Dama Caballero – Capítulo 89: La persona que elegimos

Traducido por Kiara y Dea

Editado por Gia


Poco tiempo después, la vida de Elena finalmente se estabilizó, así que tal y como prometió en la recepción de la boda, empezó a mandar las invitaciones. Entre los destinatarios se encontraban la marquesa Marissa del sur, la condesa Stella de la ciudad capital, Log Ashmore del Reino Freegrand, entre otros. Por último estaba Harry, quien era considerado el sucesor de la familia Krauss.

La respuesta de Log llegó primero, quizás se había apresurado porque todas las delegaciones de Freegrand tenían que regresar a casa… o quizás la embajadora había estado esperando con entusiasmo la invitación de Elena.

¿Qué querrá decirme?

Elena sentía mucha curiosidad desde que le prometió entregarle una tela como regalo personal. Encontró a Log extrañamente intrigante, sobre todo porque representaba a la mujer ideal que hubiera deseado ser… Incluso en el cuerpo de una dama, se veía impresionante con su elegante uniforme y su espada ceñida a su cintura. Aquello no era posible en el Imperio Ruford, donde las mujeres todavía tenían dificultades para abrirse camino en la sociedad.

—Si no puedo ser yo… por lo menos quiero que Mirabelle viva libremente.

Su mayor deseo era que Mirabelle pudiera volar sin límites, libre como un ave, sin nada que la sujetara. Para lograrlo, Elena le daría a su hermana más preciada todo su apoyo material y emocional. Una leve sonrisa se dibujó en sus labios al pensar en el rostro alegre de Mirabelle.

Llamaron a la puerta y la niñera entró en la habitación.

—La señora Ashmore está aquí, Su Alteza.

—Muy bien. Déjala entrar —respondió Elena.

Tan pronto como dio el permiso, Log entró en el salón y se inclinó profundamente a modo de saludo.

—Salve a la princesa heredera. Gloria eterna al Imperio Ruford.

—Bienvenida. ¿Has estado bien? —respondió Elena, levantándose de su asiento.

—Sí, me he estado divirtiendo mucho en el Imperio Ruford, pero antes que nada, me gustaría hacerle presente mi regalo…

Los sirvientes entraron trayendo con ellos varios rollos de tela. Los ojos de Elena se agrandaron al ver el lujo y la calidad del material.

—Sinceramente, esperaba un regalo de su parte, pero… no imaginé que fuera tanto y de esta clase.

—Son entregados con todo mi corazón.

Log sonrió, revelando sus dientes blancos. Su actitud alegre complació a Elena. No se trataba solo de los obsequios caros, cuanto más veía el comportamiento confiado y los modales educados de Log, más satisfecha se sentía.

—Se lo agradezco, con esto podré mandar a hacer una variedad de vestidos hermosos y únicos.

—Es un honor agregar más belleza a la princesa heredera.

Log no era servil, pero sabía escuchar, y Elena sospechaba que estaba bien versada en los negocios. Inspeccionó las telas por un momento, y luego ordenó que las llevaran al camerino. Poco después, le ofreció a Log que se sentara frente a ella.

—Tome asiento.

—Gracias, Su Alteza.

Después de que las dos se acomodaran en sus respectivas sillas, las sirvientas aparecieron para colocar refrescos y bocadillos frente a ellas. Elena hizo un gesto hacia uno de los dulces, el cual tenía una forma un tanto peculiar.

—Este es uno de los manjares más populares del Imperio Ruford. Por favor, pruébelo.

—Gracias por su amable consideración, Su Alteza.

—Si aún no ha almorzado, comamos juntas.

—No sería tan descarada como para rechazarla. Gracias por darme el honor de comer con usted.

Después de aquello, las dos compartieron una conversación amena. Elena sabía de antemano que Log quería decirle algo, pero esperó a que ella lo mencionara. Después de un tiempo, cuando la embajadora consideró  que era el momento adecuado, decidió hablar en voz baja.

—Tengo algo importante que decirle, Su Alteza. ¿Será posible que podamos conversar a solas?

Elena fingió no darse cuenta.

—¿Algo que decirme?

—Sí, Su Alteza.

—Bueno, me pregunto qué será.

A la orden de Elena, la niñera y las criadas abandonaron el salón. Cuando quedaron a solas, la expresión de Log se volvió más seria.

—Tengo una sola cosa que decirle. En el futuro, asegure con nuestro líder un acuerdo comercial entre el reino de Freegrand y el Imperio Ruford.

Los ojos de Elena se agrandaron ante el comentario inesperado, pero su sorpresa fue breve y, un momento después, recuperó la compostura.

—¿No deberías discutir este asunto con el emperador? No entiendo por qué me estás diciendo esto.

—El emperador y la emperatriz ya se han negado. No puedo decirlo con certeza, pero hay poderes comerciales involucrados en las luchas políticas del Imperio Ruford. Ni siquiera podemos afianzarnos aquí.

No era exagerado decir que los negocios en el Imperio Ruford ya estaban dominados por la familia Krauss. Sin embargo, el emperador y su esposa también tenían fondos separados. Era difícil crear acuerdos comerciales sin tener conexiones en la cima.

—¿Así que decidiste traer este asunto a mí, la esposa del futuro emperador?

—Sí. Si nos lo permite, también ayudaremos al príncipe heredero a subir al trono.

Elena se sorprendió una vez más. Parecía como si Log entendiera las circunstancias de la familia imperial. El emperador y la emperatriz luchaban en secreto sobre quién sucedería el trono, el príncipe heredero Carlisle o el segundo príncipe Redfield. Entre los dos, Log parecía apostar por Carlisle.

—Entonces, ¿no debería hacer esta oferta directamente al príncipe heredero?

—Oh, no creo que a Su Alteza le agrade mucho nuestro líder.

—¿Por qué?

—Una vez me encontré con una unidad de combate dirigida por el príncipe heredero en el campo de batalla. Cruzamos la frontera sin permiso por error. —En la recepción de la boda, parecía que Carlisle no reconoció el rostro de Log; sin embargo, para la embajadora se trataba de un recuerdo muy vívido, como si hubiera tenido lugar ayer—. Él nos permitió vivir a cambio de entregar todos los artículos que teníamos. Cuando lo vi, supe que sería el emperador.

—Y entonces viniste a mí con anticipación.

Ante la observación de Elena, Log sonrió torpemente y asintió.

—Sí, pero no fue exactamente al príncipe heredero a quien elegimos, sino a usted, Su Alteza. Si nos puede otorgar derechos comerciales después de que se convierta en emperatriz, nos moveremos como su gente.

No eran malos términos para Elena. Necesitaba un poder como respaldo, no algo que fuera por parte de Carlisle o de la familia Blaise… sino una fuerza secreta que le perteneciera únicamente a ella.

Sin embargo, todavía no había ninguna razón para acercarse al líder de Log o a cualquiera del Reino Freegrand. Elena necesitaba tener cuidado con esa parte. Después de cavilar un momento sobre ello, volvió a hablar:

—¿Cuál es el nombre de tu líder?

—Ah, el nombre de nuestro líder es Astar…

La mano de Elena tambaleó, provocando que un poco del líquido caliente de su taza se derramara sobre sus dedos, pero ni siquiera aquella sensación hizo que su sorpresa disminuyera.

Astar. Ese era el nombre del máximo delegado de Freegrand en el futuro. Además, sería famoso por su confiabilidad, los negocios con ellos siempre resultarían eficientes y confiables. Elena, quien había vivido en el futuro, lo conocía mejor que nadie.

—S-Su Alteza, ¿se encuentra bien?

Log la miró sorprendida y preocupada, pero Elena no le dio importancia a la leve quemadura. Tenía una suerte increíble.

Si se trata Astar, entonces no tengo porqué dudar.

Elena había querido aferrarse al tema primero, antes de la sugerencia de Log. Tenía muchas joyas gracias al regalo de devolución de Carlisle, y las quería invertir en el futuro. La propuesta de Log, en muchos sentidos, era beneficiosa para su situación.

Sin más vacilaciones, Elena asintió.

—Muy bien. Si me convierto en emperatriz, le daré a Astar derechos comerciales exclusivos. Mientras tanto, ayúdame hasta que el príncipe heredero Carlisle tome el trono.

Log pareció sorprendida por el repentino acuerdo de Elena, pero ella también asintió.

—Sí. Gracias, Su Alteza.

—Entonces, tenemos un contrato, ¿no es así? Le colocaré el sello de la oficina de la princesa heredera.

—Su Alteza…

Log parecía conmovida y Elena continuó:

—Hay otra cosa. Me gustaría hacer algunas inversiones y espero que puedan mantener reservado mi nombre.

—Ah, ¿en qué desea invertir, Su Alteza?

—En primer lugar…

Le contó a Log sobre sus planes de inversión, quien escuchó todo con un brillo en sus ojos. Su conversación fue mucho más larga de lo esperado.

♦ ♦ ♦

Kuhn le había enviado un mensaje a Carlisle solicitando ayuda para salir de la mansión Blaise, y pronto recibió una respuesta.

Arrugó la carta en su mano mientras leía.

«El príncipe Carlisle considera que estás de vacaciones, por lo que te ordena que te quedes con lady Mirabelle hasta que regrese al sur.

Zenard.»

Kuhn y Zenard evitaban verse cada vez que tenían la oportunidad. En esta ocasión no era diferente, pero lo que estaba escrito en aquel papel todavía lo frustraba.

Vacaciones…

Kuhn nunca se había tomado un descanso desde que se unió a Carlisle, excepto cuando se vio obligado a causa de las lesiones. Así era como él lo deseaba. No sabía cómo pasar el tiempo sin una misión, y se sentía inútil cuando estaba sentado sin hacer nada.

General, ¿por qué…?

Hasta ese momento, Carlisle sabía sobre su ética e hizo posible que regresara al trabajo rápidamente. Para él, un campo de batalla sangriento era lo único que le hacía sentir vivo.

Kuhn recordó lo que Carlisle le dijo cuando escapó del palacio de la emperatriz.

—Oblígate a descansar de vez en cuando. No te excedas hasta la muerte.

En ese momento, pensó que se trataba solo de un comentario casual, y que había surgido por la preocupación hacia este. Sin embargo, ¿eso realmente era cierto? Esta vez, Kuhn se sintió conducido a un entorno en el que tenía que descansar, quisiera o no.

Con el ceño fruncido, miró alrededor de la habitación vacía. Batori se había ido al palacio imperial y el dormitorio que antes compartían estaba más calmado.

Ese silencio opresivo… lo odiaba. Si no conseguía la oportunidad de mover su cuerpo, estaría casi muerto.

¿Qué demonios se supone que uno debe hacer en un lugar como este?

Él podría desaparecer como una sombra de la mansión Blaise, pero ahora estaba atado por su promesa con Elena y las órdenes de Carlisle.

Sintió una punzada en su cabeza y se agarró la frente con una mano.

—¡Tú, bastardo inútil! ¡Vete y muere!

De alguna manera, viejas memorias flotaron por su mente. A pesar de que aquel evento tuvo lugar hace mucho tiempo, la voz sonó bastante clara en su cabeza. Su corazón se apretó.

Se oyeron pasos suaves y luego unos golpes en la puerta. No eran muchos los que tocaban cuando visitaban a un sirviente. Kuhn miró hacia la entrada y una voz clara y familiar habló:

—Kuhn, ¿estás ahí?

Se trataba de Mirabelle. Ella lo cargó con amabilidad antes, y ahora estaba hablando con él, quien estaba tratando de evitar la mirada de los demás.

Kuhn todavía no entendía. ¿Por qué había llegado tan lejos como para cuidarlo?

¿Cuándo empezó?

¿Fue cuando salvó a Mirabelle? ¿O cuando ella lo ayudó mientras estaba herido en el palacio? En retrospectiva, todas sus reuniones tuvieron lugar en circunstancias inesperadas. Fue la primera vez en su vida donde coincidieron tantos accidentes. Sin importar si se tratase del destino o no, Kuhn nunca había experimentado algo así.

Después de un momento, la puerta rechinó de forma ruidosa mientras se abría. Mirabelle lucía radiante como siempre. No se dio cuenta, pero los desagradables recuerdos que le vinieron a la mente se desvanecieron rápidamente de su cabeza.

—¿Oh? Pensé que no estabas aquí, ya que no respondías.

Por lo general, uno le habría gritado a Kuhn por no contestar, pero, pese a la diferencia de estatus, Mirabelle no lo trató de forma diferente.

—No la escuché llamar porque estaba pensando en otra cosa, señorita.

A pesar de la obvia mentira, ella creyó sus palabras sin dudar. Mentir de esa manera era nuevo y un poco incómodo, en especial cuando pudo hacerlo sin problemas, y ella confió en él completamente.

—¿Te gustaría ir al picnic del que te conté? —preguntó Mirabelle de forma inocente y con una mirada cálida.

Su pregunta daba a entender que podía rechazar su oferta, ¿pero cómo podría un sirviente de la mansión Blaise negarse?

Kuhn se dio a sí mismo una sonrisa burlona. No importaba que trabajara con Carlisle, los recuerdos de su pasado siempre lo perseguían. No podía olvidar su posición, incluso cuando estaba camuflado como un sirviente. Él, quien había vivido como esclavo desde que era un niño, sabía eso mejor que nadie.

Rechazó pensar en la oferta de Mirabelle como una elección, y dio la respuesta que ya había sido decidida.

—Sí, señorita.

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