Dama Caballero – Capítulo 105: Se terminó el jugar a las casitas

Traducido por Kiara

Editado por Gia


Batori, quien había estado viviendo en el palacio imperial y sirviendo a Elena durante algún tiempo, recibió una orden en secreto.

«Descubre qué sucedió la noche en la que Carlisle fue atacado».

Después de leer el contenido de la nota, se la puso en la boca y se la tragó.

—Esto es inusual —murmuró para sí mismo mientras se frotaba la barbilla.

Incluso antes de leer la nota, ya había estado monitoreando los movimientos de Elena, por lo que sabía de la emboscada planeada para los esposos. La emperatriz Ofelia y Paveluc eran aliados cercanos, por lo que Batori había calculado cuántas tropas se enviarían a la misión.

¿Cómo es que el príncipe volvió con vida?

Si bien Elena tenía más esperanza de regresar con vida, estaba seguro de que Carlisle debió de haber caído. Sin embargo, al final fue Elena quien resultó herida y el príncipe terminó regresando al palacio sin ningún rasguño. ¿Qué significaba eso?

Algo me está molestando.

Batori tenía un instinto infalible y este le decía que se estaba perdiendo de algo importante. Probablemente era un tema tan simple que pasaba desapercibido.

Su reflexión no le dio resultados, por lo que se levantó rascándose la cabeza. Primero, tenía que encontrar a un testigo de la unidad de refuerzo que fue enviada para apoyar a Carlisle.

Vi a una persona moverse hacia el lado de la emperatriz, y puede que no sea demasiado tarde para informarle al duque.

La emperatriz Ofelia y Paveluc mantenían una relación estrecha tanto en público como en privado, pero no siempre tendría que ser así. La información era otra forma de poder, y Batori no tenía la intención de perder ante nadie.

Mientras se dirigía hacia los aposentos de los caballeros, Batori visualizó a uno con quien había entablado amistad hace poco, por lo que el espía rápidamente puso su habitual sonrisa.

—¿Hola? ¿Puedo preguntar hacia dónde te diriges?

♦ ♦ ♦

Después de un largo tiempo, Mirabelle se levantó de la cama y decidió hacer una visita al palacio. Sabía que su enfermedad preocupaba a su padre y a su hermano, pero no podía tolerar permanecer encerrada por más tiempo. Además, hacía mucho que no veía la cara de su hermana Elena.

—¿Eh? ¿No puedo ver a mi hermana ahora?

Mirabelle había ido al palacio con altas expectativas, pero su corazón se hundió cuando la niñera la miró con una expresión de pesar.

—Lo lamento, pero Su Alteza no se encuentra bien de salud.

—¿Qué ocurre? ¿Está lastimada?

—Bueno… no precisamente, pero tiene un resfriado, y me comunicó que sería mejor que la visite en otro momento, cuando se sienta mejor.

La niñera no tuvo más remedio que engañar a Mirabelle. Aquellos con profundas redes de inteligencia en el palacio imperial sabían que Elena había resultado herida por un ataque sorpresa, pero para el resto de la población, la historia no era muy conocida.

Incluso la familia Blaise desconocía por completo la noticia. Elena no quería causar una ansiedad innecesaria a su familia por su condición, por lo que le pidió a la niñera que retrasara cualquier reunión para otro momento.

Mirabelle la miró perpleja.

—¿Quieres decir que agarró un resfriado en este clima cálido?

—Sí. A pesar de que es difícil atrapar uno en el verano.

—Sí, pero…

Mirabelle se sintió triste por la inesperada situación. Había tanto que quería contarle a su hermana.

Su mirada se posó en Kuhn, quien estaba de pie a poca distancia. Quería hablar con Elena sobre sus nuevos sentimientos por él; sin embargo, entendió que no había más remedio que aceptar lo que le decía la niñera y tener que volver en otra ocasión.

—Bien. Dile que se cuide y que volveré pronto para visitarla de nuevo.

—Sí, señorita. Su Alteza la ha extrañado mucho. Enviaré a alguien a buscarle en cuanto mejore.

—Sí, gracias —respondió Mirabelle.

La joven dama caminó pesadamente hacia Kuhn, quien la miró con una expresión de curiosidad en su rostro.

—¿Pensé que iba a encontrarse con Su Alteza?

—Oh, mi hermana tiene un resfriado, así que no puedo verla hoy.

—¿Un resfriado? —pregunto extrañado.

—Sí.

La sospecha creció dentro de Kuhn. No era imposible resfriarse en esa época del año, pero Elena no rechazaría tan fácilmente la visita de su hermana.

Después de considerarlo por un momento, los ojos grises de Kuhn se oscurecieron.

¿Pasó algo?

Kuhn estaba oficialmente de vacaciones y no había tenido noticias del palacio imperial. El plan original era que se reincorporara después de que Mirabelle volviera a la región sur, pero aquello se retrasó debido a su enfermedad. De todos modos, la joven Blaise no parecía en absoluto ansiosa por ir al sur.

¿Es debido a mí?, pensó Kuhn.

Hace poco, ella le había hecho una sincera confesión de amor. Todavía era demasiado joven y desconocía cómo era el mundo realmente, lo que quedó demostrado cuando le dijo que estaba dispuesta a renunciar a su noble posición para estar con él.

Desde entonces, Kuhn evitaba a Mirabelle en la mansión cada vez que podía. Y hoy solo la acompañó por el simple hecho de que su destino era el palacio.

No había camino abierto para ellos. Kuhn no podía aceptar el corazón de Mirabelle. Carlisle era su amo y Mirabelle solo era la hermana de la mujer a la que tenía que proteger. Había un alto muro entre los dos que nunca podría cruzarse, y nadie jamás bendeciría su relación. Lo mejor era disuadir las fantasías que tenía antes de que Mirabelle resultara herida o que Kuhn terminara siendo abandonado…

Mirabelle miró a su acompañante, quien caminaba en silencio a su lado.

—¿En qué estás pensando, Kuhn?

—En nada. —Apartó los pensamientos sobre Mirabelle y los devolvió a Elena. No importaba cuánto reconsiderara la información, algo no cuadraba—. Señorita, ¿volvería usted primero a la mansión?

—¿Qué? ¿Sin ti?

A diferencia del día en que fueron solos de picnic, en esta ocasión Mirabelle tenía un conductor de carruaje y varios sirvientes esperándola afuera. No importaría si Kuhn regresaba luego.

—Como he estado fuera por un tiempo, me gustaría reunirme con algunos conocidos para verificar algo.

Mirabelle no pudo ocultar su curiosidad.

—¿Sucede algo?

—Es difícil explicárselo en detalle a una joven señorita, además es un asunto privado.

Ante la aguda respuesta de Kuhn, Mirabelle no insistió más.

Después de una pausa, ella le brindó una mirada melancólica, como si se tratara de un cachorro abandonado.

—¿Volverás… a la mansión?

Por alguna razón, Kuhn vaciló. Mirabelle parecía saber que podía irse cuando quisiera. Tal vez era su intuición de mujer.

—Sí. Voy a volver.

—¿Puedes prometerlo? —le preguntó Mirabelle con tal intensidad, que parecía que estaba a punto de levantar su dedo meñique para sellar dicha promesa.

—Lo prometo —respondió Kuhn.

—Bien. Vuelve con cuidado cuando hayas terminado —le dijo Mirabelle mientras asentía y sonreía claramente.

El corazón de Kuhn estaba preocupado por la forma en la que confiaba tan fácilmente en él con solo unas pocas palabras. Aunque no pretendía romper su promesa de regresar a la mansión, podría mentirle en cualquier otro momento.

Nunca antes había tenido escrúpulos al respecto, lo que le servía muy bien como espía. Sin embargo, por primera vez… la palabra «culpa» entró en su mente.

Mirabelle sintió la intensa mirada de Kuhn sobre ella, por lo que inclinó la cabeza.

—¿Kuhn?

Él no respondió inmediatamente, solo le dio a Mirabelle una reverencia formal como de costumbre.

—Tenga un viaje seguro.

Mirabelle dejó de caminar mientras observaba a Kuhn darse la vuelta y comenzar a alejarse de ella. No era la primera vez que lo había visto hacerlo, por lo que aquello era familiar para los ojos de Mirabelle.

—No debería acostumbrarme a esto.

Se parecía mucho a una despedida, y su corazón se deprimió.

Por alguna razón, un estado de ánimo ansioso se apoderó de ella.

♦ ♦ ♦

Después de que Kuhn se separara de Mirabelle, no le resultó difícil recopilar información y descubrir que Elena había sido herida por una flecha envenenada.

A pesar de su larga ausencia, aún tenía fuentes confiables en el palacio. Carlisle y Elena habían sido emboscados durante una salida oficial; sin embargo, no había mayor información disponible aparte de la herida de Elena.

¿Por qué no hay información sobre la cantidad de enemigos o cómo es que el general escapó a salvo?

Alguien debió de haber detenido el flujo de información, y si Kuhn, un subordinado de Carlisle, no podía encontrarlo, entonces debió haber sido bloqueado por el mismo Carlisle.

Sin embargo, ¿por qué?

Kuhn no pudo evitar preguntarse, así que buscó una fuente más cercana a Carlisle, además de él mismo.

Supongo que solo hay una persona que puede explicar esto a detalle.

Zenard.

Kuhn llamó a una puerta y una voz baja respondió desde el interior de la habitación:

—Adelante.

Cuando Kuhn entró en la habitación, vio al hombre de cabello plateado hurgando en un escritorio lleno de papeles. Zenard miró hacia arriba para ver la entrada de Kuhn y su rostro se endureció.

—Tú… ¿qué estás haciendo aquí?

—Escuché que la princesa heredera resultó herida. ¿Qué sucedió?

No hicieron contacto visual directo entre ellos y solo formularon las palabras que eran absolutamente necesarias.

Zenard detestaba a Kuhn por una simple razón, sus humildes orígenes. Zenard no podía tolerar el hecho de que dos personas de posiciones sociales muy diferentes pudieran tener una conversación igualitaria. Para los caballeros que procedían de la aristocracia, Kuhn era un objeto de rechazo y desprecio, siendo Zenard el más partidario de ello.

Zenard frunció el ceño, como si no le gustara la presencia del otro en su oficina; sin embargo, dejó de lado sus asuntos personales de momento. Los temas relacionados con Carlisle eran mucho más importantes.

—Hace unos días, la princesa heredera fue alcanzada por una flecha envenenada. El príncipe heredero lo presenció. Debido a eso… Su Alteza terminó mostrando su poder incontrolable.

Zenard lo explicó en términos vagos, a pesar de que solo estaban los dos en la habitación.

Sin embargo, eso no significaba que Kuhn no entendiera. A pesar de los mejores intentos de Carlisle por ocultar su poder, algunos de sus subordinados eran conscientes de este, incluidos Kuhn y Zenard. En el campo de batalla, ambos fueron testigos de cómo el brazo derecho de Carlisle se transformaba y desataba un terrible poder destructivo.

Eso era algo que Kuhn ya sabía, por lo que no entendía por qué Zenard hablaba con tanta ambigüedad.

—¿Eso es todo?

La expresión de Zenard se oscureció. Recordó aquella noche, en la cual Carlisle atrapó y terminó matando a varias docenas de asesinos. Muchos entraron en pánico y trataron de huir debido a la aterradora fuerza de Carlisle, pero no dejó escapar ni a uno solo. Masacró a todas las personas que se encontraban ahí, como si realmente disfrutara hacerlo.

Durante ese momento, Carlisle no era para nada parecido a un humano. Era lo más temible que Zenard había visto en su vida.

Si esa noche, Carlisle no hubiera escuchado el gemido de Elena, confirmando que en aún estaba viva… Zenard no tenía la menor idea de cómo podrían haberlo detenido.

—Fue diferente de lo habitual. Perdió el control por completo cuando la princesa cayó, y las escamas negras… —Hizo una breve pausa y luego continuó lentamente, apuntando hacia su barbilla con los dedos—: Llegaban hasta aquí. También tenía unas cuantas en su rostro.

Hasta ahora, la mutación de Carlisle se había limitado solo a su brazo derecho. Kuhn se sorprendió, ya que nunca antes había visto u oído que le brotaran tantas escamas.

Pero las palabras de Zenard no terminaron ahí.

—Entonces me di cuenta de que cuanto más se transforma, mayor es su poder. La mayoría de los asesinos fueron despedazados por su propia mano. Yo me encargué de los últimos heridos para evitar que los testigos difundieran rumores. —Kuhn asintió en comprensión, pero el ceño fruncido en el rostro de Zenard solo se profundizó—. No iba a decirte esto, pero… ¿cuánto tiempo más vas a seguir jugando en la mansión Blaise? Es cierto que no me agradas, pero debes regresar de inmediato.

—Entiendo.

—No sé qué pasará si surge otra situación como esta, el príncipe Carlisle perdió toda su razón y casi ataca a nuestras tropas —indicó Zenard preocupado.

—¿A nuestro bando?

—Sí. Me he asegurado de que el poder de Carlisle se mantenga en secreto, pero me temo que si se sale de control de nuevo, terminará atacando a nuestro aliados.

Si Carlisle atacaba tanto a enemigos como a aliados con una fuerza indiscriminada, terminarían quedando indefensos. Zenard no podría manejarlo solo, por lo que era necesario que Kuhn regresara lo antes posible. Independientemente de los rencores personales, Kuhn era el más hábil entre los hombres de Carlisle.

—Muy bien. Terminaré con mis vacaciones.

En ese momento, una imagen de Mirabelle flotó en la mente de Kuhn. Su expresión era profundamente sincera cuando hizo su confesión.

—Te amo. No sé cuándo empezó, pero he llegado a quererte.

Ya sea que Kuhn quisiera o no, era hora de terminar de jugar a la casita con Mirabelle.

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