Dama Caballero – Capítulo 109: Eres un tonto

Traducido por Kiara

Editado por Gia


—No importa cómo escuché la historia. ¿Cuánto tiempo planeabas ocultármelo?

Carlisle no pudo dar una respuesta inmediata a la pregunta de Elena. No quería mentirle, pero esperaba no tener que contarle nunca la fea verdad sobre sí mismo.

—Si estás preguntando, significa que ya lo sabes, y solo una persona pudo haberte dicho al respecto.

Era fácil adivinar que había sido su padre Sullivan, con quien Elena acababa de encontrarse. Carlisle sabía más que nadie sobre la obsesión del emperador con el linaje y cómo el anciano haría cualquier cosa para mantenerlo vivo.

Carlisle miró a Elena con ojos oscuros.

—Vámonos. Pueden haber personas oyendo —agregó.

—Muy bien.

Siguieron caminando de nuevo, pero esta vez en silencio. Podían sentir los sentimientos del otro sin necesidad de intercambiar palabras.

Elena tenía muchas preguntas sobre el Orbe del Dragón y la familia imperial…

Y Carlisle no estaba feliz de responder a ninguna de estas.

♦ ♦ ♦

Finalmente, llegaron a la puerta de la oficina de Carlisle. La seguridad era estricta y era el mejor lugar para tener una conversación privada. Entraron en la habitación y Carlisle invitó a Elena a sentarse.

—Debes estar cansada después de salir con tu herida. No me digas que no, y no te esfuerces demasiado.

—Gracias por tu preocupación, pero te lo aseguro, estoy bien.

Carlisle vaciló por un momento y luego asintió con un movimiento de cabeza.

—¿Te gustaría beber algo?

—No, gracias —respondió Elena. Por más deliciosa que estuviera la bebida, no estaba de humor como para tomar algo.

Carlisle sintió su estado de ánimo y simplemente se sentó.

—Muy bien. ¿Quieres saber qué deseo le pedí al Orbe del Dragón?

—Sí.

—No sé qué fue lo que escuchaste, pero no tienes que preocuparte por eso. Después de ver que te lastimaron, me pregunto si realmente funcionó.

—Hiciste un deseo relacionado conmigo —aseguró ella.

—Como dije antes, de niño quería ir contigo a todos esos lugares que me mencionaste. Incluso si llegaras a convertirte en la esposa de otro hombre, mi anhelo solo sería posible si estuvieras viva.

—Así que eso significa…

Un pensamiento de repente la golpeó. Carlisle le había confesado que le gustaba desde el principio. La ominosa profecía sobre su primera esposa muriendo de una muerte miserable debe haber estado en su mente.

Seguramente…

Lentamente, comenzó a comprender la situación, y sus ojos rojos se abrieron con incredulidad.

—Recé al Orbe del Dragón para que no murieras —siguió hablando Carlisle, ajeno a lo que pasaba por la mente de Elena. Elena se encontraba estupefacta. Siempre se había preguntado cómo es que había podido volver al pasado. Ahora, por primera vez, tenía su respuesta. Pensó que alguien le había dado otra oportunidad, pero nunca soñó que estaría conectada con un chico que solo había visto una vez—. Aún así, no te pongas en situaciones peligrosas. Como dije, ni siquiera sé si funciona —continuó al ver la expresión de asombro de Elena.

Él le expresó sus preocupaciones, pero Elena ni siquiera lo escuchó. Había algo más apremiante.

—Caril, solo nos vimos una vez. ¿Por qué pediste el deseo de mantenerme con vida?

Ella no podía entender su forma de pensar. ¿Por qué usaría un deseo para proteger a una chica que solo conoció por un día? Podría haber deseado cualquier cosa, pero eligió que la vida de Elena se preservara.

Carlisle le devolvió la sonrisa.

—Es cierto que era muy joven como para preocuparme demasiado por el deseo que pedí. Sin embargo, nunca me arrepentí de haberlo hecho.

—Caril… —Se le hizo un nudo en la garganta al saber que Carlisle la había amado todo ese tiempo sin que ella lo supiera. Él le había dicho que le gustaba desde el principio, pero esta era la primera vez que lo entendía con el corazón. Era un amor sin medida—. Tú… eres un tonto. —Carlisle levantó las cejas ante su comentario. Sin embargo, Elena no se detuvo ahí y siguió diciendo todo lo que su corazón sentía—: Deberías haber pedido un mejor deseo que podría haberte ayudado. Mi vida es… —La voz de Elena se cortó con un jadeo, sentía que le faltaba el aire.

—No digas que tu vida no vale nada porque para mí lo eres todo —respondió Carlisle con una leve sonrisa.

—De verdad, eres demasiado tonto…

La voz de Elena temblaba por el llanto contenido. No tenía idea de eso hasta ahora, y hubiera sido injusto si seguía con su vida sin saber cuánto la quería.

Si le digo, ¿me creerá?

Tenía todo un pasado en el que su familia murió y solo ella sobrevivió, dedicando toda su vida a vengarse de Paveluc. Fue un infierno solitario, y ella terminó muriendo sin lograr su objetivo.

Y entonces, como un milagro, a Elena se le concedió una nueva vida…

Todo a causa del deseo que pidió Carlisle al Orbe del Dragón. En ese momento recordó una parte de la profecía.

«La primera joven en casarse con el príncipe heredero pasará su vida en soledad. Tendrá una muerte miserable».

Elena nunca lo había considerado antes, pero la profecía describía su primera vida. Lo había pasado sola y luego sufrió una muerte miserable, incapaz de vengar a su familia.

La cabeza de Elena dio vueltas sobre toda la información que había recibido. Era como si todos los misterios sin resolver de su vida hubieran sido respondidos.

Sin embargo, lo más importante era que los dos correspondían mutuamente a sus sentimientos. La maldición sobre la familia imperial, el mito del dragón, el orbe que concede deseos. Se encontraron muchas verdades ocultas, pero todo palideció en comparación a los sentimientos que tenían el uno por el otro.

Carlisle miró a Elena con una expresión tensa.

—Debes tener más preguntas.

—¿Qué quieres decir?

—Bien. Sobre cómo mi brazo muta en algo parecido a un monstruo y cuánto poder puedo usar con él. —La voz de Carlisle se volvió más baja y profunda—. ¿Qué pasa si tenemos un hijo y la sangre del dragón fluye a través de él con tanta fuerza como en mi caso? ¿No te lo preguntas?

Por supuesto que lo hacía. Se preguntaba si los cambios físicos en el cuerpo eran peligrosos, en qué es lo que harían si tuvieran un hijo varón, o si había alguna posibilidad de romper la maldición.

Sin embargo, Elena tenía que decirle algo a Carlisle antes que nada, el cual todavía tenía una sombra de dolor en sus ojos.

—Deja de llamarte monstruo. Tú eres mi esposo.

—¿De verdad piensas eso?

Tanto el alivio como la incredulidad se reflejaron en el rostro de Carlisle, por lo que Elena respondió con una expresión firme:

—Por supuesto, lo digo en serio.

—¿Pero no escuchaste todo? ¿Cómo mi antepasado robó ese poder, y lo terrible que debemos hacer para mantenerlo…? —Su expresión se retorció de dolor—. ¿Quieres que te cuente sobre el día en que tenía trece años y bebí sangre por primera vez? ¿O qué horrible fue disfrutar instintivamente el sabor?

Parecía que Carlisle hacía preguntas deliberadamente destinadas a menospreciarse a sí mismo. Elena lo brindó una mirada tranquila, pero firme.

—¿Quieres que te señale y te llame monstruo? —preguntó ella. Cuando la palabra «monstruo» salió de la boca de Elena, los ojos de Carlisle se abrieron como si sintiera dolor. Elena continuó como si lo hubiera esperado—: Estás delirando si crees que hay algo mal contigo. No me importa si esa es tu condición.

—¿Qué? —Él no podía terminar de comprender sus palabras.

—Ya seas un monstruo, una persona, un dragón o cualquier otra cosa, el hecho de que seas mi esposo no cambia. No soy del tipo de mujer que crees que soy.

Carlisle pareció sorprendido al escuchar esas palabras, pero la sinceridad de Elena era cierta. Tenía una inclinación a pensar mal de sí mismo. Sin embargo, desde el principio, ella se comprometió a caminar por el camino que fuera necesario para salvar a su familia, incluso si este resultaba sangriento. No importaba si Carlisle era humano o no. Lo más importante era que él es su marido, el hombre al que amaba.

Carlisle la miró atónito.

—Nunca imaginé que me dirías eso.

—Entonces escucha atentamente porque lo diré solo una vez. ¡Cuando tu brazo derecho cambia, lo que más me preocupa es tu bienes…!

Elena no tuvo la oportunidad de terminar de hablar, debido a que Carlisle se levantó abruptamente de su asiento y la abrazó. Sus ojos se agrandaron al estar envuelta en la cuna de sus brazos, y aunque no podía ver su rostro, lo sintió temblar ligeramente debajo de ella.

—Gracias a Dios —murmuró Carlisle contra su cabello.

La pura intensidad del alivio de Carlisle se transmitió en esas simples palabras. Elena levantó las manos para sostener su cintura y hundió la cabeza en sus sólidos brazos.

—¿Pensaste que tendría dudas por un niño que aún no ha nacido? ¿O pensaste que podrías evitarme por un asunto así?

—Sí, estaba preocupado por eso.

—Eres tan tonto…

Las acciones profanas del antepasado de Carlisle, quien devoró el corazón de un dragón vivo, eran difíciles de comprender, pero si llegara a presentarse una situación en la que Carlisle muriera…

Elena seguramente le sacaría el corazón a un dragón vivo sin dudarlo un solo momento. La profundidad de su amor por Carlisle era tan grande que sería una pecadora por él.

—Por favor, explica lo demás lentamente. Lo más importante es que estés sano y a salvo.

Carlisle abrazó a Elena con más fuerza. Tenía miedo de que ella se alejara de él una vez que descubriera la verdad, pero ahora entendía la enorme fortuna que tenía al encontrar a una mujer que estaba enamorada de él a pesar de todo.

La sombra en su vida ya no lo perseguía.

♦ ♦ ♦

Ese día, Elena escuchó más explicaciones de parte de Carlisle.

En primer lugar, tenía un poder increíble cuando su brazo derecho se transformaba, pero Carlisle no era capaz de controlarlo libremente.

En segundo lugar, durante la transformación había ocasiones en las que perdía la cordura. No sucedía siempre, pero era arriesgado a su manera.

Si Carlisle hubiera nacido como un niño común no estaría en peligro, pero por otro lado, fue el poder del dragón lo que lo salvó en tiempos de crisis.

En ciertos aspectos es una bendición.

Era extraño pensar que el poder del dragón protegió a Carlisle durante esos largos años sin Elena. Sería enormemente ventajoso si pudiera controlar completamente su habilidad, pero lo veía complicado.

Lo más importante…

No había precedentes de que un niño con sangre de dragón no bebiera sangre humana, y era imposible conocer los síntomas de abstenerse a ello y renunciar al poder. En el peor de los casos, uno podría volverse loco. Aunque la pareja aún no tenía un hijo, sin duda necesitaría saber más a futuro.

El tarareo del médico sacó a Elena de sus pensamientos.

—Su Alteza. Escuché que ha estado trabajando duro últimamente, pero afortunadamente la herida se está curando bien —le dijo el médico con una expresión brillante luego de revisar la lesión en su espalda.

—Excelente.

—Sí. Sin embargo, es importante estabilizar la mente y el cuerpo.

El médico terminó de aplicar la medicina y cambió los vendajes de la herida de Elena. Cuando terminó el tratamiento, Elena volvió a ponerse el camisón y la cortina se corrió. Fue entonces cuando se dio cuenta de que la niñera la esperaba junto a la cama.

—¿Qué sucede?

—Bueno…

La niñera no respondió de inmediato, y el médico le hizo una reverencia a Elena.

—Me despediré ahora.

—Gracias.

—Tiene un visitante —habló de mala gana la niñera luego de que el médico se fuera.

—¿Un visitante?

Después de que la noticia sobre la lesión de Elena se supiera, varios amigos cercanos le habían enviado sus saludos y regalos. Margaret, una de sus damas de honor, le envió una carta anunciando que la visitaría cuando Elena se sintiera mejor. Y Stella, una socialité del área de la capital, le había transmitido sus buenos deseos. Elena incluso recibió una canasta llena de flores de parte de Astar.

¿Quién podría ser el visitante?

Elena no podía pensar en quién más vendría a buscarla. ¿Quizás Marissa del sur?

—Un joven llamado Harry vino de visita de parte del conde Krauss.

Los ojos rojos de Elena se abrieron de sorpresa ante el inesperado nombre. De todas las familias que más podían beneficiar a Carlisle, Krauss era la más favorable, y Harry era el joven prometedor que se decía que sería el próximo heredero. Recordó verlo en la recepción de la boda y haberlo invitado a visitar el palacio.

Elena salió apresuradamente de la cama.

—Llévalo a la sala de estar de inmediato. Me prepararé ahora.

La niñera la miró atónita.

—Cuando visitó el palacio del emperador  le aconsejé que no debería presionarse.

Elena ignoró la queja de la niñera y se dirigió al vestidor.

—Ven y ayúdame a vestirme.

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