Dama Caballero – Capítulo 91: Por él

Traducido por Dea

Editado por Gia


Kuhn no dijo nada ante la inesperada confesión de Mirabelle. En realidad, no sabía qué decir. Simplemente observó el rostro pálido de la chica, mientras el suyo permanecía tan rígido como una estatua.

¿Qué acaba de decirme?

No podía comprenderlo. ¿Cómo podría la hija de un conde amar a un hombre que no tenía nada a su nombre? Mirabelle no estaba consciente de la verdadera identidad de Kuhn. Ella solo sabía que había estado involucrado en algo peligroso en el pasado, pero que tenía un estatus lo suficientemente bajo como para trabajar de sirviente en una mansión. No, incluso si supiera quién era realmente, las diferencias entre ambos eran demasiado amplias como para poder superarlas. Ningún noble permitiría jamás que su hija estuviera con alguien como él.

Eso no significaba que Kuhn no hubiera tenido avances con otras mujeres. Sin embargo, las palabras que había escuchado hasta ahora habían sido: «Me gustas, ¿quieres que estemos juntos por un tiempo?», o «¿Quieres ser mi amante?» Nunca nadie le confesó que lo amaba.

La mirada de vergüenza se desvaneció pronto del rostro de Kuhn, y las paredes blancas e impasibles que solía mostrar, se reconstruyeron.

—Señorita, ¿usted sabe que las mujeres en el Imperio Ruford toman el estatus de sus esposos?

—Por supuesto que lo sé.

—¿Y sabe que, como la hija de un conde, si se casara con un barón, quien tiene un estatus mucho más bajo al de usted, se convertiría en baronesa?

—Sí.

—Entonces, ¿está consciente de que si estuviera conmigo, sería la esposa de un sirviente?

Mirabelle no le estaba pidiendo a Kuhn que se casara con ella de inmediato, pero él quería dejar una fuerte impresión en su mente. Quería que entendiera que no había esperanza de que ambos estuvieran juntos.

Aún así, contrario a sus intenciones, Mirabelle respondió con un firme asentimiento.

—Sí, pero no me importa. No me afecta ser la esposa de un sirviente, pero sí me interesa ser la esposa de Kuhn. —Dicha afirmación hizo que se quedara sin palabras. A veces Mirabelle lo tomaba por sorpresa y lo desconcertaba, pero eso no era nada comparado a esto. A pesar de la delgadez de sus mejillas, ella se veía completamente decidida—. Está bien si no tienes nada. Puedo trabajar duro.

Hasta ahora, Kuhn había asumido que Mirabelle era como un pequeño y frágil pajarito; sin embargo, ella le había demostrado que tenía una gran determinación. Dijo palabras que nadie más podría mencionar con tanta facilidad. Una emoción desconocida se hizo presente dentro de él.

¿Es por eso que ella me mantuvo cerca?

No conocía la agenda de Mirabelle, pero ahora comprendía porqué procuraba permanecer casi todo el tiempo a su lado. Esa hermosa joven lo amaba con una pureza increíble.

Mirabelle tosió unas cuantas veces, sacándolo de sus pensamientos.

—Primero descanse un poco, señorita.

Estaba por irse cuando la voz de Mirabelle lo detuvo.

—La respuesta a mi confesión… ¿es solo un recordatorio de nuestras diferencias?

Kuhn se volvió para mirarla.

—Eso es lo más importante, señorita.

—Si fueras un noble, ¿nuestra relación cambiaría de forma positiva?

Una mirada nerviosa cruzó por el rostro de Kuhn, pero pronto desapareció. Cualquier libertad que ella se imaginara jamás representaría a la realidad.

—Por favor, piense que no estaría escuchando esta incómoda confesión si no fuera un sirviente —respondió con frialdad mientras la miraba fijamente.

Cualquiera que lo escuchara sabría que se trataba de un indudable rechazo. Los ojos verde claro de Mirabelle comenzaron a temblar de dolor.

Kuhn se volteó, aparentemente indiferente, y se dirigió hacia la ventana para irse. Ella todavía era joven y estaba equivocada. Una vez que fuera mayor, recordaría ese momento con arrepentimiento.

Dio unos pasos hacia adelante, y escuchó la débil voz de Mirabelle detrás suyo.

—Te amo, Kuhn…

Sus pies se detuvieron ante la repetición de aquellas palabras, pero pronto volvió a dar otro paso, como si no hubiera escuchado nada. Afortunadamente, la habitación estaba demasiado oscura como para que ella se diera cuenta.

—Pretenderé que no he tenido noticias suyas hoy —respondió sin siquiera voltear la cabeza.

Al mismo tiempo, Kuhn tomó un reloj de escritorio que estaba sobre la mesa y lo tiró al suelo con un estruendo. Dicha acción asustó a la criada que estaba durmiendo afuera, quien entró rápidamente a la habitación de Mirabelle.

—¡O-Oh, señorita! ¿Está bien? Espere un momento. ¡Llamaré al médico!

Cuando la mucama se dio cuenta de que ella estaba despierta, se alejó de forma apresurada. Mirabelle, quien se  distrajo por la presencia de la criada, se volvió hacia la ventana de nuevo, pero Kuhn ya había desaparecido.

Las amplias ventanas abiertas eran la única prueba de que había estado ahí.

♦ ♦ ♦

La vida de Elena en el palacio transcurría sin problemas. Pocas personas sabían que consideraba su fiesta un fracaso, debido al ataque fallido contra la emperatriz, pero todos los demás, tanto nativos como extranjeros, elogiaron los coloridos bailes y el lujo del evento. No fue el resultado esperado, pero aún así fue favorable.

Tiempo atrás, Elena había elegido a Margaret para que fuera una de sus damas de honor, y hoy era su primer día en el palacio con su título oficial.

—Salve a la princesa heredera. Gloria eterna al Imperio Ruford.

Margaret hizo una cortés reverencia en la entrada, y Elena se apresuró a tomar su mano.

—Puedes omitir esas formalidades entre nosotras.

—Oh, no, Su Alteza, es un honor para mí. ¿Cómo ha estado?

La forma en la que Margaret hablaba era mucho más formal que cuando Elena estaba soltera, pero su rostro seguía siendo dulce y acogedor.

—Estoy bien. ¿Cómo estás tú, lady Lawrence? —respondió Elena con una sonrisa suave.

—Muy bien. No ha sucedido mucho, excepto que he estado un poco ocupada desde que todos descubrieron que soy su dama de honor.

Las palabras de Margaret le recordaron a Elena el momento en el que su historia de amor con Carlisle fue enviada a la alta sociedad. Estaba nerviosa por el gran volumen de invitaciones y la pérdida de su tranquila vida social. Mirando hacia atrás, parecía un recuerdo muy lejano.

—¿Hubo algo que te hizo sentir incómoda?

—¡No, en absoluto! Desde que me convertí en su dama de honor, el negocio de mi familia va mucho mejor y mi padre está feliz por ello. Me preguntaba cómo podría pagarle.

—Es bueno escuchar eso.

Elena y Margaret pasearon por el hermoso jardín. Usualmente, solía recibir a sus visitas dentro del salón, pero el clima era tan agradable que no podían quedarse adentro.

—Tomemos el té juntas, lady Lawrence.

—Ah, gracias, Su Alteza.

—Eres bienvenida. Si quieres, puedo regalarte un poco, así que recuerda llevártelo más tarde.

Después de que Elena terminó de hablar con Margaret, le ordenó a Mary que le trajera el té.

—¿Qué tal si lo tomamos al aire libre? Hoy te mostraré todo el palacio imperial.

—Es un honor, Su Alteza.

Una expresión feliz se extendió por el rostro de Margaret, y la pareja se sentó en una mesa en medio del jardín. Minutos después, Mary llegó y dejó una bandeja de té aromático frente a ellas. Margaret tomó un sorbo de su bebida con cuidado y luego miró su taza con deleite.

—Vaya, esto es delicioso.

—Me alegra que te guste.

Elena había olvidado lo divertido que era pasar tiempo con la persona correcta. Las conversaciones entre ambas mujeres se dividieron en diferentes temas, desde los sucesos ocurridos en el sur hasta la concurrida boda de Elena. La atmósfera entre ellas era agradable, pero de pronto, como si lo hubiera recordado, Margaret cambió el tema de conversación.

—Por cierto, ¿ha oído hablar de los recientes rumores que hay en la sociedad sobre el príncipe heredero?

—¿De qué rumores estás hablando?

Elena la miró con curiosidad y Margaret se sonrojó. La dama de honor se detuvo por un momento, dudando de si mencionarlo o no, pero luego de una pequeña pausa, continuó con más seriedad que antes.

—No sé si es correcto que le diga esto a la princesa heredera recién casada, pero aún así creo que debería saberlo.

—¿De qué se trata?

—Bueno… corre el rumor de que el príncipe heredero está buscando una segunda esposa. Los chismes se volvieron aún más intensos después del matrimonio con usted, y hay muchas mujeres nobles que buscan el puesto.

—Ahhh…

Elena se quedó sin palabras. Ellos recién se habían casado, pero ya estaban hablando de concubinas… Sin embargo, el tema no se le había olvidado por completo a Elena. Carlisle solo se casó tarde debido a la desafortunada profecía, pero como ese ya no era un obstáculo, las familias que lo apoyaban estaban presionando a sus hijas para que fueran sus siguientes esposas. Elena podía ostentar el título de princesa heredera, pero no formaba parte de una gran familia, por lo que otra esposa podría ser beneficiosa.

Sí, era natural.

Carlisle, el futuro emperador, nunca sería un hombre al que Elena pudiera tener solo para ella. En el futuro, tendrían la necesidad de unificar fuerzas y el matrimonio era una de las formas más fáciles de asegurar una alianza. Por supuesto, era posible que Carlisle no se volviera a casar de inmediato, debido a que prometió poner a Elena en el poder como emperatriz, pero eso solo era una medida temporal. Si al casarse con otra mujer, tuviera la oportunidad de acercarse un paso más al asiento del emperador, Elena no tendría motivos para oponerse a ello.

Los pensamientos en su cabeza eran perfectamente racionales… pero su corazón decía lo contrario. La simple mención de dicho rumor la hizo pedazos y provocó que le doliera el pecho.

—Su Alteza, ¿se encuentra bien?

Margaret la miró preocupada, por lo que Elena puso una sonrisa en su rostro.

—Estoy bien. Si Su Alteza tiene la intención de casarse de nuevo, no me opondré a ello.

Elena mantuvo la compostura todo lo que pudo, pero Margaret lo comprendía mejor que nadie.

—Incluso si el príncipe heredero tomara a una segunda esposa, su corazón no la abandonará. La última vez que lo vi en la fiesta lo sentí —le dijo con una voz amable mientras tomaba la mano de Elena.

—¿Eso piensas…?

Elena sonrió débilmente. Margaret no sabía que Carlisle y ella estaban en un matrimonio arreglado para satisfacer las demandas del otro.

—Me cuesta decir esto, pero es importante que sepa quién podría venir después de usted. Hay un rumor en los círculos sociales… dicen que lady Selby está detrás del puesto.

En el momento en que Elena escuchó el nombre de Helen, sus ojos rojos brillaron de forma peligrosa. Ella había intentado engañarla varias veces, y Elena le había advertido que ya no toleraría otro desafío. No quería enfrentarse a la familia del marqués Selby, pero lo haría si no tuviera otra opción.

—Tendré que averiguar más al respecto.

Elena ya tenía sentimientos encontrados respecto a Carlisle tomando a otra esposa, pero esa era una elección inaceptable. No estaría mal tener el poder del marqués Selby, pero Helen ya estaba del lado de la emperatriz.

Margaret estuvo de acuerdo, asintiendo de forma enérgica.

—Si hay algo en lo que pueda ayudarla, por favor, hágamelo saber, Su Alteza.

—Gracias.

Si los rumores se llegaran a extender aún más, muchas otras mujeres intentarían captar la atención de Carlisle. El siguiente evento era una fiesta oficial a la que ambos asistirían. Las mujeres jóvenes serían más propensas a hacer su movimiento en ese lugar. Y si Helen quería ser la esposa de Carlisle, quedaba claro que también estaría allí.

Debo estar preparada.

Elena no quería aceptar que Carlisle tuviera otra esposa. No soportaría ese dolor en su corazón, a menos que la otra mujer fuera realmente útil para él.

♦ ♦ ♦

Ambas damas charlaron durante horas, pero Elena no pudo evitar la sensación de pavor que la embargaba. Desde el momento en que se enteró del rumor de otra esposa, ya no pudo concentrarse en hablar con su acompañante.

Continuó estando inquieta incluso después de que Margaret se fuera, por lo que decidió sacar su frustración en el salón de entrenamiento privado de Carlisle. A diferencia de cuando estaba en la mansión Blaise, donde debía entrenar en secreto, en el salón Elena era libre de practicar sus habilidades con la espada y, como resultado, su fuerza fue mejorando significativamente. A ese ritmo, no pasaría mucho tiempo hasta que recuperara la fortaleza que tuvo en su anterior vida. Eso era algo bueno, pero… ese día no tenía ninguna motivación.

Elena estaba vestida con ropas sencillas para desenvolverse con mayor libertad. Sus pies se movían de forma ágil, mucho más que el de los bailarines. Uno podría describirlo como algo hermoso, si no fueran conscientes del peligro que aguardaba cautelosamente bajo la hoja de su espada.

Su mente estaba en blanco y su cuerpo se movía de forma automática cuando…

Escuchó el sonido de unos pasos que se acercaban. Como solía ocultar sus habilidades, detuvo su rutina y miró hacia la entrada.

Fue Carlisle quien apareció, caminando hacia ella con pasos eficientes. Ese día se veía impecable como siempre.

—Aquí estás. —Parecía haberla estado buscando por alguna razón, pero Elena no pudo encontrar palabras para responderle. Lo observó con una expresión conflictiva, a lo que Carlisle le brindó una mirada inquisitiva—. ¿Hay algo que te preocupe?

Elena casi respondió que él era la razón por la que se estaba volviendo loca.

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