Dama Caballero – Capítulo 92: Su propiedad

Traducido por Dea

Editado por Gia


Ella sabía que no era culpa de Carlisle si escogía a otra mujer como su segunda esposa. Él, al igual que Elena, había hecho un contrato por necesidad, y hasta ahora estaba cumpliendo fielmente con los términos. Era culpa de ella que su corazón estuviera inseguro. Se habían casado antes de darse cuenta de que le gustaba, y ahora podía verlo dándole la bienvenida a otra mujer, incluso antes de que pudiera expresar sus sentimientos adecuadamente.

No me gusta…

Intentó calmar sus nervios innumerables veces. No quería compartir a Carlisle con nadie. Su codicia por él aumentó de forma inesperada, y ella no lo había tomado en cuenta cuando redactó el contrato por primera vez. La misión de Elena era proteger a su familia y ayudarlo a subir al trono. Solo entonces, Paveluc sería eliminado y el futuro de todos cambiaría.

Puede que Caril nunca sea mío.

Un emperador debía asegurar su posición con numerosas alianzas, lo que naturalmente conduce al matrimonio. Era inaudito que alguien en esa posición se casara con una sola mujer. Elena luchó con la idea de que Carlisle subiera al trono, pero también de tenerlo únicamente para ella. Sin embargo, sin importar las protestas de su corazón, solo había una respuesta. Carlisle tenía que convertirse en emperador. Simplemente necesitaba un poco de tiempo para eliminar los sentimientos que albergaba en ella.

Mientras Elena divagaba en su mente, Carlisle la miraba con preocupación.

—Si pasa algo, dímelo.

—N-No es nada…

No se atrevía a confesar que tenía miedo de que se llegara a casar con otra mujer. ¿Qué diría si fuera honesta? Una amarga sonrisa se extendió por su cara a la vez que lo imaginaba.

—Hmm. — Carlisle acarició su barbilla gentilmente con su mano. Después de ver su expresión preocupada, comentó en voz baja—: ¿Hablamos mientras tomamos una copa?

Desde aquella noche en la que Elena se embriagó y le dijo que quería besarlo, Carlisle no dejaba de ofrecerse para beber con ella. Era evidente que pensaba que besar era su hábito de borrachera, pero Elena no podía entender por qué seguía haciéndole esa oferta.

—Estoy bien. No estoy lo suficientemente angustiada como para necesitar un trago.

Ante su rechazo, una pequeña sonrisa de pesar apareció en el rostro de Carlisle.

—Llámame cuando necesites un amigo para beber. Dejaré todo para estar contigo.

—Gracias por tus palabras.

Elena dejó su espada a un lado, y luego, tomando un arco y una flecha, se paró frente a un objetivo. Ya había usado una ballesta antes, cuando salvó a Carlisle, y en ese entonces tenía menos fuerza muscular que ahora, por ello, estaba considerando regresar a su arma principal.

El disparo aterrizó en el centro del objetivo.

Obtuvo el mismo resultado con cada flecha que soltó. Eventualmente, docenas de ellas llenaron el centro, y cada una de las flechas posteriores dividieron los astiles de madera justo a la mitad.[1] Mientras tanto, Carlisle observaba su práctica con un interés especial.

Elena colocó otra flecha en la cuerda del arco, y sus preocupaciones sobre Carlisle tomando a una segunda esposa pasaron por su mente. Su concentración calmada pareció desequilibrarse.

No seas codiciosa…

Había solo una opción para ella. No necesitaba preocuparse por algo inútil…

De pronto, Elena fue sacada de sus pensamientos. Había tirado mal de la cuerda y casi le golpea la cara.

En un instante, Carlisle se había acercado a ella, cubriéndole el rostro con la palma de su mano, evitando así un accidente.

—¡C-Caril!

Elena lo miró con asombro y él le devolvió una mirada seria.

—¿En qué estabas pensando? Casi te lastimas.

—¿Tu mano está bien? Déjame ver. —Elena tomó con rapidez la mano de Carlisle y la examinó. A pesar de que su piel estaba enrojecida, la lesión no era tan grave como para sangrar o lastimar el hueso, por lo que miró a Carlisle con alivio—. Lo siento. Me distraje por un momento al pensar en otra cosa…

—Podría haber dejado una cicatriz en tu hermoso rostro. La última vez te quemaste al derramar té. ¿Cómo no estar preocupado por mi esposa?

Elena se había quemado levemente mientras hablaba con Log, y aún así, aquella lesión fue tratada con el mismo cuidado que su tobillo. Por supuesto, si Elena hubiera sufrido un corte por la cuerda del arco, la herida sería tan severa que no podría asistir a la fiesta. No podía creer que se permitiera cometer un error tan tonto.

—No me di cuenta de que iba a cometer tal error.

—Lo sé. —Con la vista enfocada en el centro del objetivo que estaba lleno de flechas, Carlisle continuó—: Estoy seguro de que en condiciones normales no hubieras cometido ningún error. Bueno, supongo que hay días en los que hasta los monos caen de los árboles también, ¿no es así?

—De igual manera, lo lamento…

Carlisle no vio la necesidad de que ella se disculpara.

—No sé qué es lo que te preocupa, pero es mejor que lo dejes ir. Si no funciona, habla conmigo. Haré todo lo que me pidas —dijo con una voz suave y acariciándole el cabello.

Elena le brindó una sonrisa involuntaria. Carlisle ni siquiera sabía que la razón de sus preocupaciones era él.

Sin embargo, una cosa era segura. Ella era codiciosa e incapaz de deshacerse de ese sentimiento que llenaba su corazón. Aquello simbolizaba lo mucho que deseaba.

Elena tomó la mano herida de Carlisle y se inclinó sobre una rodilla, en un gesto que los caballeros hacían cuando formalmente daban sus votos a sus señores. Aunque ella era delgada, su pequeño cuerpo emanaba un aura intensa. Presionó sus labios contra el dorso de su mano, luego levantó la cabeza y lo miró directamente. Sus profundos ojos rojos se enfocaron en los de él sin estremecerse.

—Te protegeré para que no te lastimes de nuevo.

Sus sentimientos no cambiarían, sin importar si Carlisle tomaba a otra mujer como su esposa. Con eso en mente, tendría que hacer algunas concesiones. Lo pondría en el asiento del trono y estaría a su lado hasta que no la necesitara. No sabía cuánto duraría, pero si la miraba con tanta amabilidad como ahora, ella podría vivir con esos recuerdos. Solo había un camino, pero Elena era capaz de aceptarlo todo de nuevo. Por ella y por su familia, haría emperador a Carlisle.

Por un momento, él se mostró sorprendido ante el espíritu y la determinación que Elena emanaba. Sin embargo, se inclinó como si ya no pudiera soportarlo y abrazó el pequeño cuerpo de Elena.

—Ohhh.

A pesar de la reacción de sorpresa que mostró Elena, Carlisle no se movió. La apretó con fuerza antes de hablar con una voz ronca:

—¿Dónde has aprendido palabras tan maravillosas?

—E-Estás diciendo que las aprendí.

—No importa cuánto me hagas enamorar, la difícil eres tú.

—¿Qué? —A pesar de la curiosidad de ella, Carlisle no parecía estar dispuesto a dar más explicaciones. Elena, quien estaba presionada contra su cuerpo, no pudo evitar hablar—: Por favor, déjame ir, Caril.

A ese ritmo, él sentiría su corazón latiendo rápidamente. En esos días, incluso mirar los ojos de Carlisle hacía que se volviera loca. Cuando Elena estaba a punto de liberarse de sus brazos, Carlisle soltó un suspiro.

—Ahhh.

—¿Qué ocurre? ¿Estás herido?

—La mano que antes fue golpeada por la cuerda me duele.

—¿Duele mucho? Déjame ver más de cerca.

—No puedo moverme. —Contrario a sus quejas acerca del dolor, abrazó a Elena con más fuerza—. Así que espera un poco más…

Al final, Elena simplemente se relajó contra el cuerpo de Carlisle. Su pecho sólido y brazos firmes parecían destacarse de forma brusca ante ella. Podía escuchar sus latidos mientras apoyaba su rostro enrojecido sobre el hombro de Carlisle. Ese pequeño gesto por sí solo fue más poderoso que cualquier otra cosa.

♦ ♦ ♦

Desde entonces, Carlisle siguió quejándose del dolor de su mano.

Durante la cena, repentinamente su tenedor se resbaló y cayó sobre la mesa.

—Me duele demasiado la mano como para sostenerlo.

—¿De verdad? El doctor dijo que no era nada grave.

Carlisle deslizó una sonrisa secreta bajo la mirada preocupada de Elena.

—Por momentos me siento mejor, pero de repente empeora. Sin embargo, no es nada serio, así que pienso que mejorará pronto.

—Me alegra escuchar eso.

—Aún así, en este momento no puedo comer por mi cuenta. Desearía que alguien me alimentara.

Carlisle observó fijamente a Elena mientras descansaba su barbilla en su otra mano. Ella se sonrojó y miró a los sirvientes que estaban en el comedor.

—Eso significa…

—Si no deseas hacerlo, no te voy a forzar. —Pero tan pronto como terminó de decir eso, Carlisle extendió nuevamente los dedos de su mano derecha herida—. Oh, ¿por qué duele tanto?

Finalmente, Elena se levantó de su asiento y se acercó a Carlisle. Cortó un trozo de bistec, lo colocó en un tenedor y se lo tendió. Había asumido que él tomaría el utensilio con su mano sana, pero en cambio, se inclinó y le dio un mordisco. Las mejillas de la joven ardieron por la vergüenza mientras lo alimentaba. Sin embargo, Carlisle le mostró una sonrisa suave.

—Sabe mucho mejor cuando tú me das de comer.

—¿Eso es posible?

—Por supuesto. Si puedo seguir disfrutando de este tipo de lujos, no creo que necesite más mi mano derecha.

Elena frunció el ceño, sin saber si estaba bromeando o hablando en serio.

—No digas eso ni siquiera en broma.

—Como desees.

Carlisle sonrió gentilmente y siguió comiendo lo que ella le ofrecía. Elena aprendió algo nuevo, ver a un hombre comer era extremadamente atractivo. Siempre que los labios rojos de Carlisle se abrían para aceptar los alimentos, tenía que apartar la mirada. Realmente era malo para su corazón.

♦ ♦ ♦

Luego de que la cena terminara, Elena estaba descansando en su habitación cuando…

Alguien tocó la puerta.

—Adelante —respondió mientras fijaba su mirada en la entrada. Fue Mary quien pasó. Parecía más seria que de costumbre y Elena la miró perpleja—. ¿Qué ocurre?

—Pensé que debería hablar con usted. —Mary le mostró los dos sobres que tenía en la mano—. Cuando recibí la primera carta, traté de ignorarla. Creí que me estaban engañando. Sin embargo, la segunda carta que llegó hoy me hizo cambiar de opinión.

—¿De quién es esa carta?

—Es de Tilda, quien solía trabajar para la familia Blaise. Fue ella quien rompió su vestido.

El rostro de Tilda apareció en la mente de Elena. Había pasado una cantidad considerable de tiempo trabajando en la mansión Blaise, por lo que no la había olvidado.

—¿La carta de Tilda está dirigida a ti?

—Sí, léalo usted misma.

Con una expresión decidida, Mary le entregó los dos sobres a Elena.


[1] El astil o también llamado tubo es la línea que compone el cuerpo principal de una flecha.

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