Dama Caballero – Capítulo 104: A cualquier precio

Traducido por Kiara

Editado por Gia


Elena recuperaba y perdía el conocimiento de forma constante, se despertaba por el dolor en su espalda y luego se desmayaba de nuevo. Sus ojos estaban cerrados más a menudo de lo que estaban abiertos, y era difícil saber cuánto tiempo había pasado desde que había sido golpeada por la flecha. Durante los cortos momentos en los que se mantuvo despierta, registró vagamente el firme agarre de Carlisle en su mano. Nadie tenía que decírselo, pero ella sabía que él permanecía firme a su lado en todo momento. Una sensación de consuelo se abrió camino hasta su corazón y pareció darle fuerzas.

Elena luchó por abrir sus pesados ​​párpados. Por primera vez, sintió que el dolor en su espalda era soportable. Parpadeó un par de veces para aclarar su visión nublada, y lo primero que vio fue…

Carlisle.

Podía ver su perfil dormido al estar sentado junto a su cama. Él sostenía su mano con fuerza, como si nunca quisiera soltarla.

Ha estado a mi lado todo este tiempo.

Durante los momentos en los que ella gritaba por aquel dolor agonizante, sabía que era su mano la que sostenía la suya. Carlisle parecía más delgado que cuando lo vio por última vez, pero aún así se veía tan guapo como siempre.

Elena levantó la mano y acarició suavemente el cabello de Carlisle. Sus párpados revolotearon ante su toque antes de abrirse, haciendo que sus miradas se encontraran. Carlisle la observó como si no pudiera creer lo que estaba viendo, y Elena le ofreció una débil sonrisa.

—¿Dormiste bien? —preguntó Elena casualmente, como si no hubiera pasado nada.

—¿E-Elena? —La voz de Carlisle sonaba inusualmente temblorosa, como si estuviera temeroso de despertar de un sueño.

—Sí. ¿Te preocupaste mucho?

Carlisle saltó de su asiento y colocó su mano en la mejilla de Elena mientras la examinaba.

—¿Estás bien? ¿Sigues sintiendo mucho dolor?

—Es tolerable —contestó Elena. Sin embargo, Carlisle no parecía del todo convencido con su respuesta.

—Espera aquí. —El príncipe se puso de pie, caminó hacia la puerta y la abrió bruscamente. Al hacerlo, Elena pudo percibir bastante ruido en el pasillo. —¡Mi esposa está despierta! ¡Entren rápidamente y comprueben su estado! —gritó Carlisle.

—¡Sí, Su Alteza! —corearon al mismo tiempo las personas que estaban afuera.

Luego, en un abrir y cerrar de ojos, varios médicos entraron en la habitación y se apiñaron alrededor de la cama de Elena para inspeccionarla. Tenía la sensación de que hubo tanta conmoción como cuando estaba inconsciente.

♦ ♦ ♦

Pasaron varios días desde aquella vez que Elena despertó, y parecía que su condición mejoraba gradualmente. Al principio, no había podido permanecer consciente por mucho tiempo, debido a los poderosos medicamentos que le administraban, pero hoy tenía la cabeza despejada mientras observaba a un médico aplicarle un ungüento en la herida.

—¿Cómo se siente, Su Alteza? —preguntó el médico con voz alegre.

—Estoy bien —respondió Elena.

—El cielo nos ha dado un milagro. Gracias a Dios. No habíamos podido encontrar el antídoto para el veneno.

Elena sintió curiosidad por ese extraño detalle. Las flechas estaban destinadas a quitarle la vida a Carlisle, por lo que debió haber sido complicado obtener un veneno sin un antídoto que sea conocido.

¿De qué tipo sería?

—Si no pudieron encontrar un antídoto, ¿cómo me trataron?

—Usamos otro veneno poderoso con efectos opuestos. ¿Ha oído hablar de combatir veneno con veneno? Es un método de tratamiento perteneciente a la zona este.

—¿Es por eso que siento tanto dolor?

El doctor asintió sombríamente.

—Así es. Debe ser doloroso para el cuerpo luchar solo contra las drogas. En realidad, existen muy pocas probabilidades de éxito, pero usted pudo sobrevivir…

La espalda desnuda de Elena había quedado expuesta para el tratamiento, por lo que las cortinas estaban corridas alrededor de la cama para darle algo de privacidad. No se podía ver hacia afuera, y nadie podía mirar hacia adentro.

—¿Hasta cuándo va a balbucear? Si ha terminado con el tratamiento, salga —interrumpió una voz detrás de la cortina.

Se trataba de Carlisle. La condición de Elena era estable ahora, pero Carlisle era insistente en permanecer a su lado casi en todo momento. Él había salido hace poco y Elena no se había dado cuenta de su regreso.

Su repentina interrupción pareció haber sorprendido también al médico, cuyo rostro palideció rápidamente y las yemas de sus dedos comenzaron a temblar. Parecía como si hubiera sido terriblemente amenazado.

—¿Se encuentra bien?

—Sí… Su Alteza. Terminaré pronto.

Extrañamente, todos los médicos que habían tratado a Elena parecían siempre asustados de Carlisle. Algo debió haber sucedido mientras estaba inconsciente.

¿Pero qué?

No había forma de que ella lo supiera, y estaba segura de que nadie se lo explicaría correctamente si les preguntaba de todos modos.

El médico cerró rápidamente el frasco de medicina y envolvió vendas frescas en la herida. Cuando terminó el tratamiento, ayudó a Elena a ponerse su camisón y abrió las cortinas.

De pie, justo detrás de ellos, estaba Carlisle con una mirada fría e inexpresiva en su rostro. El médico se sobresaltó y rápidamente dio su informe.

—Hemos… Hemos terminado el tratamiento, Su Alteza.

—¿Cómo está la condición de mi esposa?

—El peligro ha pasado, así que no hay de qué preocuparse. Sin embargo, me temo que le quedará una cicatriz en la espalda.

El ceño de Carlisle se arrugó ante esa noticia. El médico, al percatarse del estado de ánimo del príncipe, comenzó a temblar mucho más que antes.

—Comprendo, puedes retirarte.

—¡Gracias, Su Alteza!

Inmediatamente, el médico hizo una reverencia y salió corriendo de la habitación, como si alguien estuviera tratando de atraparlo.

Elena miró la espalda de quien la trató y luego se giró hacia Carlisle.

—¿No estás ocupado?

—Para nada.

Sin embargo, una voz se elevó desde la puerta por donde acababa de salir el médico:

—Su Alteza, soy Zenard.

—Adelante —respondió Carlisle luego de observar por un rato a Zenard en la entrada.

—Salve al príncipe heredero y a la princesa heredera. Gloria eterna al Imperio Ruford —saludó formalmente Zenard, tal y como era su costumbre. Luego, le entregó una pila de documentos a Carlisle—. Su Alteza, esto necesita de su aprobación para hoy, así que, por favor, revíselos.

Elena había visto esa escena en varias oportunidades. Como Carlisle se negaba a separarse de su lado, a pesar de que últimamente permanecía más tiempo consciente, sus subordinados a menudo le traían su trabajo. Carlisle le dio una mirada furtiva a su esposa para luego aceptar los papeles, los cuales hojeó rápidamente antes de devolvérselos a Zenard.

—Procede como está indicado.

—Entendido, Su Alteza.

Elena yacía en la cama, mirando la figura de Carlisle.

—Estoy mucho mejor ahora, así que puedes salir y hacer algo de trabajo.

La expresión de Zenard se elevó notablemente ante sus palabras, pero Carlisle respondió bruscamente, como si no valiera la pena considerar su sugerencia:

—No.

—He estado despierta durante días y los médicos dicen que estaré bien.

Los ojos azules de Carlisle brillaron ferozmente.

—Dices eso porque no sabes el infierno que experimenté durante los tres días que permaneciste inconsciente. No te dejaré sola. Ten paciencia porque voy a cuidarte hasta que puedas caminar sola por completo.

La desesperación en su voz dejó a Elena sin palabras. Carlisle no había dicho nada sobre quién los atacó o cómo pretendía castigarlos. Su único trabajo como paciente era descansar, pero le preocupaba que su esposo descuidara su labor por quedarse con ella tanto tiempo.

Se escuchó un golpe en la puerta, y Carlisle se puso de pie para abrirla. Afuera se encontraba una criada con una bandeja en sus manos.

—E-Es hora de la comida, Su Alteza.

—Dámelo.

Carlisle tomó la bandeja y volvió junto a Elena. La alimentaba a menudo él mismo, insistiendo en que demasiadas personas entrando y saliendo de la habitación perturbarían su descanso. Elena no sabía qué hacer ante tal comportamiento.

—Puedes retirarte —se dirigió Carlisle a Zenard sin siquiera mirarlo, mientras soplaba el tazón de avena caliente.

Zenard rápidamente se inclinó.

—Sí, Su Alteza. Lo visitaré más tarde. —En lugar de salir inmediatamente, Zenard se inclinó también ante Elena—. Rezo por su pronta recuperación.

—Gracias.

Después de dar sus palabras de despedida, Zenard salió de la habitación. Carlisle miró atentamente las gachas que se enfriaban en el tazón, luego tomó una cucharada y se la tendió a Elena.

—Está un poco caliente, así que come con cuidado.

—Ya no tienes que hacer esto.

No había sido capaz de sentarse correctamente hasta hace poco, pero ahora podía levantarse de la cama. No estaba tan indefensa como para no poder comer un plato de avena ella sola. Sin embargo, Carlisle se limitó a soltar una risita.

—No estoy diciendo que no puedas comer sola. Estoy haciendo esto porque quiero hacerlo. —Elena nunca había considerado eso antes. Se puso rígida cuando Carlisle se acercó con la cuchara, pero luego abrió la boca con cuidado y comió el alimento que le ofrecía. Era vergonzoso para ella ser tratada como una niña pequeña. Desde muy joven, siempre fue Elena quien cuidó de su débil hermana Mirabelle—. Come y mejora, eso es todo lo que debes pensar —mencionó Carlisle mientras observaba a Elena comer.

—Lo haré. —Una sonrisa se deslizó en los labios de Carlisle—. Eres muy bueno con las palabras —murmuró ella.

Elena comió hasta que el plato estuvo vacío, sabiendo que él estaría preocupado si no se alimentaba adecuadamente. Carlisle dejó la bandeja a un lado y con cuidado le limpió la boca con una servilleta.

Incluso esa pequeña rutina se volvió preciosa para Elena. Sin embargo, en contraste, la expresión de Carlisle era tenue.

—Pensé que esta vez te había perdido.

—No te preocupes. No puedo morir tan fácilmente.

No le gustaba la atmósfera pesada, así que trató de inyectarle algo de ligereza. La expresión de Carlisle solo se volvió más seria.

—No arriesgues tu vida por mí, esposa mía.

—No puedo. Estoy…

—Lo sé, eres un excelente caballero, pero ya no más. No estoy seguro de poder pasar por esto otra vez —interrumpió Carlisle con un tono serio.

Elena no lo dijo, pero ya tenía una vaga idea de que Carlisle se sentía profundamente infeliz. Parecía que siempre odió la idea de que ella estuviera en peligro, a pesar de que estuvo tratando de aceptar ese lado de ella.

—No estoy arriesgando mi vida por ti porque sea un caballero, Caril. Si fuera yo la que estuviera a punto de ser alcanzada por esa flecha, ¿no te lanzarías a salvarme? —respondió Elena con voz firme mientras tomaba el rostro de Carlisle y lo miraba fijamente.

—Sí, pero…

—Mi cuerpo corrió tan pronto como vi que estabas en peligro. No intenté protegerte por el contrato que hicimos. Ahora… —Ella tomó una bocanada de aire para calmar su corazón y lo miró decidida. Lo que estaba por decir era la confesión que pensaba hacerle en aquel momento—. Quiero protegerte porque te amo.

Los ojos de Carlisle se abrieron debido a la sorpresa que le causó aquella confesión.

Hasta hace poco, Elena siempre le había dicho que quería que se convirtiera en emperador. Sin embargo, incluso si ese ya no fuera el caso ahora, ella aún lo protegería.

—Si volviéramos a pasar por la misma situación, lo haría de nuevo. No me alejaré incluso si hay decenas de miles de peligros. —La expresión de Carlisle recorrió una gama de emociones, parecía feliz, enojado, triste y feliz de nuevo. Ante eso, Elena abrazó el cuerpo de Carlisle. Sintió una punzada en la espalda, pero soportó el dolor—. Te amo —volvió a pronunciar su sincera confesión.

Carlisle se enterró más profundamente en sus brazos, como si no pudiera contenerse más.

—Odio que estés en peligro por mi culpa, pero qué puedo hacer si luego me dices esto.

—¿Estabas tan preocupado por mí? —preguntó ella

—Pensé que me volvería loco —confesó.

Esas cortas palabras transmitían bastante bien los sentimientos de Carlisle hacia ella. Elena acarició lentamente su espalda.

—Lamento que tuvieras que soportar todo eso.

Carlisle apoyó tranquilamente su cabeza en el hombro de Elena. En el momento en que pensó que ella había muerto, sintió tanta ira que quiso destruir el mundo entero. Cuando los ojos de Elena se abrieron de nuevo, prometió hacer todo lo posible para que siguiera así.

Curiosamente, cuando escuchó la confesión de Elena, se sintió tan feliz como un tonto. Casi deseaba que su esposa fuera una mujer que no pudiera hacer nada sin él, pero ella no era ese tipo de dama. Elena no se quedaría quieta en sus brazos, lugar donde Carlisle creía que podría mantenerla alejada de cualquier peligro. La mujer de la que él se enamoró era demasiado fuerte para eso. Sin embargo, su confesión de que nunca lo dejaría representaba una locura total…

No puedo permitir que se repita la misma situación de nuevo, pensó Carlisle.

Los párpados cerrados de Carlisle se abrieron. Su mirada azul helada ahora tenía un brillo cruel.

Quiero ser emperador lo antes posible.

Solo había una forma de salvaguardar a Elena, quien arriesgó su vida para protegerlo. Tenía que deshacerse de todos los peligros que los amenazaban.

Sin importar el costo que representara, Carlisle estaba dispuesto a pagarlo.

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