Dama Caballero – Capítulo 51: Ella quería protegerlo

Traducido por Kiara

Editado por Nemoné


El hombre fuera de la puerta volvió a gritar:

— ¿Por qué está cerrada esta puerta? ¿Quién está allí?

—E-Es un valioso invitado del Príncipe Heredero.

—Abrela.

Cuando Mirabelle escuchó el sonido de metal sólido golpeando la manija de la puerta, trató de mantenerse lo más tranquila posible. Su corazón latía rápidamente en su pecho, pero estar nerviosa no le ayudaría. El primer pensamiento en su cabeza fue.

¿Cómo resolvería esta situación si fuera Elena?

No había tiempo para dudar. Mirabelle cerró rápidamente la ventana por donde Kuhn había entrado y se quitó el vestido exterior que llevaba puesto. Los ojos gris ceniza de Kuhn temblaron ante su comportamiento inesperado. Mirabelle ayudó al Kuhn caído a meterse en la bañera llena de pétalos.

—Keueug…

Kuhn hizo una mueca cuando el agua tocó su herida, pero no podía darse el lujo de preocuparse por esas cosas ahora.

—Sé paciente si no quieres que te atrapen.

La expresión de Kuhn pareció cambiar ante su feroz determinación. Cuando el peso de Kuhn fue agregado a la bañera, el agua se derramó sobre la bañera y lavó la sangre del piso. Sin embargo, eso no fue suficiente, así que Mirabelle rápidamente tomó un puñado de pétalos rojos de la canasta y los esparció por el suelo.

El sonido sonó más fuerte que antes, y Mirabelle cerró los ojos con fuerza y ​​se quitó la camisa.

De repente, la puerta se abrió de golpe y entraron varios hombres furiosos. Mirabelle se cubrió el pecho con las manos y los miró con los ojos bien abiertos. Su trasero estaba completamente expuesto, y los hombres se vieron obligados a girar la cabeza rápidamente.

— ¡Kyaaaa! ¡Salga de aquí ahora!

Ella gritó en voz alta, encorvandose para proteger su cuerpo. Era vergonzoso que el cuerpo de una mujer noble estuviera expuesto a un completo extraño.

Los hombres intercambiaron miradas rápidamente, luego salieron del baño y cerraron la puerta. Entonces uno de los hombres habló con voz urgente:

—Por favor, vístete, mi señora. Tenemos la misión de buscar en este lugar…

Sin embargo, hubo otra conmoción antes de que pudiera terminar. Hubo el sonido de docenas de pasos y las voces de otros hombres.

— ¿Quiénes son? ¿Entraron aquí sabiendo dónde están?

—Fuimos enviados bajo las órdenes de Su Majestad.

—Aun así, debes ser valiente para venir aquí sin el permiso del Príncipe Heredero.

— ¿Cómo te atreves?

Mirabelle se arrastró silenciosamente hacia la puerta y percibió atentamente. Escuchó a alguien sacar su espada. Aunque no podía verlo con sus propios ojos, parecía que alguien estaba a punto de ser cortado.

Mirabelle no podría ocultar a Kuhn si entraran al baño. La solución anterior era solo temporal. Tragó nerviosamente.

— ¡Détente! Nos iremos. Pero el Príncipe Heredero tendrá que explicar esto él mismo.

—Tendrás que explicar tú el porqué has transgredido.

—Vámonos.

Finalmente, escuchó el sonido de pasos alejándose. Mientras escuchaba, las criadas asustadas se apresuraron hacia la puerta del baño.

—Oh mi, por la palabra de nuestros dioses. ¿Señorita, está bien?

Mirabelle rápidamente impidió que las criadas entraran por la puerta.

—P-Por favor no entren. No quiero que nadie me vea así.

—Lo siento, mi señora. ¿Quiere que llame a la lady Blaise?

—No, ella no se quedará quieta si se entera de toda esta conmoción. Se lo comunicaré mañana.

Las criadas inclinaron la cabeza automáticamente. Mirabelle volvió a hablar con las criadas que estaban afuera de la puerta.

—Quiero estar sola, así que por favor salgan de la habitación. Y por favor, no dejes entrar a nadie más.

—Sí, mi señora.

Las criadas se apresuraron a salir de la habitación sin decir nada más.

Mirabelle se puso la bata que yacía en el baño, salió al dormitorio principal donde las criadas se habían ido y luego cerró la puerta. Esta era la única forma de evitar que alguien entrara, ya que la manija de la puerta del baño estaba rota. Fue solo después de oír el clic de la cerradura que su tensión disminuyó un poco.

—Aaah.

Mirabelle exhaló. Cuando miró la palma de su mano, vio que estaba temblando. Engañar a las personas con mentiras le hizo sentir que su corazón estaba a punto de explotar, pero afortunadamente pudo pasar desapercibida.

Después de tomarse un momento para calmarse, regresó rápidamente a la bañera donde estaba sentado Kuhn, casi inconsciente. Mirabelle lo sacó rápidamente, preocupada de que muriera. La simple acción de llevar el peso de un hombre adulto causó que todo su cuerpo sudara con esfuerzo.

Ella logró apoyarlo contra la pared del baño, y Kuhn abrió los ojos débilmente.

—No tienes que hacer esto.

Mirabelle había usado todo su poder y energía para salvarlo. Su expresión brilló con furia.

— ¿Y si no hiciera esto? Si dejo que te capturen, ¿volverías con vida? —preguntó.

—No es de su incumbencia.

Mirabelle se quedó sin palabras ante la insensibilidad de Kuhn. A pesar de la repentina oleada de dolor en pecho, pensó que era obvio que no habría estado a salvo si los hombres se lo hubieran llevado.

— ¿Realmente quiere que lo deje solo en una situación en la que podría morir?

Ella no entendía. Se suponía que se debía dar gracias al que te salva la vida.

Mirabelle sacudió la cabeza y quitó el abrigo de Kuhn para mirar la herida.

—Solo… déjalo.

—Lo juzgaré por mí misma. Sería más útil para usted quedarse quieto en lugar de malgastar su energía.

Ya sea por sus palabras o porque ya no tenía la energía para responderle, Kuhn se quedó callado.

Mirabelle logró quitar la camisa de Kuhn, revelando sus firmes músculos. Debido a su delgada apariencia, ella se sorprendió al ver cómo estaba tan ejercitado. Su cuerpo estaba cubierto de cicatrices, pero sintió curiosidad cuando vio lo que parecían quemaduras de cigarrillo en su piel.

Sin preguntarle nada, Mirabelle rasgó una tira de su camisón de seda blanca y se la ató a la herida. Esa era la única forma de detener el sangrado por ahora.

—Ojalá pudiera pedirle ayuda a Elena.

Mirabelle podría hacer más con la ayuda de su hermana, como poder obtener algunos medicamentos para el tratamiento. En estas circunstancias, sin embargo, ella no podía decirle a Elena. Elena nunca permitiría que un extraño estuviera cerca de su hermana, y siempre odio estar involucrada en situaciones peligrosas.

Además, Mirabelle no sabía por qué el hombre estaba siendo perseguido. Si tenía malas intenciones hacia Carlisle, haría que la situación de Elena fuera muy difícil. Por supuesto, si eso fuera cierto, Mirabelle probablemente no debería haberlo salvado en primer lugar.

Sin embargo… quería protegerlo. No importa lo que hizo mal, no creía poder soportar verlo morir delante de ella.

Mi único oso de peluche…

No había traído su oso al palacio, y estaba sentado en la mansión Blaise junto a su cama, como siempre, envuelto en el abrigo que Kuhn había dejado.

Ya no era una niña, ni sufría de dolor, y sabía que el hombre y el oso no eran lo mismo. La persona que tenía delante sólo tenía el mismo color de pelo que su osito de peluche.

Y, sin embargo, no podía dejarlo solo. Ella no sabía por qué, pero siguió ayudando.

No quiero verlo morir. 

Mirabelle estaba confundida por estos sentimientos que no entendía. Era la primera vez que protegía a alguien de esta manera y se lo ocultaba a Elena.

—Cuando estaba en una relación oculta con el Príncipe Heredero, ¿era eso lo que sentía?

Su mente seguía diciendo que no, pero su corazón no lamentaba lo que había hecho. Mirabelle miró la cara pálida de Kuhn, cuyos ojos estaban ligeramente cerrados.

—Me ocuparé de los asuntos de Kuhn, para que puedas volver a tu habitación —indico él.

—Pero…

Elena estaba teniendo una breve discusión con Carlisle sobre disfrazarse de Len, cuando el sonido de alguien golpeando la puerta los interrumpió a los dos.

Elena y Carlisle se miraron, luego Elena caminó rápidamente detrás de las cortinas de la cama para esconderse. Si se vieran obligados a crear una coartada de que Elena pasará la noche a su lado, seguramente se extendería por todo el palacio del Príncipe Heredero para la mañana.

Carlisle echó un vistazo al lado de la cama donde Elena se escondió, luego se volvió hacia la puerta y respondió:

—Adelante.

Fue Zenard quien entró apresuradamente en la habitación.

—Me disculpo, Su Alteza. Hay un informe urgente y no tuve más remedio que…

Sabiendo que estaba con Elena, Zenard alargó sus excusas, pero Carlisle lo interrumpió con frialdad.

—Ve al punto.

—La Emperatriz envió un escuadrón de búsqueda a nuestra área. Entraron sin permiso. Dijeron que iban tras un hombre que irrumpió en el palacio de la Emperatriz, al parecer estaban buscando a Kuhn.

—Entonces debe haber escapado del palacio de la Emperatriz. ¿Dónde está el grupo de búsqueda ahora?

—Los hemos expulsado, pero todavía lo están buscando.

—Esos soldados insolentes.

Los ojos de Carlisle eran como hielo.

—Diles a los espías que plantaste en el palacio de la Emperatriz que vigilen a Kuhn, y trae a todos los otros hombres a las afueras del palacio y organiza una fiesta. Estaré ahí pronto.

—Sí, Su Alteza.

Zenard se inclinó y salió de la habitación.

Seguidamente, Elena salió de detrás de la cortina de la cama.

— ¿Todavía me vas a dejar fuera de esto? —preguntó.

—Me gustaría, si es posible.

—Bueno, si no puedes prestarme una armadura, la conseguiré por mi cuenta. Lo haré a mi manera.

Carlisle vaciló ante sus palabras, y luego continuó con gran renuencia.

—Entiendo. Entonces te daré algo de armadura para que te pongas. Simplemente no te apartes de mi lado esta vez.

—No olvides nuestro contrato, Caril. Si objetas que forme parte de tu guardia, encontraré otra forma de hacerlo. Y eso puede que no te agrade.

Carlisle se oponía a que ella levantara una espada, lo que dificultaba su trabajo cada vez. Ya habían acordado el contrato, y ella ya se había explicado en el puente de las flores. Elena no tuvo más paciencia para persuadirlo.

—Sé de lo que eres capaz. Eso es lo que me preocupa. Me temo que terminarás tomando un trabajo que es tan peligroso como tus habilidades —dijo angustiado.

—Estoy lista para eso.

—Lo sé. Lo entendí la última vez que lo dijiste. Pero por favor recuerda lo que digo ahora.

Los ojos azules de Carlisle miraron directamente a los rojos de Elena.

Ella lo escuchó a pesar de la oscuridad en el aire.

—No te lastimes. Si estoy en peligro, no mires hacia atrás y asegúrate de estar a salvo.

— ¿Entonces…?

Estaba a punto de preguntar cuál era el propósito de ser su guardia, pero Carlisle continuó con una voz aún más suave.

—Te lo dije. Si te lastimas… podría volverme loco.

Realmente no sabía qué pasaría si ella salía lastimada. Era muy probable que fuera como el momento en que le cortó la cabeza a un noble y lo llevó a esa fiesta.

Elena no podía hacer otra cosa que asentir por el momento, solo para tranquilizarlo.

—Entiendo. Tendré cuidado de no lastimarme.

—Bueno.

Carlisle le dio una leve sonrisa, y Elena continuó.

—Siempre y cuando no estés en peligro. Porque tan pronto como lo estés no podré evitar arriesgarme para salvarte. Tu seguridad es más importante que cualquier cosa para mí.

Los ojos de Carlisle se abrieron ligeramente, giró la cabeza y se cubrió la boca con una mano. De alguna manera sus orejas se sentían un poco rojas.

— Dices cosas tan dulces tan casualmente.

— ¿Qué?

Elena se sorprendió de su reacción a su comentario. Cuando lo pensó, había dicho que lo convertiría en emperador porque quería convertirse en emperatriz, pero nunca dijo abiertamente que su vida era importante para ella. Elena debatió consigo misma si debía explicarse más o no.

Carlisle, sin embargo, no tenía intención de continuar esta larga conversación, y señaló la pared opuesta a Elena.

—Hay algunas armaduras allí. Puedes elegir algo que te guste.

Había una extraña tensión en la atmósfera, pero Elena asintió con la cabeza.

—Bien. Entonces…

Mientras caminaba en la dirección que él señalaba, de alguna manera sintió su rostro caliente. Ella estaba avergonzada porque él lo estaba.

Con solo esas pequeñas palabras.

Elena no pudo adaptarse a este cambio repentino en la atmósfera de grave a extraño.

Miró la hilera de armaduras. Quizás porque su habitación estaba cerca del sitio de entrenamiento, la armadura de Carlisle estaba lista para usar.

Elena eligió la más pequeña de ellos y colocó un casco sobre su cabeza. Estaba agradecida de poder ocultar el sonrojo en su rostro.

♦ ♦ ♦

Carlisle y Elena llegaron al área exterior del palacio del Príncipe Heredero, donde se creía que Kuhn había sido visto por última vez.

Zenard, que había estado esperando allí, se acercó rápidamente a Carlisle y se inclinó.

— ¿Quién es este a su lado, mi señor?

—Lo has visto antes.

— ¡El puente de las flores! ¿Durante cuánto tiempo has permanecido oculto en el palacio…? —preguntó Zenard

Carlisle miró a Elena y habló en voz baja.

—Ha estado haciendo algunos negocios secretos para mí por algún tiempo. Es por eso que debe mantener su identidad oculta.

—Oh, ya veo.

Zenard respondió afirmativamente, pero sus ojos aún eran cautelosos. Había pasado mucho tiempo juntos, pero Len era tan diferente de Elena que Zenard no se dio cuenta.

Debe odiarme.

Fue cuando estaba pensando en los ojos de desaprobación de Zenard cuando notó que se acercaban docenas de otros hombres del Príncipe Heredero. Entre ellos estaba Morgan, un hombre alto y poderoso que intentó discutir con ella en el puente de las flores. Saludó a Elena cuando la notó.

¿Qué? Pensé que comenzaría a discutir conmigo de nuevo…

El grupo se movió rápidamente al lado de Carlisle, y uno de ellos le informó.

—Su Alteza, buscamos en el sudoeste y no encontramos señales de él.

—Entonces vamos al noroeste.

Carlisle tomó el mando, y los otros lo siguieron. Entre ellos estaba Elena, que estaba justo detrás de él.

Sus ojos rojos brillaban debajo del casco. Así fue el comienzo de la búsqueda.

3 respuestas a “Dama Caballero – Capítulo 51: Ella quería protegerlo”

  1. Muchas gracias por el capítulo, excelente manera de proteger a Kuhn Maribelle, cuando Elena se enteré, seguro les arranca los ojos a esos guardias, por el momento es hora de eliminar la basura.
    Saludos

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