Dama Caballero – Capítulo 108: La maldición de la familia imperial

Traducido por Kiara

Editado por Gia


—Y entonces… —comenzó el emperador Sullivan con una terrible expresión en su rostro. El cuello de Elena se tensó mientras esperaba que continuara. De alguna manera, sintió un terrible presentimiento por lo que estaba a punto de escuchar de Sullivan—. Para obtener el poder de un dragón, se necesita sangre humana.

Elena no lo entendió inmediatamente.

¿Sangre humana?

—¿Todavía no entiendes lo que esto significa? —le preguntó el emperador al ver la mirada escrutadora que le dirigía Elena.

—No.

—Dejame explicarlo mejor. Un niño que hereda gran parte de la sangre del dragón comienza a manifestar ciertos rasgos físicos alrededor de los diez años. Los signos varían, pero en el caso de Carlisle, todo su cuerpo se volvió completamente negro para luego hacerse pálido de nuevo.

Al escuchar eso, Elena entendió que Carlisle realmente tenía la sangre de un dragón. Aunque todavía no confiaba plenamente en las palabras de Sullivan, todo lo que había preguntado encajaba a la perfección con lo que sabía. Las escamas negras en el brazo de Carlisle y el repentino consentimiento de Sullivan para el matrimonio de la pareja.

Elena decidió seguir escuchando las palabras del emperador. Podría emitir un juicio después de saber todo.

—¿Se necesita sangre humana?

—No hay necesidad de preocuparse. No tienen que seguir alimentándose de sangre. Solo se necesitan de siete a diez días para despertar la habilidad, y no es necesario que provenga de un ser humano vivo. El niño puede tratar de resistirse; sin embargo, eventualmente lo abrumará la necesidad y se empapará en el ansia de beber sangre.

Cuanto más escuchaba Elena, más horrorizada se sentía. Sullivan parecía estar hablando por experiencia y, si su suposición era correcta, entonces estaba hablando de Carlisle.

Se imaginó a Carlisle de niño, bebiendo con avidez la sangre. Un escalofrío estremeció su corazón.

—Eso no es lo que quise decir. ¿Por qué se necesita algo tan siniestro como la sangre humana para despertar un poder tan bendito? —habló Elena con una voz más fría que la de antes.

—Ciertamente es un poder bendito… pero el proceso para obtenerlo no lo es.

—Eso es…

—¿A qué se parece esto? —le interrumpió Sullivan mientras señalaba uno de los cuadros.

—El dragón… parece que está muerto —respondió Elena con una voz cautelosa después de estudiar la escena de aspecto macabro.

—¿Y qué más?

—Un hombre está comiendo algo frente al cuerpo del dragón.

—Ves bien. —Sullivan parecía satisfecho, pero Elena todavía se sentía inquieta. No había malinterpretado la pintura; sin embargo, todavía no entendía lo que significaba—. El hombre que fundó por primera vez el Imperio Ruford era un hábil cazador de dragones. Después de estudiarlos durante muchos años, descubrió un secreto que solo nuestra familia conoce… la fuente de la magia de un dragón proviene de su corazón.

Tan pronto como Elena escuchó esas palabras, hizo una mueca.

Entonces…

Se preguntó si sus sospechas eran correctas, pero esperó a que se lo dijera Sullivan, el cual le brindó una sonrisa tranquila al ver sus ojos rojos ansiosamente temblorosos.

—Sí, tus pensamientos son correctos. Si le quitas el corazón a un dragón que aún respira y te lo comes, absorberás su poder.

Elena se sentía aturdida, como si alguien la hubiera golpeado en la cabeza. Ella había creído en el mito de que un niño nacido entre la unión de humanos y dragones tendría habilidades especiales.

Sin embargo, resultó que no era cierto. El hombre de la pintura parecía consumido por la codicia mientras se comía el corazón del dragón. Daba a entender que aquel hombre, para satisfacer su hambre, no dudó en cruzar la línea hacia un acto pecaminoso.

—Por eso, el dragón moribundo dejó una maldición sobre nuestra familia. Cualquiera que herede su linaje será consumido por la locura y la sed de sangre.

Los ojos de Elena se abrieron hasta el punto en el que ya no podían hacerlo más.

Recordó cómo los emperadores anteriores conquistaron otros reinos y crearon una historia llena de guerras y sangre. Según Sullivan, al parecer fue por la maldición del dragón.

Se le puso la piel de gallina. Eso era completamente diferente de lo que Elena conocía.

—Entonces, ¿dice que la sangre humana debe ser el alimento desde que son niños?

—Sí. Cuanto más poder se hereda del dragón, más fuerte es el ansia de sangre. Y si el cuerpo enferma, también debe ser alimentado con sangre para sanar. —Elena estaba estupefacta ante la declaración—. ¿Sabes lo que decía Carlisle cuando era niño? —Elena negó con la cabeza—. Dijo que era un monstruo.

Sullivan soltó una risita sardónica, pero a Elena no le hizo ninguna gracia. Recordó lo que Carlisle le había dicho.

—Déjeme preguntarle algo. Al conocer la profecía sobre mi primera novia, ¿se arrepiente de su decisión? Ya sabe… podría ser un monstruo.

La primera vez que se vieron, Carlisle había dicho esas palabras con una expresión de soledad en su rostro.

—Piense bien antes de responder la pregunta. Puede que esta sea su última oportunidad de escapar.

Elena se percató de que esas palabras reflejaban el desdén que Carlisle sentía sobre sí mismo.

—¿No leía cuentos de hadas cuando era niño? Los monstruos… no se matan fácilmente.

Eso era lo que Elena le había respondido, y ahora se preguntaba por qué lo había dicho.

—Puede que no sea fácil matarle, pero eso no significa que tenga dos vidas.

—Me temo que eso es cierto.

Ahora comprendía la razón por la que Carlisle se llamaba a sí mismo un monstruo. Despreciaba la sangre que corría por su cuerpo.

Mientras Elena recordaba sus interacciones con Carlisle en el pasado, Sullivan habló en un tono disgustado:

—Decir que es un monstruo… completamente absurdo. —Sullivan parecía tener un punto de vista totalmente diferente al de Carlisle—. Él no puede apreciar la bendición que se le ha dado. No importa cuánto lo deseé, no pude tenerlo para mí.

El rostro de Sullivan se mostraba abatido. Tener ese poder no convertiría a alguien incondicionalmente en el heredero al trono; sin embargo, Sullivan hizo que nombraran inmediatamente a Carlisle como príncipe heredero ni bien descubrió su habilidad.

Fue porque…

—Padre… ¿realmente quiere ser así?

Los ojos de Sullivan se abrieron momentáneamente por la sorpresa. Sin embargo, poco después, recuperó la compostura y respondió en voz baja:

—Eres muy ingeniosa, mi nuera. —Una expresión lejana apareció en su rostro, como si estuviera recordando un pasado lejano—. Me han dicho muchas veces, desde que era niño, que heredé menos sangre de dragón que cualquiera debido a mi personalidad amable. Irónicamente, pude ascender al trono por esa razón. Y, sin embargo… siempre he tenido envidia del archiduque Lunen.

Sullivan parecía envidiar genuinamente la fuerza de su hermano mayor. Tal vez por eso nombró a Carlisle como su heredero, debido a que no se parecía en nada a su versión más débil.

En el pasado, Elena había escuchado que el anterior emperador eligió a Sullivan sobre Paveluc para continuar con la prosperidad del Imperio Ruford, pensando que este sería guiado por un camino diferente al de la guerra. Ahora, mientras escuchaba las palabras de Sullivan, el rumor no parecía estar equivocado.

¿Se siente inferior a causa de su padre?

Aunque Elena no podía entender completamente los sentimientos de Sullivan, su ascenso al trono permitió que el Imperio Ruford tuviera muchos avances. Era un hecho innegable.

Estoy segura de que estaría devastado si descubre que Paveluc eventualmente tomará el trono.

Sullivan ignoraba que, en un futuro cercano, Paveluc intentaría destruir a la familia imperial y tomar la corona para sí mismo. Claro, Elena no permitiría que eso volviera a suceder.

Sin embargo, los pensamientos en la cabeza de Elena permanecían enredados en una red complicada. Ya no creía que las palabras de Sullivan fueran meras supersticiones y, suponiendo que Carlisle y Elena tuvieran un hijo, en algún momento tendría que darle sangre humana al niño.

Tenía una sensación horrible en el estómago al imaginarse a sí misma alimentando a ese niño con su propia mano.

Padre piensa que es una bendición, pero esto es una maldición para la familia imperial.

Aunque la pareja no llegara a tener hijos de inmediato, no sería un asunto fácil de abordar. De repente, Elena recordó algo más que le había dicho Carlisle hacía mucho tiempo atrás.

—Espero con ansias que tengas a mis hijos. Serán encantadores con el cabello rubio y los ojos rojos como los tuyos.

Se había preguntado si Carlisle llegaría a amar únicamente a los niños  que se parecieran a ella, pero teniendo en cuenta lo que sabía ahora, le daba una perspectiva más siniestra.

—Carlisle tiende a pensar mal de su linaje, pero tú no deberías hacerlo. Debido al poder del dragón, el Imperio Ruford se ha fortalecido y nunca ha perdido una guerra contra otro reino —volvió a hablar Sullivan con voz solemne, mientras Elena permanecía en un silencio melancólico.

En ese aspecto, Sullivan tenía razón. Cuando se trataba de poder militar, muchos reinos, aunque llegaran a aliarse para pelear juntos, no podrían llegar ni a los pies del Imperio Ruford—. Si algo me sucede, mantén esta habitación segura y protege la línea de sangre para el futuro.

Elena finalmente entendió por qué Sullivan le contó el secreto de la familia imperial. Sin embargo, le resultó difícil darle una respuesta. Cerró los ojos con fuerza y ​​luego los volvió a abrir.

—Padre, debe entender que esto es repentino y abrumador… por favor, deme tiempo para pensar.

—Muy bien. Todo esto debió generarte cierto estupor. Si tienes más preguntas, estaré encantado de responderlas.

Llevaba su sonrisa habitual en su rostro pálido y demacrado. Sin embargo, después de lo que le dijo, era difícil imaginar que seguirían tratándose igual que antes, dado que ahora eran camaradas que compartían un secreto importante. Elena no sabía cómo aceptar eso ni qué hacer en el futuro. Entre sus muchas preocupaciones, recordó la mirada solitaria de Carlisle cuando una vez se llamó a sí mismo monstruo.

¿Qué tan aterrorizado debió estar Carlisle al darse cuenta de todo esto cuando solo era un niño?

Por alguna razón, le dolía imaginarlo.

♦ ♦ ♦

Elena dejó el palacio del emperador con un conflicto en su corazón. La salud de Sullivan no permitió una visita más larga, y se despidieron tan pronto como salieron de la habitación secreta. Ella misma no se sentía bien por la herida en su espalda, aunque no mostrara signos externos de incomodidad.

—¿A dónde fuiste en tu condición? —preguntó una voz de repente, interrumpiendo los pensamientos de Elena.

Giró la cabeza ante el sonido familiar y vio a alguien caminar rápidamente hacia ella.

Se trataba de Carlisle, luciendo incomparablemente guapo con su cabello oscuro, sus luminosos ojos azules y sus facciones esculpidas. Elena sonrió cuando él se acercó.

—¿Viniste a recogerme?

—Por supuesto. Pensé que estabas durmiendo, pero no te encontrabas en tu habitación. De repente, fui convocado por mi padre al palacio del emperador, diciéndome que debía escoltarte —indicó Carlisle.

—No soy una niña pequeña, no tienes que hacerlo.

—Aún no estás bien, así que no lo visites solo porque él te llame.

—Él no es cualquiera. Es mi padre, el emperador del Imperio Ruford.

La expresión de Carlisle permaneció resueltamente obstinada.

—Él no es tu padre…  —La voz de Carlisle era peligrosamente baja. Elena miró hacia arriba y notó en su mirada una gran intensidad—. Incluso si es Dios, no puedo permitirlo. No puedo tolerar que nadie obligue a mi esposa a moverse cuando no se encuentra bien.

Elena se congeló por un momento, pero luego dejó escapar una risa suave. De hecho, Carlisle era un hombre encantador.

Su expresión se suavizó ante la imagen de Elena sonriendo.

—¿Es esta una situación tan divertida? —le preguntó.

—Sí. Aunque para ser precisos, me siento más feliz que divertida.

Carlisle sonrió y extendió su mano, y Elena inmediatamente supo el significado. Ella lo había tomado del brazo en numerosas ocasiones, pero hasta ahora no recordaba que hubieran caminado juntos tomados de la mano. Uno podría no considerarlo importante, pero Carlisle y Elena podían entender las sutiles diferencias entre ellos. Se habían asegurado de mostrarse como una pareja amorosa debido a su contrato matrimonial, pero en privado nunca habían hecho acciones tan pequeñas como amantes.

Elena tomó la mano de Carlisle sin dudarlo. No había necesidad de palabras especiales entre ellos.

Caminaron a paso ligero, cogidos de la mano en silencio. Ella deseaba que ese momento durara mucho tiempo. Sin embargo, a pesar de la calidez de las emociones que la invadía, Elena tenía muchas preguntas que quería hacerle a Carlisle.

¿Tenía la intención de no decirme nunca que el anillo era el Orbe del Dragón?

Carlisle le había ocultado deliberadamente la verdad, y ahora Elena había descubierto su secreto sin permiso. Todos tenían algo que querían ocultar. Elena dudaba en desenterrar sus heridas, pero sabía que no podía postergarlo más. En realidad, aquello era algo que Elena debía saber.

—Caril.

—Háblame, esposa mía —respondió Carlisle con una suave sonrisa.

Mientras observaba su perfil perfecto, Elena obligó a sus labios a moverse.

—¿Qué deseo le pediste al Orbe del Dragón?

Los pasos de Carlisle se detuvieron de repente. Era una pregunta que solo podía hacerse si alguien conocía el secreto de la familia imperial.

Su expresión se puso rígida y miró a Elena con un temor inusual en sus ojos.

—¿Cómo lo sabes? —habló con el más mínimo susurro.

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