Dama Caballero – Capítulo 107: El orbe del dragón

Traducido por Kiara

Editado por Gia


Elena aún no se había recuperado por completo, pero no sabía cuándo tendría otra oportunidad de encontrarse con el emperador Sullivan, por lo que se levantó con urgencia de la cama.

—Ayúdame a prepararme.

—¿Está segura de que quiere ir? Aún no está en condiciones de moverse…

—Necesito ir.

Elena estaba decidida a encontrar respuestas. Sullivan y Carlisle habían dado distintos testimonios sobre el anillo de cuentas azules. Su esposo le había dicho que la capacidad del anillo para conceder deseos era simplemente una superstición; sin embargo, Sullivan pensaba lo contrario. Ese había sido el principal motivo para permitir su matrimonio. Y Elena no pensaba que el emperador creyera en algo tan escandaloso sin razón alguna.

Además, las escamas negras en el cuerpo de Carlisle le dieron motivos suficientes como para creer que tal vez el anillo tenía habilidades ocultas que ella no conocía.

Si bien aún no quedaba claro cuál de los dos tenía la razón, había una cosa que sí podía decir con certeza.

Si se trata de algo peligroso, Caril no me dirá nada.

No es que desconfiara de Carlisle, pero él era claramente reacio a cualquier cosa que pudiera ponerla en peligro. Tanto era su cuidado con ella, que en varias oportunidades había tratado de desviar a Elena a un área segura cuando eran perseguidos por asesinos.

Sin embargo, Elena necesitaba conocer la verdad. Especialmente si Carlisle podría estar en peligro.

Te protegeré.

Ella juró nunca dejar su posición al lado de Carlisle, incluso si tuviera que enfrentarse a miles de peligros. El sitio donde la flecha envenenada la golpeó aún le dolía terriblemente, pero ella recibiría cualquier daño por Caril innumerables veces más, si eso significaba mantenerlo con vida. La agonía de sus seres queridos dejándola sola en el mundo fue una experiencia mucho más dolorosa. Elena evitaría ese futuro a toda costa…

Rápidamente, con un brillo determinado en sus ojos, comenzó a prepararse para su visita.

♦ ♦ ♦

Cualquiera que viera a Elena caminar en dirección al palacio del emperador jamás habría adivinado que se encontraba lesionada. Aunque no podía ajustar bien su corsé a causa de la herida, su cintura era recta y su expresión era de completa calma. Había elegido también un vestido de colores brillantes para ocultar su tez pálida.

Elena caminaba con paso majestuoso, ignorando el dolor punzante en su espalda. Era muy consciente de que los enemigos de la familia imperial aprovecharían cualquier indicio de debilidad. La información sobre su lesión debió de haber viajado lo suficientemente rápido para los oídos de algunos, pero Elena sabía que no debía revelar qué tan grave era su situación. Mostrarles a todos que estaba sana suprimiría cualquier chisme innecesario.

Finalmente, Elena llegó al lugar acordado para el encuentro. Cuando el mayordomo principal la vio, anunció su llegada:

—¡La princesa heredera está presente!

—Adelante —respondió una voz seca desde el interior de la habitación.

Con el permiso dado, el mayordomo principal se inclinó humildemente ante Elena y le abrió la puerta.

—Por favor, entre, Su Alteza.

Elena asintió y entró en la habitación. Extrañamente, todas las cortinas de las ventanas estaban corridas, dejando la habitación a oscuras. Observó con curiosidad el sombrío entorno y luego se acercó a Sullivan, quien yacía en su cama.

El rostro del emperador se veía mucho más demacrado que antes. La enfermedad parecía haber avanzado hasta el punto en el que era claramente perceptible.

—Padre, ¿está enfermo? —habló Elena con voz preocupada.

—No hay necesidad de preocuparse, a pesar de que ahora me encuentro en cama cuando mi nuera me visita, pronto dejaré esta posición y me levantaré como si nada hubiera pasado.

—Entiendo…

Elena trató de hablar con optimismo; sin embargo, dado el conocimiento que tenía de su anterior vida, sabía que Sullivan moriría a causa de esa larga enfermedad. Por un tiempo, esperó que su muerte pudiera cambiar, considerando que Carlisle aún estaba vivo. Desafortunadamente, la enfermedad de Sullivan solo parecía continuar su progresión destructiva.

—¿Te sientes mejor?

—Sí, padre. Estoy mucho mejor ahora, así que no tiene de qué preocuparse.

La herida causada por la flecha aún no había sanado, pero no quería causarle una ansiedad innecesaria a su suegro, quien ya estaba enfermo.

Sullivan asintió satisfecho ante la noticia y luego le tendió la mano.

—Cariño, ayúdame a levantarme.

—Sí, padre.

Elena tomó su mano y le ayudó a salir de la cama con cuidado. Con su ayuda, Sullivan logró ponerse de pie y cojear en dirección a una pared. Se terminó apoyando contra una mesa cercana, dando a entender que la escasa tarea le pasaba factura.

—No olvides lo que voy a decirte.

—Jamás lo haría, padre.

—Gira el marco del cuadro tres veces a la izquierda y cuatro veces a la derecha.

Ella miró la imagen que él le estaba indicando, una pintura enmarcada de un dragón negro que ascendía hacia el cielo. Debido al mito fundacional del imperio, habían muchos emblemas y obras de arte de dragones alrededor del palacio imperial de Ruford. Elena se preguntaba el porqué de la orden de Sullivan; sin embargo, decidió dejar eso de lado y hacer lo que le indicaba.

Elena movió el marco, pero no ocurrió nada.

Miró extrañada al emperador y este le dio la siguiente instrucción:

—Finalmente, gira el candelabro de la pared hacia la izquierda.

Elena giró el candelabro antiguo. Fue ahí cuando hubo un sonido metálico y una costura imperceptible en la pared se abrió, revelando una entrada. Sin la guía de Sullivan, nunca habría adivinado que había un espacio secreto escondido en la habitación del emperador.

Una sonrisa se dibujó en el rostro del Sullivan mientras miraba la expresión atónita de Elena.

—Ni siquiera la emperatriz sabe sobre esto.

—Es increíble —expresó Elena sorprendida.

Sospechaba que podrían haber pasadizos secretos en el palacio imperial; sin embargo, ese era mucho más sofisticado de lo que esperaba. Para ella, entrar en uno que estaba conectado a la habitación del emperador era aún más notable.

—Normalmente, solo se muestra esto al hijo que heredará el trono. Sin embargo, Carlisle detesta este tipo de cosas. Me temo que tratará de cerrar este pasaje si se entera.

—Entonces, ¿es este un lugar que solo usted conoce, padre?

—No. No estoy seguro, pero puede que el archiduque Lunen también lo sepa. Sé que mi padre, el anterior emperador, le enseñó varias cosas con la intención de entregarle el trono.

—Ya veo.

Paveluc ahora gobernaba el ducado de Lunen. Eso significaba que conocía los secretos de la familia imperial desde hacía mucho tiempo.

El corazón de Elena latió con fuerza al darse cuenta de que ese secreto yacía ahora ante ella.

—Padre, ¿cuál es el propósito de esta habitación?

Elena era muy consciente del carácter de Carlisle. Era terco, pero nunca irreflexivo. Si Sullivan trató de ocultarle eso a su propio hijo, debía ser por una buena razón.

Sin embargo, el rostro pálido del emperador, el cual brillaba en la oscuridad, solo mostró una débil sonrisa.

—Vamos a entrar y te lo diré.

—Sí, padre.

Elena ya había llegado hasta ahí y no tenía intención de retirarse.

Una vez más, apoyó el frágil cuerpo de Sullivan sobre su hombro y entraron en el espacio secreto. Afortunadamente, el dolor de su herida no la molestó demasiado.

Sus pasos resonaron mientras descendían por el lúgubre pasaje subterráneo. Al pie de las escaleras, llegaron a un lugar que parecía un cruce entre un museo y una bóveda del tesoro. Las paredes estaban cubiertas con pinturas espeluznantes y patrones geométricos, y en el centro de la habitación se encontraba la estatua de un dragón.

Elena observó su entorno con asombro.

—Esto es…

—Aquí es donde se guardan los secretos de la familia Ruford —terminó Sullivan por ella con una expresión de remordimiento.

Los ojos de Elena se volvieron hacia el anillo de cuentas azules que llevaba puesto. Se preguntó qué gran secreto podría contener esa pequeña joya.

—¿Qué piensas del anillo? —le cuestionó el emperador.

—Me dijeron en una joyería que la gema es muy inusual.

—Precisamente lo es. No se trata de una joya cualquiera… Se llama el Orbe del Dragón —habló Sullivan con una voz grave mientras un brillo oscuro se mostraba en sus ojos.

Si el emperador no estuviera hablando en un tono tan serio, Elena habría pensado que estaba bromeando con ella. En ese momento, Elena recordó algo que Carlisle le había dicho hace un tiempo.

—Mi padre cree que el anillo de cuentas azules que te di es el Orbe del Dragón.

En aquel entonces, Elena pensó que se trataba de algo absurdo; sin embargo, las palabras «Orbe del Dragón» estaban incrustadas en su mente.

¿Esta cuenta es realmente el Orbe del Dragón?

Elena no estaba tan convencida, además, el anillo había permanecido como una simple joya en todos los años que lo conservó en su anterior vida. Incluso si las palabras de Sullivan fueran ciertas, no había ninguna razón para que Carlisle le diera un artículo tan valioso a Elena cuando eran niños.

—¿No lo crees? —Sullivan volvió a hablar al percibir su duda.

—Lo lamento, pero no. Para ser honesta… es tan repentino que no sé cómo procesarlo.

Sullivan asintió con simpatía.

—Es entendible. Debe ser la primera vez que escuchas una historia como esta. Sin embargo, presta atención a mis palabras; el poder del dragón se ha transmitido de generación en generación en la familia imperial, tal y como dice la leyenda.

Elena ya había presenciado la transformación en el cuerpo de Carlisle, por lo que sabía que eso era cierto. Sin embargo, no pudo borrar por completo su escepticismo.

—Entonces, ¿por qué no hablar de eso? Si los otros reinos lo supieran, tendrían más miedo del Imperio Ruford.

—Eso es porque no todos los descendientes tienen el poder del dragón. Solo se manifiesta en unos pocos niños selectos de la familia imperial —explicó el emperador.

—Así que cuando el poder del dragón pasó a Carlisle…

—Sí. Fue por eso que a Carlisle se le nombró como príncipe heredero.

Si eso era cierto, explicaba cómo Carlisle, quien no mostraba rasgos especiales, llamó la atención de Sullivan y fue nombrado como heredero al trono.

La gente susurraba que era porque Carlisle era el hijo mayor, o porque era el hijo más favorecido; sin embargo, la realidad resultó ser otra.

—Padre, ¿qué es exactamente el poder del dragón?

A pesar de su duda anterior, Elena no pudo evitar expresar curiosidad sobre la historia. Cuanto más consideraba las palabras de Sullivan, más quería saber.

—Una parte del cuerpo se transforma en un dragón y la persona gana un poder inmenso. Otra habilidad es crear un orbe de dragón, pero es extremadamente raro y no muchos lo han hecho —respondió Sullivan luego de dirigirle una mirada de complicidad.

Elena recordó las escamas negras en el brazo de Carlisle. Cuando las vio por primera vez, el primer pensamiento que tuvo fue que se parecían a los de un dragón. Bajó la mirada con asombro a su anillo.

—¿Puede este anillo… realmente conceder un deseo?

—Sí.

Elena estaba comenzando gradualmente a creer en sus palabras, pero eso solo le generaba aún más complicaciones. Sullivan había sido engañado por el falso deseo de Carlisle sobre el anillo.

Elena podía recordar lo que Carlisle le había dicho.

—Dirás que te di el anillo de cuentas azules como promesa de la propuesta. Exprésale que mi voluntad es que el hombre que se case contigo se convertirá en el emperador del Imperio Ruford y provocará un gran renacimiento.

Sin embargo, queda claro que Carlisle no había pedido eso. Si la cuenta era realmente el Orbe del Dragón, como afirmaba Sullivan, entonces Elena no sabía cuál había sido el verdadero deseo de Carlisle. Teniendo en cuenta que le había dado el anillo, existía una gran posibilidad de que estuviera relacionado con ella.

¿Qué deseo pidió en su infancia?

Su mente se arremolinaba en la confusión, pero no podía decirle a Sullivan lo que sabía. En cualquier caso, había creído firmemente en las mentiras que Carlisle le ordenó que dijera. Sin embargo, en este punto, solo podía preguntarse qué era verdadero y qué era falso.

—Si lo que me ha dicho hasta ahora es cierto, y es reacio a dejar que extraños lo sepan, ¿por qué me lo contó a mí?

Una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro de Sullivan ante su pregunta.

—Tienes una mente rápida. Buena pregunta. Es posible que algunos miembros de la familia imperial ya sepan lo que te acabo de contar. Sin embargo, lo que te voy a decir ahora nadie más lo sabe. —Eso solo despertó aún más la curiosidad de Elena—. Solo hay una razón por la que te diré esto a ti y a nadie más. —Elena asintió vacilantemente y el emperador continuó—: Porque hay algo que debes hacer por el niño que llevará la sangre del dragón.

—¿Algo…  que necesito hacer?

Un sentimiento siniestro se apoderó de ella. Entonces, de repente, sus ojos se sintieron atraídos por las espeluznantes pinturas de la habitación.

Uno de estas representaba a un hombre arrodillado ante un dragón negro en el suelo. La sangre fluía de los labios del hombre mientras devoraba algo que sostenía en sus manos.

¿Qué está comiendo?

De repente, se dio cuenta de que la escena representada en la pintura difería del mito ampliamente conocido de la fundación del país.

«Aquellos nacidos entre dragones y humanos se convertirán en los emperadores del Imperio Ruford y obtendrán un poder absoluto por generaciones».

Tal y como decía, aquel niño bendito, producto de la unión amorosa entre un dragón y un humano, debía ser nombrado como el emperador.

Sin embargo, la escena que se plasmaba era… monstruosa.

Un pesado silencio se instaló en la habitación mientras Elena lidiaba con esa nueva información. La expresión de Sullivan era grave cuando volvió a hablar:

—Y entonces…

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