Dama Caballero – Capítulo 103: Espera

Traducido por Kiara

Editado por Gia


El estado de ánimo de la emperatriz Ofelia, quien esperaba la noticia de la muerte de Carlisle, se agrió a medida que pasaba el tiempo. No llegaban informes, a pesar de que ya habían transcurrido varias horas desde que el marqués Selby se fue a la misión.

—Majestad, envié a alguien para verificar la situación, por lo que pronto traerán noticias —le comunicó Cassana luego de estar caminando incómoda por la habitación.

Ofelia no respondió. Tal y como estaba ahora, un retraso probablemente significaba que su intento de asesinato no había salido según lo planeado. Ella no podía entender por qué no habían noticias. El marqués Selby había acumulado una fuerza considerable, y la emperatriz también había enviado tropas adicionales. Las posibilidades de fallar eran escasas, pero incluso si se diera el caso, un informe no debería tardar tanto en llegar.

¿Qué diablos pasó?

Había realizado una investigación exhaustiva sobre las habilidades de lucha de Carlisle con la espada, y la cantidad de guardias que solía llevar con él cada vez que salía. Después de enviar asesinos tras Carlisle durante años, naturalmente acumuló grandes cantidades de datos sobre él. A menos que la emboscada se filtrara de antemano, sería imposible que Carlisle sobreviviera.

A no ser que alguien más se involucre…

Carlisle era tan persistente como una cucaracha, pero ni siquiera ella sabía cómo podía continuamente regresar vivo de la batalla…

La atmósfera alrededor de Ofelia se volvió lúgubre y sus ojos brillaron como una serpiente, la emperatriz apretó sus uñas contra sus palmas como una forma de calmar su ansiedad.

En ese momento la puerta se abrió y Cesare, el hermano menor de Ofelia y cabeza de la familia Anita, entró como un furioso león rojo.

—Hermana.

Ante la llamada de Cesare, la emperatriz lo miró, exigiendo respuestas.

—Dime. Debe ser muy malo al ver que estás aquí en lugar de un mensajero. ¿Qué sucedió?

—Ellos… están… —Cesare era incapaz de encontrar las palabras, por lo que al final gritó enojado—: ¡Están todos muertos!

—¿Qué?

—Acabo de regresar después de verlo con mis propios ojos. Todos fueron aniquilados.

—¿Todos los hombres que enviamos? —preguntó la emperatriz anonadada.

—Sí, mi hermana. —Ofelia se encontraba atónita e incrédula. El fracaso era posible, sí, pero, ¿una masacre completa? Eso no estaba dentro de los parámetros. No importaba lo rápido que llegaran los refuerzos de Carlisle, no tenía sentido. Sin embargo, contrariamente a los pensamientos de Ofelia, la respuesta de su hermano permaneció sin cambios—. No le creí al mensajero, así que fui yo mismo para verificar y vi los cuerpos apilados como montañas.

Normalmente, la emperatriz se mantenía tranquila ante cualquier situación, pero esta vez, incapaz de contener su ira, golpeó el brazo de su silla con impaciencia.

—¡¿Cómo es eso posible?!

—Dado que los cuerpos parecen estar destrozados por las garras de una bestia, tal vez la sed de sangre… —La voz de Cesare se apagó y miró a Cassana de pie junto a la emperatriz. No era algo de lo que se pudiera hablar ni siquiera con los ayudantes más cercanos.

—Los dejaré hablar libremente. Estaré esperando afuera —habló rápidamente Cassana al sentir su intrusión.

Ante esas palabras, Cassana llevó a todas las demás sirvientas fuera de la habitación, y pronto todo volvió a quedar en silencio. Cesare miró cautelosamente a su alrededor, pero no había nadie más con ellos.

—Incluso la sed de sangre no le daría tanta fuerza —comentó la emperatriz con una expresión rígida al encontrarse a solas con su hermano.

—Eso es de lo que tengo curiosidad. ¡Maldición! La sangre del dragón es fuerte. Lo mantiene con vida.

—Él no tiene la capacidad de controlarlo a voluntad… entonces, ¿por qué se reveló ese poder ahora?

Ofelia miró con disgusto. Como emperatriz, sabía que la sangre de dragón fluía por las venas de Carlisle. Debido a ese poder extraordinario, Carlisle se convirtió en el príncipe heredero y pudo evadir la muerte en varias oportunidades.

Ofelia no era tonta y continuó considerándolo en sus cálculos cuando desplegó a sus asesinos; y aunque Carlisle era un monstruo, eso no significaba que fuera inmortal. Sin embargo, no fue fácil aceptar el fracaso una vez más.

—Esto es muy extraño.

Había algo diferente en comparación a los encuentros anteriores. Algo más que probablemente Ofelia no había considerado.

—¿No hay sobrevivientes?

—Ninguno, mi hermana.

—No me importa cómo, pero de una forma u otra encuentra a un testigo. Si no puedes averiguarlo, compra a uno de los empleados de Carlisle. Tiene que haber algo. Algo que todavía no sé…

—Muy bien. Déjalo en mis manos.

Gradualmente, Ofelia calmó sus nervios y giró la cabeza. Después de esa falla catastrófica, lo más probable era que la rastrearan. Por lo tanto, era momento de usar a la familia Selby como escudo de carne.

—Primero, deshazte de cualquier evidencia que nos conecte con el marqués Selby. Que nadie sepa que estuvimos involucrados en esto.

—Sí, hermana.

Ante la respuesta de Cesare, la emperatriz apretó su sien con los dedos.

—Necesitamos recopilar más información sobre Carlisle. —Ofelia volvió a abrir los ojos, los cuales denotaban una mirada sangrienta—. No me falles dos veces.

Ante sus palabras, Cesare hizo una profunda reverencia.

—Haré un plan, hermana.

♦ ♦ ♦

—Jefe, si continúas viviendo así, terminarás muriendo.

Esas fueron las palabras que Elena escuchaba con mayor frecuencia en su vida pasada.

Solía escapar de forma audaz de la muerte. La única razón por la que sobrevivió fue para vengar la sangre de su familia. Cuando cerraba los ojos, podía escuchar los gritos de Mirabelle, y cada vez que comía, los cuerpos colgados de Derek y de su padre reaparecían en su campo de visión. No había ningún momento de consuelo para ella. Para Elena, no valía la pena vivir.

Sus habilidades en el campo de batalla le ganaron una mala reputación, y cuando llegó la oportunidad, fue nombrada formalmente como caballero en un país que era enemigo del Imperio Ruford. Aunque había trabajado como mercenaria durante años, no había tenido la oportunidad de sostener su espada contra el cuello de Paveluc.

Elena se esforzó mucho y rápidamente ascendió en las filas de la caballería. Eso fue un gran logro en sí mismo, pero aún no estaba satisfecha.

—Líder, ¿se quedó despierto toda la noche?

Elena siempre se quedaba en el centro de entrenamiento, hasta el punto en el que olvidaba dónde estaba su dormitorio. Casi todas las noches se quedaba despierta. Caer en un sueño profundo significaba menos tiempo entrenando con una espada, e incluso cuando trabajaba demasiado su cuerpo, se negaba a colapsar.

Cada vez que cerraba los ojos, siempre volvía a esa última noche en el castillo Blaise. Antorchas rojas parpadeaban en los pasillos en conjunto con los gritos de alarma. En su imaginación, veía nuevamente a Mirabelle gritando y pidiendo ayuda.

—¡Hermana! Elena! ¡Ayuda! ¡Ayúdame!

Elena no podía salvar a Mirabelle ni siquiera en sus sueños. No importaba cuánto lo intentara, al final su hermano Derek la sacaba de la ciudad y se veía obligada a abandonar a su preciosa hermana. Las últimas palabras de Derek eran siempre las mismas.

—Vamos. Ve y sobrevive, hermana.

Solo ella pudo escapar.

Escapar y soportar la amarga maldición que fue su vida. Elena había abandonado a Mirabelle y a Derek, quien se sacrificó por ella. La venganza, el resentimiento y el arrepentimiento la recorrían una y otra vez. Era un recuerdo tal que, sin importar el tiempo que hubiera pasado, nunca se había desvanecido.

—¿Acaso puede sonreír? Creo que nunca le he visto hacerlo.

Elena no sonreía. ¿Cómo podría hacerlo, cuando todos los que amaba estaban muertos? El solo tener que respirar ya era un infierno para ella, y su única fe estaba en matar a Paveluc.

¿Quería deshacerme de la culpa por ser la única sobreviviente?, solía pensar cada vez que miraba hacia atrás.

Ahora era consciente de que incluso si hubiera llegado a matar a Paveluc en su vida pasada, la culpa continuaría persiguiendola. De hecho, no le importaba si ahora perdía la vida, siempre y cuando pudiera salvar a su familia. Haría esa elección mil veces, porque la peor parte sería…

Pasar por lo mismo de nuevo.

Elena no quería experimentar el mismo infierno dos veces, por lo que juró que, sin importar cómo, moriría antes que su familia. Quizás su muerte por una flecha envenenada fue el final que había estado esperando. Arriesgó su vida haciendo algo por su familia y terminaría muriendo antes que ellos.

Pero…

La última imagen borrosa de los ojos azules de Carlisle apareció frente a ella. Todavía recordaba su expresión de desesperación, como si hubiera perdido el mundo entero. Su grito penetró su corazón.

Carlisle, a quien nunca le faltaba nada, parecía que se había derrumbado con su posible muerte. Si ella se iba, le preocupaba que él pasara el resto de su vida en pena.

Ella no quería eso.

No quiero morir.

Quería quedarse con Carlisle todo el tiempo que pudiera. Quería hacerlo feliz y ser feliz a su lado. Separarse de él ahora solo empeoraría las cosas.

A medida que Elena se desesperaba más por la vida, comenzó a sentir un dolor ardiente en la espalda. Fue tan severo que un leve gemido salió de su boca.

Abrió los ojos, pero su visión era demasiado borrosa como para distinguir cualquier cosa. De repente, varias voces sonaron con urgencia en su oído, pero solo hubo una a la que se aferró.

—¡Maldición! ¡Está herida! ¿Esta es la manera correcta de hacerlo?

Era Carlisle. Podía escuchar claramente el terror en su voz.

—S-Su Alteza, esta es la única manera.

—Si ella no puede levantarse después de esto, los mataré a todos. ¡Hagan lo que hagan, sálvenla!

—Cálmese, Su Alteza. Los médicos están haciendo todo lo posible —habló la voz tranquilizadora de Zenard.

—¿Posible? Si alguien habla de solo intentarlo, le cortaré la garganta. ¡No me importa el proceso, solo obtengan resultados!

La situación actual era tan tensa, que no sería inusual si Carlisle llegara a apuñalar a alguien. Sin embargo, la atmósfera helada se hizo añicos cuando Elena nuevamente emitió un pequeño gemido.

Alguien agarró su mano. Su visión no era muy clara, pero el toque caliente demostró que se trataba de Carlisle.

—Elena, si me dejas, no te lo perdonaré. —El tono de Carlisle era contundente, pero también sonaba extrañamente desesperado.

Quería abrir los ojos y mirarlo a la cara, pero un dolor agudo la atravesó como un relámpago y terminó gritando.

A medida que sus gritos de agonía se hacían más fuertes, podía escuchar a Carlisle quejarse frente a ella. Aunque era Elena quien sufría, era como si él sintiera más dolor.

Elena volvió a perder el conocimiento.

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