Dama Caballero – Capítulo 90: El dolor era bueno

Traducido por Dea

Editado por Gia


Mirabelle empacó una canasta de picnic llena de comida y se dirigió hacia la ladera de la montaña acompañada solo por Kuhn. Era inusual que ella no llevara a ninguna otra criada o sirvienta, y el mayordomo intentó persuadirla de que lo hiciera, pero se excusó diciendo que se sentía muy agobiada. En realidad, quería poder hablar libremente con Kuhn, lo cual no sería posible si hubiera alguien más con ellos. Él era vagamente consciente de ese hecho, pero fingió ignorarlo.

—Ohhh, mira todas las flores de Forsythia que hay aquí. Son tan hermosas.[1]

Era un día de primavera ideal, y se sentía una cálida brisa en el aire. Mirabelle continuó expresando su admiración por los brotes, mientras Kuhn miraba todo con una expresión vacía. Los paisajes naturales no lo impresionaban. Las flores eran solo eso, y los árboles también. No podía entender porqué la gente disfrutaba del cambio de estaciones.

Ambos tuvieron diferentes reacciones, pero ninguno forzó al otro a cambiar de opinión. Mirabelle continuó estando encantada, mientras Kuhn simplemente la observaba. Eran una combinación inusual, la cual no encajaba en absoluto, pero, a pesar de ello, no se sentían incómodos entre sí.

Mirabelle señaló un pequeño pájaro que estaba sentado sobre una larga rama.

—Oh, mira hacia allá. Ese pájaro es tan lindo.

—Sí.

Pese a la simpleza de su respuesta, Mirabelle sonrió. Caminaron por la ladera de la montaña, disfrutando de la belleza natural de la primavera.

Después de un momento, se sentaron en una manta y desempacaron la canasta. Había una increíble cantidad de comida dentro, y apenas había espacio para sentarse cuando Mirabelle comenzó a acomodar todo. Al terminar de hacerlo, ella le sonrió.

—Sírvete tú mismo, Kuhn.

Sabía por experiencia que no podía rechazarla, por lo que asintió y le agradeció:

—Sí, señorita.

No importó cuán deliciosa fuera la comida que probó, su expresión se mantuvo igual. No mostró sus sentimientos por costumbre. Mirabelle a veces dejaba de comer para mirarlo y, aunque se sentía algo incómodo, él seguía comiendo en silencio. Sin importar quien los mirara, la combinación de la hermosa joven y un sirviente taciturno era bastante rara.

Terminaron comiendo la mitad de las cosas que trajeron, y Mirabelle observó a Kuhn, quien limpiaba en silencio.

—¿Cómo se siente salir y tomar un poco de aire fresco?

—¿Qué quiere decir?

—Te veías un poco deprimido estos días. En realidad, quería traer más alimentos. Mirar el paisaje mientras disfrutas de la deliciosa comida es la mejor forma de relajarse.

Kuhn nunca se había relajado apropiadamente antes, por lo que no lo entendió bien. Era la primera vez en su vida que tenía tiempo libre. Si no fuera por ella, nunca habría asistido al picnic. Lo que estaba claro para Kuhn era que el ver las flores y escuchar a los pájaros lo hicieron perder su inquietud.

¿Ha estado observando mi estado anímico?

A menudo utilizaba una máscara imperturbable, y era difícil para los demás saber si estaba feliz o no. Sin embargo, Mirabelle parecía haber visto a través de su estado de ánimo sombrío. Era irónico, dado que la causa de su melancolía era ella, quien le impedía salir de la mansión Blaise.

Kuhn le dio una mirada curiosa y terminó de guardar todo dentro de la canasta.

—¿Qué quiere hacer a continuación, señorita? ¿Le gustaría mirar un poco más alrededor? ¿O quiere volver a la mansión ahora?

El carruaje estaba al pie de la ladera. Él lo había conducido solo, por lo que nadie más los esperaba allí. Eso significaba que Mirabelle podía organizar el horario como quisiera.

—Hmm… —Ella le dio una mirada pensativa, hasta que un extraño sonido la interrumpió. Un delgado rayo iluminó el cielo. Las nubes oscuras de tormenta empezaron a cubrir el color azul del mismo—. ¿Qué?

Mirabelle miró hacia arriba con una expresión confusa. Kuhn levantó la canasta sin dudarlo y luego se apresuró hasta donde estaba sentada la joven.

—Tendremos que darnos prisa en volver. Va a llover pronto.

—Ah, sí.

Se puso de pie con un pesar reflejado en sus ojos. Podían quedar atrapados allí debido a la lluvia, por lo que la pareja se dirigió de manera cuidadosa hacia donde se encontraba el carruaje.

Desafortunadamente, fuertes gotas empezaron a caer antes de que lo alcanzaran. Las lluvias de primavera no eran inesperadas, pero Mirabelle no creía que el clima sería tan caprichoso. Su respiración se tornó pesada mientras avanzaba con dificultad por el camino.

Comenzó a palidecer cuando su cuerpo se enfrió bajo la lluvia. Al ver su estado, Kuhn recordó el día en que conoció a Mirabelle, cuando colapsó en el suelo a causa del dolor. Le preocupaba que aquello volviera a suceder. Se quitó su chaqueta y se la colocó, y en respuesta, los pálidos labios de Mirabelle se alzaron en una pequeña sonrisa.

—Gracias, Kuhn.

—¿Se encuentra bien?

—Sí.

Actuó lo más calmada que pudo, pero él notó que su condición empeoraba. Colocó la canasta en el suelo, provocando que el contenido se sacudiera, pero lo ignoró y se inclinó para ofrecerle su espalda a Mirabelle.

—Súbase. Llegaremos lo más pronto que sea posible.

—Estoy… Estoy bien.

—Rápido.

Ante su insistencia, ella respondió con voz apagada.

—Lo lamento…

Tan pronto como el pequeño cuerpo de Mirabelle se apoyó contra su espalda, Kuhn se levantó y comenzó a correr. Era más ligera de lo que esperaba, tanto que le preocupaba que fuera a desaparecer. Se preguntó por un instante acerca de sus imprevisibles sentimientos, pero ese no era el momento para meditar sobre ello.

Se apresuró a bajar la pendiente y Mirabelle quedó asombrada ante la velocidad.

—Kuhn, vas muy rápido. Es como un paseo.

La voz de la joven era débil ante sus oídos y era muy notable que ella temblaba en su espalda.

—Sostente —le habló Kuhn con firmeza.

Respiró hondo y aceleró cuesta abajo. Mirabelle se aferró débilmente mientras era empujada en su espalda, y contuvo sus gemidos de dolor para no preocuparlo. Forzó una leve sonrisa a pesar de la agonía que irradiaba su estómago.

—¿Qué me está pasando…?

Desde que era una niña, padecía una enfermedad desconocida, lo que era aún peor porque nadie conocía el tratamiento adecuado. Cuando el dolor venía así de repente, sentía que iba a morir.

Bueno, si ella tenía que elegir un momento y lugar para hacerlo, este sería uno bueno.

—Espero que el camino nunca termine…

Mientras pudiera estar con él, el dolor era lo de menos. Poco a poco, comenzó a perder el conocimiento y pudo distinguir débilmente la voz de Kuhn gritándole:

—¡Señorita, debe permanecer despierta!

Ella quiso responder a su grito desesperado, pero perdió la batalla por mantener los ojos abiertos.

♦ ♦ ♦

Mirabelle empezó a moverse. ¿Cuánto tiempo había pasado? Sus ojos aún estaban cerrados y su visión oscura, pero pudo distinguir vagamente una voz hablando.

—Ella sigue viva debido al rápido tratamiento. Un poco más tarde y hubiera sido desastroso.

¿Quién está hablando? ¿Un médico?

—¿Cómo diablos cuidaste a Mirabelle mientras yo no estaba? ¡No puedo creer que permitieras que un simple sirviente le acompañara fuera de la mansión! —habló otra voz mucho más familiar. Era el tono severo de su padre, Alphord.

Incluso sin ver su rostro, sabía que su padre estaba terriblemente enojado.

—Lo lamento, mi señor. Es todo mi culpa —respondió Michael.

Mirabelle quería salir de la cama y explicar que no había sido culpa del mayordomo. Ella le había rogado a Michael ir a un picnic a solas con Kuhn.

La atmósfera en la habitación siguió tornándose pesada, pero, afortunadamente, fue Derek quien habló después para tranquilizar a su padre.

—Basta, padre. No es culpa del mayordomo. ¿Cómo podría cambiar la decisión de Mirabelle? La cuidaré mejor.

—¿Cuánto tiempo ha estado casada Elena?

—No mucho…

—Muy bien, mantenlo en secreto para ella por ahora. Si se entera de que Mirabelle está enferma, volverá corriendo. Ahora que es la princesa heredera, no sería bueno que se involucre en todos los detalles de nuestra familia.

Las palabras de Alphord sobre trazar una línea con Elena golpearon el corazón de Mirabelle. Incluso si su hermana estaba casada y su apellido hubiera cambiado, ella todavía era la hija mayor de la familia Blaise. Dejando de lado el hecho de que estaba enferma, a Mirabelle no le gustaba que la tratasen de una manera tan diferente. A sus ojos, su padre siempre actuaba con más frialdad hacia Elena.

Con ese pensamiento en mente, se durmió una vez más. Los sonidos entraban y salían de su conciencia,  desde las amistosas voces de las criadas deambulando, hasta la conversación de los sirvientes fuera de la puerta, y la ahora familiar voz del médico, cuyo rostro aún no había visto. Sin embargo, ninguna de ellas era la voz que Mirabelle quería escuchar.

¿Dónde estás?

¿Quizás se había ido al palacio mientras ella estaba inconsciente? ¿Los otros miembros de su familia lo castigaron porque se fueron solos a un picnic? Numerosas preguntas y preocupaciones se hicieron presentes en su mente, pero levantar sus pesados párpados no era fácil.

Te extraño…

Echaba de menos los fríos ojos grises de Kuhn. Quería escuchar el tono monótono de su voz.

Kuhn… Kuhn…

Un día después de que se desmayó, Mirabelle logró abrir sus ojos correctamente. Ahora estaba oscuro y solo una tenue vela iluminaba la habitación. Incluso con la escasa luz, estaba encandilada y tuvo que parpadear varias veces para enfocar su visión. Volvió la cabeza para mirar a su alrededor y lo primero que llamó su atención fue…

Su osito de peluche estaba sentado junto a la cama. El aterciopelado oso azul oscuro era del mismo color que el cabello de Kuhn. Todavía estaba vestido con la misma chaqueta de cuando lo conoció. Sin embargo, no era su peluche lo que Mirabelle quería ver en ese momento… era el hombre al que le recordaba.

Volteó su cabeza para observar el resto de la habitación, cuando un hombre apareció de forma repentina y silenciosa. El mismo que ella había buscado muchas veces en sus sueños. Lo miró con los ojos muy abiertos.

—¿Se siente mejor?

A Mirabelle le dolía demasiado la garganta como para responder, por lo que simplemente asintió. El alivio inundó los ojos grises de Kuhn.

Luego de su primer encuentro, Mirabelle le había suplicado que se quedara, pero cuando volvió a abrir los ojos él ya se había ido. No sabía que pasaría si se iba de nuevo. Sin embargo, por el momento,  se sintió aliviada de verlo a su lado.

—Kuhn…

—Sí, señorita.

Era difícil para ella formar palabras con su garganta seca, pero sentía que debía decirlo. No había otra forma apropiada de expresar sus sentimientos a excepción de contarle sobre estos.

—Kuhn…

—Sí, señorita —le respondió con indiferencia, como siempre.

—Te amo…

—¿Qué? —Kuhn se vio envuelto en una repentina confusión. Mirabelle se sintió complacida al ver que fue capaz de causar una reacción en su rostro generalmente inexpresivo—. ¿Qué acaba de decir?

—Dije que te amo —respondió Mirabelle una vez más con confianza. Quizás había estado albergando esos sentimientos durante mucho tiempo, pero solo ahora se dio cuenta de ellos—. No sé cuándo empezó, pero he llegado a quererte.


[1] Conocida comúnmente como Campanas doradas. La Forsythia es un arbusto de origen chino que puede crecer hasta dos metros, y cuyas flores están compuestas por cuatro pétalos de un atractivo amarillo intenso.

Una respuesta en “Dama Caballero – Capítulo 90: El dolor era bueno”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido