, lo más probable era que el enemigo persiguiera únicamente al príncipe heredero en lugar de dividir sus fuerzas. La posición de Elena como princesa heredera no tendría sentido una vez que Carlisle fuera destituido, y de todos modos no tenían herederos. A medida que la situación se volvía más grave, se dio cuenta de que Carlisle solo estaba tratando de protegerla.

—Si vuelves a decir eso, me enfadaré mucho.

—Seré quien te proteja.

Esas fueron las palabras que le había dicho Elena la primera vez que lo conoció, y no tenía la intención de romper ese voto.

—Caril, prefiero morir antes que apartarme de tu lado.

La expresión de Carlisle se volvió grave, pero una leve sonrisa se dibujó en sus labios.

—Me encantaría escuchar palabras tan románticas en otra situación que no sea esta.

—Lo tendré en cuenta, pero si hay alguien quien deba escapar primero, tienes que ser tú —dijo ella con firmeza.

—No escuché lo que acabas de decir —bromeó Carlisle.

Los dos se sonrieron el uno al otro. Incluso frente a la muerte, sus pensamientos eran claros como un espejo. Cada uno de ellos se preocupaba por el otro más que nadie.

Elena y Carlisle cabalgaban rápido contra el viento, cuando de repente, apareció una cuerda rígida entre dos grandes pilares de madera.

—¡¿Qué hace esto aquí?!

No había tiempo para esquivarlo, por lo que sus caballos terminaron chocando contra la cuerda y cayendo.

Carlisle y Elena fueron arrojados con fuerza. Elena giró en el aire, pero no pudo evitar el duro golpe contra el suelo.

El dolor atravesó su cuerpo, pero rápidamente se levantó. Varios hombres, quienes tenían las flores doradas bordadas, salieron a la vista, como si los hubieran estado esperando.

—¿Quienes son? —preguntó primero Elena.

—Me preguntaba si podrían escapar, pero al parecer tuvimos más suerte —habló uno de ellos, pero Elena no pudo identificarlo porque todos tenían sus rostros cubiertos.

El hombre había ignorado deliberadamente la pregunta de Elena, y Carlisle lo miró fijamente con sus gélidos ojos azules.

—¿Estabas esperando que corriéramos hacia aquí?

—Sí. Cuanto más lejos estuvieras, más difícil sería matarte. Estábamos controlando la ruta al palacio por si acaso.

Los ojos de Elena se oscurecieron. Había más asesinos esperándolos, parecían haber predicho la ruta por la que escaparían. Se preguntó quién sería el que tiraba de los hilos. ¿Se trataría de la emperatriz Ofelia, o sería Paveluc el responsable?

Sin embargo, en ese momento no tenía tiempo para buscar respuestas, dado que los asesinos que los habían estado persiguiendo estaban llegando a la escena. Algunos eran los que les habían atacado en el lago, mientras que los otros tenían las flores doradas no identificables en sus hombros.

Tenemos que salir antes de que vengan más.

Elena miró a Carlisle para ver si él tenía la misma idea.

No podían esperar más, por lo que inmediatamente saltaron hacia adelante en diferentes direcciones.

El sonido de las armas chocaban unas contra las otras con tal fuerza que resonaba en todo el lugar. Habría sido difícil para Carlisle si hubiera estado solo, pero tenía la inesperada fuerza explosiva de Elena a su lado. Los soldados subestimaron su habilidad, y varios de ellos cayeron bajo su armaarma.

La batalla se estaba prolongando.

—Los refuerzos del príncipe heredero están cerca —le susurró uno de los asesinos al hombre con el que habían intercambiado palabras Carlisle y Elena.

—Eso es más rápido de lo esperado.

—¿Qué debemos hacer?

El hombre entrecerró los ojos, pero tenía una misión que cumplir.

—Mátalo con flechas.

—¿Qué pasa con nuestros aliados que luchan contra el príncipe heredero?

—No importan. Estamos aquí para matar al príncipe heredero a toda costa.

—Entiendo.

A la orden, varios hombres se reunieron rápidamente y apuntaron sus arcos al centro de la batalla.

Elena volteó la cabeza cuando escuchó el sonido de los arcos siendo estirados y vio que el enemigo estaba apuntando hacia Carlisle.

¡Tengo que detenerlos!

Arrojó su daga e inmediatamente eliminó a uno de los arqueros. Sin detenerse, le quitó el arma a un asesino frente a ella y derribó a otro arquero. Sin embargo, era imposible dominar a tantos hombres en tan poco tiempo.

Las flechas estaban a punto de soltarse y Elena corrió hacia Carlisle. Su cuerpo se movió instintivamente antes de que pudiera pensar. No se trataba de salvar a Carlisle para poder mantener viva a su familia. Ella solamente quería que su esposo viviera.

¡Caril!

Sentía su corazón latir con fuerza mientras deseaba que sus pies corrieran más rápido hacia Carlisle, pero el tiempo parecía pasar lentamente.

Una de las flechas, destinadas a Carlisle, voló por el aire y la golpeó en la espalda. La mirada de Elena se cruzó con la de su marido mientras caía, al igual que un pétalo se soltaba de una flor.

—¡Elena!

Los ojos azules de Carlisle se agrandaron. Esa era la primera vez que lo había visto tan sorprendido.

Finalmente, el cuerpo de Elena terminó en el suelo. Su espalda ardía justo donde la flecha había atravesado su carne. En varias oportunidades, durante su vida anterior, había sido golpeada con flechas, pero esa era la primera vez que sentía un dolor tan insoportable. Se miró a sí misma y vio sangre roja oscura goteando de ella.

¿Se trata de una flecha envenenada?

Tosió y le salió sangre por la boca.

De repente, se escuchó el rugido de decenas de caballos, y una voz a la distancia gritó:

—¡Su Alteza! ¡¿Está bien?!

Con solo escuchar la voz, reconoció quién lideraba las fuerzas de apoyo.

Gracias a Dios…

Si Elena caía ahí, Carlisle estaría solo y en un mayor peligro.

Gracias a Dios que los refuerzos llegaron a tiempo.

El campo de batalla se volvió confuso cuando los arqueros dispararon sus flechas a las fuerzas que llegaban, y Carlisle aprovechó la oportunidad para ir contra algunos y acabarlos. Inmediatamente, corrió hacia donde había caído Elena y la tomó entre sus brazos.

—¡Despierta! ¡No puedes desmayarte!

El rostro de Carlisle estaba en el campo de visión de Elena. Ella no sabía que él pudiera verse así. Su expresión parecía estar a punto de desmoronarse.

—Caril…

La sangre goteaba de un lado de su boca.

—Está bien, estarás bien. No hables.

—No pongas esa cara. Estaré bien.

A pesar de los intentos de Carlisle por tranquilizarla, su expresión se volvió más y más oscura.

Apenas he… comenzado.

Había tratado de expresar honestamente sus sentimientos, pero el peligro los amenazó antes de que pudiera hacerlo. De alguna manera, el destino siempre parecía tratar a Elena con más dureza que a cualquiera. Luchó por formar las palabras que quería decir.

—N-No… creo que vaya a morir, Caril, pero si me equivoco… salva a mi familia.

—Está bien, lo haré, pero no digas nada más.

Elena levantó la mano y tocó la mejilla de Carlisle, untando un poco de su sangre en su rostro.

—Hay algo que no te he dicho todavía. Quería decirte que…

—Puedes decírmelo más tarde —rugió él.

Puede que no hubiera otra oportunidad. Si esa era la última vez que estarían juntos, quería decírselo de inmediato. Mencionarle que ella compartía los mismos sentimientos apasionados que él, sentimientos que no podía controlar. Tosió más sangre, pero obligó a su boca a moverse.

—Te amo…

Eran tantas cosas las que quería decirle, pero esa era la más importante. Los ojos de Carlisle se abrieron ante su repentina confesión. Había esperado que él le diera una brillante sonrisa, pero sus ojos estaban llenos de fría desesperación. Algo negro comenzó a extenderse por el rostro de Carlisle, pero la visión de Elena comenzó a oscurecerse se oscureció. No podía distinguir si lo que veía era una ilusión o una realidad.

Su mano se deslizó de su mejilla.

El grito desesperado de Carlisle resonó en sus oídos justo antes de que perdiera el conocimiento.

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