Dama Caballero – Capítulo 88: Asume la responsabilidad

Traducido por Kiara

Editado por Gia


A la mañana siguiente, Elena se despertó con un fuerte dolor de cabeza. Tenía resaca por haber bebido demasiado anoche, así que terminó sujetando su frente mientras soltaba un gemido.

¿En qué momento me quedé dormida?

Sin embargo, ese pensamiento no duró mucho. Tan pronto como abrió los párpados, su respiración se detuvo al observar que el rostro de Carlisle estaba frente a ella.

—¿Qué estás haciendo aquí?

La pareja había decidido, en la primera noche de matrimonio, que Elena tomaría la cama y Carlisle el sofá. Desde entonces, ninguno se había entrometido en el territorio del otro.

En ese mismo momento, Carlisle estaba en la cama, con su cabeza apoyada en su mano mientras la observaba con detalle. La mirada en sus ojos parecía obstinada y complicada.

—¿Acabas de despertar? —preguntó Carlisle.

—¿Me estabas esperando?

—Sí. No pude dormir —respondió él.

—¿Por qué…? —Pero las palabras de Elena no duraron mucho. Ella, quien estaba sorprendida de ver a Carlisle tan cerca, pronto se sintió abrumada por los recuerdos de la noche anterior, los cuales aparecieron en su mente como visiones. —Yo… —Trató de continuar mientras sus mejillas ardían.

Me volví loca.

Nunca se había emborrachado a ciegas en su anterior vida. Debido a la depresión por perder a su familia, Elena no se había atrevido a cometer un error así, ni siquiera cuando tenía una pelea con alguien. Por primera vez en su vida, se dio cuenta de lo peligroso que era beber.

Quiero besarte.

Esas fueron las palabras que le dijo a Carlisle anoche. Ya se habían  besado en dos ocasiones, pero fue con un propósito. El beso en la boda había sido inevitable, y el del salón de entrenamiento privado estaba destinado a mantener fuera a todos los demás. Era la primera vez que había querido besarlo sin ningún motivo.

¡Oh, Dios mío! Cómo desearía poder retroceder el tiempo.

De sentía tan avergonzada que quería meterse en un agujero. Sin embargo, desafortunadamente no había lugar para esconderse. Carlisle había estado cerca desde que amaneció, como si estuviera bloqueando todas sus rutas de escape.

No quiero recordar nada.

Por muy cobarde que fuera, no quería pensar en la noche anterior, pero Carlisle había observado en silencio su reacción mientras sus recuerdos regresaban. Tenía la sensación de que si ahora fingía ignorancia, no funcionaría.

Él continuó mirándola por un tiempo más, luego se volvió y vertió agua en una taza.

—Toma.

No fue hasta que él habló, que Elena se dio cuenta de que tenía la garganta seca. No sabía cómo reaccionar de todos modos, así que para ganar algo de tiempo, tomó la taza y comenzó a beber lentamente. Sin embargo, la paciencia de Carlisle fue corta y no esperó a que ella terminara de beber cuando habló:

—Lo que me dijiste anoche, ¿a qué te referías?

—¡Eh! ¿Qué?

Elena casi escupe la bebida. Podía sentir su corazón acelerado dentro de su pecho.

—Besarme… —indico él.

—Oh, fue solo un comentario casual.

—¿Casual?

Carlisle frunció el ceño con incredulidad.

—Debí haber estado bastante borracha anoche. Me disculpo profundamente si te sentiste incómodo. No significa nada, así que no te preocupes.

Elena esperaba que su apresurada excusa fuera suficiente. Era demasiado tarde para fingir que no estaba al tanto de nada, y no se le ocurriría otra cosa para decir. Le parecía que esa era la única forma de calmar la situación. Sin embargo, cuanto más hablaba Elena, más fría se volvía la expresión de Carlisle.

—¿Así que solo lo dijiste por impulso?

—Sí, sí.

—¿Es ese tu hábito cuando estás borracha?

—Sí, bueno, tal vez…

—Significa que le habrías dicho lo mismo a otro.

¿Eso era lo que él pensaba? Elena se puso nerviosa cuando su conversación comenzó a girar en una dirección que no esperaba. El estado de ánimo de Carlisle pareció volverse más nublado, pero no podía mencionar que dijo aquello porque en realidad le gustaba. Sería una confesión.

—No bebo mucho de todos modos, así que no te preocupes por eso…

—No bebas en mi ausencia.

Ella se vio obligada a asentir. Se había inventado un ridículo hábito de copas, pero era culpa suya.

—Está bien. Intentaré dar lo mejor de mí.

Solo después de escuchar su respuesta, Carlisle finalmente se relajó. La miró con una expresión inescrutable, luego le alisó el cabello desordenado con una mano.

—Eres una mujer peligrosa —expresó con voz suave.

—Oh, lo lamento…

¿Qué cosas escandalosas le habría dicho a Carlisle anoche? Elena no tuvo más remedio que culparse a sí misma, mientras que él la miraba con un brillo misterioso en sus ojos. De repente, se dio cuenta de que la mano en su cabello se había deslizado hacia la parte posterior de su cuello.

Pensó que sus posiciones actuales eran un poco extrañas, Elena permanecía acostada en la cama, mientras que Carlisle estaba ligeramente inclinado sobre ella, con la cabeza apoyada en su mano.

—¿Caril?

En respuesta a la desconcertada voz de Elena, Carlisle preguntó en un tono más bajo de lo habitual:

—¿Todavía lo quieres?

—¿Qué?

—Dijiste que tenías ganas de besarme anoche.

Otra ola de calor encendió el rostro de Elena, pero hizo todo lo posible para responder con calma.

—Ahora que me encuentro sobria, estoy bien.

Sin embargo, la cara de Carlisle se inclinaba más hacia ella.

—Tus deseos pueden haberse ido, pero los míos permanecen desde anoche. Así que asume la responsabilidad —le dijo con una leve sonrisa mientras Elena lo miraba sorprendida.

Antes de que pudiera decir algo más, los labios calientes de Carlisle cubrieron los de Elena. Cada vez que se besaban, siempre lo habían hecho con imprudente desesperación. Se preguntó si terminaría siendo devorada de esa manera.

Elena, al estar acostada en la cama, no pudo retroceder, por lo que tomó su beso directamente. Después de un momento, empezó a marearse por la falta de aire, por lo que agarró ciegamente el firme pecho de Carlisle y se aferró. Quizás por esa razón suavizó los besos, y la tormenta eventualmente se transformó en algo tan dulce como un helado. Era la primera vez que experimentaba un beso así. Afortunado o no, nadie molestó a los recién casados ​​en su dormitorio, lo que permitió que Carlisle y Elena se besaran durante un largo tiempo.

Después de explorarse bastante el uno al otro, Carlisle finalmente se apartó. Elena respiró hondo, y al verlo nuevamente, sus mejillas se tornaron rosadas. Él le peinó suavemente el cabello antes de hablar.

—Es increíble. Cuanto más te beso, más hambre tengo.

Elena se sintió cautivada por el intenso color azul de sus ojos. Sus latidos se aceleraron y se dio cuenta, una vez más, de lo malo que era Carlisle para su corazón.

♦ ♦ ♦

Mansión Selby, en la capital.

No fue otra que Helen quien trajo las plantas Manera y Vanera, por lo que ya conocía con anticipación los planes de la emperatriz para usarlas. Helen se sintió mareada de felicidad cuando escuchó que Elena había sido derrotada por Ophelia en la fiesta con los embajadores, tal y como estaba previsto.

—¿No es divertido ver a alguien que no conoce su lugar tratar de atacar a la emperatriz?

Aquel comentario estaba dirigido a Sarah,  quien estaba sentada frente a Helen, al otro lado de la mesa de té. Solían hablar como iguales en el pasado, pero con el tiempo, Helen empezó a tratarla como a una subordinada. Sin embargo, Sarah nunca se quejó sobre ello. Aunque ambas eran nobles, sus estatus eran diferentes.

—Así es. Lady Blaise debe estar molesta.

—Oh, me gustaría poder contarles a todos sobre esto, pero tengo que guardarlo para mí.

La estrategia de la emperatriz Ophelia era secreta, por lo que Helen estaba obligada a permanecer callada. Por supuesto, era demasiado impaciente como para hacer eso, así que no pudo evitar jactarse con Sarah, su ayudante más cercana.

—Creo que fue un acto inteligente que lady Blaise trajera a todos los embajadores. Nunca debes bajar la guardia con ella —expresó Sarah en voz baja.

—¡Es una tonta! ¿Qué podría hacer? ¡Cualquiera pensaría en eso! ¡Solo llegó hasta ahí al casarse con el príncipe heredero!

El humor agradable de Helen cambió instantáneamente. Sarah, quien no estaba familiarizada con esos salvajes cambios de humor, modificó rápidamente sus palabras.

—Sí, tienes razón. Lo hizo todo gracias al príncipe heredero. Solo quise decir que deberíamos planificar las cosas con más cuidado.

Helen resopló con desaprobación. Ella misma había sido tildada de villana después de sufrir la derrota a manos de Elena. Si Helen no hubiera sido nombrada dama de honor del palacio imperial, no habría podido mostrar su rostro en sociedad.

Y así, Helen comenzó a obsesionarse con Elena y a despreciarla aún más. Sarah sabía que tenía que tener más cuidado.

Lo sentí la última vez, pero lady Blaise es más formidable de lo que creía, pensó Sarah.

Tenía sus sospechas desde que Elena escapó de la trampa que le había tendido Helen. Su acompañante era más orgullosa y arrogante que inteligente; sin embargo, la familia de Sarah era tan pobre e impotente que tuvieron que unirse a otra más conocida para sobrevivir.

Sarah recordó lo que Elena le dijo en la recepción de la boda.

—Debería mirar a su alrededor y ver qué lado es más rentable.

Una sonrisa irónica se dibujó en el rostro de Sarah. A pesar de que Elena se había convertido en la princesa heredera, Helen todavía tenía más que ofrecer. Contaba con el respaldo de la emperatriz Ophelia. No había ninguna razón para alejarse de Helen, una dama de honor imperial.

Además, no había construido su amistad por nada. Helen había empezado a apoyarse en ella, y comprendió que disfrutaba estar en el medio más de lo que esperaba. Sarah mostró una sonrisa irónica y fingió que no sabía nada.

—Escuché que la emperatriz hará que te conviertas en la concubina del príncipe.

—Sí, Su Majestad me convertirá en la segunda esposa…

La cara de Helen se sonrojó al imaginarse a sí misma como una novia potencial. Hoy en día, Carlisle era la envidia de todos los nobles, y los chismes sobre él estaban por todas partes. Su relación con Elena parecía sacada de un cuento de hadas.

—Pronto habrá una fiesta con el príncipe… Quizás la primera impresión entre ustedes dos no fue tan favorable.

—No tuve más remedio que retirarme. ¡Esa cosa desagradable arruinó mi imagen!

Helen nunca llamó a Elena por su título real, y Sarah sonrió como si la comprendiera.

—Entonces esta es tu oportunidad. Debes planear cómo conocerás al príncipe heredero.

—Lo haré. No perderé esta vez.

Había un brillo codicioso en los ojos de Helen.

Cualquier plan elaborado en el que Helen hubiera trabajado alguna vez, en realidad venía de la cabeza de Sarah. Siempre estaba demasiado emocionada como para calcular tales movimientos, mientras que su amiga se solidificaba como una persona intrigante.

Helen miró tanto los dulces como las tazas vacías sobre la mesa y tocó una campana. Inmediatamente, la puerta se abrió y entró Sophie.

—Creo que estaremos aquí por un tiempo, así que trae más té y refrescos… ¿Qué? Sophie, ¿sigues aquí?

—Uhhh.

Un extraño sonido salió de la boca de Sophie. En un ataque de rabia, Helen le había cortado la lengua el día que no pudo difundir el falso rumor de que Elena era una prostituta. Sarah miró a la doncella con una expresión de lástima.

—¡Sal de esta habitación ahora mismo! ¿A dónde se han ido todas las otras sirvientas? ¿Se atreven a hacer el ridículo?

Sophie había sufrido mucho por culpa de Helen.

♦ ♦ ♦

Todas las doncellas bajo el mando de Helen fueron severamente castigadas. Sophie, quien había estado viviendo como una rata, finalmente fue expulsada de la mansión Selby.

Tilda había sido golpeada tan brutalmente que sus pantorrillas estaban negras a causa de los moretones, por lo que solo le quedaba orar, mirando hacia el cielo nocturno con el rostro lloroso.

—Mary, por favor, sálvame. —La única esperanza que le quedaba era la carta que le había enviado a Mary, quien todavía trabajaba en la mansión Blaise. Tilda lamentó creer en las palabras de Sophie y dejar la casa. Tuvo mucha suerte de que Helen olvidara que también había trabajado anteriormente para los Blaise porque sino, habría padecido el mismo castigo que Sophie. Ahora la criada estaba desesperada por salir de ese lugar infernal lo antes posible—. Lady Elena, lo siento mucho.

A pesar del tiempo que había pasado, Tilda se arrepintió sinceramente de sus errores. Por muy vergonzoso que fuera, esperaba que Elena la salvara.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido